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La frustración y los procesos de integración

Fuentes: Tinku.org

El presidente de Bolivia, Evo Morales ha sido ungido como presidente pro-tempore de la «Comunidad Andina de Naciones», (un esfuerzo de integración de cinco naciones andinas que últimamente emite estertores de muerte precisamente por el influjo de sus propios asociados). Evo Morales la desahució también hace poco tiempo atrás, para luego retractarse. Interesa sobremanera el […]

El presidente de Bolivia, Evo Morales ha sido ungido como presidente pro-tempore de la «Comunidad Andina de Naciones», (un esfuerzo de integración de cinco naciones andinas que últimamente emite estertores de muerte precisamente por el influjo de sus propios asociados).

Evo Morales la desahució también hace poco tiempo atrás, para luego retractarse. Interesa sobremanera el tratamiento de resucitación que se aplicará a este proceso pues parece que la maldición de la frustración persigue implacablemente todos los intentos de integración de los pueblos de América del Sur.

BREVE HISTORIA


La iniciativa integracionista del «Pacto Andino», hoy «Comunidad Andina de Naciones» era un propósito muy acertado, casi ideal: Integración de recursos materiales y humanos, desarrollo de vínculos mutuamente provechosos y cooperación multilateral en aras del progreso y una mayor independencia económica de los países miembros del llamado «Grupo Andino», que por estas fechas celebra otro aniversario de su fundación.

El 26 de mayo de 1969, se firmó en Bogota-Colombia el pacto del mismo nombre o acuerdo de Cartagena, ciudad colombiana donde fue elaborado el documento.

Los países miembros centralmente acordaron franquicias comerciales rebajando considerablemente los derechos de aduanas para la mayoría de mercancías en el intercambio comunitario, procedieron a coordinar políticas económicas y aplicar elementos de programación en sus economías.

Integraron el grupo Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador y Perú. En febrero de 1973 se sumó Venezuela.

Chile abandonó el pacto en octubre de 1976. Entonces, Pinochet optó en la economía por el «modelo de Chicago» del norteamericano Milton Friedman. Dicho sistema se basó en la renuncia del proteccionismo y el amplio uso del capital foráneo. Al dictador chileno le disgustó mucho la resolución 24 del Grupo Andino, por la cual se comprometía a las compañías extranjeras asentadas en los países socios a vender en un plazo de 15 años no menos del 51% de sus acciones a inversionistas nacionales, convirtiéndolas en empresas mixtas e incluso nacionales. Además se prohibía que la tasa de retorno de los beneficios al exterior superara el 20% del capital invertido.

A tantos años de distancia, cabe preguntarse, ¿quién tuvo razón? ¿Aquellos que intentaron poner bajo control a las multinacionales o aquellos que abrieron sus puertas a los capitales y bienes extranjeros? ¿Aquellos que aplicaron a medias las exigencias del Fondo Monetario Internacional o aquellos que actuaron obsecuentemente según los consejos fondomonetaristas?

La respuesta a estas cuestiones todavía no está dirimida. En todo caso, Chile presenta por ahora indicadores económicos mejores.

GOLONDRINAS CON ALAS CORTADAS

El Pacto Andino fue uno de los primeros intentos de encausar la integración económica latinoamericana. Solo tienen más edad la «Asociación Latinoamericana de Libre Comercio» transformada después en la «Asociación Latinoamericana de Integración».

El Mercado Común Centroamericano nacido con los mejores auspicios de los países socios tuvo un único éxito, que consiste en haber desarrollado una modesta red de carreteras en la subregión.

Hace mucho que el Mercado Común Centroamericano está esperando una cristiana sepultura. Sirvió de pretexto para suspender sus actividades la tristemente celebre «Guerra del Fútbol» entre Honduras y El Salvador en 1969. Pero los verdaderos motivos fueron los miserables resultados del comercio reciproco.

Por la misma razón los logros de las iniciativas integracionistas que menudearon en los años sesentas tanto en Centroamérica como Sudamérica son muy modestos. Y es muy difícil enumerar todas las estructuras proyectadas para dinamizar el comercio y la ansiada industrialización.

Merece ser destacado [WINDOWS-1252?]-ante todo, por sus nobles propósitos- La «Corporación Andina de Fomento», instituido por el Grupo Andino en junio de 1988. Se plantea ayudar a los países miembros en la superación de sus dificultades financieras. Sin embargo, su capital inicial -500 millones de dólares- es una gota comparado con los más de 500.000 millones de dólares que adeudan los Estados de la región.

