Nacido en La Paz el 12 de octubre de 1942, Hugo Fernández forma parte del Gobierno de Evo Morales desde febrero de 2007, proveniente de la organización no gubernamental Unión Nacional de Instituciones para el Trabajo de Acción Social (UNITAS) que se dedica al desarrollo rural e indígena y a la defensa de los derechos humanos y de la que también formó parte el canciller, David Choquehuanca.
Hugo Fernández visito Euskal Herria hace una semana de la mano de Hegoa para hablar de los cambios y el resurgir indígena en su país, donde los pueblos originarios son la inmensa mayoría de la población. Cambios que quieren y están llevando a cabo los indígenas y que la oposición quiere evitar. Cambios que pretenden superar la «inercia colonial» heredada y «volver a encontrar el equilibrio entre lo indígena y lo no indígena, que no es una cuestión de raza ni de ADN, sino de forma de pensar».
Hay quien dice, a una semana del referéndum autonomista en Santa Cruz, que el país está a punto de estallar.
¿En qué consiste la revolución democrática y cultural?
Es una visión desde los pueblos indígenas de Bolivia que consideran que no han sido debidamente tomados en cuenta en la Constitución boliviana y, por eso, piden una reforma constitucional. Pero no se queda en una cuestión formal, hay también un posicionamiento sobre la recuperación de la soberanía sobre los recursos naturales, no sólo los exportables, como el gas y los minerales, sino también sobre la tierra y los bosques. Y, después, un enfoque de vida que tiene en cuenta la naturaleza y que es respetuoso con ésta.
¿Qué pretende cambiar?
La situación de los indígenas. Si no eres indígena, no lo percibes.
¿Sus principales retos son la reforma agraria y la nacionalización de los hidrocarburos?
La ley de nacionalización de los hidrocarburos se votó antes de la elección de Evo Morales. El proceso de aprobación, en la época de Carlos Mesa, fue muy traumático. Es una vieja tradición la de que la ley se acata pero no se obedece. El problema en Bolivia es que hay muchas leyes que están aprobadas pero no se aplican. La ley de reforma agraria se aprobó hace diez años, pero no se llegó nunca a implementar. La cuestión es que se cumplan y, para eso, tienen que estar otros gobernando.
En enero se cumplieron dos años del Gobierno de Evo Morales. ¿Cuáles han sido sus principales logros y qué obstáculos ha tenido que sortear?
La renacionalización de los hidrocarburos es uno de los mayores logros. Bolivia percibía cerca de 300 millones de dólares al año por estos negocios y con la aplicación de esa ley y la renegociación de los contratos ahora estamos por encima de los 1.200 millones. Además están la puesta en marcha de la Asamblea Constituyente y la aprobación de la nueva Constitución, y la recuperación de la autoestima por parte de los pueblos indígenas al tener un presidente de los suyos. Hay muchos, depende si los quieres o no quieres ver.
En cuando a los obstáculos, está la carencia de una oposición con propuestas. La oposición no tiene una alternativa, sólo quiere evitar los cambios y no se aviene a pactar. Es un obstáculo, porque siempre se necesitan acuerdos para avanzar, una oposición sólo negativa lo dificulta.
Por otra parte, en Bolivia tenemos un bajo nivel de inversión privada, porque el dinero es así, y más el capitalista. Además, es un país de riesgo y los inversores quieren duplicar el porcentaje de rentabilidad. Lo sabemos, pero esa inversión que busca eso no nos interesa, porque históricamente ha llevado al saqueo del país. Los fondos buitre pueden quedarse en casa, no los necesitamos. Creemos que va a haber inversión, porque tenemos recursos naturales interesantes y queremos compartirlos con quienes quieran hacer inversiones a largo plazo con nosotros.
¿Qué opina de las críticas desde la izquierda de que no es una revolución, sino meras reformas?
Una vez a un indígena le preguntaron si era de izquierdas o de derechas y respondió: «Yo que sé, yo soy indígena».
¿Y de las acusaciones de la oposición que tacha al Gobierno de incapaz y autoritario?
La oposición siempre ha estado en una actitud de criticar al Gobierno, sea como sea, ahora mantiene una provocación constante para que el Gobierno recurra al imperio de la ley de cara a evitar algunas de sus iniciativas y así, si el Gobierno utiliza la fuerza, denunciarlo por autoritario. Pero son fuegos artificiales. El Alto Comisionado de la ONU para Cuestiones Indígenas ha visitado Bolivia y ha dicho que no hay ningún tipo de violación de los derechos humanos ni ruptura del orden constitucional y sí mucho racismo, provocación y descalificaciones hacia representantes y dirigentes de pueblos indígenas.
¿Cree posible poner en vigencia el código de conducta cultural inca de no robar (ama sua), no mentir (ama hulla) y no ser holgazán (ama kella)?
Sí, porque no es imposible y, además, es hora de hacerlo. De hecho, el Gobierno del presidente Morales se caracteriza por eso. No tenemos absolutamente ninguna denuncia de corrupción y si la hay queremos saberlo para deshacernos de esas personas. Eso está clarísimo. Sabe- mos que la corrupción, a la larga, desestabiliza las instituciones y destroza la sociedad. Tenemos que tener la capacidad de administrar el Estado sin robar, sin mentir y sin ser flojos. No creo que sea tan difícil.
