El pasado 26 de junio se presentó en el Hotel Bauen, recuperado por sus trabajadores, el libro escrito por Gerardo Bavio y Mario Hernandez con la participación de Renée Ahualli, Jaime Dri y Vicente Zito Lema de quien reproducimos sus palabras Mario Hernandez: Vamos a dar comienzo a la presentación del libro El peronismo que […]
El pasado 26 de junio se presentó en el Hotel Bauen, recuperado por sus trabajadores, el libro escrito por Gerardo Bavio y Mario Hernandez con la participación de Renée Ahualli, Jaime Dri y Vicente Zito Lema de quien reproducimos sus palabras
Mario Hernandez: Vamos a dar comienzo a la presentación del libro El peronismo que no fue. La (otra) otra historia, que escribimos con Gerardo Bavio. Gerardo lamentablemente no pudo venir, está con algunos problemas de salud desde hace un par de meses entonces no era conveniente que viajara, medida acertada porque está haciendo mucho frío en Buenos Aires. Gerardo tiene un problema cardíaco y el frío no es aconsejable.
No obstante ello, les presento al resto de los compañeros que han venido. Sentados a mi derecha, Jaime Dri, compañero con el cual tuve el honor de presentar este trabajo en Tucumán hace quince días, mayores presentaciones creo que no caben porque la mayoría conoce la historia de Jaime, a partir del libro de Miguel Bonasso, Recuerdo de la muerte, como dice «La Turca» Ahualli, «El fugitivo», o como corrigieron los españoles de La Haine.org que publicaron la presentación en Tucumán, «El protagonista involuntario de Recuerdo de la muerte».
Vicente Zito Lema en el medio, quiero agradecerle especialmente su presencia porque nos sacó de un problema. Habíamos invitado a presentar el libro a Horacio Verbitsky, quien finalmente nos dijo que tenía otros compromisos, que lo excusáramos, y ese mismo día lo llamé a Vicente que me dijo «traeme el libro porque están arreglando mi casa y el que me diste no sé dónde está». Entonces quiero agradecerle especialmente este gesto que ha tenido.
Y a mi derecha «La Turca» Ahualli que también forma parte de este trabajo, con un reportaje que hicimos en Tucumán. La conocí en la casa de Gerardo, porque hasta ahí no tenía idea de quién era, cuando Gerardo me comentó la historia de «La Turca», su relación con Paco Urondo, con quien estuvo en sus últimos momentos antes de su asesinato, me pareció importante su testimonio, sobre todo porque relata un aspecto que en el documental sobre la vida de Paco Urondo no aparece. También se encargó de organizar una tarea que yo llamaría ciclópea, una presentación en Tucumán a las cuatro de la tarde, un viernes, en el Sindicato de Prensa donde presentamos el libro hace quince días, inclusive anticipó un día su llegada a Buenos Aires para compartir este momento con nosotros.
Vamos a empezar por Vicente, a quien le hemos pedido que haga un comentario del libro.
Vicente Zito Lema: Me es grato estar acá porque siento cariño por Mario Hernandez y también porque imaginaba y así sucedió, que me he encontrado con compañeros de muchos años y siempre es bueno restablecer los vínculos amorosos con los amigos y compañeros. He leído con detenimiento el libro y voy a hablar de él.
Lo primero es como una asociación, Roberto Perdía escribió hace poco tiempo un voluminoso libro donde también cuenta a nivel personal, pero también a nivel podríamos llamar oficial de la organización Montoneros, la historia del Peronismo. Me pidió incluso si yo podía hacer un estudio preliminar de ese libro, que lo he hecho y me pidió que lo presentara en la Feria del Libro. Ahora apareció este otro libro que, de alguna forma leyendo ambos, surgen desde los protagonistas nuevas versiones de la historia, de la historia contada por sus protagonistas, lo que hace que desde un lugar «académico» entre en disputa si se puede hablar científicamente de libros de historia.
