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Inundaciones en Argentina

La necesidad de cambiar el modelo productivo

Fuentes: Rebelión

A las preocupaciones habituales de los argntinos sobe inflación, empleo, seguridad, se agregaron este verano los temas de las lluvias, las inundaciones y sus efectos. Pero… ¿de qué se habla, cuando se habla de lluvias e inundaciones? Hay una cuota de cinismo en los principales comunicadores cuando se refieren a estos temas. Es cierto que […]

A las preocupaciones habituales de los argntinos sobe inflación, empleo, seguridad, se agregaron este verano los temas de las lluvias, las inundaciones y sus efectos. Pero… ¿de qué se habla, cuando se habla de lluvias e inundaciones? Hay una cuota de cinismo en los principales comunicadores cuando se refieren a estos temas.

Es cierto que todo lo vinculado a la inflación, los temores sobre el empleo, las cuestiones de seguridad, forman parte de los problemas cotidianos que agobian a la mayoría de las personas «comunes» que transitan por nuestro territorio y padecen las dificultades de la sobrevivencia diaria.

Sin embargo, en estos días, los temas climáticos con su avalancha de malas noticias (particularmente las incesantes lluvias e inundaciones) ocupan un lugar importante en las charlas familiares.

Es un momento oportuno para meternos un poco más en esos fenómenos climáticos; algunas de sus consecuencias o efectos; el porqué son cada vez más intensos y recurrentes; el motivo por el cual se relativiza o niega la responsabilidad humana en los mismos, las relaciones entre el modelo económico y estos fenómenos de la naturaleza.

También preguntarnos, ¿cómo cambiar? y las razones por las cuales es difícil modificar esta realidad y crear nuevas condiciones que contribuyan a que estas situaciones disminuyan o sus efectos no sean tan graves.

Variaciones climatológicas: hoy inundaciones

La lluvia no cesa, algunos especialistas lo atribuyen al «Fenómeno del Niño». En algunos casos, el volumen del agua caída -en un mes- equivale al total anual, la acumulación del agua y su lenta absorción hacen subir las napas y favorecen estas inundaciones. En lo inmediato, los pronósticos aventuran que, desde ahora y hasta fines de enero, tendremos tiempos mejores.

Los comunicadores que tienen espacios en la gran prensa porteña, ésa que dice que «informa» a todo el país, hablan de una «tragedia de la naturaleza», sería algo así como algo que está fuera del control y la responsabilidad humana. Ya veremos cuánto tiene de cierto o mentiroso esa afirmación.

Ahora veamos algunos datos de los efectos del actual fenómeno en las provincias argentinas del norte. La situación es particularmente grave en Chaco, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y Santiago del Estero. Con menor incidencia en Tucumán, Salta y Córdoba.

Los muertos suman 4, los evacuados o autoevacuados rondan las 5 mil familias, cerca de 3 mil personas solamente en 15 localidades chaqueñas. Las pérdidas globales se pueden estimar en unos 2,2 mil millones de dólares. Dentro del área mencionada fueron afectados varios millones de hectáreas de tierras, solo en Santa Fe denuncian unos 3 millones. Entre los efectos específicos tenemos el caso de algunos cultivos: al girasol, en el área con dificultades, aún le falta cosechar el 60%; el maíz, en la misma zona, tiene pendiente de sembrar un 40%; en cuanto a la soja hay 13,8% del sembradío bajo agua.

Recordemos que -hace un año atrás- ésta y otras zonas también fueron afectadas por otro fenómeno «natural», aquello fue una fuerte sequía.

Cambio climático: ¿es un inexorable fenómeno natural?

El calentamiento global, como un efecto del cambio climático, está influyendo en las variaciones del clima. Por eso no debe extrañar que una significativa sequía sea sucedida por una intensa lluvia.

Estas inundaciones son un producto de ese fenómeno. Sus consecuencias negativas son aumentadas por actividades humanas, que ya se mencionarán.

Es conocido el debate mundial en torno a este tema. Son 195 los países que han firmado el Acuerdo de París (año 2015) por el cual se comprometen a reducir las emanaciones de «gas de invernadero» para evitar que el calentamiento global siga creciendo por encima de ciertos límites.

Hasta hace poco tiempo, la inmensa mayoría de la dirigencia acordaba en esta necesidad y así nació la citada responsabilidad estatal, que se aprobó con amplio acuerdo y baja efectividad. Los intereses económicos influían sobre los Estados para ir demorando aquellas disposiciones, que mermaban sus ganancias.

Ahora hay una novedad, con los triunfos de Donald Trump y Jair Bolsonaro viene una corriente mundial que no acuerda con ese Tratado o lo hace con mucha reticencia. EE.UU y Brasil están cuestionando el Acuerdo de París y su futuro es incierto. A este paso puede correr la misma suerte el futuro de la humanidad.

