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Se cierra la primera etapa... Comienza la segunda

La lucha contra Peña Nieto, el 1° de julio y el Movimiento #YoSoy132

Fuentes: Rebelión

Uno: Otra vez: Toda la carne al asador para el día de la elección… y nada, nada preparado para hacerle frente a la situación que de forma altamente probable -y desde hace mucho previsible- volverá a presentarse al día siguiente de la elección. Hace seis años, ante el enojo de una multitud por el desenlace […]

Uno:

Otra vez: Toda la carne al asador para el día de la elección… y nada, nada preparado para hacerle frente a la situación que de forma altamente probable -y desde hace mucho previsible- volverá a presentarse al día siguiente de la elección.

Hace seis años, ante el enojo de una multitud por el desenlace de las elecciones, se implementó un plan «de acción» (el Plantón de Reforma) cuyo verdadero objetivo fue que se enfriaran las cosas. Es decir, se era consciente  de que  eso no serviría mayormente para echar atrás la imposición , pero había que hacer creer a quienes habían apoyado que se estaba haciendo frente a ella, que ésta…¡no sería permitida! Luego se diría: «¿Y qué querían que hiciéramos? ¡Cualquier otra cosa hubiera sido llevar a la gente al matadero!».

(…¿Por qué será que una y otra vez se identifica «ir más allá del voto» con «llamar a la violencia»? ¿Por qué se parte de la dicotomía «lucha electoral ó lucha violenta»? ¿Dónde quedan varias décadas de luchas masivas estudiantiles, obreras, magisteriales, campesinas, urbano populares? ¿Será necesario que alguien les haga una interminable lista de ejemplos para que no lo olviden?…).

O sea, que al igual que ocurrió en 1988, llegado el momento decisivo no se está dispuesto a emprender una lucha verdadera por defender el principio de unas elecciones limpias. Pareciera que el razonamiento es: «Ojalá y los de arriba nos permitan llegar. Pero si no, gritos más gritos menos, a apechugar todos. Vamos a tratar de convencer a los de arriba por todos los medios (mostrándoles que hay mucho pueblo que nos apoya, por un lado, y por el otro, comprometiéndonos públicamente a que no afectaremos sus intereses, sino en tal caso, los de la «clase política» que tampoco les gusta a ellos), de que nos den chance. Si no aceptan, pues a tragar camote. Otros seis años, y volvemos a intentarlo. Hasta que haya alguien de nosotros que les guste lo suficiente a ellos, y entonces sí, nos den permiso».

(Estaría bueno que así plantearan las cosas desde un principio, sería interesante ver quién está dispuesto a seguirlos en ese caso).

«Por lo pronto hay que convencer a los más posibles de que podemos ganar; hay que vencer una y otra vez la histórica desconfianza en los procesos electorales en nuestro país, generada a golpe de fraudes e imposiciones durante un siglo. Hay que lograr que se vuelva a albergar la esperanza de que es posible lograr por esa vía ‘un cambio verdadero’, aunque aceptemos a última hora las reglas no escritas que pueden hacer imposible el triunfo. De esa ilusión dependemos nosotros, sin ella, no somos nada. O casi nada, porque ya somos algo gracias a que hemos administrado el descontento de otros antes, y eso nos ha ido dando poder… aunque no todo el que quisiéramos.»

¿Preparar una lucha que vaya más allá del 1° de julio? ¡No hombre, no es necesario, no se preocupen! ¡Seguro ganamos!

