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La guerra este-oeste se aviva de nuevo en Bolivia

Fuentes: Página/12

«Sólo esperamos instrucciones para tomar las armas en defensa de la autonomía de Santa Cruz.» La frase corresponde a la Unión Juvenil Cruceñista, un grupo filofascista e independentista de este rico departamento oriental de Bolivia, pero refleja el despertar de los viejos demonios regionalistas temporalmente calmados por el acuerdo nacional de julio de 2005, que […]

«Sólo esperamos instrucciones para tomar las armas en defensa de la autonomía de Santa Cruz.» La frase corresponde a la Unión Juvenil Cruceñista, un grupo filofascista e independentista de este rico departamento oriental de Bolivia, pero refleja el despertar de los viejos demonios regionalistas temporalmente calmados por el acuerdo nacional de julio de 2005, que habilitó las elecciones anticipadas del 18 de diciembre y estableció la simultaneidad de la Asamblea Constituyente y el referéndum por las autonomías para julio de 2006. Pero en esa ocasión varios «detalles» quedaron para más adelante, y hoy se erigen como el primer desafío serio del gobierno socialista. Incluso ha vuelto a reconstruirse la silueta de la denominada «medialuna», conformada por Santa Cruz, Pando, Beni, Tarija y Chuquisaca , y enfrentada al occidente, que se reunirá hoy para definir una posición común y opuesta a la del gobierno. El enfrentamiento es el de siempre: Asamblea Constituyente vs. referéndum.

Si bien hay un acercamiento en relación con la fórmula para elegir constituyentes, una brecha en apariencia infranqueable parece separar las posiciones sobre el carácter del referéndum autonómico.

Las organizaciones cívicas cruceñas demandan que la consulta sea vinculante a nivel departamental, es decir, que un resultado a favor de la autonomía tenga validez en la región incluso en el caso de un resultado negativo en el conteo nacional. En el gobierno nacional creen que la autonomía departamental es una estrategia de las oligarquías para controlar los recursos naturales -en Santa cruz y Tarija están las principales reservas de gas y petróleo del país- y sostienen que las autonomías deben discutirse, sin condicionamientos, en la Asamblea Constituyente, considerada «refundacional» y soberana.

Por eso el presidente Evo Morales respondió que «si quieren que (el referéndum) sea vinculante que lo sea también a nivel provincial y municipal», de forma tal de explotar las contradicciones entre el centro y la periferia de cada departamento, en los que se reproduce el «centralismo» criticado a nivel nacional. Para la derecha se trata simplemente de una chicana del mandatario boliviano para embarrar la cancha.

Aquí muchos recuerdan que el principio del fin del ex presidente Carlos Mesa comenzó con sus primeros intercambios de munición gruesa con las elites cruceñas, a las que calificó de «provincianas» y excluyó de sus tradicionales cuotas de poder en el Ejecutivo. En esos días, las FF.AA. advirtieron que no tolerarían una división del territorio nacional.

Pero hoy hay un gobierno plebiscitado por las urnas, con el 33 por ciento en la propia Santa Cruz, y la estrategia de esas mismas elites es transformar de facto al prefecto -electo por primera vez por el voto popular pero bajo el régimen unitario- en un verdadero gobernador y «blindarse» para una Constituyente, de la que desconfían, mediante un referéndum autonómico previo. «Si el referéndum es vinculante departamentalmente estamos sentenciando la desintegración nacional», dijo a Página/12 un parlamentario del partido gobernante, que considera que se trata de una lucha de «vida o muerte». Y la desconfianza es mutua: los cruceños piensan que la estrategia masista busca birlarles la autonomía y desde el gobierno temen que una vez con el sí a la autonomía bajo el brazo los orientales pierdan inter és en la Constituyente, por no decir que, directamente, la boicoteen si no avanza por el sendero deseado, por ejemplo si se cuestiona la estructura de propiedad de la tierra. «No habrá solución si no se aprueba el referendo vinculante a nivel departamental», declaró el senador Oscar Ortiz, punta de lanza de una derecha que, luego de la profunda derrota electoral de diciembre, intenta reagruparse en torno de las demandas regionales.

Entretanto, en el gobierno se debaten entre negociar y buscar una fórmula intermedia, o, de una vez, alistar los pertrechos para la «guerra», que ayer, en un Parlamento polarizado entre izquierda y derecha, continuaba por otros medios, en el marco de trabajosas negociaciones para que la sangre no llegue al río. El humo era gris oscuro.