Yo quiero aclarar esto por más que ya se conoce, desde que nací que estoy en la Universidad, me han honrado en las Universidades varias veces, no es que desprecio la vida universitaria, hablando en porteño, al día de hoy me gano el mango dando clases en la Universidad y vuelvo a decir, agradezco todos los premios que en las Universidades del país me han dado. Lo que no quita que no sea crítico del funcionamiento de la Universidad y de las maneras en que se han ido forjando los saberes, adjudicando verdades y negando otras formas de acceder al conocimiento sea artístico, sea científico, por fuera de maneras que reproducen en concreto y en lengua simple la manera de pensar históricamente el poder y el poder visto como el poder más opresor en la historia argentina. Porque se puede discutir si hubo algunos tiempos en que ese poder represivo del Estado fue cuestionado y tuvo momentos en que no brilló para mal, como brilló en gran parte de la historia argentina. Apenas en momentos pequeñísimos se puede hablar que en las Universidades la manera de pensar la historia, de pensar el arte, de pensar la ciencia, fue diferente. Me atrevo a decir, y fui carne de ello, que el corto período de Cámpora en la «primavera camporista» donde tuve el privilegio de trabajar con el compañero Puigróss y fui compañero de Paco Urondo en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, cuando estaba en el Departamento de Historia del Arte. Salvo esos meses, pocos, donde intentamos en la Universidad producir otra manera de ver el mundo, y de producir saberes desde otros intereses, desde otras subjetividades, desde otras dialécticas y desde otras, por qué no decirlo, ideologías que nunca han dejado de estar en la confección y en la construcción de los saberes, sean los epistémicos, sea lo que llamamos la doxa, aún el saber popular, el poder marca todo, se apodera de todo, incluso en algunas épocas de los saberes populares. ¿A qué viene esto? Viene a que este libro, como de alguna forma, también el libro de Perdía, entran por la puerta de la historia por más que a nivel «académico» se los considere visitantes poco gratos, a lo sumo entran por la ventana más pequeña, incluso por la ventana de atrás de alguna puerta de servicio como antiguamente se llamaban. Y eso plantea que estamos ante libros que entran en algo fantástico que es la disputa, porque como bien marcara alguna vez nuestro querido Rodolfo Walsh, la medida de nuestro trabajo la dan los insultos y los maltratos que nos da el enemigo.
Desgraciadamente recuerdo una noche caminando con Rodolfo, yo me quejaba de que me habían puesto una bomba, y Rodolfo me dice «Bueno Vicente, estarás haciendo las cosas bien», qué ánimo, ¿no?, porque me dijo: «que te hayan puesto una bomba implica que te están tomando en serio y si te toman en serio tenés que estar orgulloso, porque estás produciendo algo con lo que escribís y con lo que hacés que está moviendo algo, ¿no buscás eso?» y yo bajé la cabeza, porque aunque no era tanta la diferencia de edad, muchos de los que lo conocimos y tuvimos la suerte de trabajar junto a él teníamos un trato, no diría de padre, porque no son ni diez años la diferencia con él, pero sí era nuestro hermano mayor. Y creo que está bien que esta nueva forma de entrar en la historia, a partir de los testimonios de los protagonistas, traiga por un lado la reacción negativa, pero por otro lado se esté gestando una, me atrevo a decirlo directamente, nueva manera de construir históricamente la Historia.
Los que alguna vez quisimos rastrear y meternos en la historia, nos ha costado porque el patrimonio y los documentos históricos también han sido robados y hoy los tienen en su mayor parte los historiadores que quieren contar la historia desde el lado de los que no comparten una lectura de cambio de la historia. Se han apropiado del poder y de los documentos que lo registran. También está el hecho selectivo, que para la construcción de la historia desde esa lectura única, académica se consideran de valor distinto los testimonios, porque es como ir armando las pruebas para llegar al fin que se busca, y el fin que se busca generalmente es justificar los actos del mal como diría Spinoza, un mal concreto, el mal que históricamente han producido los dueños del poder contra los que sufren la situación histórica de la dominación.
Una situación histórica que no es de estos días, ahí están Los trabajos y los días de Hesíodo, 800 años a. c. contándonos el mito de Prometeo, donde ya nos muestra que los hombres que se animan a dignificar el trabajo, primera cuestión, y segundo animarse a quitarle un poquito del fuego del poder a los dioses, van a ser castigados.
Esta historia es la historia de las civilizaciones y de la humanidad, no se inventaron hoy las luchas para la liberación de los seres humanos, para la dignificación del trabajo. Pareciera que toda la historia es eso, el intento de dignificar la vida rescatando el trabajo como forma concreta de transformación y construcción de la vida y la libertad que siempre fue adjudicada y dominada por el poder religioso, económico, político, mítico. El poder siempre, volviendo materia sin valor a los cuerpos y al espíritu humano.
Entonces en pos de esa continuidad histórica de la materia que incluye el espíritu humano, la historia humana se va construyendo a partir de los que tienen el poder y a partir de las pruebas que eligen para contar de esa manera la historia humana. Ellos van seleccionando los documentos y resulta así que a veces pareciera que tuvieran la verdad, pero tienen un poquito de verdad, porque lo que van coleccionando como documentos históricos, como pruebas para mostrar que las cosas fueron así, no son todos los documentos que existen, sino la parte de los documentos que les viene bien.
