«No se trata de reformar la propiedad privada, sino de abolirla; no se trata de paliar los antagonismos de clase, sino de abolir las clases; no se trata de mejorar la sociedad existente; sino de establecer una nueva» Karl Marx I. La crisis mundial El mundo se encuentra al borde del colapso, nos encontramos en […]
Karl Marx
I. La crisis mundial
El mundo se encuentra al borde del colapso, nos encontramos en medio de una nueva crisis mundial; un escenario en el que las profundas crisis estructurales del capitalismo abren en la historia un tiempo de definiciones.
En medio de un escenario bélico mundial (originado por la disputa entre las grandes potencias hegemónicas por el saqueo de territorios y sus recursos naturales) el planeta se encuentra en un momento crítico que se origina desde la crisis económica mundial del 2008, y que hunde sus raíces en profundas contradicciones que se arrastran desde la caída del dólar en 1966.
La llegada del neoliberalismo trae consigo el agotamiento del discurso capitalista; el acumulado insurreccional de los pueblos y los grandes procesos revolucionarios del siglo XX han puesto en entredicho el papel hegemónico de los estados unidos como centro capitalista, hoy, la crisis del capital cobra un papel desenmascarado, un escenario de guerra abierta en el que la clase trabajadora mundial, y las clases subalternas, cobramos un papel secundario y prescindible para los procesos de acumulación originaria.
Esta disputa y pérdida de legitimidad ética de los Estados Unidos de Norteamérica , propició desde finales del siglo XX un escenario de ascenso de grandes sectores populares y de luchas abiertas en la construcción y disputa por el poder, particularmente en Latinoamérica, el ascenso entrado el siglo XXI de gobiernos progresistas y revolucionarios que cuestionan el modelo neoliberal, y en algunos casos, pugnan por la construcción del socialismo, ha modificado el tablero geopolítico mundial, trazando las coordenadas de una alternativa viable y capaz de frenar la barbarie neoliberal.
Sin embargo, la profundización de la crisis y el reordenamiento del capital ha construido a la par, una política de rearticulación y reacomodo, en el que el ascenso del fascismo y la ultra derecha ha recuperado, por medio de la imposición, el control de algunos puntos estratégicos en Latinoamérica.
El golpe a Dilma en Brasil, la caída del Kichernismo en Argentina, el control del poder legislativo en Venezuela, la negación del referendo a Evo Morales en Bolivia, la primavera simulada en Guatemala y la imposición de gobiernos abiertamente neoliberales en México, Colombia, Perú y El Salvador, todos, financiados y controlados por La Casa Blanca, han situado un panorama histórico parecido al de la Operación Cóndor en los 70’s.
La firma del TPP y el TTIP es el claro ejemplo de cómo los E.U.A. buscan recuperar el control territorial en América Latina, y a final de cuentas, consolidar un bloque económico en la región, aliado con la Unión Europea y algunos países de Oriente, capaz de hacerle frente al notable crecimiento de potencias como Rusia y China.
La crisis económica mundial ha desatado un periodo de inestabilidad política y social, que encuentra un mayor auge en los países económicamente dependientes; basta con observar las recientes movilizaciones en Guatemala en contra de la privatización del agua, los procesos organizativos en Brasil en contra de las privatización de los servicios públicos y la defensa de la tierra, las movilizaciones estudiantiles y magisteriales en Chile, y las recientes movilizaciones, abanderadas por la CNTE en nuestro país, pero que agrupan a múltiples sectores populares en contra de la imposición de la reforma educativa.
Inclusive, algunos proyectos Constituyentes formulados desde los movimientos sociales cobran fuerza como una apuesta política viable para dar salida a la crisis degenerativa que hoy padece el mundo.
Aunado a esto, el decrecimiento del poder adquisitivo de la clase trabajadora, y la imposición de megaproyectos alimentan un clima de desesperación en el que nuestra sobrevivencia necesariamente tiene que plantear una alternativa popular que frene y rompa el proceso de despojo y acumulación que el capitalismo impone.
