El 2020 no se ha iniciado con buenos augurios para el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO). La ira de miles de mujeres se ha desatado ante la macabra cuenta que promedia la ejecución de diez homicidios de mujeres cada día, que durante este mes de febrero ha culminado con el descuartizamiento de una joven por su pareja y el secuestro de Fátima, una niña de siete años cuyo cadáver se encontró una semana después en un basurero con las señales de la salvaje vejación de que fue víctima. La ira feminista estalló y confrontó al presidente quien literalmente ha quedado arrinconado ante la furia de cientos de mujeres frente al Palacio Nacional que son la punta de una protesta que incluye a miles, millones de mujeres que en todo México, horrorizadas ante los espantosos crímenes, se sienten desprotegidas. La dolorosa realidad de los crímenes feminicidas se potencia cuando se constata que va a la par de su terrible impunidad: más del noventa por ciento de ellos permanecen impunes en los lugares que se cometen desde Ciudad Juárez hasta el estado de México, desde el este al oeste a lo largo y ancho de la República.
Desde la semana pasada el horror de estos monstruosos crímenes ha sacudido la conciencia nacional y ha obligado a AMLO a dedicar prácticamente sus diarias presentaciones públicas, conocidas como las mañaneras, a responder a las exigencias de las feministas que impugnan el manifiesto descuido de su gobierno en todo lo referente a los feminicidios. Durante una semana, día tras día, el presidente de México se ha presentado ante la opinión pública nacional como un dirigente incapaz de comprender la envergadura de la catástrofe que representan los feminicidios, mostrando que tal ignorancia evidente de la situación no le permite enfrentar la candente situación con los métodos y programas específicos ya desarrollados y existentes en muchos países producto de la investigación y la práctica de miles de mujeres y hombres comprometidos en la lucha por la emancipación femenina en todo el mundo, incluido México. El resultado ha sido que la situación lo ha exhibido como un líder torpe, por completo insensible y proclive a mostrar su talente autoritario en el manejo de la espinosísima y compleja cuestión. Por ejemplo, en la mañanera del viernes 14 fue patética su decisión de responder a la consistente confrontación de su interlocutora feminista que le pedía respuestas concretas a sus exigencias, sacándose literalmente de la manga un supuesto decálogo feminista en el que ofrecía como solución un catálogo de lugares comunes sobre la superación del mal y el odio con el amor al prójimo que se encuentran en cualquier catecismo religioso desde hace siglos. La respuesta crítica fue tan implacable y abrumadora que el gobierno tuvo que retirar el decálogo obradorista de los medios y redes sociales.
Pero la insistencia del presidente en considerar los feminicidios como “legado del neoliberalismo” no ha cedido ante el alud de críticas que se ha expandido en todo el país. En la mañanera del 18 de febrero más de diez días después de que estalló la explosión de descontento AMLO seguía esgrimiendo los argumentos de la nueva moral social que considera será la llamada a resolver los horribles problemas de violencia que siguen produciéndose sin freno en la sociedad mexicana. Dijo él: “Estamos atendiendo las causas [de los feminicidios]. En la medida que tengamos una sociedad más justa, más igualitaria, fraterna, con valores, donde el individualismo no sea lo que prevalezca, sino el amor al prójimo, el que haya mucho cariño, que no haya odios, así vamos a ir enfrentando todos los desafíos, todos los retos”. Y defendiéndose de las cataratas de críticas que lo señalan como insensible ante el problema e insistiendo en que los feminicidios como la violencia en general, son para él una herencia de los presidentes que lo antecedieron insistió en el rollo repetido que tal legado sigue pesando como un fardo en su gobierno: “Como si todo esto que está pasando hubieses surgido de la nada, de repente. Surgió desde que llegó Andrés Manuel, se agravaron todos los males, todo se agravó. Él es el culpable. No estoy evadiendo mi responsabilidad, quiero nada más que seamos lo más objetivos posible, actuemos con integridad, se hable con la verdad”. (La Jornada, 19.02.2020).
Una de las principales demandas de las feministas, a la que siempre había eludido darle respuesta clara e inequívoca, la de la creación de una Fiscalía especial dedicada a la lucha contra los feminicidios, finalmente ha sido aceptada por él, pero de tal manera que no se comprometió directamente a promover la voluntad política necesaria para fundarla. Según AMLO la creación de tal fiscalía especializada en la atención a los feminicidios, corresponde a los congresos estatales, al Congreso federal, a gobiernos estatales, a la Fiscalía General. Una no muy elegante manera de sacarle al bulto.
