Una operación de tejido fino entre la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y la Secretaría de Gobernación permitió que este domingo la megamarcha en contra de la permanencia de la Policía Federal Preventiva (PFP) y por la salida de Ulises Ruiz Ortiz cumpliera su objetivo de iniciar y terminar de manera pacífica […]
Una operación de tejido fino entre la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y la Secretaría de Gobernación permitió que este domingo la megamarcha en contra de la permanencia de la Policía Federal Preventiva (PFP) y por la salida de Ulises Ruiz Ortiz cumpliera su objetivo de iniciar y terminar de manera pacífica y llegar al corazón político de esta capital sin confrontarse con las fuerzas federales.
Sin embargo, al amanecer de este domingo -una semana después de la incursión policiaca en las calles oaxaqueñas-, el entorno adelantaba una jornada turbia: los universitarios que resguardan la estación de radio despertaron con un tiroteo desde afuera del campus, que dejó herido a uno de sus compañeros, y la PFP tomó precauciones extremas: instaló barricadas de alambre de púas y se valió hasta de contenedores de basura para cubrirse, en espera de una eventual agresión durante la megamarcha.
La precaución policiaca avivó la zozobra, sobre todo porque en el zócalo incrementó sus movimientos con el equipo antimotines, e inclusive se prepararon los elementos de las Fuerzas de Reacción y Alerta Inmediata, que se pertrecharon con bombas de gases lacrimógenos y máscaras antigas. Hubo, sí, algunos roces en la esquina de Alcalá y Morelos, y lo más extremo fueron dos policías, trepados en una azotea, que se dedicaron a disparar canicas con una resortera a los manifestantes calle abajo.
En los mercados la asistencia de consumidores era baja, y no había otro tema de discusión: cómo terminaría la marcha, luego del enfrentamiento del jueves en las inmediaciones de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO).
Pero, como habían anticipado los dirigentes, la convocatoria a una marcha para repudiar la incursión policiaca e insistir en la caída de Ruiz Ortiz hizo eco en decenas de miles de oaxaqueños, inclusive en los de la Sierra de Juárez, que mandataron a sus autoridades a converger en la caminata.
La cita había sido a las diez de la mañana, y a esa hora apenas se atisbaban unos pocos contingentes. No obstante, al salir del monumento a Juárez, en el cruce de Viguera con la carretera a México -a 5 kilómetros de la capital-, la columna que se formó parecía interminable. Era prácticamente imposible hacer un cálculo del número, aunque cuando la cabeza de la marcha llegó a Pueblo Nuevo, distante 2 kilómetros del monumento, la retaguardia del contingente apenas salía del punto de partida.
En Santa Rosa se unió el ex dirigente magisterial Erangelio Mendoza, quien salió de la cárcel como parte de la negociación con la sección 22 del SNTE, y fue recibido con una ovación. Las hermanas María Elena y Viviana, quienes habían llegado con sus padres al tianguis de autos en Brenamiel, que se reinstala por primera vez en dos meses, se acercaron a ver pasar el contingente, donde identificaron a sus maestros. Una de ellas, sin más, soltó: »El gobernador Ulises debe irse para que no sigan echando bombas a los maestros».
Y como el ingenio popular no tiene límite, el dueño de un cocker le colgó un cartón en el que se leía: »¡Protesto! No soy hermano de Ulises».
Para donde se viera, la columna parecía no tener fin. »¡Son un madral!», exclamó un vecino de la calle Manuel Sabino Crespo, después de cansarse de ver pasar y pasar gente. Aun así, por la tarde el gobierno del estado aseguró que la cifra era de »¡7 mil 500 personas!», pero los ojos de la PFP vieron unos poquitos menos: »6 mil 900».
Y vaya qué ojos. Una fuente del gobierno estatal aseguró que el cálculo fue obtenido por un matemático y un jefe policiaco »que sabe de esas cosas».
Para evitar cualquier confrontación, la APPO puso sus propias medidas de seguridad y evitó que los manifestantes pasaran cerca de los elementos de la PFP. Los seguidores de la Asamblea Popular marcharon a dos calles de distancia de los uniformados.
Como esta caminata tenía sus propios simbolismos en contra de la represión, al entrar al centro histórico avanzó por la calle Morelos, pero dio la vuelta en Díaz Ordaz, para no acercarse ni un poquito a las vallas de la Federal Preventiva, y enfilar rumbo a Santo Domingo. Arriba, insistente, sobrevolaba el avión espía traído a tierras zapotecas por el gobierno de Vicente Fox.
El aforo de Santo Domingo no fue suficiente para concentrar a esas miles de conciencias, y muchos se desviaron por Alcalá para acercarse aunque fuera tantito a »las fuerzas represoras» y reírse de sus barricadas de púas, algunas tan endebles como los palos de escoba con que se levantaron. En plena mañana, un automovilista desaceleró para gritarles: »¡Cobardes!», mientras unos policías se herían con los filos. De entre las filas, un federal no se resistió y le devolvió el grito con una mentada de madre.
»¿No que venían a darnos la gloria? ¿Esta es la gloria?», les gritaron desde el contingente que no quiso esperar en Santo Domingo y se apersonó en las otras barricadas, las de la policía. Así que otra voz les lanzó un reclamo que es ya usual: »¿No que venían a quitar las barricadas? ¡No! Vinieron a aprender cómo hacerlas. Ahora estamos peor».
Algunas de las provocaciones se rompieron en ese ambiente. No faltó el que llamara a »romperse la madre cuerpo a cuerpo» con la policía. Nada, no prendía nada hasta que, en García Vigil, dos sujetos -uno en bicicleta, que había insistido en subir de tono la protesta- comenzaron a arrojar piedras a los uniformados. Su acción fue secundada por un grupo con el rostro cubierto que se hacían pasar por anarquistas. »Parecían chilangos», dijeron algunos.
Sin más, ésa fue una señal para que desde la azotea del Palacio de las Gemas dos elementos de la PFP armados con resorteras lanzaran canicas contra los manifestantes. Nada letal, pero sí hiriente. Total, que la comisión de seguridad de la APPO funcionó para evitar, como en las luchas, alguna rudeza innecesaria.
Finalmente, los reporteros, fotógrafos y camarógrafos ya no salen a estos actos sin chalecos antibalas, máscaras contra gases y cascos de minero, de motociclista, para ciclismo, montañismo y hasta para andar en patineta.