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Un año de la elección del presidente

La imagen de Evo sigue arriba, pero con una Bolivia dividida

Fuentes: Clarín

A un año de la elección que lo llevó al Palacio Quemado, el presidente de Bolivia, Evo Morales, se enfrenta a una realidad agridulce, condensada en una encuesta de la firma independiente Apoyo, Opinión y Mercado difundida ayer por el matutino La Razón: la popularidad presidencial asciende a un envidiable 62 por ciento, considerando las […]

A un año de la elección que lo llevó al Palacio Quemado, el presidente de Bolivia, Evo Morales, se enfrenta a una realidad agridulce, condensada en una encuesta de la firma independiente Apoyo, Opinión y Mercado difundida ayer por el matutino La Razón: la popularidad presidencial asciende a un envidiable 62 por ciento, considerando las turbulencias que tuvo que sortear, pero el país se encuentra polarizado y dividido por una frontera invisible pero real entre el occidente y el oriente. En noviembre el apoyo era del 67 por ciento.

La primera consecuencia del sondeo fue el llamado presidencial a un «pacto por las autonomías», luego de varios cabildos populares que el pasado viernes reunieron a centenares de miles de manifestantes en la denominada «media luna» (Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando) pidiendo autonomías y fueron seguidos de violentos enfrentamientos entre oficialistas y opositores en las zonas rurales cruceñas que dejaron decenas de heridos. El martes hubo escaramuzas también en Cochabamba.

Mientras Morales obtiene casi un 80% de apoyo en El Alto -la ciudad de 900.000 habitantes colindante a La Paz-, los niveles de aprobación bajan a un modesto 35% en Santa Cruz. Pero aun así el actual 62% se encuentra 12 puntos por encima del piso del 50% registrado en octubre luego de los violentos enfrentamientos entre mineros -con 16 muertos- en la localidad de Huanuni.

La lectura al interior del gobierno sobre la ofensiva autonomista no es homogénea. Mientras los radicales ven sólo un intento de la «oligarquía cruceña» de frenar el actual proceso de cambio, los moderados consideran que en Santa Cruz hay un «movimiento social de derecha» con el que hay que establecer canales de diálogo. Al leer las encuestas, Evo Morales sacó una conclusión inmediata: las autonomías son el principal obstáculo para expandir la popularidad presidencial hacia el oriente y consolidar su administración. Acto seguido convocó al diálogo. «Hay un hotel reservado (en el Lago Titicaca) para reunirnos, los convocamos con una total apertura a dos días de trabajo técnico, de proyectos para nuestros pueblos», interpeló a los líderes regionales.

La reacción fue fría y desconfiada. «¿Qué tipo de diálogo puede haber si se nos califica de conspiradores y se intenta confundir a la población diciéndole que estamos promoviendo una actitud independentista?», se preguntó el líder del Comité Cívico pro Santa Cruz, Germán Antelo. Pero fuentes cívicas consultadas por Clarín admitieron que están esperando una invitación formal y que el diálogo debería incluir un acuerdo en la Asamblea Constituyente para aprobar la nueva Carta Magna por dos tercios y no por mayoría absoluta como impulsa el oficialismo. Ayer se intentaba llegar a un consenso al interior del cónclave que sesiona en Sucre y que, con más de cuatro meses de funcionamiento, aún no avanzó ni un paso en su misión: redactar una nueva Constitución que deje atrás la crónica exclusión de las mayorías indígenas. Pero el consenso no parecía fácil.