I La única escisión eperrista reconocida oficialmente, el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), ha sido la única en diez años que ha sido descabezada. Ahora por segunda vez. Este hecho, aparte de la relevancia que guarda para estas cuestiones, encierra en sí mismo una aparente paradoja: la muerte del «Ramiro» sucedió casi al mismo […]
I
La única escisión eperrista reconocida oficialmente, el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), ha sido la única en diez años que ha sido descabezada. Ahora por segunda vez.
Este hecho, aparte de la relevancia que guarda para estas cuestiones, encierra en sí mismo una aparente paradoja: la muerte del «Ramiro» sucedió casi al mismo tiempo que la liberación de los dos dirigentes históricos de la organización, Jacobo Silva Nogales y Gloria Arena Agis.
La ausencia de pronunciamiento del grupo armado le otorga un grado mayor de incertidumbre a lo sucedido, donde organizaciones sociales guerrerenses ponen en duda la veracidad de lo publicado. En este aspecto, y ante la abundancia de conjeturas y versiones, conocer su texto será fundamental.
Para que exista un nexo entre una y otra cuestión debe considerarse una maniobra de doble sentido: un mensaje para los recientemente liberados y con un contenido donde se pretende establecer como único móvil el ajusticiamiento intestino.
Por un lado, debido a que ambos (Jacobo y Gloria) pueden conformarse como referentes opositores en torno a la Otra Campaña y con la consecuente articulación de un discurso radical a las puertas del 2010. A la vez, limitar el margen de maniobra para establecer alianzas con organizaciones políticas y sociales.
Y por otro, vaciar de contenido cualquier cuestionamiento que provenga de la guerrilla y sus líderes -reducir accionar e ideario guerrillero a cuestiones de vínculos familiares y/o delincuenciales- omitiéndole cualquier sustento político-social a su existencia. (Reconocerlo implicaría otorgarle razón de ser.)
Pero también pueden encontrarse, al menos, otros dos elementos a considerar: la zona donde registra actividad el ERPI está signada por violencias entrecruzadas de distintos signos e intereses, la presencia del Ejército y paramilitares; por tanto, la caída de Ramiro revela una nueva falla de seguridad interna de la organización.
Y la otra es una razón dirigida directamente a los grupos guerrilleros. En esta «guerra» no hay prisioneros sino desaparecidos y/o muertos.
II
Con el asesinato parece confirmarse la tendencia que, a diferencia de los años inmediatamente anteriores, los golpes asestados contra la guerrilla y que se han hecho públicos -y corroborados por las partes- acaban en desapariciones (Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez) o muerte (Omar Guerrero Solís).
Aparte de lo que implica para un grupo clandestino la caída de algunos de sus miembros y más aún cuando se trata de la dirección o puestos de relevancia, ello les resta iniciativa política ya que en adelante estarán a obligados a manifestarse acerca de lo ocurrido y no sobre sus objetivos.
El reciente texto del ERPI confirma esta cuestión: debió explayarse sobre las circunstancias en que se produjo la muerte antes que desarrollar el planteamiento político que sustentan. Muy distinto es, por ejemplo, el sentido que tuvieron las entrevistas brindadas este año respecto al último comunicado.
De igual forma ocurrió con el EPR cuando se produjo la desaparición de sus miembros y con el desarrollo de la Comisión de Mediación; sin embargo, ello forma parte de las circunstancias a las que una organización de estas características enfrenta; de hecho, la dialéctica ofensiva/defensiva política está comprendida dentro de su desarrollo.
En este caso puntual, no obstante, se ponen de manifiesto problemas de seguridad que primero alcanzaron a la dirección nacional en 1999 y ahora con la muerte de su más conocido dirigente; con el agravante que «Ramiro» era buscado desde la fuga de la cárcel y que desde enero de 2007 persiste el anuncio público que la presencia del Ejército en la entidad también alcanzaría para el combate grupos subversivos (El Sur, 14 1 2007).
Según el ERPI el asesinato ocurre en un contexto «contrainsurgente» (una de sus facetas es el vínculo guerrilla-narco) largamente anunciado y aún así protagonizó una mayor exposición que el resto de las organizaciones. Quedan, igualmente, muchas otras interrogantes por resolver.
