Un libro como herramienta de lucha Tenemos mucho para aprender con esta obra. He aquí un trabajo científico necesario para el combate de las ideas que, apoyado en un método riguroso, ensaya su puntería crítica, claridad teórica, ánimo transformador y advertencias sistemáticas, contra todo reformismo. Trabajos como éste no son fáciles de conseguir. Se requiere […]
Un libro como herramienta de lucha Tenemos mucho para aprender con esta obra. He aquí un trabajo científico necesario para el combate de las ideas que, apoyado en un método riguroso, ensaya su puntería crítica, claridad teórica, ánimo transformador y advertencias sistemáticas, contra todo reformismo. Trabajos como éste no son fáciles de conseguir. Se requiere experiencia rica en la lucha política y se requiere disciplina conceptual. He aquí, también en este libro, una contribución magnifica al arte de debatir, desde luego, pero mucho más que eso… he aquí un trabajo profundo que desmonta, denuncia y corrige toda falacia ideada por el capitalismo para sepultar al marxismo bajo las lápidas saliváceas de algunos intelectuales burgueses barnizados con «prestigios». Aquí la crítica es motor de la conciencia… y el debate también.
En contra de aquellos que admiran y cultivan el debate sólo como una suerte de torneo de «silogismos» para halagar a ciertos séquitos, en contra también de todo goce lenguaraz que se agota en el gusto por las formas oratorias, en contra del regodeo academicista que se auto-complace con la invocación de santorales burocráticos en el mercado de los halagos… en contra de todo eso y a favor de mostrar el debate como herramienta de lucha revolucionaria, Alan Woods despliega pacientemente, meticulosamente, con ánimo envidiable y humor finísimo, el método correcto para desmontar falacias. ¿Es esto un homenaje, nada indirecto, a Ted Grant?[1] Yo no lo dudo.
He aquí un libro que entiende el uso razonado del debate con un lenguaje transparente capaz de sincerar el origen y el objetivo de sus argumentos. Combate de ideas y acción cuya integridad y rigor, incluso cuando cita a su interlocutor, expresa su responsabilidad revolucionaria. Se trata de una lucha científica con análisis plenos de propuestas clarificadoras al enjuiciar, sin cansancio, al reformismo y al capitalismo. Veamos por qué.
El Socialismo científico, por el que luchan genuinamente muchos pueblos a estas horas, no es un almacén amorfo donde podemos amontonar o revolver «armónicamente»- reconciliatoriamente- aquellas ilusiones burguesas donde todos somos hermanitos de la amnesia, capaces de «amarnos como iguales» olvidando la justicia social. El socialismo no es coartada «humanista» para la desmemoria, la lentitud, la indiferencia y la negación de la lucha de clases. El Socialismo científico, que se puede entender incluso como una forma nueva del mejor amor humano en plena construcción, es el resultado histórico motorizado por la lucha de clases de los trabajadores hacia su emancipación, es un proceso permanente de la liberación humana que, con el ritmo de los pueblos, se enfrenta contra todas las cadenas que nos esclavizan y explotan para alcanzar la liberación dialéctica de todas las capacidades, esta vez potenciadas con todas sus fuerzas propias y mejores. Triunfo de la humanidad conciente y libre, al fin, del capitalismo.
Este debate que Alan Woods esgrime es, entre otras muchas cosas, una contribución armada con ideas dispuesta a estudiar línea por línea cualquier afirmación que tienda a confundir a los trabajadores en la lucha por su emancipación. Tal es una de sus razones de ser: contribuir a frenar -y eso es parte de una lucha mundial- el acecho de los reformistas y los socialdemócratas esmerados en desmoralizar, retardar, adormecer y derrotar a la Revolución Socialista y las ideas de Carlos Marx. Aunque se disfracen de «progres»
Este trabajo, bien se ve, ha exigido de su autor mucha más paciencia y resistencia de la que él mismo confiesa. Uno de sus valores principales radica en demostrar, sin cansancio, hasta qué punto la demagogia reformista es capaz de manosear cualquier cosa para inyectar confusión y parálisis a las masas incluso al costo de inventar todas las mentiras y tergiversaciones históricas que a su antojo se presenten como útiles a sus tareas contrarrevolucionarias. Línea por línea Alan Woods ha desmenuzado, en este libro, las «tesis novedosas» que el reformismo oferta a diestra y siniestra para, ahora, disfrazado de redentor, descarrilar al «Socialismo del Siglo XXI» metiéndole confusiones de todo tipo. Pretenden los reformistas y sus cómplices burócratas suplantar la fuerza revolucionaria de los trabajadores, confundirla y llevarla al redil de la mansedumbre más criminal. Así lo han hecho siempre. Abundan los ejemplos.
