El poder autoritario sabe aprender de las enseñanzas de la historia. Estudiarla y conocerla es por ello una materia obligada para quienes, dentro de esa estructura de poder, dentro de esas élites gobernantes, habrán de heredar la maquinaria que construyeron sus predecesores. Y por esa misma razón, aquellos que se oponen a la existencia de […]
El poder autoritario sabe aprender de las enseñanzas de la historia. Estudiarla y conocerla es por ello una materia obligada para quienes, dentro de esa estructura de poder, dentro de esas élites gobernantes, habrán de heredar la maquinaria que construyeron sus predecesores. Y por esa misma razón, aquellos que se oponen a la existencia de un poder de élites también deben estudiar la historia.
Los primeros deben estudiarla para saber cómo engañar; los segundos, para saber cómo no ser engañados.
Una de esas enseñanzas de la historia es que cuando la gente se asusta suele recurrir al poder, a cobijarse bajo su ala para sentirse segura. Entonces está «ablandada» y en tales condiciones suele ser más «comprensiva», más «tolerante» respecto a ciertas medidas emanadas del poder que representan atentados contra sus derechos más elementales. Lo sucedido en Estados Unidos después de los atentados del World Trade Center es una más entre las muchas pruebas al respecto. Históricamente se trata de una nación cuyo pueblo pasa de un temor a otro, gracias a que la maquinaria de propaganda se ha dedicado durante mucho tiempo a fabricar enemigos como el comunismo, el narcotráfico y el terrorismo, por citar sólo los de la época reciente. Cada uno de estos miedos ha llevado a la sociedad estadounidense a permitir a su gobierno invadir países e incluso realizar represiones internas…todo con tal de sentirse protegidos.
En resumen, se trata de asustar a la gente para «ablandarla». Se le fabrica, se le inventa una necesidad… y luego se le ofrece eso que supuestamente necesita…a cambio de que renuncie a cosas elementales para ella. Cuanto la gente se dice para sí, consciente o inconscientemente, algo como «ni modo…lo necesitamos», la propaganda habrá logrado su objetivo.
En México, con el ascenso del derechista y oscuro Partido Acción Nacional, se ha intensificado (porque esto viene de tiempo atrás) esta maniobra de amedrentar a la sociedad. No es coincidencia que, precisamente en tiempos inmediatos anteriores al anuncio de la Iniciativa Mérida (una imitación relajada -por ahora- del Plan Colombia), los medios empezaran a hablar cada vez más intensamente de cosas que siempre habían estado presentes, pero de las cuales se informaba menos: ejecuciones, tiroteos, asesinatos de funcionarios y secuestros. En entidades como Sinaloa los asesinatos son cosa cotidiana desde hace años. Personas que han vivido ahí me han comentado que se trata de una sociedad llena de miedo, donde todo mundo sabe que «el de la esquina» es narcotraficante; donde la gente a veces debe mudarse tras haber recibido amenazas de muerte; pero donde nadie dice nada. El temor es cosa cotidiana desde hace años. ¿Acaso el poder político no podía saber lo que toda la gente sabe?
Sin embargo, nada de eso se había documentado por los medios, porque antes no era conveniente hacerlo…porque entonces el discurso oficial era el mito de la paz social.
A ello se agregan a veces razones particulares. Desde que el Partido de la Revolución Democrática gobierna la capital del país -el Distrito Federal-, los medios se lanzaron a una campaña que ya lleva años para presentarlo como el paraíso de la violencia y la inseguridad, ocultando que en lugares como Sinaloa el índice de violencia es mucho mayor. El asesinato hace varios años del conductor de televisión Francisco Stanley por parte del crimen organizado -a saber qué nexos tendría ahí- fue convertido por su empresa, TV Azteca, en un escándalo y una «prueba» de la inseguridad del Distrito Federal, ocultando cínicamente el hecho de que en lugares como Sinaloa, Jalisco o Chihuahua ese tipo de asesinatos dirigidos suceden varias veces al año, pero de los cuales nada se decía. Además, asociar tal asesinato con la inseguridad de una ciudad es un insulto a la inteligencia, porque la inseguridad es una situación general, que involucra a todos, mientras que el asesinato de Stanley fue algo planeado y dirigido por un grupo encaminado a ese objetivo. ¿Cómo puede prever tales actos una fuerza policiaca? Ni Scotland Yard, ni ninguna otra fuerza de seguridad del mundo puede estar prevenida contra asesinatos personalizados.