II. México, al borde del colapso
Las crisis políticas del régimen que se vienen gestando desde 1988, son producto de un acumulado histórico y un asunto pendiente que es epicentro de la lucha de clases en el país, esto es: la disputa por la conducción de la nación.
La historia reciente de nuestro país nos muestra que la victoria de los sectores empresariales que impulsan el modelo de desarrollo neoliberal en el país ha sido una victoria manchada de sangre.
Desde la imposición de Carlos Salinas de Gortari en 1988, la nación mexicana entró abiertamente en una nueva fase de desestabilización y destrucción de los pocos elementos residuales provenientes de la Revolución de 1910.
La instauración de un Derecho neoliberal ha promovido una nueva legalidad encaminada a legitimar el saqueo de nuestras fuerzas productivas en manos de capitales transnacionales, legalidad que se sobrepone a los intereses vitales de las clases populares, se legaliza el despojo, el saqueo de territorios, la precarización de la sobrevivencia, legalidad sin retorno, que se encamina directamente a un estallido monumental.
Bajo este contexto de no retorno y de profundización de la crisis social, política, económica y cultural, la lucha antimperialista y por la liberación nacional entra en una nueva coyuntura en el que la crisis de gobernabilidad y de sostenimiento del modelo económico entran en contradicción y abren la posibilidad de una transformación radical.
Sin embargo, hay también una falta de claridad sobre cuál es la vía que permitirá en verdad el ascenso de un gobierno de las clases populares.
El conflicto radica pues en la formulación de una propuesta que realmente cuestione las bases del modelo de desarrollo neoliberal y ponga al centro del debate un nuevo proyecto de nación que integre los elementos complejos que articulan la forma comunidad de nuestros pueblos (que no sólo son de puro carácter económico/formal, sino de una rica mezcla entre cosmovisión y re entendimiento del ser humano) y posibilite, de una vez por todas, la superación y supresión de las relaciones capitalistas de producción.
El problema entonces se centra en la recuperación de la nación (entendiendo a esta como una fuerza productiva) por parte de las clases populares, no sólo en el aparato de dirección, sino desde el fortalecimiento de un sujeto social capaz de conducir y producir su propia humanidad, es decir tanto los elementos materiales y espirituales que nos constituyen.
Esto, desde la nación mexicana, sólo puede provenir de rebelarse a partir de lo que somos ¿y qué somos? Somos un pueblo negado desde hace más de 500 años, que ha generado un acumulado histórico de necesidad de liberación que viene manifestándose en distintos momentos de nuestra historia, la Revolución de Independencia en 1810, las Guerras de Reforma en 1857 y la Revolución Mexicana de 1910, son claros ejemplos de esto, sin embargo, el aplastamiento y encauzamiento de la voluntad nacional por grupos criollos y burgueses nos muestran que la insurrección popular y la formulación de un nuevo proyecto de nación dirigido por las clases nacionales es aún un asunto pendiente en nuestra historia. Para enfrentar la crisis del estado nación y los problemas del pueblo mexicano se precisa una transformación radical de la política, la economía y la cultura, la construcción de una nueva mayoría que sea capaz de conducir a la nación hacia su liberación total y que parta de grandes procesos de democracia popular.
Provenimos de una serie de procesos de insurrección popular en el que nosotras y nosotros históricamente hemos sido traicionadas y traicionados por grupos criollos y burgueses; hoy es tiempo de replantear la disputa por la nación desde un proyecto integral que nos afirme como sujetos históricos y que detenga los procesos de despojo y sometimiento. Ante esto, la lucha por la nación es también una lucha por nuestra identidad y nuestra historia, por la recuperación de nuestros símbolos y tradiciones que se nos han arrebatado y se nos han falseado.
No es una lucha de partidos políticos, ni de intereses mezquinos de protagonismo o «vanguardismo», es una lucha que tiene y debe ser abanderada por los grandes sectores oprimidos de nuestra nación, es una lucha de las y los oprimidos contra el capital y que pugna por la construcción del socialismo y la liberación total de la humanidad.
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