El rechazo a las burocracias y al reformismo es un clamor popular
Hay países en los que un debate como este es imposible. Los reformistas se cubren las espaldas, se ayudan entre sí y crean camarillas burocratizadas en los gobiernos, las universidades, los sindicatos… los reformistas se blindan con baños mutuos de prestigio lustrado con títulos universitarios y con nombramientos plenipotenciarios. Los reformistas van por el mundo ufanos de impunidad, se dicen genios unos a otros, cada cual inventa un «hilo negro» para bordar su nombre en la historia como grandes redentores de la humanidad, mientras consiguen sueldos, becas, ayudas y premios. Ritual odioso del individualismo. Su misión principal es frenar el desarrollo de la Revolución Socialista -no sólo en el siglo XXI- y para eso ponen al servicio del capitalismo todo su talento de cachorros perversos. El amo les da palmaditas de dinero y de fama. Por eso es tan importante oponer, a los reformistas y sus burócratas, debate y combate.
El debate en las manos de un revolucionario debe servir, entre otras tareas, como un organizador de ideas y un movilizador de acciones concretas. De nada sirve el lucimiento personal, el desplante de sabihondos. De nada sirve la palabrería altisonante ni la payasada de trampear al interlocutor con canalladas aparentemente lógicas o efectistas. Lo que vale es el triunfo de la razón, de la verdad y del interés revolucionario de los trabajadores para terminar con el poder explotador de los banqueros, los mass media golpistas, las iglesias domesticadoras de rebeldías, las fuerzas represivas armadas con odio a sus pueblos, los terratenientes, los especuladores, el burocratismo, el sectarismo… el capitalismo todo.
Hace falta impulsar la Batalla de las Ideas dándole un lugar preponderante a la herramienta del debate científico que sea capaz de elevar el nivel de la conciencia de los revolucionarios haciendo visibles las trampas que el capitalismo nos tiende para hacerse invisible tras la palabrería de ciertos intelectuales y ciertos líderes movilizados por su desconfianza y odio hacia la revolución socialista. Hasta hoy, salvo excepciones magníficas, no se han publicado debates suficientes con respuestas estructuradas, hombro con hombro, al servicio de la lucha revolucionaria y socialista. Y este trabajo de Alan Woods se ofrece como una contribución, no la única.
Derrotar al reformismo no es un problema irresoluble pero es preciso identificar a qué intereses sirve. No es un problema de filosofía política abstracta, no es un problema terminológico o teórico, es un problema político de lo más importante y concreto. El reformismo adiestrado para subordinarse al control del capitalismo y a favor del saqueo y la explotación, debe ser derrotado contundentemente incluidos sus burócratas desde las oficinas, los talleres, las fábricas, las iglesias, las escuelas, los cerebros, las ideas y los sueños… porque muchas de las ideas del reformismo se han inoculado a los pueblos durante mucho tiempo para consolidar una mentalidad contrarrevolucionaria letal que funge como verdad suprema de los oligarcas.
Este debate impulsado por Alan Woods y la Corriente Marxista Internacional, la Campaña Manos Fuera de Venezuela y la Fundación Federico Engels tiene por interés mayor desmadejar la maraña de falacias en cada una de las «ideas» pretendidamente «novedosas» con que algunos intelectuales «listos» se creen capaces de «disolver» entre «pases mágicos» la lucha de clases y sus desafíos inmediatos. Este debate es una herramienta de lucha para la organización y la transformación socialista sin intermediarios ni interpretes asalariados por la burguesía. Este debate se propone contribuir con lo mejor de la lucha obrera mundial, a reconocer las amenazas y los estragos que el reformismo ha causado desde hace mucho tiempo. Contribuye a demostrar que se trata de una lucha añeja ya iniciada por los clásicos del marxismo y el movimiento obrero mundial que han denunciado al reformismo y lo han combatido sin tregua. Además este libro ofrece con toda claridad propuestas concretas para actualizar el combate. Nada menos.