Así como los medios de comunicación eligen de las mil noticias que se producen cada dos minutos, aquéllas que han sucedido pero son dos en mil, es decir, se miente por omisión, se miente por dejar como única verdad un pedacito de la verdad que es la manera más cruel de contar la historia.
Por lo tanto, es importantísimo que se construyan estos libros de historia, incluso a partir de una nueva manera de entender la historia que es no mentirnos más o ya de entrada no pretender la objetividad científica, algo que ya no resiste el menor análisis científico, porque todavía al día de hoy tratar de hacernos creer el paradigma de la verdad científica, ya casi no lo resisten ni los mismos que lo inventaron. Es decir, la objetividad absoluta nunca fue más que impuesta a garrotazos, sostenerlo con rigor intelectual cada vez se vuelve más imposible.
No es imposible la honestidad, ni la dignidad, ni decir públicamente qué piensa uno y desde dónde mira el mundo, y entonces basta de mentiras, ante los hechos todos actuamos a partir de nuestra experiencia concreta, de nuestros dolores y alegrías concretas, de la manera concreta en que vivimos, en que nos paramos para ver el mundo, en que generamos nuestros vínculos amorosos y de odio. Todo es subjetivo, lo que cambia es la honestidad con que se trabaja la subjetividad, primero reconociéndolo.
Yendo a este libro, por supuesto que es un libro subjetivo, lo que se dice aquí, no es ni siquiera lo que leí en el libro de Perdía que presenté. Es una lectura que tiene Roberto sobre el mundo, buena o mala es otra cosa, es su lectura, yo creo honestamente que ellos creen en lo que dicen, y acá se dicen otras cosas muy distintas, y creo honestamente que lo que se dice acá es también lo que los protagonistas de lo que se cuenta acá creen. Y van a decirme «Pero entonces vos, Vicente, sos un estúpido, vos te creés todo lo que te cuenta la gente». Puede ser que sea un estúpido, eso lo podrán opinar los otros, lo que yo sí creo en mis 74 para 75 años y con más de cincuenta años de trabajo intelectual es que uno puede ser honesto consigo mismo creyendo una verdad que no necesariamente es la verdad de todos, ni de carácter universal, ni siquiera de carácter general, pero puede ser la verdad para uno y la verdad para un grupo o un sector de la sociedad que siente que eso es verdad.
Nada de dos demonios, en eso no transamos
Entonces, yo creo que la versión de Perdía, aunque es básicamente el que habla, pero también la de muchos que han trabajado, militado y luchado con Perdía, puede ser lo que ellos entienden que es la verdad.
Como no tengo la menor duda, que lo que los compañeros han contado en El peronismo que no fue, especialmente Gerardo que es el que habla más, es la historia que él cree que es. De cada hecho siempre hay contradicciones. Uno de los primeros trabajos que escribí cuando volví del exilio se llama «Alguien nos espera al final del camino». Es un texto donde cuento la muerte de Paco Urondo cuando todavía no se había hablado de esa muerte, en 1984. Cuando apenas había vuelto a la Argentina y el hijo de Paco me diera todo el testamento que había dejado, los papeles, las cartas, todo lo que quedaba de Paco me lo dieron para que yo escribiera, y creía en la versión, que nos costó mucho porque se dieron muchas peleas terribles en el exilio, compañeros y no compañeros peleando duramente sobre la eticidad del suicidio de Paco o por lo menos de cómo creíamos que había muerto. Hemos peleado mucho por eso, hasta por internet, yo he escrito en varios sitios, hasta en Casa de las Américas de Cuba donde nos pidieron que escribiéramos a mí, a Bayer y a David Viñas sobre las muertes de algunos compañeros amados que eran conocidos en Cuba, como el caso de Paco y yo conté una historia de la muerte de Paco, que ahora leyendo el testimonio de «la Turca» Ahualli veo que no es la misma y yo no voy a dudar de su honestidad y creo que nadie tampoco podría dudar de que yo conté una cosa distinta, era lo que me habían dado los hijos de Paco, los documentos que dicen si se suicidó o no se suicidó, por qué se quedó en el coche, por qué se fue, cómo fue la defensa a tiros. De ese pequeño hecho que me contaron los hijos, la familia y por otro lado vos, con todo tu amor y honestidad, me refiero a que aun entre compañeros puede haber diferentes maneras de contar los hechos, lo que sí y en eso no nos confundimos nunca, es que hay ciertas cosas que nos separan históricamente. Por ejemplo, una mínima, que surge varias veces en este libro, nosotros ni muertos, como diría el Che, les creeríamos un poquitito así, de esa perversa idea que nos quieren meter de los dos demonios, no, podemos pelear y discutir mucho, pero creo que todos los que estamos aquí, y lo doy por hecho, sino pido perdón si alguien piensa distinto le pelearé todo lo que pueda, lo aviso. Nada de dos demonios, en eso no transamos, podemos contar la historia de muchas formas, pero de un lado están los que creen en los dos demonios y del otro lado los que contamos la historia metidos en la piel de los compañeros y en nuestra propia piel. Porque ninguno de los que estamos acá fuimos angelitos descalzos, yo no me arrepiento de uno solo de los actos, si me arrepiento de algo es de no haber peleado más. Y quiero que quede claro esto, en una época en la que nos creíamos legitimados por el terror de Estado y por las dictaduras históricas de nuestro país.
