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La (impresionante) dinámica de la política argentina y la nueva izquierda

Fuentes: Rebelión

El 23 de octubre del año pasado Cristina Fernández fue reelegida como presidenta con más del 50% de los votos, en lo que se constituyó como uno de los mayores triunfos electorales de la historia. A poco de cumplirse el primer aniversario del nuevo mandato, la dinámica de la política argentina hizo que ya se […]

El 23 de octubre del año pasado Cristina Fernández fue reelegida como presidenta con más del 50% de los votos, en lo que se constituyó como uno de los mayores triunfos electorales de la historia. A poco de cumplirse el primer aniversario del nuevo mandato, la dinámica de la política argentina hizo que ya se atravesaran varias situaciones conflictivas y se tomarán (algunas) importantes medidas. ¿Qué rol tuvo y tiene la nueva izquierda y cuáles son sus principales desafíos?

A cualquier analista internacional que no sea un NIC (fórmula que se utiliza para dividir a los Nacidos y Crecidos en un determinado lugar de los demás; en este caso, a aquellos que nacieron y crecieron en estas pampas de los que no lo hicieron) la política argentina no puede más que despertarle un apasionante interés. No es una afirmación que tenga como fundamento un localismo exacerbado sino que se basa en una increíble sucesión de hechos que demuestran la conflictividad inherente a la política de un modo descarnado, posiblemente como en otros pocos lugares del mundo (sobre todo si medimos la importancia específica del país en el concierto de naciones).

Si tomamos como punto de partida el día de la victoria electoral de Cristina Fernández, y a modo de somero repaso, podemos mencionar que en cuanto a decisiones de importancia el Gobierno nacionalizó el 51% de las acciones de YPF y logró aprobar en el Parlamento la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central; y en cuanto a situaciones conflictivas, el año pasado finalizó con una multitudinaria movilización contra la ley antiterrorista, comenzó con las protestas contra la megaminería a cielo abierto, continúo con varias marchas de creciente envergadura convocadas por la Central de Trabajadores Argentinos que conduce Pablo Micheli, y tuvo como epicentro dos peleas centrales en las que se halla inmerso el Ejecutivo nacional: en la provincia de Buenos Aires contra Daniel Scioli (otrora vicepresidente de Néstor Kirchner) y contra Hugo Moyano, el líder de una de las tres partes en las que ahora está dividida la CGT (http://www.marcha.org.ar/1/index.php/nacionales/97-analisispolitico/1547-el-final-de-dos-relaciones-historicas-del-kirchnerismo).

Aquí cabe rescatar una afirmación que se vertía en el editorial del primer número de la revista Batalla de Ideas, una publicación que se reivindica parte de llamada por el historiador Miguel Mazzeo como «nueva nueva izquierda» (para diferenciarla de aquella que nació en la década del ´60) o también conocida como «izquierda independiente»: «La crisis de legitimidad abierta en 2001 se resolvió mediante la recomposición del sistema político gracias al papel central del kirchnerismo. Los gobiernos de Néstor y Cristina lograron consolidar la legitimación de las instituciones tradicionales del Estado, tarea que se había iniciado con el interregno duhaldista».

Esa conclusión, que retomamos por compartirla y por considerar que aún sigue siendo válida, nos permite sin embargo asegurar que entramos en una etapa distinta, en la que a la dinámica de ruptura de alianzas históricas constituyentes del kirchnerismo (y que en el caso de Moyano tiene como resultado la colocación en agenda de problemas y dificultades que atañen a un sector de la clase trabajadora) se le suma la posibilidad de visibilizar aristas también constitutivas del modelo y que la hegemonía que aún detenta el Gobierno no pudo soslayar. Nos referimos específicamente a las protestas contra el extractivismo y el agronegocios. Pero hay un elemento más que si bien es imposible hoy de sondear el alcance y profundidad que puede tener, no hay que dejar de mencionar: y acá nos referimos a la crisis internacional y su impacto en nuestro país. Por ahora las más graves consecuencias de los intentos de equilibrar la balanza comercial (histórico problema que acarrea cualquier intento de desarrollo dentro del sistema capitalista en un país periférico) lo pagaron los Ejecutivos provinciales, como son los casos de las medidas de fuerza en Río Negro y Santa Cruz contra el ajuste a principios de año, pero que ya comenzó a sentirse también en la provincia de Buenos Aires y en otros distritos con los desdoblamientos en el pago del aguinaldo y a nivel nacional con, por ejemplo, las suspensiones en la industria automotriz.