Posteriormente algunos países del sur ponen sus miras en la colaboración multilateral. En 1988, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay firmaron un acuerdo de integración, cooperación y desarrollo llamado MERCOSUR y tuvieron una inicial experiencia exitosa en la Central Hidroeléctrica Itaipú en el Paraná.

Bolivia mostró su intención de hacerles compañía, pero una vez mas, la maldición del separatismo amenaza actualmente el esfuerzo integrador debido a la presencia de un proyecto de fábrica de celulosa en las riveras del río Paraná en Uruguay, que se le antoja a la Argentina como un plan altamente peligroso para el medio ambiente.

Estas «golondrinas» no hicieron verano en el continente. No hubo el salto económico ambicionado, ni se logró alcanzar -como meta estratégica principal- a los países capitalistas industrializados, si bien se dejó bastante atrás a las naciones del África.

LA MALDICION DE LA FRUSTRACIÓN

Los latinoamericanos buscamos con insistencia caminos propios en la solución conjunta de los problemas económicos y ecológicos. Lamentablemente, hay más comités y comisiones, proyectos y planes, discursos y votos que resultados palpables. Diversas medidas integracionistas han propiciado cierto aumento del comercio mutuo, pero su parte en el volumen general sigue siendo ínfimo. El Presidente uruguayo informó que «de los 130.000 millones de dólares anuales, que Argentina, Bolivia, Brasil, Uruguay y Venezuela obtienen gracias al comercio tan solo un 4% corresponde al intercambio regional.

Por desgracia, el balance económico de la inmensa mayoría de los países latinoamericanos deja mucho que desear. El incremento del Producto Nacional Bruto ha sido extremadamente moderado, la tasa de ingresos por habitante descendió drásticamente. Se calcula que actualmente en América Latina hay 40 millones de desempleados. Se han reducido las asignaciones para la salud y educación. Todo esto hace pensar que los procesos de integración en América del Sur han tenido como colofón la maldición de la frustración.

QUIEN TIENE LA CULPA?

¿Por qué no avanza la integración económica latinoamericana? Una de las causas principales consiste, según los especialistas, en que «los países de la región prácticamente no tienen con qué comerciar». Casi todos ofrecen lo mismo: materias primas, productos agropecuarios, artículos de la industria ligera. Las excepciones son pocas. Por ejemplo Brasil que ha desarrollado la construcción de maquinaria, automóviles y equipos electrónicos, fabrica cohetes portadores de satélites orbitales y exporta armas modernas.

Otra causa es la carencia crónica de recursos financieros para abordar proyectos conjuntos.

Una tercera causa es la orientación tradicional de América Latina al mercado norteamericano. Por ejemplo, Estados Unidos consume un tercio de las ventas exteriores de la mayoría de los países del sur. Muchos de los cuales viven de uno o dos rubros exportables, a lo sumo de tres!

Estados Unidos tiene la tecnología, maquinas y equipo que nuestros países no producen o producen en cantidades insuficientes y de peor calidad. A su vez Estados Unidos está interesado en comprarnos materias primas e incluso adquiere aquellas que dispone en territorio propio [WINDOWS-1252?]-por ejemplo el petróleo, gas- dejando la potenciación de recursos nacionales para tiempos malos. En todos los sentidos, a Washington no le falta perspicacia.

¿Como romper ese circulo vicioso? ¿Donde esta la salida?… Desde hace mucho tiempo se discute la necesidad de diversificar los vínculos comerciales y económicos fuera de la región, en particular, ampliar el intercambio con los integrantes de la Unión Europea. Procurar un justo ordenamiento económico internacional (entre otras cosas, que las naciones industrializadas renuncien al proteccionismo).

Acortar la distancia entre los precios de las materias primas exportadas por los países en desarrollo con los de los equipos y maquinaria que importamos.

Estas fórmulas las conoce todo el mundo, queda mucho trecho entre la idea y el ideal, pero pese a todas las dificultades, los latinoamericanos identifican el progreso económico con la integración, como eje de la política nacional y de la estrategia de desarrollo de cada país para asegurarnos una presencia de peso en el ámbito mundial.

El 26 de mayo el Presidente Morales, representante temporal de la Comunidad Andina de Naciones, volvió a argumentar en favor de otros proyectos más ideologizados de integración, lo que equivale que Bolivia continuará apostando por dos o tres proyectos al mismo tiempo, como lo hicimos en el pasado.

Y ya sabemos que sucede cuando un jugador trata de patear dos pelotas al mismo tiempo