Esta democracia pequeñita que tenemos, pero democracia, porque el que no conoció las dictaduras no puede tampoco entender los procesos de hoy, si esto existe es por la lucha de los compañeros. Porque si no estábamos todavía haciendo la venia, esa es la realidad aunque muchos no se den cuenta, aunque muchos se den cuenta y lo nieguen, aunque muchos de los que lo saben lo sepulten o pretendan sepultarlo. Estos días de hoy, con todas sus contradicciones, ni siquiera podrían ser lo que son. Esto de encontrarnos aquí nosotros y salir a la calle aún a nuestra edad sin que nos persiga la policía, es lo que nos dejaron los compañeros.
Y esa idea del pueblo que siempre tiene la verdad tampoco la creo, porque a veces el pueblo lucha y a veces el pueblo retrocede, como bien decía Rodolfo Walsh, «el pueblo es sensato, pero a veces son los militantes los que se hacen cargo, dan un paso hacia adelante». La historia nos enseña eso, si Prometeo no le robaba un poco de fuego a los dioses, no sé cómo hubiera sido el mundo. Es decir, esa es la historia, los pueblos construyen la historia, pero los pueblos tienen también históricamente sus héroes, sus mártires, la gente que en un momento dado da el primer paso, y si lo da solo pierde, y cuando es el conjunto social el que va por ahí no sé si ganamos pero se puede ganar. Son algunas de las experiencias.
Bavio es un militante de san puta, es la historia viva del Peronismo, yo le creo. Mario Hernandez es una persona de una seriedad intelectual admirable. Este es un libro para respetar, para leer, para debatir. No es fácil construir historia de esta manera, Mario usa su formación académica como Sociólogo, pero también usa su pasión por el periodismo, de periodista honesto, no le hace decir al otro lo que él quiere escuchar, pero tampoco deja que el otro diga cualquier cosa, va llevando la construcción histórica. Y de un testimonio profundísimo y de algunos documentos que se van insertando de buena forma, testimonios de otras personas como el de «la Turca» Ahualli, el prólogo de Jaime Dri, documentos de Perón, escritos de un libro inédito de Gerardo, con todo eso se va contando una historia, la historia del Peronismo que no fue, lo que no quiere decir que mínimamente hubo un Peronismo que fue.
Pareciera que esta es la gran controversia, si hay un Peronismo que no fue, es porque hubo un Peronismo que fue y creo que hay que ver las dos cosas. Hay un Peronismo que fue y el que no fue es el desafío abierto históricamente, y también acá queda la disputa, ¿ese Peronismo que no fue, es una utopía?, es decir, ¿es algo que todavía espera un espacio para ser construido? ¿O ya el Peronismo que no fue perdió el tren a las estrellas y desde el Peronismo la utopía del Peronismo que debió ser ya no puede ser dada?
Esa es una disputa que les queda a las nuevas generaciones, nosotros podemos dar testimonios de nuestras vidas, de nuestras luchas desde el Peronismo en todas sus vertientes, desde el Socialismo en todas sus vertientes, desde el Comunismo, desde el Trotskismo, desde la religiosidad social, porque las formas que nuestro pueblo toma para luchar son más de las que les damos nombre, entonces, desde todas esas formas se irán generando los testimonios, y suerte que haya personas como Mario Hernandez que luego tengan la capacidad y el coraje de con armas simples, nada más que desde el periodismo, animarse a organizar, que no es poco, organizar con rigor intelectual un libro que la vieja historia quizás rechace pero que la historia a construir acoge de la mejor manera.
Un abrazo para el protagonista fundamental que no está acá, Gerardo Bavio, abrazo a los queridos compañeros que están acá y reconocimiento intelectual a un intelectual riguroso como es Mario Hernandez. Y muchas gracias a todos por acompañarnos.
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