Esta esquematización de la situación política actual y de la etapa que se abrió luego del triunfo electoral de Cristina Fernández, con el telón de fondo de la imposibilidad de un nuevo mandato, y de los hechos que mencionamos, fundamental para cualquier organización política del tipo que sea, es efectivamente reducida y a efectos de una nota periodística. Sin embargo, su objetivo fue la de preguntarnos por un actor particular de la escena política nacional: la nueva izquierda.

Sin pretensiones de exhaustividad ni de su origen ni de sus formas, podemos decir que nació al calor de la resistencia al neoliberalismo y alumbrada en el país por las puebladas que recorrieron la década y a nivel internacional por el alzamiento zapatista de 1994 y la persistente presencia del mayor movimiento social del continente, el Movimiento Sin Tierra de Brasil.

Éste espacio político, nutrido de un conjunto de organizaciones que con diferencias se reconocen como parte del mismo, crítico de los partidos tradicionales de la izquierda, horizontal y prefigurativo de las relaciones sociales por venir en su búsqueda de construcción interna, creció notablemente en los últimos años y fortaleció sus trabajos de base en los más diversos sectores: estudiantil, territorial, de género, comunicacional y en menor medida, en su inserción sindical, quizás la mayor tarea pendiente de éste espectro de izquierda.

Ahora bien, ninguna de las organizaciones que componen éste sector ha podido trasladar su inserción social (ni siquiera en los casos de aquellas que poseen un componente multisectorial) a un plano de disputa política, originándose dos fenómenos diferentes aunque complementarios: un primero y más extenso, de desconocimiento de su existencia; un segundo y más limitado, de conocimiento de sus actividades, de su militancia y de su qué hacer, pero que por su escasa visibilidad política, en unos casos no se lo considera un lugar válido para participar y en otros al no tener esa pretensión y si bien siendo sectores que podrían respaldar estas construcciones se dificulta dicha posibilidad.

Queremos remarcar que de ninguna manera pretendemos despolitizar lo social o desocializar lo político (permítaseme ese juego de palabras). Como bien sabemos, y más allá de que se puedan diferenciar a efectos analíticos, lo que estamos englobando en lo social (y que en general tiene un componente reivindicativo o contracultural-informativo, esto último en lo comunicacional o en el trabajo ideológico) no puede de ninguna manera separarse de la cuestión política, básicamente por qué en la gran mayoría de los casos se pide la intervención o se interpela a una autoridad estatal o porque en el fondo la única manera de solucionar definitivamente la cuestión social es a través de lo político.

Es a partir de un conjunto de reflexiones que apuntan a la importancia de una construcción política que supere incluso a aquellas experiencias más avanzadas, que han logrado una inserción multisectorial con cierto peso sin superar los obstáculos que mencionábamos arriba que comienzan a surgir un paquete de preguntas. Sólo al calor de tomar la decisión de dar ese paso es que se alumbran zonas desconocidas para éste qué hacer militante, las cuales sólo pueden ser contestadas en el propio andar.

En torno a las preguntas, posiblemente la primera que emerja sea sobre la propia constitución, los contornos y la vida interna de esa nueva organización política. Sobre qué significa superar el trabajo multisectorial, sobre qué hay que hacer y sobre como constituir una referencia y visibilizarla. No hay respuesta aún sobre esto, pero si aparecen es por qué existe la decisión en ciertos sectores de éste espacio político que pretendan que existan, de que estén y de contestarlas.

Esas son las principales y primeras preguntas, y una vez que no sólo se le haya dada una respuesta que exceda el nivel teórico, sino que como dijimos sea la propia práctica las que las haya contestado, pueden desembarcar las siguientes. El refrán popular ha patentado la frase «no poner el carro delante del caballo». Creemos que en el debate sobre la herramienta política de la «nueva nueva» izquierda o la izquierda independiente, esto es lo que ha sucedido.

Como todo camino que comienza está sembrado de dudas y aún más de miedos, porque para estas organizaciones significa avanzar en un terreno desconocido y quizás, entre las primeras reacciones, con un componente conservador fuerte, lo que más se tema sea el descuido de lo construido, de esos trabajos de base que después de tantos años y de tanto esfuerzo depositado en ellos, se puedan perder.

Sin embargo, son esas propias construcciones de base las que funcionan como principal sostén de la futura organización política, a la vez que está se convertirá en el primer resguarda de aquellas. La situación actual que se vive en la Argentina, y recordando que éste texto se inició analizando la dinámica de la política en el país, no será eterna y sin ser taxativos podemos concluir que es un buen momento para empezar a transitar ese camino.  

Patricio Klimezuk es licenciado en Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires, docente en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y periodista en la Agencia de Noticias Télam S.E

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.