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Optamos por criterios clasistas

La izquierda en México y los comunistas

Fuentes: Rebelión

En 1995, al reunirse la Conferencia de la Izquierda Socialista, un intento por coordinar los múltiples destacamentos que se reivindicaban del marxismo para la acción común, nuestra organización -con el nombre aún de Partido de los Comunistas Mexicanos- planteó a través de Héctor Colío Galindo, que la noción izquierda era ya insuficiente para definir a […]

En 1995, al reunirse la Conferencia de la Izquierda Socialista, un intento por coordinar los múltiples destacamentos que se reivindicaban del marxismo para la acción común, nuestra organización -con el nombre aún de Partido de los Comunistas Mexicanos- planteó a través de Héctor Colío Galindo, que la noción izquierda era ya insuficiente para definir a los marxistas-leninistas, a los partidarios de la revolución y de un proceso anticapitalista. Recientemente el PRD se había definido en sus documentos básicos como un partido de izquierda, precisamente cuando su presidente era Porfirio Muñoz Ledo, un ex-priista, colaborador muy cercano de Luis Echeverria, y como Presidente del PRI orquestador de escandalosos fraudes electorales; aún no atestiguábamos su apoyo a Vicente Fox, en el 2000, ni la reaccionaria idea del voto útil, pero bastaba saber que el concepto izquierda empezaba a manosearse y a prostituirse.

Por supuesto que todos estos años de confusión ideológica, de transfuguismo, de una nueva arquitectura del lenguaje hasta invertir los conceptos, llevaron a que el de izquierda terminase laxo, indefinido.

Como sabemos el origen del concepto izquierda se encuentra en la Gran Revolución Francesa, la revolución burguesa clásica, ya que en la Convención de 1792 era el espacio donde se sentaban los Jacobinos, La Montaña, dirigidos por Robespierre, que eran los representantes de la radicalización del proceso en oposición a los Girondinos, ubicados en la derecha, moderados, conservadores; y existía también un centro, un pantano, La Marisma, los indefinidos. Desde entonces esa clasificación devino en referencia incuestionable dentro del accionar político, de tal manera que el movimiento obrero y socialista era la izquierda, en tanto que a los conservadores, la reacción, los defensores del orden capitalista se les ubicaba sin duda como la derecha. El movimiento obrero socialista moderno, el marxismo, el comunismo, ganó sin cuestionamientos durante muchos años después de la Revolución de Octubre de 1917 el ser identificado con la izquierda. Debemos ser claros en que Marx, Engels, Lenin, no asumían comunismo e izquierda como sinónimos, pero en tanto en aquellos años izquierda era sinónimo de lucha y oposición al capital, tampoco emplearon tiempo en deslindes. Para los clásicos del marxismo, la posición comunista es ante todo clasista; el criterio clasista, sin ir más lejos, rebasa los límites de una geografía política con izquierda y derecha. Más aún, Lenin y los bolcheviques plantearon que en la sociedad estaban los de abajo y los de arriba.

Los movimientos de las capas medias, la oposición a la construcción socialista y la acción ideológica de la burguesía lograron que sobre todo a partir de los años 60 el concepto de izquierda, hasta ese momento solamente asociado con los comunistas, asumiera contornos confusos. Hasta se habló de la «nueva izquierda» en oposición a lo que representaban los partidos de la clase obrera. Irrumpieron -y como hoy está demostrado, financiados por los centros imperialistas-, un sinfín de organizaciones y dejó de ser claro lo que expresaba ser de izquierda.

Sin embargo, después de la contrarrevolución de los años 90, el capital, los centros de pensamiento del orden burgués, se empeñaron en administrar ese concepto. La socialdemocracia, desde la descomposición de la II Internacional pasó a integrarse a la maquinaria de dominación de la clase dominante en la sociedad capitalista, pero los laboristas ingleses y otros socialdemócratas, sobre todo los que provenían del eurocomunismo, reinventaron una noción que se reduce a la administración, a la gestión gubernamental, a ser una sección del capital. Simultáneamente reinventaron el centro, como la «madurez», como el equilibrio y hasta la derecha tuvo sus retoques para que no fuera asociada al fascismo, al racismo, al golpismo militar, todo un nuevo maquillaje.

Es así como vemos desfilar gobiernos que dicen representar a la izquierda y no hacen sino aplicar las medidas que dictan los monopolios y los instrumentos internacionales del imperialismo. En nombre de la izquierda atestiguamos en Brasil privatizaciones, una reforma laboral lesiva al trabajador y favorable a la patronal, intervención militar en Haití, devastación selvática para cumplir con los EEUU en la producción de agrocombustibles.

Sin ir más lejos. Por izquierda hoy se nos presenta la gestión de Marcelo Ebrard en la Ciudad de México, así como las anteriores de López Obrador y Cuauhtémoc Cárdenas. Destacamos de estas dos últimas la colaboración y ensamble de intereses con grupos del capital monopolista, como el de Slim. Tanto Obrador como Ebrard se basaron en el modelo del ex-alcalde de Nueva York, Giulianni, en cuestiones de seguridad: la cero tolerancia, desatando una verdadera persecución a los pobres que afean la ciudad, considerándolos por sus condiciones de miseria responsables de la delincuencia; y Mancera es el más consecuente representante de esa política antipopular y ahora su candidato al Gobierno del DF. Obrador y Ebrard, diciéndose los representantes de la izquierda, reprimieron al movimiento social, amordazando las manifestaciones de la juventud y encapsulando humillantemente las marchas justas de obreros, campesinos y organizaciones políticas. No es necesario hablar de la corrupción, que en nada difiere de la de años y años de priismo; basta hablar que desde el punto de vista clasista, Obrador y Ebrard gobernaron a favor de los monopolios, y el rostro social asistencialista que quisieron poner en primer plano es admisible en la gestión capitalista.

Por si no bastara lo programático, sigue la práctica política a favor del capitalismo, de ésta llamada izquierda por los medios de comunicación; basta ver la biografía de todos éstos que hoy la representan, que ayer eran los representantes del Estado, de la corrupción, de la represión, del corporativismo, del fraude, de las privatizaciones, los enemigos del pueblo y la clase trabajadora: desde Bartlett, Ebrard, hasta Arturo Núñez, Monreal, Camacho Solis, Juan Ramón de la Fuente, para nombrar sólo unos cuantos.

Ahora bien, ¿se trata sólo de un montaje ideológico para apropiarse del concepto en una estrategia para reproducir los consensos que requiere la clase dominante para mantener su poder, o es que la noción es ya insuficiente para expresar la alternativa de las transformaciones profundas y radicales?

Los comunistas, en primer lugar consideramos que no es sólo insuficiente hoy, sino que en el pasado también lo fué y optamos por criterios clasistas. Ahora bien, si para amplias capas la idea de izquierda sigue expresando la voluntad transformadora, señalamos que hoy ésta sólo es materializable en la revolución socialista, en el poder obrero y popular y no en el llamado «rostro humano» del capitalismo, en regulaciones keynesianas, en gestiones con rostro de asistencialismo.

Pero una cosa es clara: en la hoy llamada izquierda, designada así por el establishment, el Partido Comunista de México no se inscribe, y considera su deber combatirla como una sección del partido del capital, el partido del orden burgués.

Pável Blanco Cabrera. Primer Secretario del Partido Comunista de México

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.