La vocación transformadora del gobierno de la pomposamente llamada “Cuarta Transformación” (4t), el plan del gobierno de AMLO para pasar a la historia de México, no tiene un capítulo para la liberación y emancipación de las mujeres. El caso de la Ciudad de México, entidad que desde 1997 está en manos del PRD del tiempo obradorista y ahora de Morena (Movimiento de Regeneración Nacional) el partido específicamente obradorista, es ejemplar. En esta ciudad fue anunciada una fiscalía de feminicidios desde mayo del 2019, pero durante cuatro meses no pasó nada. “Fue hasta septiembre del mismo año, después de presentar la redacción del decreto de creación de la misma que se instaló formalmente pero aún no tiene instalaciones ni presupuesto, ni titular, ni nada. ¡No se les ocurrió asignarle recursos cuando se elaboró y discutió el Presupuesto de Egresos de 2020! Pero eso no es todo falta designar al titular y contratar y capacitar al personal y muchísimas cosas más.” (Milenio, 19.02.2020)
Para enfrentar el feminicidio no bastan los rollos moralizantes, que son tan del agrado de AMLO. Supone investigaciones profesionales, la aportación de evidencias sólidas para que los jueces sentencien a los culpables. Son requeridos recursos de todo tipo: financieros, tecnológicos, organizativos, legales, físicos y por supuesto una educación histórica de lo que ha sido y es la condición de la mujer como sexo milenariamente oprimido y subordinado al patriarcalismo masculino. Toda esta estructura de trabajo significa un cúmulo de conocimientos y experiencias disponibles tanto al nivel nacional e internacional. Todo lo anterior se enfrenta en la sociedad actual a la paquidérmica y laberíntica burocracia corrupta, a sus métodos lentos y escabrosos, al predominio de los intereses privados, en especial, por supuesto de los grandes capitales, fuente principal del otro tipo de corrupción que es pasada por alto por los gobiernos burgueses. En una palabra la lucha por la emancipación femenina y contra los feminicidios es una demanda transitoria, profundamente democrática, cuya solución lleva a la real transformación de la sociedad que sólo puede ser anticapitalista y por la instauración de un sistema socialista. Lo cual no significa que desde hoy no se luche intransigente y permanentemente por las demandas fundamentales de los movimientos feministas como son: por el dominio total y completo de las mujeres sobre su cuerpo, abrogación total de las prohibiciones jurídicas del aborto, por condiciones de excelencia de higiene y sanidad de los procesos de maternidad, por la existencia universal y gratuita de guarderías, por la defensa de los derechos específicos de género entre otras demandas. Todo esto brilla por su ausencia en el horizonte político de AMLO, de su gobierno y de su partido Morena.
Se ha iniciado el segundo año del gobierno de la 4t de AMLO y las grandes promesas de sus infatigables campañas electorales que se iniciaron en el 2000 y que en su tercera participación en las elecciones presidenciales le dieron la abrumadora victoria de 2018, están todavía por cumplirse. Cada vez más las señales indican que la parafernalia electoralista de AMLO después de todo no se está diferenciado mucho de las anteriores de los priistas y panistas. El año de 2019 a pesar de la gran pompa que presidió la fundación de la Guardia Nacional y sus decenas de miles de policías no ha significado nada con relación al abatimiento de los niveles de violencia existentes. 2019 ha sido el año más violento con respecto a los anteriores desde que el presidente Calderón en 2007 sacó a los militares de sus cuarteles e inició su “lucha contra la delincuencia”. La justificación que dan AMLO y sus partidarios duros es que apenas ha comenzado su trabajo. Pero en el primer año del gobierno de la 4t ha sido muy difícil percatarse de señales que anuncien los verdaderos cambios que tanto esperan los mexicanos y mexicanas. México tiene uno de los índices más altos de homicidios del mundo, 27 personas por cada 100 mil habitantes, superando por cinco el promedio mundial. En esas cifras macabras van los feminicidios ciertamente, pero éstos no son sólo producto de la violencia que se desató a partir de la hegemonía neoliberal capitalista. Ha sido una tradición que hoy ha rebasado la corrección política burguesa. Que la rebelión de las jóvenes mujeres que se han plantado ante el Palacio Nacional y han pintado en sus puertas la despreciable fórmula “Estado feminicida” es sólo la muy tardía expresión de la toma de consciencia de amplios sectores de la población, en especial femeninos ante una infame y larga tradición que ha existido en México desde hace décadas, sino es que siglos.
Manuel Aguilar Mora. Militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS).