Ha culminado una semana signada por una reunión cumbre de la gran empresa, la lucha universitaria en ascenso y la inanidad de las acciones de quienes deberían ser oposición. Se necesita un impulso desde abajo.
Las grandes empresas escenificaron en estos días en el coloquio de IDEA un respaldo clamoroso a las políticas en curso. Han archivado las preocupaciones institucionalistas para entregarse a los dictados del líder antirrepublicano que les promete profundizar como nunca la ofensiva contra el trabajo.
El abaratamiento de las indemnizaciones, la disminución de la litigiosidad laboral y el recorte al poder de delegados y comisiones internas bien vale para ellos la misa de un gobierno de ultraderecha que arrasa con los valores que por mucho tiempo simularon defender. Sazonan lo anterior las promesas de desregulación y privatización generalizada.
Los desmadres verbales y gestuales del presidente y sus ataques a otros poderes del Estado los ocupan mucho menos que las coincidencias de fondo que tienen con él.
Herramientas preeminentes a la hora de hostigar a los gobiernos kirchneristas, los principios “republicanos” no serán fuente de reparos ante un gobierno que reza su catecismo.
Los abanderados de la política económica, Luis Caputo y Federico Sturzenegger anunciaron en el coloquio la profundización de la ofensiva ajustadora, desreguladora y privatizadora.
El ministro de Hacienda jugó al límite en su discurso proempresario: “Acá hay un cambio histórico, muchachos. Nosotros estamos acá por ustedes y venimos a devolverle la plata que les robaron por décadas”.
El mote de “Hood Robin” tiene un nuevo y merecido titular.
El presidente en su discurso volvió a su programa extremo inicial de dolarización y supresión del Banco Central. Este triunfalismo apareció relativizado por el ruego a los empresarios de que se vuelquen a la inversión.
Desde la actual gestión la visualizan como totalmente insuficiente, disociada de los arranques de entusiasmo de grandes empresas, que aplauden pero no ponen el dinero.
La universidad al palo.
La lucha universitaria continúa con tomas, paros y movilizaciones. Se exterioriza así un renacer del movimiento estudiantil después de años de declive o al menos de estancamiento, con fuerte acompañamiento de docentes y no docentes. Se ha convertido en el emergente más claro y masivo de una opción por la lucha. La semana que se inicia empieza con nuevos paros.
La multiplicidad y variedad de acciones y el alcance nacional de las mismas va más allá del impulso inicial del propio movimiento. La discusión, después del veto, se renueva con el debate presupuestario, que ya avanza en la respectiva comisión de la cámara de diputados.
La universidad pública puede ser un estandarte de una vasta mayoría social. Se suma en ese rol al maltrato a los jubilados y jubiladas, otras víctimas del sesgado y mentiroso “no hay plata” del presidente. Y una prueba adicional de que el presunto recorte contra la “casta” cae de lleno sobre los más desfavorecidos.
Otras luchas sectoriales no terminan de despegar. Por ejemplo, la ola de despidos, recortes de sueldos y cierres en la administración pública todavía no ha tenido una respuesta a la altura del ataque que reciben. El impacto ha sido duro y rápido, puede ser que lleve un tiempo más construir la disposición a devolver el golpe.
Hasta un estrato privilegiado como el cuerpo diplomático, es sujeto de agresiones. La imperativa exhortación a los representantes en el exterior para que todos los que estén de acuerdo con la repudiada “agenda 2030” de las Naciones Unidas “den un paso al costado”, es un rasgo no desdeñable de autoritarismo.
¿Cuánto faltará para que acciones similares de depuración ideológica afecten a otros sectores de la administración pública, con el propósito de disciplinar a los funcionarios permanentes en el apoyo al gobierno?
El oficialismo ha exhibido de la peor manera su creciente inquietud por las movilizaciones en curso. Nos hallamos ante la progresiva acumulación de hechos de violencia, como se dieron en concentraciones masivas y en la Universidad Nacional de Quilmes, en una asamblea estudiantil.
Al menos en este último caso actuó un grupo organizado, no “espontáneos” individuales con aparente cobertura policial, como en los anteriores. Por el momento no cabe referirse a grupos de choque con estructura permanente, pero podríamos estar ante el inicio de formaciones de ese tipo.
El sistema: Partidos y sindicatos.
La actual contraposición entre Cristina Fernández de Kirchner y Axel Kicillof genera nuevos episodios a diario, sin conmover a casi nadie.
No se barajan diferencias de fondo ni ideas nuevas, más allá de exhortaciones de la expresidenta a “repensar” algunos aspectos en materia laboral, educativa y de seguridad. Todos en dirección a una mayor cercanía con las propuestas neoliberales. No está por lo visto en sus planes ninguna profundización de la línea progresista o nacional popular.
Es generalizada la impresión de que se trata de una interna a destiempo. Las más variadas militancias y amplios sectores del pueblo argentino se empeñan en el esfuerzo por detener una ofensiva frontal contra sus ingresos, sus empleos y sus derechos.
Entretanto, el Partido Justicialista, y el kirchnerismo en particular, aparecen orientados a dirimir sus diferencias internas. Y eso con miras a las elecciones de 2025. Falta un año que puede resultar eterno.
En el medio, las movilizaciones populares no podrán esperar demasiado del liderazgo peronista. ¿Y una vez dirimidas esas elecciones, sólo legislativas, cuál sería el cambio? Tal vez, sólo tal vez, los opositores podrán detener la avalancha de vetos presidenciales y así poner en vigencia leyes más favorables a sectores populares amplios y derogar algunas de las más perjudiciales.
