De regreso a su parroquia Nuestra Señora Virgen de Luján en Centenario, a 30 kilómetros de Neuquén capital, el padre Rubén Omar Capitanio reflexiona acerca de la condena al ex capellán de la policía bonaerense Cristian Federico Von Wernich, su paso como testigo en el juicio que se llevó a cabo en su ciudad natal, […]
De regreso a su parroquia Nuestra Señora Virgen de Luján en Centenario, a 30 kilómetros de Neuquén capital, el padre Rubén Omar Capitanio reflexiona acerca de la condena al ex capellán de la policía bonaerense Cristian Federico Von Wernich, su paso como testigo en el juicio que se llevó a cabo en su ciudad natal, La Plata, y el papel que en estos momentos lleva adelante la institución que contiene a ambos: la iglesia argentina.
– ¿Qué sintió al conocer y escuchar la condena a Von Wernich?
– Sentí mucho dolor y mucha vergüenza. En el juicio volvieron a ponerse sobre la mesa los delitos cometidos durante la dictadura militar y se reabrieron las heridas de muchos que vivieron ese horror que pasó en nuestra patria. Y la vergüenza es porque un hermano de la iglesia había tenido participación en ese horror y en esos delitos tan aberrantes. Los argentinos todavía tardamos en hacernos cargo de esas heridas: pasaron 30 años para que hubiera un poco más de verdad y de justicia. Pero también sentí una serenidad de saber que los argentinos estábamos mejor, porque desde el 9 de octubre del 2007 la Argentina es más digna.
– Al hablar por último ante el tribunal, Von Wernich se comparó con Jesucristo…
– Sí. Creo que volvió a desperdiciar una nueva oportunidad muy importante en su vida. Y me pareció terrible porque manipuló textos de la Biblia y daba la sensación que estaba dando una clase de religión. No demostró ningún sentimiento ante los delitos que se investigaron y que él no podía negar ya que sus mismos defensores lo reconocieron en el juicio. Von Wernich no expresó ningún dolor ante todas esas aberraciones. Entonces ese compararse con Jesucristo me pareció realmente patológico… Cuando dijo «… a Jesucristo lo crucificaron pero resucitó», no sé porqué pero me pareció como la amenaza de Echecolatz cuando recibió su sentencia y le dijo a los jueces que «esta condena se volverá contra ustedes». Lo que dijo Von Wernich fue como decir «ustedes me matan pero yo voy a resucitar». Y él, me parece, no tiene ninguna credibilidad para hablar así cuando no vio los cristos vivos y crucificados en lugares donde él estuvo y que él mismo y su propia defensa reconoció que fue así.
– La iglesia hasta ahora dio algunos signos de reacción y para muchos fueron muy blandos. ¿Qué les parecieron a usted?
– Yo creo también que la iglesia, nuestra iglesia, perdió otra oportunidad. Estoy seguro que los obispos estuvieron conmovidos ante la condena a Von Wernich pero esa conmoción no debió impedirles asumir la responsabilidad primera que como iglesia tenemos que asumir. Ciertamente el sacerdote (Von Wernich) es el responsable personal de los actos de los que se lo acusa pero no podemos negar que es el miembro de una institución que no solamente en Von Wernich ha faltado o ha fallado o ha sido infiel a su compromiso con la vida. La iglesia en el año 2000 pidió perdón por todo eso. Entonces yo adhiero totalmente al comunicado de los tres obispos en la noche del 9 de octubre, lo que me parece es que le falta, que está incompleto.
– ¿Usted espera que Von Wernich sea sancionado y que no pueda ejercer más el sacerdocio?
– Yo creo que la iglesia tiene el deber de resguardar a la gente de
sacerdotes que no sirven a la gente desde la doctrina cristiana. Von Wernich ha demostrado en muchísimos casos que no lo hizo. Y aún peor: no es que se abstuvo de brindar un servicio al pueblo de Dios sino que él brindó un servicio en contra de la doctrina de la iglesia. Y eso fue probado en el juicio. Entonces un sacerdote que no torturó pero participó o estuvo o sabía lo que se hacía (en los tiempos de la dictadura militar) y donde él mismo entraba y salía de los lugares donde se combatía la vida sin ningún tipo de legalidad ni de moralidad, la iglesia tiene que asegurarse que ese sacerdote no vaya a brindar un servicio a la gente porque es un riesgo muy grande. Cuanto antes yo espero que la iglesia,
el obispo de su diócesis, tome la medida que corresponda para evitarle más mal a la gente.
– Luego de regresar de declarar en La Plata ¿sintió que había dicho
todo lo que quería decir o que todavía le quedaban cosas?
— No, sentí y siento que pude decir todo lo que me parecía que debía decir ante el tribunal. Y tengo que decir que los jueces fueron muy respetuosos conmigo y con todos. Para nada me sentí presionado ni exigido. Y por eso pude decir todo lo que sentía la necesidad de decir. No me fue fácil pero estoy sereno y tranquilo en conciencia.
Un árbol por la verdadera reconciliación
A minutos de haberse visto y escuchado por televisión la sentencia de reclusión perpetua para el cura Cristian Von Wernich, el padre Rubén Capitanio hizo circular por la red Internet, desde su dirección [email protected] el siguiente mensaje: «Amigas y amigos, hermanos todos. Hoy en la tarde planté una planta en el patio de la casa parroquial. Necesité hacerlo y necesité hacerlo rezando. Pidiendo a Tata Dios que esta planta crezca… y que cada vez que la mire, vea que al plantarse la verdad, crecerá la justicia y florecerá la paz. Entonces sí, a la sombra de esta, compartiremos el mate de la reconciliación. Fraternalmente Rubén Capitanio. Neuquén, 9 de octubre de 2007». El mensaje llevaba el título de «Abrazo» y el propio cura neuquino salesiano Capitanio nos habló de porque tuvo la iniciativa de plantar un árbol el día que condenaron a su ex compañero de seminario en La Plata Cristian Von Wernich.
«Cuando escuché la sentencia (que condenó a Von Wernich) me conmovió. Al empaparme de todos los hechos aberrantes que se estaban juzgando y luego participar en el juicio que se le hizo en La Plata, yo sabía o pensaba que la condena iba a ser muy grande. Incluso a algún amigo le dije que de reclusión perpetua no bajaría la condena. Y en esa conmoción yo sentí que algo tenía que hacer porque ante tanta muerte había que homenajear la vida… Unos amigos muy queridos, hace unos cuantos meses, me habían regalado una planta para que la ponga en la casa parroquial nueva que estamos construyendo y donde iremos a vivir con mis dos compañeros de sacerdocio en Centenario. Entonces me dije «hoy voy a plantarla» porque es una planta rústica, a la que no hay que cuidarla tanto, pero es una planta que da sombra y que da flor. Y le pedí a Tata Dios que esa planta fuera como esta verdad que se está plantando en el país. Que crezca la justicia y entonces va a florecer un día la paz. Porque si hay verdad y justicia florecerá la paz… Entonces cuando se plante la verdad, cuando crezca la justicia y cuando florezca la paz, la planta entonces nos va a dar sombra. Y ahí, a la sombra de esa planta, vamos a tomar el mate de la reconciliación. Antes es imposible».