(… ¿Y si se pierde? ¿Sería moralmente aceptable retirarse de la pelea, teniendo conciencia de que muchos de los que fueron convocados seguirán en ella? ¿Cómo estaba aquello de la ética?…)

Dos:

El proceso electoral ha estado escandalosamente viciado de origen. Las denuncias conocidas hasta ahora de los millonarios desembolsos del erario público a favor de las televisoras privadas para promover la imagen de Peña Nieto a lo largo de estos seis años, son apenas una parte del derroche de recursos puestos en juego para lograr el regreso del PRI a la presidencia de la República. Una parte con graves consecuencias por sí misma, por supuesto: el 79% de la población de nuestro país se entera de las noticias a través de la televisión (otro 10% lo hace a través de la radio, que casi en su totalidad está en equivalentes manos que las televisoras; sólo un 5.6% lo hace a través de los periódicos y apenas un 1.8% a través del Internet). La televisión envenena las conciencias, cada vez se hace más evidente la necesidad de tomar medidas de fondo para evitar el uso faccioso de semejantes medios, capaces de hacer un daño mayor al que provocaba el control de la Iglesia sobre la educación, siglos atrás.

Una auditoría verdadera al paso de Peña Nieto por el gobierno del estado de México dejaría atónito a todo el país (y al mundo entero). Y a eso habría que agregar los multimillonarios recursos y acciones emprendidas por más de 20 gobiernos estatales, incontables presidencias municipales, comisariados ejidales (manejo de apoyos oficiales al campo, créditos agrarios y otros «favores»), aún bajo el control del priísmo; los sindicatos charros (Pemex, SNTE, CFE, FSTSE, etc); las organizaciones de la CNOP (comercio ambulante, locatarios de mercados, solicitantes de vivienda, etc). En resumen, lo que históricamente se ha conocido como el voto corporativo , que sigue teniendo un peso demasiado grande a pesar de que se ha visto seriamente menguado respecto a otras épocas (por la lucha de muchos años contra el charrismo sindical y la construcción de organizaciones campesinas, magisteriales y populares independientes, por un lado; y por otro, por la puesta en marcha del propio proyecto neoliberal, que al arrebatar derechos adquiridos a la población, antes administrados por el aparato corporativo, debilitó el piso en que éste estaba montado ).

Y, de postre, lo que aún puedan hacer el día de la elección, particularmente en las zonas más aisladas, y en aquellas controladas por el narco, socio histórico del PRI. Se informaba hace unos días que hay cerca de 5 millones de votantes en las zonas bajo control del narcotráfico.

Los dados están demasiado cargados como para no prever el muy posible desenlace de regreso del PRI a la presidencia del país. Luchar más allá del voto no tiene por qué identificarse con violencia. Tan irresponsable sería jugar a la violencia, como aceptar la imposición y no dar una respuesta a la altura de un golpe de este tamaño, largamente preparado y anunciado. Más aún considerando las características personales de quien podría estar a punto de ser impuesto.

Tres:

Lo que mejor muestra a Peña Nieto es su reacción en la Ibero ante la pregunta sobre Atenco. Eso es realmente lo que lo pinta de cuerpo entero, lo que debe prender las alarmas de toda la población, y que claramente han intuido los estudiantes. Todavía después de 6 años de la represión, su reacción espontánea es la reivindicación con vehemencia de lo ocurrido, «asumo la plena responsabilidad de los hechos». Todos vimos las salvajes golpizas emprendidas por sus policías contra quienes se toparan enfrente en la toma de aquél pequeño pueblo, allanando casas y destrozando pertenencias de gente humilde; los asesinatos de dos muchachos; la violación de decenas de mujeres; las penas impuestas de 112 años de cárcel (¡se dice pronto!) a los dirigentes campesinos de aquella lucha por defender su tierra; la persecución durante cuatro años de otros más que no pudieron apresar en el operativo.

Esta vena soberbia y represiva, asoma constantemente como una sombra detrás de cada reacción «no planeada» del figurín televisivo ante una situación adversa. Su reacción espontánea tras el descalabro que sufrió en la Ibero, pidiendo que le investigaran inmediatamente quiénes habían sido los organizadores y participantes en el acto de repudio. Las imágenes de efusivos abrazos con personajes denunciados públicamente como asesinos directos, como las publicadas por el diario Reforma a principios de abril al paso del candidato por el estado de Oaxaca (al lado de las cuales publicaba a su vez las fotos de los mismos anfitriones unos cuantos años atrás, prodigando una salvaje golpiza a un maestro de la APPO, de la cual resultó muerto). Y, de manera destacada, la reciente presentación del Jefe de la Policía Nacional de Colombia como su futuro asesor «para combatir la delincuencia» en nuestro país, hablan del verdadero perfil del priísta.

