El diagnóstico de la realidad económica y política mexicana es cada vez más coincidente entre las diversas fuerzas políticas de la izquierda antineoliberal y anticapitalista del país, sin que esta afirmación signifique que no existan divergencias y contradicciones, pues, no sólo se parte de diversos enfoques teóricos, sino de intereses de clase distintos. Pero ¿cómo […]
El diagnóstico de la realidad económica y política mexicana es cada vez más coincidente entre las diversas fuerzas políticas de la izquierda antineoliberal y anticapitalista del país, sin que esta afirmación signifique que no existan divergencias y contradicciones, pues, no sólo se parte de diversos enfoques teóricos, sino de intereses de clase distintos.
Pero ¿cómo definen estas fuerzas políticas lo que está pasando en el país? Algunos dicen, en resumen, que México está convirtiéndose en un totalitarismo suave, otros, que en un totalitarismo duro, otros más hablan de un proceso de fascistización, de terrorismo de Estado o incluso de un Estado con rasgos terroristas. Sin embargo, no es en la forma de nombrar lo que está pasando en México donde se encuentran las coincidencias, donde se ha avanzado es en la descripción de lo que está sucediendo. Profundización del neoliberalismo: saqueo de los recursos naturales, intensificación de la explotación laboral formal e informal, economía criminal, la reforma energética, laboral, de educación, de seguridad y de derechos humanos que legalizan lo ilegal. Incremento de la represión política y del control social: militarización, paramilitarización, criminalización, masacres, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas y prisión por motivos políticos, son algunos de los aspectos coincidentes, aunque no siempre explicados por las mismas causas.
La lucha de clases continúa
La polarización social continúa profundizándose, la lucha de clases entre burgueses y proletarios se manifiesta, aunque todavía no de manera clara para el conjunto del pueblo. La contradicción más visible, aunque no es la fundamental, es la que se muestra entre el gobierno federal, el PRI, PAN, PRD, grandes empresarios y altos funcionarios de la Iglesia que están profundizando de manera acelerada las políticas neoliberales en el país y las diversas fuerzas políticas que, sin coordinación efectiva y a veces enfrentadas entre sí, buscan frenar el saqueo y venta del país. Es decir, la contradicción entre la burguesía y la pequeña burguesía encuentra su manifestación política como una lucha entre neoliberales y antineoliberales, como una lucha entre los que aprueban y promueven las reformas neoliberales y los que están en contra.
La lucha entre capitalistas y anticapitalistas, entre explotadores y explotados si bien se manifiesta en muchas de las luchas del pueblo organizado de una manera consciente, todavía se da en el plano local o regional, sin que pueda incidir actualmente en la vida política nacional. Las fuerzas con conciencia de clase proletaria, si bien tienen condiciones objetivas para su crecimiento y desarrollo, no han logrado todavía articularse y volverse un referente nacional, con identidad propia, que al mismo que se construye a sí misma, se diferencie del reformismo antineoliberal y del ultraizquierdismo de la pequeña burguesía.
Dos caras de la misma moneda
El PRD terminó por fracturase, quedando en ese partido el ala neoliberal de esa mal llamada izquierda. MORENA terminó por comprender que el PRD era el gran obstáculo para luchar por ese Estado benefactor, que en voz de sus intelectuales, México nunca ha podido disfrutar.
La parte de la pequeña burguesía que lucha contra el neoliberalismo se manifiesta políticamente, principalmente, a través de dos vertientes. Por un lado, las fuerzas políticas agrupadas en MORENA y en algunos sectores minoritarios del PRD que representan a aquella burguesía venida a menos por la privatización y el saqueo de los recursos naturales, a la pequeña burguesía empresarial de la ciudad y el campo que lucha por sobrevivir ante el embate de las trasnacionales mexicanas y extranjeras, a las luchas inmediatistas, económicas y de sobrevivencia, fuerza que lleva tras de sí a trabajadores de la ciudad y el campo, profesionistas, estudiantes, jubilados y otros sectores de la sociedad que han encontrado en esta manifestación política de la pequeña burguesía antineoliberal un cauce para su descontento y una vía de lucha para la transformación del país. Vía electoral fundamentalmente pero que no se reduce a ella, sobre todo tras los fraudes electorales del 2006 y del 2012.
Pero aún dentro de MORENA, la lucha contra el neoliberalismo tiene muchos matices, no es un cuerpo homogéneo, las corrientes perredistas la cruzan, las pequeñas fuerzas políticas reformistas, socialdemócratas y oportunistas tratan de alejarla de las demandas populares para convertir a MORENA en otro PRD sin futuro. Pero también es cierto que hay fuerzas políticas (oportunistas y no oportunistas) que se han identificado con la lucha antineoliberal de los sectores más progresistas de MORENA, los que, sin abandonar la vía electoral, pugnan por que MORENA continúe con la movilización y la organización política como una forma de cambiar al país o al menos de frenar las políticas del capitalismo salvaje. MORENA sigue siendo en México aún el movimiento social que más fuerza tiene en nuestro país.
Por otro lado, el crecimiento de grupos trotskistas, anarquistas y la radicalización de grupos al interior del mismo MORENA marcan el sello de la otra cara de la moneda. Es la misma pequeña burguesía, pero radicalizada, llevada a su extremo. La pequeña burguesía no sólo, históricamente, es oscilante, también en su desesperación por no poder crear la fuerza política que genere los cambios que anhela, recurre a otras formas de lucha. De este lado tenemos a los grupos trotskistas de viejo y nuevo cuño que anhelan convertirse en un MORENA (en versión trotskista) o se ilusionan con transformar desde adentro a MORENA, pero que en los hechos van a la cola de este proyecto político, recogiendo lo que éste deja a su lado.
También tenemos a los grupos anarquistas y sus muchas variantes que, ante la incapacidad de organizarse con el pueblo descontento, de incidir políticamente en los diferentes sectores de la sociedad que están padeciendo las políticas económicas del capitalismo, renuncian al trabajo de la movilización y organización popular e inclusive a la comunicación con otros sectores populares. Pequeños grupos que aprovechan el descontento y la movilización de otros sectores para realizar «acciones directas» para que, según ellos, «el pueblo despierte» y de la noche a la mañana transforme sus condiciones de vida. Pequeños grupos que se confrontan no sólo con la burguesía, con el Estado, sino también con la pequeña burguesía reformista electoral o no, e inclusive con el movimiento independiente, proletario. Anarquistas algunos de discurso y otros de hechos pero carentes de apoyo social y de la fuerza política del viejo anarquismo, ya no digamos del viejo anarcosindicalismo.
NOTA: La versión corta de este artículo fue publicada en el No. 0 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular(OLEP).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.