Demasiada poca luz en medio de la borrasca en curso.
El universo PRO, más allá del peligro de ser absorbido por La Libertad Avanza (LLA) tiende a converger con los libertarios. Las ideas de libre mercado y la identificación plena con el gran capital local y externo son casi idénticas. Las posibilidades de nuevos negocios en conjunto abundan.
Una parte de la agrupación fundada por Mauricio Macri está integrada al gobierno. Los tres que tienen cargos ministeriales, Sturzenegger, Caputo y Patricia Bullrich, los ocupan desde comienzos del gobierno o casi.
Con vistas a las elecciones de 2025 ambas fuerzas necesitan aliarse si no quieren correr el riesgo de quedar las dos por detrás de la votación del kirchnerismo.
En cuanto a la Unión Cívica Radical sigue un camino de luchas internas entre secuaces del gobierno, “dialoguistas” y una minoría de vocación opositora. El partido centenario mantiene sus bastiones provinciales al tiempo que sigue su dilución como fuerza nacional.
El sindicalismo mientras tanto continúa en lo suyo. No se trata sólo del papel que juegan figuras siempre conservadoras del gremialismo como Rodolfo Daer, Gerardo Martínez o Andrés Rodríguez.
La “combatividad” de Pablo Moyano, el metalúrgico Abel Furlán o la dirección del sindicato de mecánicos; no despegan del reclamo más o menos airado de más acción a sus colegas de la CGT. Que lo desoyen de modo sistemático y previsible, sin generar una reacción eficaz por parte de los “combativos”.
El sindicalismo argentino realmente existente aporta un componente farsesco a la muy ajada idea de que vivimos en un sistema que apunta al bien común.
El “vandorismo” ha quedado muy atrás. Hoy se negocia para seguir negociando, no se “golpea” ni antes ni después. Y retroceden en la defensa de los intereses y derechos de los trabajadores, en trueque a preservar mal que bien beneficios corporativos y posibilidades de negocios
El Parlamento.
Las comisiones de la cámara de diputados se encuentran abocadas a la discusión del proyecto de presupuesto para 2025, como ya escribimos. El proyecto es una ratificación de los rapaces recortes del gasto en educación, salud, obras públicas y políticas sociales. Por esa vía seguirá, entre otras, la discusión acerca de los fondos para las universidades.
El gobierno amaga desentenderse de la aprobación final de la llamada “ley de leyes”, para optar por el manejo discrecional, sin presupuesto o con las cifras por completo superadas de 2023. Un rasgo más de autoritarismo e irrespeto por las instituciones.
Asimismo transita la vía del parlamento un proyecto que simplifica el rechazo de los decretos de necesidad y urgencia (DNU). Al revés de cómo era hasta ahora, bastará que una cámara lo rechace para que el decreto quede revocado. Sería un posible freno para la creciente tendencia “hiperpresidencialista” que relega al poder legislativo y degrada el ya menguado componente democrático.
La perspectiva es de un nuevo veto presidencial y la reiteración de la lucha voto a voto por los dos tercios para lograr la insistencia. En este caso ya no operará la excusa de la preservación del equilibrio de las cuentas públicas, no hay ninguna afectación de fondos estatales.
A diferencia de los casos de la actualización de las jubilaciones y la financiación de la universidad, ahora se trata sólo de preservar la discrecionalidad del poder ejecutivo a la hora de hacer su santa voluntad.
Respuestas desde abajo.
Lo grave de la actual situación traza en el horizonte cercano requerimientos de una articulación popular que enfrente una coyuntura que, de quedar librada a los designios de quienes tienen el poder, irá de mal en peor.
Hoy las derechas han tomado el monopolio de la “antipolítica”. Eso cuando la obscena asociación de grandes corporaciones, dirigencia política y tecnoburocrática y grandes medios de comunicación es mucho más propicia para una crítica de izquierda.
No hubo cabal anticipación desde posiciones radicales sobre la magnitud de la crisis del sistema social y político en nuestro país. Ni sobre la respuesta que podía sobrevenir.
Se necesita un proyecto que retome el ataque radical al capitalismo y a la democracia representativa, que pueda encauzar la ira contra los políticos y desplegar la visualización del gran capital local e internacional como responsables centrales de la crisis. Y sobre todo levantar un conjunto de ideas destinadas a construir una sociedad nueva y hacerlas creíbles.
Es cierto que esto no puede descansar sólo en las organizaciones sectoriales. Necesita constituirse en un movimiento que aspire a la orientación del conjunto de los explotados, excluidos y asqueados por el sistema imperante.
Se está lejos de lograrlo, se necesita lanzarse en el intento. No habrá que tener temor a comenzar como pequeña minoría. No se puede poner la mira en las acciones ajenas, en organizaciones con una mirada ideológica y de clase atada a la estructura de poder
¿Cabe aguardar que no se repita una vez más la actitud de virtual abandono de las luchas sociales para poner todas las fichas en el siguiente turno electoral?
¿O acaso se puede esperar que quiénes hace una década que se someten casi sin chistar al voto a Daniel Scioli, Alberto Fernández o Sergio Massa no pongan todas sus esperanzas en un sufragio, ahora entusiasta, a Axel Kicillof u otro peronista progresista?
Creemos que no. La respuesta eficaz requiere la iniciativa de quienes estén dispuestos a sobrepasar los imperativos del capitalismo y los límites cada vez más estrechos del sistema político tradicional. Se precisa una nueva política para una sociedad diferente.
La “moderación” recurrente ha terminado en un gobierno de ultraderecha rampante con política de “tierra arrasada”. Es hora de tomar otro camino.
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