Este debate no es un «pleito» «personal»
Debate no implica pleito entre personas, aquí el pleito verdadero es contra el capitalismo y todos sus disfraces. Otro valor de este libro es que supera con creces cualquier alusión «personal». Más temprano que tarde uno se da cuenta de que poco -o relativamente- importa que un reformista se llame Heinz o se llame Isaías. Que en este trabajo se aluda a una persona es, a poco andar, sólo una estrategia para una lucha de envergadura mayor. Detrás, arriba, adentro… de esa persona adalid del reformismo que escribe, habla y propaga sus tesis a destajo, hay un movimiento contrarrevolucionario empeñado en ganar adeptos gracias a mil circunstancias incluso la de la ignorancia… incluso la de abuso de la buena voluntad de los trabajadores. No importa cómo se llamen los individuos o las organizaciones reformistas, su peligro es inminente y la necesidad de denunciarlos y combatirlos es ineludible.
Este debate emprendido por Alan Woods se esfuerza en contribuir a que la clase trabajadora disponga de una herramienta más para no se dejarse engañar por ninguna forma del reformismo burgués, se empeña en advertir que mientras el capitalismo quede intacto, detrás de cualquier dádiva, los obreros están bajo amenaza y tienden a perder fuerza. De lo que realmente se trata es que el movimiento obrero se desembarace, con sus fuerzas propias, de cualquier estratagema que se invente para engañarlo.
Debe quedar claro a lo largo de esta lectura que el propósito de cada línea es contribuir a consolidar la lucha socialista de los trabajadores ayudados con ideas claras y denuncias profundas, no sólo para contemplar las calamidades del reformismo sino para organizarse eficazmente en su combate contra el capitalismo, transformar al mundo. Una forma, y no la única, es desarrollar la discusión sobre las consecuencias perversas del reformismo no sólo para conocer su historia maligna o esas ideas pretendidamente «novedosas» de sus cachorros, sino para impedir su permanencia. Los problemas políticos, científicos o de dirección revolucionaria no se dirimen y resuelven con adjetivos dirigidos a las personas. Lo útil verdaderamente es conocer las argucias del enemigo para combatir y transformar con precisión todo aquello que distorsione la lucha del movimiento obrero. Conocer con precisión toda amenaza, todo espejismo, todo engaño y aplicar métodos revolucionarios.
Atacar el mal desde la raíz
¿Es este libro muy «radical»? Algunos dirán -especialmente algunos reformistas- que este libro es muy «radical», y efectivamente lo es porque se propone combatir, desde sus raíces burguesas y capitalistas más hondas, las acechanzas y calamidades del reformismo y la burocracia. Eso le duele mucho a las oligarquías porque la naturaleza y especialidad del reformismo es hacer «la vista gorda» a la hora de tocar el fondo de los problemas para resolverlos definitivamente y entonces ellos hacen uso de los adjetivos más extravagantes y tramposos que incluyen las injurias personales, las calumnias y el asesinato. Habrá que hacer un día la lista de los luchadores sociales criminalizados y victimados, agredidos por los reformismos más diversos en aras de «defender» a la burguesía de esos «radicales» que proponen cambios «extremistas». Para las oligarquías, y sus defensores, todo es «extremismo» y todo es «excesivo» cuando lo que quieren es el quietismo, la mansedumbre, los cambios lentos, lentos y largos, largos… cuando a lo que se dedican es a inventar cualquier cosa -incluso intelectuales- para liberar al capitalismo de toda inquietud. Y muchos cobran caro por eso.
El hambre en el mundo y la especulación con los alimentos, la explotación desalmada de los obreros y los campesinos, la represión contra los trabajadores, la falta de viviendas dignas, el saqueo de los recursos y riquezas naturales y la degradación de los ecosistemas… obra del capitalismo deben ser resueltos desde la raíz cualquier solución de superficie, reformista, es insuficiente. Suena a engaño. Millones de personas en el mundo viven a estas horas los estragos de la barbarie. ¿Podemos pedirles que esperen?
El Reformismo es Camaleónico
El reformismo es camaleónico y se escurre por todas partes. Anda por el mundo sembrando confusiones y anda por el mundo poniendo en las mesas de su vaso vacío. Los reformismos, entre otras cosas, se hacen pasar por revolucionarios o se hacen pasar por «progresistas», su papel consiste en frenar todo avance y adueñárselo para negociar con él a favor de sus sectas. El reformismo siempre se interpone como «interprete» o «traductor» del «sentir» de los pueblos, se dedica a bloquear toda organización y movilizaciones que no logra controlar para sus fines de secta. Eso es parte de la expresión de uno de los enemigos más perversos de la clase trabajadora.
