Mi infancia acabó de golpe cuando Syriza traicionó al pueblo griego aprobando el paquete de reformas económicas dictado por la comisión europea y el fondo monetario internacional, no debí sorprenderme, sabemos, por ejemplo, que la política estadounidense tiene un rumbo fijo, independientemente del partido que gobierna y su respectiva demagogia.
Quizá si conociéramos un poco más la política del resto de los países del mundo nos daríamos cuenta de que funcionan más o menos igual. Es con está perspectiva que, hace tiempo desarrollo la idea de que la izquierda no hace sino tomar la estafeta de la “real politics” cuando la derecha ya no puede contener el descontento social, algo así como el viejo truco del policía bueno y el policía malo. Veamos que tanto se ajusta este esquema al caso de México.
En las recientes elecciones llamaron mi atención dos sucesos en apariencia menores, el primero, en el periodo de veda electoral, cuando no se debe hacer más propaganda previa a la elección, se registraron un sin número de llamadas telefónicas pidiendo a la gente que no votara por el Partido en el poder, Morena, la reacción resultante de estas llamadas fue un rechazo hacia la oposición al gobierno por considerar los telefonemas como desleales y sucios, el segundo suceso, posterior a la elección, fue la publicación de un mapa de la ciudad de México que, emulando al Berlín de la guerra fría, dividía la capital en dos, a saber, azules y rojos, trayendo como consecuencia una frenética reacción de los fanáticos partidistas y una polarización instantánea.
Recordemos dos principios básicos de la propaganda descritos por Göbbels:
1 Crea un enemigo imaginario.
2 Crea al rededor de tu enemigo la ilusión de que es lo suficientemente poderoso para así convocar a la uniformidad incondicional.
Ahora sí, entremos en materia. Desde la llegada al poder de López Obrador hemos visto una alianza sui generis entre el presidente y sus adversarios políticos, una alianza que se balancea convenientemente conforme a las necesidades del momento y que puede cambiar radicalmente durante los procesos electorales, pero vuelve a establecer sus lazos una vez pasada la etapa de competencia. Un ejemplo claro es el del líder del PRI, Alito, partido que gobernó el país durante casi ochenta años ininterrumpidos, rival por excelencia de Morena y su líder AMLO, sin embargo Alito y su partido se alinean a cada iniciativa de la bancada morenista, dándole los votos necesarios para aprobar cada uno de sus proyectos. La bipolaridad del Alito y del PRI es compensada por una capa de inmunidad en medio de una aguerrida pelea contra la corrupción, donde los viejos políticos parecen estar formados como piezas de dominó.
Las iniciativas de Morena y de López Obrador parecen conducir hacia la recuperación del control del petroleo, la electricidad y los sectores estratégicos en general, no obstante y a pesar del exitoso cabildeo del partido gobernante, los cambios estructurales están estancados en procesos judiciales de corte kafkiano. El presidente nos aclara el fondo del problema recurriendo a una frase de Gramsi: Lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. Aunque el imperio norteamericano ha dictado ya un cambio de estrategia ante la transformación del escenario geopolítico, hay desde su propio interior una enorme resistencia por parte de intereses grupales que se expresan en fenómenos como el de Donald Trump, en México esos intereses han sido adoptados por el derechista Partido Acción Nacional (PAN). El presidente mexicano, ayudado de su canciller Marcelo Ebrard, ha mantenido tan buena relación con Trump como con Biden, respetando en todo momento su prioridad que es la de convertir a México en el mar Mediterráneo.
Mientras la discusión se distrae en el tema de la militarización, el verdadero objetivo es detener el avance de la migración, sea por medios civiles o militares, incluso regalando enormes paquetes económicos a los países de origen de la migración. Pero las causas de la migración obedecen a los intereses de la unión americana: el extractivismo, la minería, el narcotráfico, el negocio del armamento, la especulación económica, el control militar, etc. La violenta desatada por los sucios negocios imperiales desatan no solamente una incontrolable ola de migración, sino también el crecimiento exponencial de organizaciones civiles, movimientos de resistencia, autodefensas, declaración de áreas autónomas, etc. Imagine usted la cantidad de votos que acarrearía a la “oposición” formada por el PRIAN si se manifestaran no solamente en favor de un falso feminismo, sino que pusiera en acción sus baterías mediáticas sus cabildeos y su influencia económica en conseguir resultados palpables para las victimas del feminicidio, los desplazados, los desaparecidos, los indigenas, para la solución de conflictos añejos como el acoso paramilitar a la comunidad de Aldama o el reciente acoso judicial a los estudiantes de la Normal de Mactumatzá, ambos situados en en Chiapas, cuyo gobierno es aliado incondicional de López Obrador.
Mientras el gobierno federal nos distrae con utopías capitalistas, arrestos domiciliarios a criminales de cuello blanco y una imaginaria oposición; mientras la “oposición” contrata asesores del miedo y fake news para sumarse aunque sea una alcaldía y un par de diputaciones, los actores políticos negocian por debajo de la mesa, se reparten las prebendas y el país continúa sin cambiar de rumbo.