Los hechos no muestran nada sospechoso en la reelección de Evo Morales
¿Cuál es la diferencia entre una mentira descarada (decir que algo es cierto sabiendo que es falso) y una representación material premeditada que consigue el mismo fin? Veamos un ejemplo que difumina los límites entre las dos, hasta el punto de que la distinción prácticamente se desvanece.
Y las consecuencias son bastante serias; esta tergiversación (o mentira) ha desempeñado un papel muy importante en el golpe militar de Bolivia que tuvo lugar la semana pasada. Este golpe militar derrocó al Gobierno del presidente Evo Morales antes de que terminara su mandato actual, un mandato que nadie discute que ganó democráticamente en 2014.
Más represión violenta e incluso una guerra civil podría ser lo siguiente.
La misión de la OEA
La Organización de los Estados Americanos (OEA) envió una Misión de Observación Electoral a Bolivia, con la tarea de monitorizar las elecciones nacionales que tuvieron lugar el 20 de octubre en ese país. El día después de las elecciones, antes incluso del recuento total de los votos, la misión publicó un comunicado de prensa en el que anunciaba su «profunda preocupación y sorpresa por el cambio drástico y difícil de justificar en la tendencia de los resultados preliminares…».
A lo que se refería la OEA es a esto: hay un «conteo rápido» oficioso de los resultados de la votación que realiza una empresa que sube resultados a una página web, a medida que las actas de escrutinio están disponibles. A las 19:40 del día de las elecciones, se había verificado el 83,8% de los votos y no se produjeron nuevas actualizaciones durante 23 horas (más información sobre esto después).
Cuando se publicó de nuevo una actualización con un 95% del recuento, la ventaja de Morales había pasado del 7,9% antes de la interrupción a poco más del 10%.
Este margen era importante porque, para poder ganar sin necesidad de celebrar una segunda vuelta, un candidato tiene que conseguir una mayoría absoluta, o al menos un 40% y un margen de 10 puntos sobre el segundo candidato. Este margen, que aumentó hasta el 10,6% cuando se completó el recuento oficial, suponía la reelección de Morales sin necesidad de una segunda vuelta.
La ventaja de Morales fue en continuo aumento
Veamos, si tuvieras algo de experiencia en elecciones o puede que incluso en aritmética, ¿qué es lo primero que te gustaría saber sobre esos votos que llegaron después de la interrupción? Te podrías preguntar, ¿la gente de esas zonas era diferente a la media de la gente que vivía en los distritos del primer 84%? Y, también, si el cambio en el margen que sacó Morales fue repentino o fue una tendencia gradual que continuó a medida que se publicaban más actas de escrutinio.
Puede incluso que quieras formular estas preguntas antes de expresar «profunda preocupación y sorpresa» sobre lo que sucedió, en particular en una situación política muy polarizada que ya se estaba poniendo violenta.
Este gráfico muestra que la ventaja que sacaba el presidente Morales (puntos azul claro) y su partido en las elecciones parlamentarias (puntos azul oscuro) aumentó a un ritmo constante durante la mayor parte del recuento. No se produjo ningún incremento repentino al final para que se superara el umbral del 10%.
Un vistazo a estos datos demuestra que el cambio en la ventaja de Morales fue en realidad paulatino y continuo, y comenzó a producirse muchas horas antes de que se detuvieran las actualizaciones del recuento preliminar. Eso se puede apreciar en la gráfica de los resultados.
Es la geografía
¿Por qué sucedió esto? La respuesta es sencilla y no tan inusual: la gente que vive en las zonas que más se tardaron en contar eran más favorables al MAS (el partido de Morales, Movimiento al Socialismo) que la gente que habita en las zonas que se contaron antes. De ahí el aumento gradual y continuo en la ventaja de Morales, gracias al cual los votos después de la interrupción le situaron por encima del umbral.
La OEA publicó dos comunicados de prensa, un informe preliminar y una auditoría preliminar sobre las elecciones. ¿Cuántos de estos comunicados menospreciaban los resultados electorales como quedaba implícito en la cita anterior sobre «profunda preocupación y sorpresa»? Tres. ¿Cuántos incluían algo sobre la diferencia entre el porcentaje de votantes de Morales/MAS en las zonas cuyo recuento se hizo más tarde y los resultados anteriores? Ninguno.