El reformismo, de no pocas elites, cuenta con empleados del gobierno, desarrolla ya tareas administrativas y organizacionales. Administran violencia a favor de los intereses y la acumulación de la propiedad privada. Se hacen pasar por «demócratas» pero se trata de elites de control para perpetuarse en el poder, de un partido, de una asamblea, de una organización social cualquiera… si ésta les reporta beneficios de algún tipo, claro. Esas élites reformistas son una de sus expresiones más odiosas del capitalismo, se reagrupan, como fuerza contrarrevolucionaria, entre las capas dirigentes para gozar de todos los bienes posibles, mientras los pueblos viven en la miseria y ven postergados sus urgencias. Si no son los trabajadores quienes asuman el control del Estado con un programa revolucionario y hacia la desaparición de las elites burocráticas, no sólo no se producirán los cambios necesarios sino que el reformismo se encargara de postergarlos hasta derrotarlos.
Desconfían de los pueblos, los creen incapaces de tomar las riendas de su vida, dicen que son atrasados y que aun, en los trabajadores, no hay «madurez» para la revolución. Ellos se abrogan el derecho de dictaminar cuándo llegará tal madurez y mientras inventan paliativos. Esconderán con saliva de genios los triunfos de los pueblos que, incluso contra esos intelectuales, han sabido dar pasos revolucionarios excepcionales. Para los reformistas nada es mejor que hacernos creer que la revolución son ellos y sus ideas «brillantes» del «cambio» ilusorio para que nada cambie en lo concreto, acompañados y bendecidos por la misma vieja burocracia, la corrupción inmaculada, los capitalistas intocables, los terratenientes haciendo de las suyas con los campesinos y el sabotaje de alimentos… la misma policía, los mismos jueces, los mismos lideres traidores.
La diferencia entre el reformismo burgués y la lucha por ciertas reformas coyunturales, impulsadas por los trabajadores, radica en que la clase trabajadora no sueña con dejar intocable al capitalismo. Quienes creen que el mundo se transforma sólo con reformas superficiales, de maquillaje, deben ser combatidos o corregidos de la manera más seria, ellos los reformistas, los que pregonan un «cambio» sin cambios de fondo, expresan la manera en que la burguesía engaña a los obreros, a los campesinos, a todos los trabajadores que no dejarán de ser esclavos asalariados por más «reformas» o «mejoras» que se inventen mientras subsista el dominio del capital.
Alan Woods desnuda tal pánico agazapado en la palabrería del reformismo, realiza una labor penetrante sin perder una sola oportunidad de denunciar. Toda «reforma» burguesa, además de efímera, es tarde o temprano una manera de engañar a los trabajadores. Borra con el codo lo que escribe con la mano. Terminan en la nada y suelen servir para contentar a los obreros sólo por un rato, para dividirlos, pelearlos entre sí y de esa manera garantizar la esclavitud asalariada de los trabajadores. Incluso en sus casos más sinceros el reformismo es un instrumento de la burguesía para corromper para sembrar impotencia, para hacer invisible a los trabajadores su fuerza verdadera para transformar al mundo desde sus raíces. La experiencia de todos los países demuestra que todo reformismo es tarde o temprano una burla a los pueblos. El ascenso de los obreros produce pánico en sus explotadores.
Este libro contiene, también, muchas referencias detalladas sobre la realidad actual de Venezuela y eso es de un valor inobjetable aunque hay que decir que mucho de lo que aquí se refiere al proceso revolucionario hacia el socialismo en Venezuela, y que esta amenazado permanentemente con intoxicaciones contrarrevolucionarias de todo tipo, vale también para muchos otros procesos que en estos momentos despiertan con energía -no sin amenazas- hacia una verdadera democracia socialista. Amenazados incluso desde adentro. Este libro de Alan Woods tiene la cualidad de aludir a un caso específico que refleja una totalidad ante la que es preciso elevar el nivel de la conciencia y elevar el nivel del debate.