Colombia, que es el principal receptor en América Latina de ayuda militar por parte de Estados Unidos, emplea tan sólo el 15% del presupuesto destinado a sus fuerzas policiacas al combate al narcotráfico. Cuando hablan del «combate a la delincuencia», los «delincuentes» a los que se refieren son los luchadores sociales, guerrilleros y no. Ocupa el primer lugar en asesinatos de sindicalistas en América Latina; el primer lugar en existencia de grupos paramilitares que efectúan espeluznantes masacres en coordinación con el Ejército y la Policía Nacional de aquél país; el primer lugar en campesinos desplazados por las acción de los grupos paramilitares y la fuerza pública, en favor de la ocupación de sus tierras por parte de empresas mineras transnacionales. Y algo más. La Federación Internacional de Derechos Humanos ha denunciado que «se ha convertido en un fenómeno sin precedentes la existencia de… personas asesinadas por la Fuerza Pública que luego son presentados como ‘muertes en combate’… Es ésa práctica que ha dado en llamarse falsos positivos , denominación técnica generalmente utilizada para designar «el asesinato a sangre fría y predeterminado de civiles inocentes, con fines de beneficio»… Han sido entrevistados testigos y supervivientes que han descrito este tipo de matanzas en los departamentos de Antioquia, Arauca, Valle del Cauca, Casanare, Cesar, Córdoba, Huila, Meta, Norte de Santander, Putumayo, Sucre y Vuchada…». Y cómo olvidar el operativo de Sucumbíos, en que fueron asesinados decenas de personas inocentes, entre ellas cuatro mexicanos.

Ahí tenemos la trayectoria del siniestro futuro asesor del priísta «para el combate a la delincuencia». Ahí tenemos la verdadera fotografía de los pensamientos que habitan en la cabeza de Peña Nieto.

Cuatro:

Por primera vez, ha emergido un movimiento con independencia política de los partidos participantes, que se propone actuar en el proceso electoral no guiado por la lógica de apoyar a un candidato, sino de impedir el regreso de un régimen que se creía desplazado de la cumbre del poder por la lucha de varias generaciones, encarnado en un personaje que simboliza lo más abyecto de ese régimen: la brutalidad policíaca, la utilización a su antojo de los órganos de justicia, la soberbia, la arrogancia, el poder sin límites, la impunidad, la corrupción. Y que además pretende regresar por sus fueros con sus métodos de siempre: la inoculación en las conciencias de una imagen prefabricada, falsa, aprovechándose del enorme poder de la televisión puesta a su servicio; el aprovechamiento de la miseria para traficar con las necesidades de la gente, condicionar sus derechos, intentar comprar sus voluntades.

Que la consigna más sentida de este movimiento haya sido evitar la imposición de Peña Nieto, lo ubica en el terreno de una lucha que trasciende al 1° de julio, habida cuenta de la altísima probabilidad percibida por todos de que la elección resulte precisamente en el intento de legitimar tal imposición. No es meramente una cuestión semántica. Quienes creyeron ver en esta consigna «un fin electorero», lo mismo que quienes han creído que el verdadero objetivo que encierra es «convocar a la población a que emita un voto libre y razonado» o, más aún, «apoyar a un candidato», todavía no se dan cuenta del terreno que están pisando.