III
Su asesinato ha revelado que el ERPI constituye un problema para el narco y los paramilitares de la región. La organización, aparte de localizada, parece tener arraigo en el lugar y a raíz de ello se ha vuelto difícil de expulsar. Esas razones decidieron la muerte de su líder.
Sobre su muerte resta mucho por aclararse; sin embargo pueden dilucidarse algunos de sus elementos. «Ramiro» habría sido víctima de una emboscada por una traición. La diferencia no es menor pues no se trató de un enfrentamiento con el enemigo sino de una decisión que provino desde sus propias filas.
La comisión que cumplía según el comunicado de la organización lo llevó a enfrentarse con Alvarado Palacios y siete personas más «sin el despliegue defensivo acostumbrado». Pero no queda claro cuál comisión cumplía el líder de una organización clandestina armada sin ese «despliegue», en una coyuntura de recrudecimiento de la contrainsurgencia y el paramilitarismo, tal como lo han repetido los erpistas.
Un dato más cabe agregar al respecto: el cuerpo descompuesto del guerrillero, cuya fotografía publicó un periódico local, lo muestra con una chamarra militar, paliacate rojo en el cuello y su cara descubierta. Y otra arista de la misma circunstancia refiere a que su cuerpo no presenta señales de ensañamiento. No es una muerte más sino que se trata de «Ramiro», donde lo más valioso es su identidad. No se trata de una obscena exhibición de muerte sino que esta es «su» muerte. Ese es el mensaje político.
El ERPI ha sido quien con mayor profundidad abordó públicamente la cuestión del narco y el paramilitarismo en el lugar. Sus referencias a estos fenómenos muestran un conocimiento de primera mano: sus expresiones parecen provenir, más bien, de la experiencia de lo cotidiano.
Esa misma claridad deberá nutrir las respuestas políticas y definiciones ideológicas que produzca para dilucidar todo lo ocurrido en torno al asesinato de su líder.
IV
Uno de los elementos constituyentes de la «campaña contrainsurgente» es la simbiosis deslegitimadora guerrilla-narco-delincuencia. Uno de los grupos más cuestionados es el ERPI pues está asentado en una zona donde el dominio del narco es evidente y además porque no quedan suficientemente aclaradas las formas de financiación de los grupos clandestinos armados revolucionarios.
Quizá la investigación y esclarecimiento de las circunstancias y razones que acabaron con el asesinato de su líder resulte la ocasión propicia para que inicie algún proceso de reconsideración en la política comunicativa de la guerrilla, por lo menos en cuanto a lo que refiere a estas cuestiones. Al fin y al cabo, «sólo la verdad es revolucionaria».
En el desarrollo de esta «campaña contrainsurgente» los medios masivos de comunicación ocupan un espacio fundamental. En este ámbito, la guerrilla también se encuentra en una situación asimétrica y desfavorable de fuerzas. Por lo tanto, las palabras y comunicados no alcanzarán para revertir esta coyuntura al menos en lo que refiere a esta instancia mediática-informativa. De hecho, al propio Lucio lo llamaron «delincuente», «robavacas» y «ratero» y mucho más pero jamás insurgente.
Para el caso, el gobernador Zeferino Torreblanca caracterizó a «Ramiro» como un delincuente, un mero «transgresor de la ley»; sin embargo, el pueblo continuará siendo soberano para fincar el lugar de sus referentes y líderes, y a quienes acabe reconociendo como tales. En este contexto, los textos producidos por el ERPI y otras organizaciones enfrentarán una disyuntiva: por un lado el recordatorio necrológico, por otro el posicionamiento testimonial acostumbrado o, en cambio, la reivindicación acabada que sirva para establecer, a futuro, una forma distinta de convertir en presente y validar la memoria histórica en los albores del 2010 (como mínimo en lo que refiere a su valoración «simbólica-revolucionaria»).
Golpe y contragolpe es la forma acostumbrada que se recurre desde la clandestinidad para responder desde un posicionamiento defensivo y transformarlo en iniciativa. Un próximo comunicado de esta organización develará un salto cualitativo o una continuidad hacia un final incierto.
Investigador del Centro de Documentación de los Movimientos Armados