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La incógnita de Bolivia

Fuentes: Rebelión

La actual coyuntura política en Bolivia invita nuevamente a la reflexión en torno a la novedosa estrategia de la izquierda inaugurada con la revolución bolivariana en Venezuela. Novedosa en cuanto un proceso que expresa voluntad de cambios profundos en las esferas social, política y económica, e incluso llega a definir su objetivo a veces como […]

La actual coyuntura política en Bolivia invita nuevamente a la reflexión en torno a la novedosa estrategia de la izquierda inaugurada con la revolución bolivariana en Venezuela. Novedosa en cuanto un proceso que expresa voluntad de cambios profundos en las esferas social, política y económica, e incluso llega a definir su objetivo a veces como el socialismo del siglo XXI, puede proseguir su andadura, a pesar de graves agresiones que han llegado hasta el golpe de Estado fracasado en Venezuela. En la memoria está fresco el caso de la experiencia chilena que, con una estrategia similar, fue derrotada sangrientamente, pero que fue una precursora clara de la actual estrategia implementada de manera avanzada en Venezuela y Bolivia.

Por su parte, las fuerzas defensoras del status quo, tanto en estos dos casos como en Chile, ponen en acción estrategias que tienden a bloquear y acabar con el proceso revolucionario. Evidentemente, buscan el punto más débil del proceso, o el punto donde dichas fuerzas tienen más capacidad de acción. En Chile fue a través de la huelga de los gremios y la obstrucción legislativa como se busco degradar la situación económica y bloquear los proyectos gubernamentales, especialmente el del Área de Propiedad Social. En Venezuela el objetivo se centró en la empresa PDVSA. Ambos casos conocieron el fracaso de esas estrategias para acabar con los respectivos gobiernos de Allende y Chávez. Sin embargo el arma definitiva utilizada por la contrarrevolución para acabar con ambas experiencias, el expediente del golpe militar, fracaso en Venezuela, pero tuvo éxito en Chile, eso sí, tras varios ensayos previos fracasados como el asesinato del comandante en jefe del ejército René Schneider días antes de la investidura de Allende, y el tancazo de junio de 1973. En Bolivia las fuerzas opositoras al gobierno de Evo utilizan como punto de apoyo de la palanca con que derribarle un proceso secesionista de las regiones más ricas del país, pero, afortunadamente, no ha tenido lugar una asonada militar.

Es importante recordar en estos momentos una disertación del vicepresidente boliviano Álvaro García Linera del 17 de diciembre de 20071 en la que califica como crisis del Estado neoliberal el proceso abierto en Bolivia en 2000-2001, esta crisis continua desemboca en una segunda etapa, calificada de «empate catastrófico», que necesariamente debe llevar a un desempate entre las fuerzas en liza, momento histórico que denomina como «punto de bifurcación» en el que, o triunfa la contrarrevolución, o se consolida el nuevo Estado. El vicepresidente señala, en esos momentos, que el punto de bifurcación en Bolivia es cuestión de muy poco tiempo, y recuerda dos de esos momentos en la historia de Bolivia, el primero con una insurrección armada y el segundo con una exhibición y medición de fuerzas. Su apuesta y deseo es que este tercer «punto de bifurcación» inminente tome la forma de «resolución democrática», es decir, mediante tres referéndums.

Utilizando su terminología podemos constatar que en las otras dos experiencias que hemos evocado el «punto de bifurcación» tuvo distintas salidas. En Chile, se produjo uno que ganaron las fuerzas que impulsaban el cambio cuando la movilización popular, sobretodo, hizo fracasar la huelga de los gremios en octubre de 1972; en el segundo, por el contrario, la salida fue el golpe militar de la contrarrevolución en septiembre de 1973. En Venezuela, la experiencia es más rica, el «punto de bifurcación» del golpe de Estado fue ganado por la movilización popular y la lealtad de la mayoría de las fuerzas armadas al presidente Chávez; el de la huelga petrolera fue nuevamente ganado por la movilización popular y el gobierno; y el del referéndum revocatorio también lo perdió la oposición, que así, en principio, parecía haber agotado su repertorio de estrategias para derrocar a Chávez.

También es variado el resultado de la «resolución democrática» en estas dos experiencias. En Chile no solamente se celebraron elecciones durante el período de la UP que buscaron cambiar la correlación de fuerzas, sino que en la estrategia de la izquierda también fue contemplada la utilización del referéndum. La primera vez fue en noviembre de 1970 con el objetivo de obtener un plus de legitimidad y hacer aprobar una serie de reformas constitucionales, pero finalmente la UP rechazó tal posibilidad ante la falta de confianza de un resultado favorable. En dos ocasiones más se planteó la posibilidad de acudir a un referéndum, en junio de 1971 para desbloquear la ampliación del Área de Propiedad Social, y en junio de 1973, pero nuevamente fue desestimado por los componentes de la UP. Finalmente, en septiembre de 1973 Allende se dispuso a convocarlo, a pesar de la oposición de la mayoría de los componentes de la UP, decisión que provocó el adelanto del golpe militar en marcha.

Pero donde el referéndum ha sido utilizado intensamente como palanca democrática para iniciar y ampliar el proceso transformador en marcha es en Venezuela. Primero fue en abril de 1999 para convocar una Asamblea Constituyente; luego en diciembre de ese mismo año para aprobar la nueva Constitución; la tercera vez fue el referéndum para la revocación presidencial de agosto de 2004; y la última fue para la aprobación de la reforma constitucional de diciembre de 2007. Destacan en esta serie de convocatorias dos aspectos; primero, que solo el revocatorio puede ser considerado como una «resolución democrática» de un «punto de bifurcación» y fue impulsado por la oposición; segundo, que el apoyo porcentual del apoyo a las posiciones chavistas fue decreciendo en cada convocatoria de este tipo, hasta que en la última se produjo una derrota de consecuencias aún no despejadas sobre el futuro del proceso, especialmente porque se frustró la posibilidad de un nuevo mandato presidencial de Chávez. De esta manera, en un momento que no reunía las características de «punto de bifurcación» las fuerzas de la revolución bolivariana sufren una derrota de calado que vuelve a insuflar energías a una oposición decaída por las continuas derrotas anteriores.

En la actual coyuntura boliviana ha sido una parte de la oposición, el partido de derechas PODEMOS, la que ha inesperadamente ha cambiado su posición respecto a diciembre pasado, cuando desde el Senado bloqueó el proyecto de ley sobre el referéndum impulsado por el gobierno, abriendo así la posibilidad de un referéndum revocatorio tanto del presidente y vicepresidente como de los prefectos de los nueve departamentos. En el análisis de Álvaro García Linera se trata de la «resolución democrática», es de suponer que pensando en los resultados de Venezuela en agosto de 2004. La oposición, por su parte, posiblemente se fije en el resultado del que se celebró en diciembre de 2007.

No parece claro un resultado predecible, de momento la convocatoria parece haber actuado como válvula de escape en una situación que se volvía imposible tras la celebración del referéndum autonómico ilegal de Santa Cruz. Pero una de las posibilidades es que el resultado del revocatorio sea la continuación del «empate catastrófico». Entones es posible, como apunta en su artículo el actual vicepresidente boliviano, que «se ponga a prueba la capacidad de disuasión del nuevo bloque social de poder» tanto con la movilización social como con el control de «las estructuras de coerción legítima que tiene el Estado».