Con el Distrito Federal las cadenas televisoras han tenido un escrupuloso cuidado para sacar a la luz y magnificar cualquier problema de gobernabilidad e inseguridad…cosas que existen desde hace mucho tiempo, pero que antes -cuando gobernaba el sempiterno Partido Revolucionario Institucional- habían sido sistemáticamente ocultadas.
Así, salvo particularidades como la anterior, la línea de los medios -que son parte del sistema de poder- fue ocultar buena parte de la violencia que desde hace mucho reina en México.
Sin embargo, las prioridades fundamentales han cambiado. Las élites gobernantes de este país, que como siempre aceptan ser dirigidas desde Washington, están virando hacia un sistema autoritario y cada vez más represor, y es necesario que el uso de la fuerza pública se vea como algo no sólo aceptable, sino incluso indispensable. Es necesario asustar a la gente; es necesario que ahora sí sepa todas las cosas que desde hace años suceden en su país.
La Iniciativa Mérida, como el Plan Colombia, significa aceptar dinero -y consecuentemente, la intromisión- del gobierno estadounidense, supuestamente para combatir al crimen organizado. Para cualquier sociedad esto será, por lo menos, cuestionable; así que debe ser «convencida» de que es necesario, de que es por su bien. Hay que asustarla para que acepte la intromisión externa.
Como bien han dicho los que estudian el asunto, cuando los medios actúan como vías de propaganda utilizan una estrategia de saturación: se repiten incesantemente las noticias violentas, las imágenes son recetadas a los ojos una y otra vez. Los reporteros son enviados a los lugares y ahí se quedan transmitiendo a veces por mucho tiempo, aunque no tengan nada nuevo o relevante qué decir. Un espectáculo bastante chocante es escucharlos improvisar, inventar comentarios inútiles, repetir cosas con otras palabras -generalmente mostrando que no dominan su idioma- e incluso haciendo descripciones innecesarias. Todo para rellenar el tiempo que los medios deciden darle a ciertas cosas en lugar de informar también sobre otras. Esta estrategia la vimos muy recientemente, con el accidente -hasta ahora así llamado- aéreo en donde perdieron la vida algunos altos funcionarios del Gobierno Federal y otras muchas personas de las cuales poco se habla. Fueron horas interminables de transmisión «desde el lugar de los hechos» sin que hubiera absolutamente nada nuevo. Pero los medios cumplieron una vez más su objetivo: el asunto se volvió la comidilla de la gente, que repetía todas las «versiones», todos los pequeños vericuetos y particularidades del caso. ¿Por qué? Porque los medios las soltaron en algún momento, precisamente con esa intención. Al final, la gente termina saturada, sin encontrarle pies ni cabeza al asunto y concluyendo que seguramente la verdad nunca se sabría. ¿Tanto tiempo de conversación para llegar a eso? Pues sí…a eso conduce la saturación. No se llega a nada, pero la mente se queda sólo con una sensación de incomodidad, de inseguridad, de incertidumbre ante el futuro. Ésa es la diferencia entre información y propaganda. La primera da elementos para reflexionar y concluir; la segunda sólo busca la reacción o la emoción.