¿Se ha conseguido que los indígenas, hasta ahora excluidos y discriminados, vivan bien, que no mejor, o es todavía pronto?
Por eso el horizonte de los 500 años es importante. Ellos han esperado este momento desde hace 500 años, no son impacientes ni esperan que lo resolvamos en cinco meses. Las demandas acumuladas en Bolivia son estructurales y requieren largos tiempos. Pero algún rato hay que comenzar, y estamos comenzando. Parece muy fácil, pero ciertos beneficios que aquí son normales hace mucho tiempo, como por ejemplo una renta de vejez, aunque sea poca, no existía en Bolivia y ahora sí. Es una pequeñez, pero todo el que llega a los 65 años recibe algo.
¿Cuál es la diferencia entre vivir bien y vivir mejor?
Es otro concepto. El de vivir mejor está muy claramente situado en este concepto de mercado social de consumo, en el yo soy mejor que tú, en un concepto de competitividad. El concepto de vivir bien no es competitivo, está más centrado en la complementariedad, en la reciprocidad y en un pensamiento que afirma que si yo vivo bien nadie que está a mi lado podría vivir mal. Es la preocupación por la comunidad y no por el individuo. Sólo podemos vivir bien si estamos todos bien. No es un nivel de vivir bien con un exceso o abundancia de consumo, podemos vivir bien todos, muy austeramente, si todos tenemos lo mínimo, si se reparte mejor.
¿Qué futuro augura al enfrentamiento entre el Gobierno y los ricos departamentos opositores? ¿Por qué ahora el reclamo de autonomía?
El reclamo de la autonomía se remonta, por lo menos, a los años 50. Lo conocemos ahora más virulento, pero tiene raíces antiguas. No es tampoco homogéneo, los otros departamentos están copiando lo que hace Santa Cruz, pero no con los mismos argumentos. Y no son los departamentos más ricos. Es verdad que Santa Cruz junto a Cochabamba y La Paz (el Eje Central), acumula en torno al 70% de la economía del país, pero no quiere decir que sea el más rico. Es parte de la ideología de Santa Cruz eso de que es el más rico y el más trabajador. En realidad, el Estado ha invertido de forma sostenida en Santa Cruz desde los 50 y éste es el resultado. El tema no es quién es el más rico y el más pobre, sino dónde están el gas y los recursos naturales y, hoy por hoy, están en Tarija y Santa Cruz, pero en territorio de pueblos indígenas, en la mayoría de los casos.
Santa Cruz, y luego Beni, Tarija y Pando, seguirá adelante con la consulta autonomista. ¿Qué escenario se presenta una vez se lleve a cabo?
La consulta es ilegal, ya que la legalidad actual no admite ese tipo de consultas. Ése es el desafío y el desacato al Gobierno. Van a impulsarla como sea. La posición del Gobierno es no impedirla por la fuerza, ver hasta dónde llegan, y luego impugnarla, porque es incompatible con la Constitución, con la actual y con la nueva, y no quieren sentarse a negociar cómo hacerla compatible. Es un tema grave, pero no es fácil una secesión. Hay una cuestión sacrosanta en América del Sur, que es que las fronteras no se tocan. Lo contrario abriría una caja de Pandora imposible de controlar. No es un escenario realista, ni siquiera a EEUU le interesa.
«Los indígenas no fueron consultados»
Usted ha comentado que la Constitución de Bolivia no es mala. Entonces, ¿por qué una Asamblea Constituyente?
Es una cuestión clave. Cuando una parte de la población no ha sido consultada al redactar la Constitución, no tiene por qué adscribirse a ella. Los pueblos indígenas, y eso está claro, no fueron consultados cuando ésta se redactó.
El Gobierno quería someterla a referéndum el 4 de mayo, pero la Corte Nacional Electoral no lo permite.
La Corte dijo que no era posible hacer ninguna de las dos consultas. El Gobierno acata la decisión, Santa Cruz no. La Constitución, que es resultado del proceso constitucional, tiene que ser sometida a consulta dentro de los límites y requisitos establecidos por la ley y el Gobierno lo acepta.
¿Para cuando se prevé que sea sometida a consulta?
No tengo idea. Hay unos requisitos técnicos que cumplir. Está aprobada en todas sus partes excepto en el artículo referido al límite máximo para la posesión de la tierra. Hace falta un referéndum dirimidor en torno a ese artículo, una vez realizada éste y con el artículo definido, la Constitución se someterá a una consulta popular.
¿Cómo se van a superar las dificultades para sacar adelante la nueva Constitución?
Cambiar la Constitución no significa cambiar el comportamiento de la gente. No hay como decir que no se cambie la Constitución, que no va a servir para nada. Lo que saldrá de la Asamblea es un deseo, una declaración de principios, pero va a hacer falta más para llevarla a la práctica. No va a ser fácil, pero es mejor no pelear y sentarnos en una mesa. No queremos llegar a la violencia en algo tan trascendental que debería contribuir a la paz y al desarrollo, pero la confrontación es dura.
¿Va a ser posible acabar en un futuro cercano en Bolivia con el abismo entre blancos e indígenas?
Es una cuestión generacional, pero también requiere un cambio de mentalidad y de actitud. Nosotros les ponemos los prejuicios a las cosas. Hay que educar a las nuevas generaciones bajo el concepto de que no hay superiores ni inferiores, de que somos diferentes, pero complementarios. El error objetivo es sentirse superior o inferior.