Los responsables son muchos, pero no todos son iguales

Como en todos los casos la principal responsabilidad descansa en políticos y gobiernos, por acción u omisión. No hacen lo que deben, por ignorancia o conveniencia. Generalmente sus propios intereses o de aquellos que los apoyan son los que se benefician con esa situación.

En esta dirección, la principal actividad depredadora de los humanos es la deforestación. La destrucción de bosques es tres veces más nociva para el calentamiento global que los combustibles fósiles (hidrocarburos), tan justamente cuestionados.

En este sentido nuestra región es un modelo (pésimo modelo) de lo que está pasando y el futuro pinta mucho peor. Con el conformismo de un satisfecho, la impotencia de un inútil o el cinismo de un oportunista, el Presidente nos acaba de avisar, cuando sobrevolaba la zona inundada: » Tendremos que acostumbrarnos a que esto (las inundaciones) va a pasar en distintas zonas, en distintos lugares del país».

Luego erra sobre las causas y la solución cuando dice: «nuestra infraestructura no alcanza para contener estas situaciones, en la que las lluvias son siempre superiores a todo lo conocido, como el año pasado lo fue la sequía». Estos fenómenos no son un «desastre natural» ni empiezan cuando aparecen, ellos son el último eslabón de una larga construcción social cuyo eje es el modelo económico que se aplica.

Mientras no se modifique este «modelo», que pone el centro en las ganancias de los individuos y sus empresas y no en el buen vivir de las personas y la comunidad, estos hechos se van a seguir repitiendo. La existencia y utilidad de las mentadas «obras de infraestructura» de la que habla el Presidente, son la derivación del modelo aplicado.

La deforestación en el centro del debate

En una reciente investigación del INTA, expuesta en un video documental, se dice que «el árbol es una bomba extractora de agua». Cuando el árbol no está la «bomba extractora» deja de funcionar y la napa comienza a subir. Al llover mucho el suelo ya no absorbe el agua y la inundación es el efecto. Según el mismo INTA, la región más afectada por la última inundación es la conocida como «chaqueña».

En esa zona el bosque absorbe hasta unos 300 milímetros de agua de lluvia; los campos destinados a pasturas para animales absorben 3 veces menos que el bosque y los campos sojeros lo hacen 10 veces menos. Los datos más recientes indican que en los últimos 35 años se han deforestado unos 12 millones de hectáreas de bosque nativo, a razón de algo más de 300 mil hectáreas por año.

Todo ello no obstante haberse aprobado en el 2007 la Ley 26.331 de protección de los montes nativos. Fue larga y difícil su aprobación y más aún su reglamentación. Esa norma dejó en manos de las Provincias la responsabilidad de su aplicación. En el mismo período explotó el cultivo de la soja, el hada mágica de la economía argentina. Ella ocupa cerca de 19 millones de hectáreas, el 60% de nuestra tierra cultivada. Salta y Chaco, dos de las provincias afectadas por esta inundación están a la cabeza de la deforestación.

En el caso de Salta se avanzó, incluso contra las normas legales, a través de los «permisos de rezonificación» otorgados a los amigos del poder de los Urtubey, de la familia del Jefe de Gabinete, Marcos Peña Braun y de la Coca Cola.

En Chaco la víctima fue la zona boscosa conocida como el Impenetrable, asentamiento de poblaciones indígenas que hoy mueren lentamente al habérseles destruido el hábitat donde residían y del cual vivían. La depredación chaqueña, por fuera de la ley, rondaría un 45% del total deforestado.

Algunas estimaciones evalúan que por cada 70 mil hectáreas deforestadas hay un desplazamiento de 400 personas. Si tenemos presente esa cifra, el total de población desplazada por la deforestación -en estos últimos 35 años- es de unas 200 mil personas, en su mayoría indígenas y campesinos pobres.

El modelo productivo argentino, pensado hacia afuera, forma parte del extractivismo que nos han impuesto. En él se saquea la riqueza -en beneficio de las trasnacionales y unos pocos socios locales- y queda la miseria, para los sectores populares.

Su aplicación ha sido promovida y exaltada -sin vergüenza- por los diferentes gobiernos de todos estos largos años. Esa es la causa que está en la raíz de estas inundaciones. Aunque de ello no hablen nuestra cultura urbana y los medios de prensa más poderosos.

Tampoco lo hacen aquellos sectores -muchas veces, políticamente progresistas- que siguen atados a esa idea y la defensa de esa forma productiva y este modelo, aunque afecten y destruyan la naturaleza y terminen perjudicando la vida humana. Esos pensamientos forman parte de una cultura que coloca el eje en la perspectiva de un progreso y desarrollo que imaginan infinitos.

Juan Guahán. Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.