Aunque no existiera la Iniciativa Mérida, México se hunde en un autoritarismo fascistoide, donde se criminaliza la protesta social, y para ello la gente tiene que ser saturada de un supuesto ambiente de inseguridad. Una vez implantada esa idea en la mente colectiva, ¿qué sigue? Que aparezca el salvador con la solución. Y la solución es: MAYOR IMPULSO A LA FUERZA PÚBLICA.
De esta manera se incrementa el presupuesto para la policía y el ejército. Esto, como se dijo, viene desde tiempo atrás. El gobierno de Ernesto Zedillo (1994-2000) realizó fuertes recortes en salud y educación para incrementar el presupuesto para el ejército y áreas como la Secretaría de Gobernación y ya empezaba a enarbolar el discurso de la seguridad. Con tal pretexto se creó la Policía Federal Preventiva (PFP), cuya existencia -según juristas- es una violación constitucional (esta fuerza fue la que invadió la Universidad cuando el gobierno rompió la huelga en 2000 iniciando una feroz represión contra los estudiantes). También se recurrió al ejército para ocupar diversas regiones del país, con el pretexto de la seguridad y el combate al narcotráfico, a pesar de que ello también viola la Constitución, la cual establece que en tiempos de paz el ejército no puede salir de sus cuarteles. Esta línea se ha mantenido e incrementado hasta la actualidad con el ilegítimo gobierno actual, que se ha lanzado de lleno en esta dirección y además se ha entregado a la Iniciativa Mérida.
Y es éste un punto medular en el problema: que EL GOBIERNO ESGRIME COMO ÚNICA ARMA CONTRA LA INSEGURIDAD LA ACCIÓN POLICIAL Y MILITAR.
Ya han sido muchas las denuncias, en diferentes partes del país, de abusos por parte de la policía y el ejército. Casualmente en tales casos los medios no han sido tan escrupulosos para informar detalladamente. Los casos de una anciana violada y asesinada por militares en Veracruz y de una violación masiva realizada por soldados en un centro nocturno en Coahuila han recibido un tratamiento muy diferente: si es posible se les oculta por completo; si no, se les minimiza y se da voz únicamente a las versiones oficiales exculpatorias. El hostigamiento constante de soldados en las comunidades chiapanecas afines al Ejército Zapatista de Liberación Nacional -del cual algunos medios publican notas al promedio de una por semana- jamás aparece en la pantalla chica. Lo único que sucede en el país son los ataques del crimen organizado; en Chiapas no pasa nada.
Evidentemente para que la gente acepte la militarización y la presencia policial de su país se le debe hacer creer que esta estrategia da resultados. Por ello se ha incrementado la propaganda respecto a las detenciones de algunos altos personajes del hampa. Sin embargo, esto es otro engaño. El crimen organizado -como su nombre lo dice- es una estructura compleja y bien aceitada. Cualquier persona medianamente informada al respecto entiende que concentrarse en los dirigentes es como la tarea de Hércules al luchar contra la Hidra de Lerna: si se corta una cabeza, simplemente surge otra. El crimen organizado no se derrumba porque caiga uno de sus dirigentes; otro estará listo para reemplazarlo. Y lo mismo puede decirse de la confiscación de armas y del arresto o asesinato de algunos de sus elementos: siempre habrá con qué y/o con quiénes reemplazarles.
¿Entonces dónde está la clave? La respuesta, nuevamente, está en el término «crimen organizado». También se le llama así porque tiene tentáculos en diferentes sectores estratégicos de la sociedad. No es un grupo de pandilleros como los que aparecen en las películas tipo Bonnie and Clyde, que se esconden en guaridas desde las cuales planean sus golpes. Tienen cuentas bancarias, inversiones en diferentes sectores económicos y -muy importante- cuentan con miembros en las estructuras del poder público y en el ámbito judicial. Mientras la lucha no se encargue de atacar tales frentes será sólo propaganda. ¿Cuándo se escucha en los medios que se detectan y congelan enormes sumas de dinero -de millones de dólares- en cuentas bancarias de los carteles de México, o que alguna línea de investigación han detectado y bloqueado las muchas inversiones que éstos tienen? Mientras tengan recursos podrán comprar nuevas armas y reclutar nuevos miembros entre las clases pobres y marginadas, que en México son cada vez más numerosas. Y mientras tengan mucha gente y mucho dinero, existirán líderes.