¿Que esta lucha objetivamente favorece a un candidato? Es evidente. ¿Que en las filas de dicho movimiento hay gente que a la vez impulsa a tal candidato? También es evidente. Es más, se podría decir que algunos de ellos han intentado copar la «Coordinadora» autonombrada de tal movimiento, con prácticas que deberían de darles vergüenza. Pero esto es efímero. Por más que han hecho esfuerzos por restringir el alcance de la lucha actual al 1° de julio, para después convertirla en una «negociación de demandas con el que quede» (con el consecuente reconocimiento del mismo), la van a tener difícil. Como la han tenido difícil para desprenderlo de su carácter anti-Peña, por más maniobras que han hecho al respecto. Porque una cosa son las reuniones a puerta cerrada de una incipiente coordinación de la lucha; otra distinta, las reuniones abiertas en que tienen que defenderse las posiciones de frente a cientos de muchachos interesados y preocupados por el curso que tomen los acontecimientos ; y otra más es la masa que sale y sale a la calle, que se ha encargado de dejar bien claro que su lucha es contra Peña Nieto, por impedir la restauración del priísmo, por defender elecciones limpias de principio a fin , y que difícilmente reconocerán los resultados de la elección si éstos resultan favorables al mismo; después de todo, ni siquiera se debió haber aceptado que un responsable confeso de asesinatos y violaciones tumultarias haya sido candidato a la República; y más vale intentar echar atrás ese entuerto ahora, que aguantar lo que se viene en los seis años siguientes.

El 1° de julio culmina apenas el primer intento de impedir la imposición. Si ahí se logra parar el golpe, perfecto; hagamos, como hasta ahora, todo lo posible porque así sea. El movimiento lejos de debilitarse, se verá fortalecido, pues mucho habría tenido que ver él con ese desenlace, y estará en buenas condiciones de seguir empujando hacia delante el proceso gracias a su independencia política respecto al ganador en ese caso. Pero todos sabemos -lo hemos sabido desde un principio- que esto es sumamente improbable. Y como la lucha no era por colocar en el gobierno a uno de los candidatos, sino por impedir la imposición de otro (con todo lo que esto significa y que ya hemos señalado), se abrirá entonces la segunda etapa de esta misma lucha , más compleja, pero más profunda a la vez, más decisiva. Todo indica que unos se retirarán de ella, mientras que otros habrán de sumarse.

Por lo pronto, con tan sólo su fuerza actual, ya ha jugado un papel bastante relevante en transformar las cosas: no sólo impulsando hacia arriba las antes nulas posibilidades de vencer a Peña Nieto, sino haciendo mucho más costoso para el régimen salirse con maniobras demasiado obvias durante el conteo de los votos el 1° de julio; es decir, forzando a medidas más relevantes de control del fraude en la última fase de la elección.

¿Se sostendrá realmente el movimiento si el desenlace es la imposición largamente anunciada? ¿Será capaz de darle cuerpo, estructura a una lucha nacional para echar atrás la imposición? ¿Y si López Obrador sale y reconoce los resultados, acepta la imposición (quejas más, quejas menos)?… No se sabe hasta dónde se podrá llegar. Tiene muy poco tiempo de haber surgido, las asambleas en las escuelas aún son muy pequeñas y en general su organización interna todavía es bastante endeble. Tendría, además de hacer más fuertes a sus propias Asambleas, consolidar lo más posible la incorporación de las universidades de provincia y dar el paso de ir sumando a otros contingentes del pueblo, buscando no reducir esto a la simple suma de los grupos ya presentes aquí o allá, sino a través de representaciones de Asambleas de muy distinto tipo, y ello no será fácil.

No se sabe. Pero las posibilidades ahí están, abiertas, vivas. Por lo pronto, ya fueron dados dos grandes pasos para abrir la segunda etapa: convocar a un Encuentro Nacional de Estudiantes el 6, 7 y 8 de julio en el estado de Morelos; y convocar a una Convención Nacional el 14 y 15 de julio, en San Salvador Atenco, símbolo indeleble de este despertar de conciencia nacional. Ambos eventos, naturalmente, para discutir y decidir entre todos, desde todos los rincones del país, qué hacer ante lo que resulte el 1° de julio.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.