La libertad de expresión y de prensa es frecuentemente mencionada y utilizada, según convenga a unos y otros. El pasado 13 de julio, el presidente de ascendencia potosina del Comité pro Santa Cruz, Luís Núñez afirmó sin ningún empacho que «en Bolivia no hay justicia y no hay libertad de expresión». Tales expresiones se produjeron […]
La libertad de expresión y de prensa es frecuentemente mencionada y utilizada, según convenga a unos y otros. El pasado 13 de julio, el presidente de ascendencia potosina del Comité pro Santa Cruz, Luís Núñez afirmó sin ningún empacho que «en Bolivia no hay justicia y no hay libertad de expresión».
Tales expresiones se produjeron en el contexto de una resolución judicial adversa al recurso de libertad planteado por el empresario Humberto Roca Leigue, que en varias ocasiones emitió declaraciones ofensivas contra las principales autoridades del Estado y sin embargo quedó libre e impune.
En julio se recordó el funesto golpe de la cocaína encabezado por los ahora encarcelados Luis García Meza y Luis Arce Gómez, que asesinó a dirigentes sindicales de la Central Obrera Boliviana (COB) y políticos como Marcelo Quiroga Santa Cruz. Estos quisieron imponer «la democracia inédita». Nunca explicaron en qué consistía, aunque es fácil suponer.
Ese golpe de Estado, reprimió al periodismo, cerró diarios, acalló estaciones de radio, encarceló y exilio a centenares de periodistas. El 17 de julio de 1980 y sus siguientes jornadas de sangre, jamás fueron condenadas por el Comité Cívico cruceño, porque apoyaba tales acciones con sus propias hordas centradas en la Unión Juvenil.
En agosto recordaremos otro hecho similar que se produjo diez años antes. El golpe de Hugo Banzer Suárez, junto a empresarios privados, militares y los antaño enemigos Falange Socialista Boliviana y Movimiento Nacionalista Revolucionario, que se unieron olvidando rencores, porque el interés político y de poder los convocaba.
Desde entonces, sectores reaccionarios de ideología fascista estuvieron férreamente unidos al amparo de militares golpistas y políticos neoliberales, que durante los siguientes treinta años dominarían Bolivia.
Y aunque no quiera recordar Luis Núñez, los medios de comunicación que por entonces estaban en manos de periodistas, fueron reprimidos, perseguidos encarcelados, exiliados y finalmente tomados por esos sectores hasta ahora. No se debe negar que los medios están ahora mayoritariamente en manos de sectores reaccionarios y de la pequeña burguesía.
En 1971, tras el golpe de Banzer, se constituyó el Frente Popular Nacionalista (FPN) cuyo slogan era «Orden Paz y Trabajo». Esa trilogía impuso la coersión, desterró el consenso e impuso la información a través de cadenas radiales nacionalistas. Era la nueva «democracia» ahora añorada por Núñez.
Los golpistas del 71 proscribieron el derecho a la información. 104 periodistas, reporteros, radialistas y otros fueron despedidos sin mayores argumentos, perseguidos, desterrados y finalmente torturados. Núñez, no debería ignorar tales hechos al afirmar suelto de cuerpo que en Bolivia no hay libertad de expresión. Este país está sembrado de pseudoperiodistas que pueden decir lo que se les venga en gana y nadie les persigue.
En julio de 1980, con el golpe de los señores de la cocaína, estuvieron presentes los mismos actores, los mismos represores ayudados por los «Novios de la Muerte», agentes de la dictadura militar argentina y paramilitares organizados por Luís Arce Gómez.
Se anularon los medios de comunicación, se destruyeron emisoras de radio y se impuso la «Cadena de la Democracia» a partir de Radio Illimani y Radio Batallón Colorados en La Paz y Radio Grigotá en Santa Cruz. Los que fungían de «periodistas» de la dictadura y sus locutores aún están vigentes.
Antes de afirmar que en Bolivia no hay libertad de expresión, el dirigente cívico, debería recordar que sí existe la más absoluta libertad de expresión y prensa. Al extremo de permitirse que personajes ajenos al periodismo, pasen como tales para ofender y atacar a las autoridades que deberían merecer el respeto que su investidura les concede.
Los actores de ambos golpes dictatoriales, se mantienen en la impunidad y muchos de ellos nunca fueron procesados, menos sentenciados por la persecución y torturas a los periodistas. Luís Núñez, nunca se refirió a esos casos de verdadera ausencia de libertad de expresión. Las nuevas generaciones deberían estar informadas de tales sucesos. Intentaremos traer al presente los sucesos de hace sólo 40 años en próximas ocasiones.
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