Los bombazos en el DF, alerta sobre el gran descontento social «El mensaje de la represión en Oaxaca fue que está condenado al fracaso cualquier intento para abrir de manera pacífica nuevas rutas de transformación del país, y la resistencia encabezada por AMLO ha contribuido a develar el uso faccioso de las instituciones»
La represión del movimiento popular en Oaxaca es «un proceso emblemático», y el mensaje que recibimos es que «todo intento por transformar de manera pacífica nuestra sociedad está condenado al fracaso». De ahí la necesidad de «abrir nuevas rutas de cambio social, no necesariamente armadas».
En entrevista con La Jornada, dirigentes de las organizaciones armadas Movimiento Revolucionario Lucio Cabañas Barrientos (MRLCB), Tendencia Democrática Revolucionaria-Ejército del Pueblo (TDR-EP), Brigada de Ajusticiamiento 2 de Diciembre (BA 2D), Organización Insurgente 1 de Mayo (OI 1M), Brigadas Populares de Liberación (BPL) y Unidad Popular Revolucionaria Magonista (UPRM) reconocen que la colocación de tres bombas el 6 de noviembre pasado en la ciudad de México generó una reacción que puso «en tela de juicio» la legitimidad de la acción.
Sin embargo, «creemos que una lectura recta respecto a estos hechos debe conducir a comprender que no son otra cosa que una señal, una advertencia, una alerta, frente a la escalada represiva del gobierno», además de una alerta para que no se repitan episodios dolorosos «que pensamos que habían quedado atrás en la historia, pero que nuevamente están presentes».
Al anunciar la integración de la UPRM a la «coordinación revolucionaria y de unidad», los entrevistados se desmarcan de la opinión de movimientos armados de otros años, que en su momento cuestionaron la lucha electoral.
Con los rostros cubiertos con paliacates y escoltados por seis milicianos con rifles de alto poder, los entrevistados hacen un reconocimiento inusitado a la llamada «izquierda electoral». Manuel, José Arturo, Gertrudis y Javier sostienen un comunicado leído la noche de la entrevista, en el que afirman que la resistencia social representada por la convención nacional democrática al negarse a reconocer a Felipe Calderón como Presidente de la República y legitimar simbólicamente el triunfo de Andrés Manuel López Obrador «ha contribuido a develar el carácter de clase y represivo, así como el uso faccioso de las instituciones gubernamentales», reafirmando la necesidad de transformar democráticamente dichas instituciones y reconquistar la soberanía.
Apoyan al ex candidato perredista aclaran, «aunque no proponga ninguna alternativa social profunda a la opresión y explotación capitalista».
Sin dudar y con respuestas directas, los entrevistados destacan la «extraordinaria importancia» de la otra campaña, del EZLN; la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), y su réplica nacional: la Asamblea Popular de los Pueblos de México, en la lucha antineoliberal y anticapitalista, «así como el proceso de resistencia, lucha armada y articulación política fraterna que sostenemos diversas organizaciones revolucionarias».
Gertrudis, de la dirección colectiva del MRLB, deja en claro su postura: «tampoco nos engañamos» con que el eventual triunfo de Andrés Manuel López Obrador fuera la solución para el país; pero, «si hay una parte del pueblo que está confiando en él», entonces habrá que apoyar al pueblo, y si el PRD encabeza causas legítimas contra la privatización de las riquezas nacionales y contra el imperialismo, «en eso estaremos juntos».
¿Por qué estar aparte? Si el enemigo es tan poderoso necesitamos estar juntos, subraya.
Mientras los milicianos uniformados montan guardia a un costado de la mesa donde se colocaron los entrevistados, quienes tienen a sus espaldas dos banderas nacionales y en medio dos fotos de Francisco Villa y Emiliano Zapata en Palacio Nacional, los dirigentes de los grupos armados señalan que el caso de Oaxaca tiene particular importancia y es motivo aun de reflexión, porque reconocen que las bombas colocadas en el DF fueron interpretadas por algunos sectores de la sociedad como actos que dieron pie a la represión en contra de la APPO, o que incluso se pensará que se trató de provocaciones montadas por el gobierno de Ulises Ruiz.
El 30 de agosto pasado, una docena de milicianos de la TDR-EP hicieron una irrupción propagandística utilizando ropa militar, capuchas y armas largas en la comunidad Reynosa, perteneciente a Santa Catarina Ixtepeji, en el estado de Oaxaca.