Al final resulta que la interrupción en el recuento rápido tampoco fue una señal de juego sucio.
El recuento rápido no tiene valor legal
El recuento rápido se realiza además del recuento oficial y no tiene valor legal para determinar los resultados. Su intención, ni promesa, nunca fue ser un recuento completo; en anteriores elecciones ni siquiera llegó al 84%.
Se trata solo de una serie de instantáneas, realizadas por una empresa contratada, para proporcionar resultados preliminares antes de que termine el recuento oficial. Tendría sentido que las autoridades electorales no quisieran que se publicaran al mismo tiempo dos tipos de resultados, que son intrínsecamente diferentes, en una situación política polarizada y violenta.
Para aquellos que prefieran los números antes que los gráficos: el margen de Morales al terminar el recuento del 84% de los votos era del 7,9%, como ya se ha indicado. Si observamos los restantes 16 distritos y preguntamos: ¿cuál era el margen de Morales antes de la interrupción en las zonas donde se ubican estos distritos cuyo recuento se hizo más tarde? Ese margen era del 22%. De nuevo, una explicación sencilla del motivo por el cual aumentó tanto su margen con los resultados posteriores.
Para obtener un análisis estadístico más convincente, podemos hacer una proyección sobre recuento restante (y por tanto total) basándonos en el primer 84% que se publicó. Y, ¡oh sorpresa!, la proyección del margen final de Morales según el primer 84% escrutado resulta ser de algo más del 10%.
Es difícil, por no decir casi imposible, creer que la misión de la OEA, o de sus superiores en el Departamento de Cooperación Electoral y Observación, sintieran una «profunda preocupación y sorpresa» y aun así fueran demasiado incompetentes para siquiera fijarse en esos datos.
Tres mentiras
Por ese motivo, afirmo que han mentido en al menos tres ocasiones: en el primer comunicado de prensa, en el informe preliminar y en la auditoría preliminar. Por lo tanto, hay que mostrarse profundamente escéptico ante las acusaciones que presentaba esta y sus posteriores publicaciones, a menos que puedan ser verificadas por investigadores independientes a partir de los datos públicos disponibles.
De cualquier modo, la OEA ni siquiera es tan independiente en este momento, ya que el gobierno de Trump ha apoyado activamente el golpe militar y Washington cuenta con más aliados de derechas en la OEA que hace tan solo unos años.
Por no mencionar que EE.UU. aporta el 60% de su presupuesto. Pero claro, la OEA ya faltó estrepitosamente a su misión de monitorizar elecciones en el pasado y ayudó a revertir los resultados de las elecciones según las preferencias de EE.UU. y sus aliados: de forma destructiva en las elecciones de 2000 en Haití, y de nuevo en el mismo país en 2011.
Más pruebas: en las últimas tres semanas, la OEA no ha querido contestar a las preguntas de los periodistas, de manera oficial, sobre las declaraciones o informes que realizó desde que tuvieron lugar las elecciones.
Quizá tengan miedo de que un reportero curioso formule preguntas como estas: ¿existe una diferencia entre las preferencias políticas de las personas que habitan en las zonas cuyo recuento se publicó después en comparación con las primeras? ¿Acaso no explica eso por qué la ventaja de Morales terminó sobrepasando el 10% cuando se completó el recuento de los votos de las zonas pro-Morales? ¿Se molestaron siquiera en considerar este factor?
Como soy economista, creo en los incentivos y ofrezco 500 dólares al primer periodista que consiga una respuesta sustancial, y oficial, a estas preguntas de un representante de la OEA. Incluso si la respuesta resulta finalmente ser una mentira.
Mark Weisbrot es codirector del Centro para la Investigación Económica y Política (CEPR, por sus siglas en inglés) que se encuentra en Washington D.C. El CEPR es una organización de investigación y educación que se estableció para fomentar el debate democrático sobre los asuntos económicos y sociales más importantes que afectan a las vidas de las personas. También es el autor de Fracaso: En qué se equivocaron los ‘expertos’ sobre la economía global (2015, Oxford University Press).
Este artículo se publicó en Marketwatch.
Traducción de Álvaro San José.