El presidente Hugo Chávez declaró una guerra contra la burocracia que debe entenderse incluso contra el reformismo. Definió al burocratismo como «contra- revolución burocrática» capaz de derrotar a la revolución venezolana. Él sabe que el reformismo es una especie de colesterol de las instituciones. Que las instituciones gubernamentales deberían ser dirigidas por la clase obrera. El presidente ha dicho cosas como: «Burocracia y corrupción son la fórmula venenosa que se tiene por dentro»… «es la cuarta república y hay que dar una batalla a muerte porque eso puede acabar con lo mejor de los sueños revolucionarios». Pide el presidente al mundo entero, romper con la mentalidad burocrática, con una cultura de la dilación, el manoseo y la especulación con las necesidades de los pueblos. Pide erradicar una cultura del «sindicalerismo», los grupos que enquistados en el gobierno se han acostumbrado a vivir con privilegios; pide enfrentar el desvío de los recursos y el descorazonamiento de la sociedad victimada por burócratas indolentes, ineficientes y «cancerígenos». ¿Esta claro?
Es de importancia suprema solidarizar activamente con acciones directas tras declaratoria y convocatoria de guerra a la burocracia lanzada por el presidente Hugo Chávez. Se trata de una convocatoria que propone avanzar hasta la médula misma de una fórmula criminal que ha sido cáncer en las entrañas mismas de toda revolución. Se trata de una convocatoria cuya especificidad, relativa al gobierno venezolano, cobra resonancias extraordinarias si se mira la importancia de semejante guerra en el contexto latinoamericano y en el seno mismo de la cultura, hábitos y costumbres cotidianos de los pueblos. Ahora es necesario establecer los mecanismos, tácticas y estrategias concretas para semejante guerra cuya primera virtud es su separación de toda «moraleja», de todo moralismo, para inscribirse de inmediato como proceso socialista contra todo lo que empantana y traiciona la voluntad social sus necesidades, recursos y luchas.
Aquel que se infiltra en el gobierno para cuidar sus intereses personales o de secta, para frena el avance de la revolución que es la toma del poder en manos de los trabajadores, debe ser expulsado de inmediato. Eso es un clamor popular que se extiende cada día más. Si alguien pretende convertirse o se ha convertido en punta de una pirámide privilegiada y dominante, incapaz resolver las demandas de los pueblos, incapaz de generar trabajo productivo, que de dedica sólo dar ordenes selectivamente, a dar órdenes caprichosas e individualistas, que se dedica a favorecer a sus amigos o cómplices y se dedica a castigar a quienes no le son funcionales… gozando para su bienestar de los impuestos que el pueblo paga… si alguien ya se propuso dominar a las masas trabajadoras para que guarden silencio u obediencia a favor del poderío de una secta… si alguien ya se dedica a derrochar en gastos para sí y su familia, sus amigos y cómplices mientras se olvida y margina las urgencias de los obreros, campesinos, indígenas… si alguien -llámese como de llame- se hace cómplice del uso de las fuerzas represivas para salvaguardar las propiedades de las clases privilegiadas… si ese alguien se apropia de manera enmascarada del producto del trabajo ajeno… es preciso denunciarlo y combatirlo desde abajo, dirigir una guerra social contra todos él y todos ellos, contra esa clase burocrática, reformista, socialdemócrata… de disfrace de lo que se disfrace. Incluso si se disfraza de roja… rojita, en cualquier parte del mundo.
Con este libro Alan Woods se ha dado a la tarea científica de explicar detalladamente qué es, qué hace, cómo se infiltra el reformismo en las mejores luchas socialistas y cómo se le combate. Se trata de un libro necesario y urgente que ayudará, sin duda, a perfeccionar nuestras ideas para poner a salvo nuestras mejores luchas hacia el socialismo. Ayudará sin dudas a liberarnos de un parásito pertinaz y muy resistente que insiste en deformar nuestros mejores avances. No aceptemos las fórmulas mágicas de los gerentes del capitalismo porque no hay otra manera de que la revolución se torne irreversible más que expropiando a los terratenientes, banqueros y capitalistas, organizando las bases y métodos de la economía socialista planificada bajo control y administración democrática de la clase obrera.
Con este trabajo podemos, de verdad, aprender mucho. Abrazamos este libro con una bienvenida feliz gracias a su oportunidad, compromiso y valor como herramienta de lucha en plena Batalla de las Ideas y hacia el triunfo del socialismo. Se trata de una contribución rica en principios generales, rica en historia, rica en matices, rica en ideas… con humor y sencillez para nuestra labor de hoy que, entre otras cosas, exige una muy clara y decidida lucha para a derrotar al reformismo camaleónico. Combatirlo, palmo a palmo, incluso en todas sus, como dicen ellos, muy «novedosas» modalidades. Manos a la obra.