Como resultado de la represión de la Policía Federal Preventiva y la policía local contra la APPO y en apoyo a Ulises Ruiz, la TDR-EP que proviene de una antigua fractura con el Ejército Popular Revolucionario (EPR) colocó ocho artefactos explosivos en la ciudad de México, de los cuales explotaron seis: dos en el auditorio Plutarco Elías Calles de la sede nacional del PRI, dos en la sede del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y dos más en las instalaciones de Scotia Bank.
La reflexión
José Arturo, de la TDR-EP, indica: «la represión en Oaxaca ha tenido ya un impacto profundo, y las heridas que ahí están abiertas tardarán muchos años en restañarse; lo único que logró el gobierno federal fue profundizar el descontento y el encono contra un grupo poderoso que ha decidido poner oídos sordos y llevar hasta sus últimas consecuencias el modelo neoliberal».
Gertrudis apunta que «se accionó en Oaxaca porque parte de ese pueblo estaba a la expectativa de qué iban a hacer las organizaciones armadas».
Y reconoce: «es cierto que hay críticas, y que son válidas; precisamente por eso se suspendió el accionar del primero de diciembre, porque la espiral de la violencia no empieza con la violencia del pueblo, sino con la violencia de arriba».
AGRESION DE LA ULTRADERECHA
Habrá quien diga que estas acciones van a generar una escalada represiva pero, ¿qué esperan de un gobierno de ultraderecha que ya está haciendo uso de la violencia con actos como las concesiones de playas a extranjeros, las concesiones del petróleo, la energía eléctrica y el agua?
Pese a su convencimiento, admite: «quisiéramos responder más fuerte. Ahorita lo hacemos simbólicamente, no con afán de venganza, sino con afán de justicia.
«Marcos dice que México está sangrando; nosotros decimos que está haciendo erupción por todos lados. Esa es una realidad, los grupos están emergiendo también en el norte, no nada más en el sur».
¿Hasta qué punto es ético poner bombas? se pregunta, y reponde con otras interrogantes. Bueno, ¿hasta qué punto es ético que nos despojen, que en las comunidades indígenas se esté corriendo a la gente? ¿Hasta qué punto es ético recortar el presupuesto a la educación?
En este contexto, Manuel, de la UPRM, organización que apenas ayer formalizó su integración a esta coordinación de grupos armados que el pasado 6 de noviembre reivindicó las explosiones en la capital de la República, comenta sobre lo sucedido en Oaxaca: «causa rabia y dolor que repriman el movimiento social y luego nos digan que los violentos del movimiento armado abrieron la puerta a la violencia, cuando la violencia proviene desde la imposición de Ulises Ruiz».
Y advierte el sentir de su organización, que labora de manera paralela en la lucha político-electoral y que, incluso, ha obtenido puestos de representación popular: «no podemos seguir poniendo la otra mejilla; necesitamos actuar en los dos terrenos, en el político y en el militar».
Respecto al cambio en su manera de pensar sobre la izquierda que tomó las armas en los años 60 y 70, y que calificó de «traidores» a los que buscaron el cambio por la vía electoral, ¿esto habla de madurez de la izquierda, de una nueva etapa de lucha? se le pregunta.
Manuel afirma que han privilegiado el trabajo político a lo largo de los últimos años, y que en el terreno electoral, el hecho de que López Obrador obtuviera 15 millones de votos «nos habla de un proceso álgido en la lucha política nacional, y nosotros necesitamos asimilar esta experiencia».
Estamos creciendo a pasos agigantados continúa, «nada más hay que estar presente en una movilización de Andrés Manuel López Obrador para ver ríos de gente por todos lados, que incluso están planteando la necesidad de escalar de la lucha política, de la manifestación, de la protesta callejera a la lucha armada, porque no están dejando otro camino».
Se están buscando mecanismos para trascender en esta lucha, nos estamos esforzando en capitalizar este descontento, este gran movimiento nacional que se está gestando y apuntalar el proyecto con los compañeros presentes y darle mayor fuerza.
Por un lado dicen que la opción pacífica se está cerrando, pero también consideran que no se puede repetir lo de Oaxaca. Tal parece que ustedes mismos se estuvieran conteniendo, pareciera que no es el momento adecuado para tomar las armas. ¿No es una postura ambigua en cuanto al uso de las armas? se les inquiere, y Gertrudis responde: ¿Por qué no declaramos la guerra ahorita? ¿Esa sería la pregunta, como si hubiera una contradicción?
Pareciera que no hay una decisión de ustedes de tomar las armas.
