La guerrilla zapatista de México cumplió 13 años de existencia pública y su líder, el subcomandante Marcos, se acerca al medio siglo de vida. Aunque ambos siguen en el activismo social, sin acciones militares, su protagonismo mermó de forma evidente en los últimos meses. Relegados a las páginas interiores de los diarios y poco mencionados […]
La guerrilla zapatista de México cumplió 13 años de existencia pública y su líder, el subcomandante Marcos, se acerca al medio siglo de vida. Aunque ambos siguen en el activismo social, sin acciones militares, su protagonismo mermó de forma evidente en los últimos meses.
Relegados a las páginas interiores de los diarios y poco mencionados por los actores políticos, el indígena Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y su jefe mestizo celebraron un nuevo aniversario con un llamado encuentro mundial contra el neoliberalismo.
A la cita, realizada los últimos tres días en la población de Oventic, en el sureño estado de Chiapas, asistieron más de 2.000 personas de 44 países, aunque en su gran mayoría mexicanos. Su objetivo, cumplido según afirmaron, fue compartir experiencias de luchas pacificas contra el neoliberalismo para así alimentarlas y seguir adelante.
Actuando sin armas y con la venia tácita del gobierno del conservador Felipe Calderón, que desde su asunción el 1 de diciembre no parece darle mucha importancia al grupo ni tener prisa para acercarse a su líderes, la reunión de activistas fue poco mencionada en los medios de comunicación locales.
En la década del 90, el EZLN fue una de las semillas del movimiento global contra el neoliberalismo, que luego derivó en citas anuales como el Foro Social Mundial, que se realiza a comienzos de año desde 2001. Estos atípicos guerrilleros zapatistas no tienen ahora mayor presencia en esos encuentros, aunque se mantienen como referencia.
El tiempo transcurrido y el cambio de circunstancias en México y el mundo cobraron su factura a esta guerrilla y al propio Marcos, «que ya debe pintar varias canas», dijo a IPS Lucio Contreras, politólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México.
El jefe zapatista, quien mantiene cubierto su rostro con pasamontañas, recorrió desarmado gran parte de México en los últimos seis meses con el objetivo de aglutinar a fuerzas de izquierda que no participan en elecciones y crear un movimiento que presione por cambios constitucionales.
Tal periplo, que se denominó «Otra campaña», recibió escasa cobertura de los medios de comunicación locales y a muchas de las concentraciones públicas a las que convocó donde llegaba la marcha apenas acudieron entre 30 y 50 personas. Empero, ya anunció que repetirá su viaje a partir de febrero.
Los servicios de inteligencia del Estado mexicano aseguran que Marcos es Rafael Guillén, un licenciado en filosofía que cumplirá 50 años el 19 de junio y que militó en una organización guerrillera en los años 70. Llegó a Chiapas a comienzos de los años 80 para fundar el grupo junto a la población local de mayoría indígena.
Aunque todo indica que Marcos es Guillén y así lo consideran la mayoría de observadores, el jefe visible del EZLN insiste en negarlo y en mantener oculto su rostro, así como en vestir traje militar.
Con ese porte y la difusión periódica de cartas y comunicados que en su momento se consideraron de gran valía literaria, Marcos llamó la atención de intelectuales. También fue centro de escrutinio de las llamadas revistas del corazón, que discutían sobre su atractivo.
Pero 13 años después de su irrupción en la escena mexicana, muchos de los intelectuales que antes decían admirar al líder, ahora lo critican, como Carlos Monsiváis y Guadalupe Loaeza, a la par de que las revistas del corazón ya ni lo mencionan.
La importancia del EZLN en el escenario político decayó de forma marcada desde fines de 2000, cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdió el gobierno tras ejercerlo de modo ininterrumpido desde 1929.
No obstante, quedó como un referente obligado de las luchas indígenas y de la necesidad de sacarlos de la pobreza. Unos 12 millones de los 103 millones de mexicanos son descendientes de esos pueblos originarios.
Ya quedó atrás el gran revuelo local e internacional que causó esta atípica guerrilla, que se levantó en armas entre el último día de 1993 y el primero de 1994 y prometió avanzar hacia la capital para derrocar al gobierno del entonces presidente Carlos Salinas, del PRI (1988-1994).
La primera declaratoria del grupo coincidió con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, entre Canadá, Estados Unidos y México. Tras 12 días de combates portando viejos fusiles de caza, machetes o simples palos y la toma de varios poblados y rutas de la zona de Chiapas, el gobierno ordenó el cese de hostilidades.
Poco después, el Congreso legislativo dictó una ley que ordenó negociaciones e impidió detener a los alzados. Comenzaban así los diálogos de paz, pero diferencias entre el gobierno y la insurgencia detuvieron el proceso en 1996 y así continúa hasta la fecha.
«Hemos llegado a un punto en que no podemos ir más allá y, además, es posible que perdamos todo lo que tenemos si nos quedamos como estamos», dijo un portavoz del EZLN en junio poco antes de iniciar su recorrido de la «Otra Campaña».
«Lo que queremos hacer es un acuerdo con personas y organizaciones de mero (verdadera) izquierda, porque pensamos que es en la izquierda política donde mero está la idea de resistirse contra la globalización neoliberal, y de hacer un país donde haya, para todos, justicia, democracia y libertad», señaló el grupo en aquella ocasión.
La iniciativa, que se desarrolló de forma paralela a las campañas para las elecciones presidenciales del 2 de julio y que continuó hasta inicios de diciembre, «parece haber sido un fracaso, pero habrá que ver qué sucede con el paso del tiempo», señaló Contreras.
Lo mismo se debe decir de la reunión internacional contra el neoliberalismo que acaba de celebrarse en Chiapas, añadió.
Los zapatistas controlan una pequeña zona selvática, pobre e indígena, rodeada de militares. Allí han desarrollado una forma de vida comunitaria, donde tienen autoridades propias, escuelas, centros de salud y esquemas productivos autónomos.
El ex presidente Vicente Fox, del mismo Partido Acción Nacional que Calderón y que rompió en 2000 con la hegemonía del PRI, optó por no intervenir en esa zona. Igual política parece que mantendrá el nuevo gobierno.