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La migración mexicana no cesa, sólo se transforma

Fuentes: Rebelión

La historia de las migraciones es la historia de la humanidad. La invasión europea de Anáhuac no fue otra cosa que una enorme migración. La presencia árabe en el mediodía español que se extendió por ocho siglos fue una de las mayores migraciones humanas.

Hoy mismo en Europa coexiste la población originaria con una presencia permanente y creciente de migrantes de origen africano. Y en la llamada Europa occidental crece cada día el número de migrantes provenientes del  este de pasado socialista.

En México es grande y creciente la población estadounidense aquí avecindada. En general, se trata de jubilados, pensionados y otros rentistas. El buen clima favorece y estimula esa corriente migratoria. Y también por supuesto el mayor rendimiento de los ingresos del rentista. Esas rentas rinden más acá que en su lugar de origen.

Pero, como siempre, en general la vida del migrante es dura y muchas veces dolorosa. Hay que adaptarse. A la tierra que fueres, haz lo que vieres, reza el proverbio. 

La juventud ayuda a sobrellevar la rispidez de la vida del migrante. Emigrar a los veinte años no es lo mismo que hacerlo a los cuarenta o sesenta. También el sexo hace diferencias. Para la mujer, con hijos o sin ellos, suele ser más difícil. Y sin que importen demasiado las razones que empujan a la migración y las dificultades que haya que enfrentar, ésta no para. O como diría Lavoisier respecto de la materia, la migración no cesa, sólo se transforma.

Y hoy la migración mexicana a Estados Unidos vive una etapa de hondas transformaciones. Ya no es una migración básicamente masculina que va y viene. Ahora ya no se va y regresa. Y el componente femenino e infantil es mayor.

También ahora es más grande y notoria la mal querencia nativa hacia los fuereños. Y ya no es rasgo distintivo de esa mal querencia el color de la piel. Se repudia por igual a morenos y amarillos que a caucásicos.

El idioma hace su parte. No es fácil aprender y menos dominar la lengua nueva. Y esto dificulta todo. Y acrecienta el rechazo hacia el forastero. Y abona la marginalidad de éste.

Ciertamente, hay unas épocas más difíciles que otras. Y ahora mismo la migración mexicana hacia Estados Unidos vive una de sus etapas más dolorosas.

La extrema derecha, siempre presente, se ha adueñado absolutamente de los hilos del poder. Y con ellos está tejiendo las redes de repudio y persecución que hacen más dolorosa e insoportable la vida del migrante. Y, sin embargo, la población mexicana sigue migrando.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.