José Arturo toma la palabra: «No quisiéramos que la vía de las transformaciones sociales profundas en el país sea la de la violencia, no lo deseamos. Al plantear que nuestra acción son pequeñas señales y la advertencia para que la elite neoliberal detenga esta escalada represiva no tiene que ver sólo con nosotros y nuestra capacidad, sino con el estallido social revolucionario al que están conduciendo con esta bárbara manera de concebir la política.
«Consideramos que no podemos esperar de este gobierno soluciones a los problemas de fondo que vivimos los mexicanos, por lo que tenemos que prepararnos. Y cuando hablamos de abrir nuevas rutas, no necesariamente nos referimos a la violencia, sino a impulsar y organizar un nuevo constituyente.
«Este punto, que al parecer está en la agenda de diferentes movimientos sociales y sujetos políticos, es el que podría permitirnos a las diversas fuerzas articularnos, discutir, establecer un nuevo pacto social, y esto no necesariamente tiene que ser una ruta violenta.
«Las posibilidades de dar una solución de fondo por el lado de las instituciones se cancela cada vez más, pero no así del lado del movimiento social, y (la represión en) Sicartsa, Atenco y Oaxaca son una prueba muy importante de eso, y estos movimientos han hecho hincapié en que son sociales y pacíficos, que han sido obligados a defenderse de la represión de los gobiernos federal y estatales.
«Sin embargo, se aferran a una legalidad, y es necesario defender esos espacios, porque creemos que debe anularse la violencia de los poderosos. Y esto sólo será posible si somos capaces de contribuir a la organización de los más amplios sectores del pueblo.
«Es mentira que las organizaciones armadas estemos aisladas del pueblo; ningún grupo puede subsistir de esa forma. Necesariamente estamos presentes en los movimientos sociales, somos un recurso de autodefensa, somos forma de defensa ante el desprecio de lo que somos como mexicanos, de ahí que consideremos que la fuerza social del pueblo debe parar la violencia del Estado. La fuerza social se debe hacer presente en las calles, en los espacios que los movimientos revolucionarios de los 60 y 70 hicieron posible.
«Hoy no desconocemos que el esfuerzo hecho desde la izquierda electoral, a la que descalificamos en otros momentos, también contribuyó de manera notable.
«Creemos que es falso el dilema de reforma o revolución; lucha legal o lucha armada como dos cosas contrapuestas son un falso problema, y es necesaria la articulación de todas las formas de lucha, de los diferentes procesos y movimientos para lograr una transformación, y si podemos hacerla sin derramar una sola gota de sangre, creemos que esa es la ruta correcta.
«De ahí esta postura que pareciera ser ambigua. Somos grupos armados que no queremos la violencia. En su momento, el EZLN lo expresó de manera muy clara: somos soldados hoy para que otros no lo tengan que ser mañana».
Asimismo, los cuatro descalifican la decisión de Felipe Calderón de incrementar el presupuesto para las fuerzas armadas, en contraste con la reducción a los fondos para educación y salud.
Gertrudis comenta: «Lucio Cabañas decía que ‘el soldado también es pueblo’; hay los zetas que se venden al narcotráfico, pero también en las filas del Ejército y la Marina está el pueblo, y tienen sus familias sufriendo o parientes del otro lado. Hay un compañero que fue militar y fue asesinado, y gracias a compañeros que han estado en el Ejército sabemos de grupos paramilitares, como el grupo Catarsis, que existe en Jalisco y Michoacán, comandado por un argentino y un capitán jubilado del Ejército Mexicano, porque están preparando lo que viene, la desaparición, la infiltración. Aparte del Ejército ya tienen inteligencia militar, de la policía, del Cisen (Centro de Investigación y Seguridad Nacional), los grupos paramilitares de ellos, la ultraderecha.
«Por eso concluye es que exhortamos a soldados y marinos honestos, quienes mayoritariamente son de extracción humilde, a que desobedezcan las órdenes criminales y represivas de sus mandos militares, a abandonar las filas de los cuerpos represivos e integrarse a las de los diversos movimientos populares».
La lucha armada advierte José Arturo no se explica si no es con el apoyo de diferentes grupos y sectores, incluidos militares y policías que integraron los cuerpos represores. Se dio históricamente, se está dando en ese momento, y se seguirá dando».
Los dirigentes responden convencidos a las preguntas, mientras los jóvenes milicianos con uniformes castrenses dispares, del verde olivo al camuflaje, hacen un marcial cambio de guardia a un costado de sus líderes. Pese a que la entrevista transcurre tranquila, los guardianes se mantienen alertas.