Y sobre la penetración del crimen organizado en la estructura del poder público, muchos analistas han dicho durante años que ésta es mucho mayor de lo que se piensa. Más de uno no vaciló en su momento al señalar que esta asociación llegaba a los gobiernos de Carlos Salinas y de Ernesto Zedillo. Notemos que cuando se anuncian arrestos de gente del poder público vinculada con el narco, éstos son casi siempre funcionarios u oficiales menores. Es el viejo método de romper la cuerda por la parte más delgada; de sacrificar a cabezas menores que sirvan de publicidad para ocultar a los peces gordos.
El ataque al narcotráfico, tal como lo presenta el gobierno, basado casi exclusivamente en la fuerza pública, jamás dará los resultados pregonados. Hace unos pocos días estuvo en México Antonio Ingroia, procurador antimafia de Palermo, el cual declaró que México tiene sistemas institucionales de combate a la mafia similares a los que Italia tenía hace 40 años, que uno de los requerimientos para ser eficaces contra la delincuencia organizada es que los investigadores y magistrados sean independientes del poder político, que los elementos policiacos estén bajo el mando de la fiscalía responsable. Nada de esto se da en México. El adalid de la seguridad pública es juez y parte.
Además el funcionario italiano dijo que es necesario que se elimine «toda forma de secreto bancario, porque en los bancos y en los centros financieros se esconden las riquezas ilícitas de la mafia.» Y agregó: «Como cosa fundamental se debe tener una legislación que permita la confiscación de bienes de los mafiosos.» (http://www.jornada.unam.mx/
¿Podemos ser tan ingenuos como para pensar que el gobierno ignora tales cosas?
Nada de esto es presentado como parte CENTRAL de la estrategia gubernamental para combatir al narco y devolver a la gente su seguridad. Todo se centra en la fuerza, en el blindaje, en la idea de la mano dura, que por supuesto tiene la verdadera finalidad de reprimir toda protesta social, como se ha evidenciado en las represiones ordenadas por Vicente Fox en Atenco y en Oaxaca, con su correspondiente saldo de muertos, abusos policiacos -que incluyen violaciones a mujeres- y barbaridades judiciales, con procesos plagados de irregularidades y sentencias propias de cualquier vulgar dictadura. El gobierno actual, sucesor de Fox, ha protegido la impunidad de todas estas acciones y ha incrementado la presencia militar y policiaca en el territorio nacional.
Como se dijo antes, esta estrategia permite además vincular con «el enemigo» a quienes convenga. Además de criminalizar la protesta social en su país, el gobierno mexicano ha aprovechado para apoyar la propaganda de gobiernos de su misma calaña, como el de Colombia, que lleva años acusando a la guerrilla izquierdista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) como parte importante de las redes de narcotráfico. El gobierno de México ha reforzado esta campaña afirmando que tiene «evidencias» -que desde luego jamás publica- de que las FARC tienen lazos con los cárteles mexicanos. En tal sentido llama la atención otra declaración de Antonio Ingroia, en el sentido de que «No se ha detectado una relación directa entre los cárteles mexicanos, la mafia italiana, pero sí que se han vinculado mediante las familias italio-estadunidenses. Tenemos razones para considerar que es por conducto de ellas como se establecen lazos con los grupos mexicanos». No recuerdo haber escuchado tal línea de investigación en las declaraciones de funcionarios mexicanos.
Otra vertiente en la propaganda de los medios desde hace años, para inocularnos la idea de la inseguridad, es la de los secuestros. Incontables son también los reportajes en tal sentido, y radio y televisión dedican enormes espacios de tiempo a tales cosas. Pero es necesario que la gente sienta esto como algo cercano, pues de lo contrario no le afectará; así que tratan de hacernos creer que eso podría pasarle a cualquiera. Pretenden presentar a las víctimas como personas de modestos recursos, como cualquiera de nosotros. Sin embargo, es poco creíble que los secuestradores inviertan su tiempo en gente así. Desde luego, los medios siempre dicen que son personas sencillas, pero ante tal historial de sesgos informativos e incluso noticias inventadas -porque se ha sabido que lo hacen- nadie debería creerles a pie juntillas.
Para adelantarse a estas objeciones los medios han inventado términos como «secuestro express», que parecen haber asociado con familias de escasos recursos. Sin embargo, nunca documentan bien todo eso. Sólo se muestran algunas imágenes cuyo grado de preparación desconocemos, como elegir una habitación modesta para inducir sutilmente la idea de cierto status social. Las imágenes que vemos en pantalla están mucho más preparadas de lo que imaginamos.
Así, el temor al secuestro es otra de las vertientes para asustar a la gente. «A ti también te puede suceder», nos insinúan e incluso a veces nos dicen directamente radio y televisión comerciales.
La solución a todo ello, al crimen organizado, a los secuestros y la inseguridad en general, concluyen diciéndonos siempre, está en la unión, pero agregan que esa unión debe hacerse bajo el mando de alguien…y ese alguien es el presidente y sus acciones. Hay que aceptarlas sin chistar. Esa misma visión caudillista que nos inoculan aquí es la que le endilgan a gobiernos como el de Hugo Chávez, presentándola desde luego como algo negativo.
Con tales perspectivas es preocupante el futuro inmediato de México. Sin embargo, la única alternativa es seguir adelante, atreverse a desafiar el discurso mediático -arriesgándose a ser tachados hasta de enemigos de la patria-, y continuar trabajando para que nuestra sociedad conserve la calma. La desesperación es siempre el camino más corto al error. Y las personas que tienen la oportunidad de analizar a fondo estas cosas y de ofrecer visiones alternativas a sus compatriotas tienen también la importante tarea de luchar en la medida de sus posibilidades contra la dictadura de la propaganda. Y esto debe hacerse también teniendo el análisis y la racionalidad como bases.
La rebeldía y las intenciones de lucha son desde luego algo valioso, pero no bastan por sí mismas. Es necesario proceder con estudio, conocimiento y serenidad racional. La lucha sin bases es sólo dar manotazos al aire, de modo que aquél a quien queremos derrotar no sufre un solo rasguño.
Desde que el gobierno de Bush aprovechó los crímenes contra la Humanidad del 11 de septiembre de 2001 -como bien los bautizó el respetable periodista Robert Fisk- para restringir brutalmente las libertades sociales, mucho se ha recordado y citado aquella profunda reflexión de Benjamin Franklin: «quienes sacrifican la libertad en aras de la seguridad no merecen ni la libertad ni la seguridad». Esto es cierto lo mismo para atentados terroristas que para la vida cotidiana. Una de las cosas más lamentables que el ser humano puede hacer es renunciar a sus libertades básicas -e incluso a las de sus semejantes- por temor. Éste es un enemigo implacable contra el cual se debe luchar.
Sin pretender ser tan severos como el antiguo estadounidense, es válido -y necesario- conservar la esperanza de que logremos superar ese temor que nos inoculan y que no abracemos esa necesidad que nos fabrican; que logremos conservar nuestras verdaderas aspiraciones y necesidades, no permitir que nos distraigan y nos hagan perderlas de vista.
Los ideales son algo de lo más valioso que el hombre tiene. Son la base de su felicidad, y siempre habrá alguien trabajando para apartarnos de su búsqueda. Habrá que seguir resistiendo y trabajando por ellos. También eso es la vida.