Un sartal de afirmaciones emitidas desde Santiago y La Paz prosiguió al incidente de los soldados bolivianos que sin quererlo y en plena oscuridad ingresaron a Chile el 17 de junio por una difusa frontera. Este episodio circunstancial, se afirma, no influirá de modo alguno en la postura boliviana de lograr una salida al mar […]
Un sartal de afirmaciones emitidas desde Santiago y La Paz prosiguió al incidente de los soldados bolivianos que sin quererlo y en plena oscuridad ingresaron a Chile el 17 de junio por una difusa frontera. Este episodio circunstancial, se afirma, no influirá de modo alguno en la postura boliviana de lograr una salida al mar por el territorio que perdiera ante Chile un siglo y cuarto atrás.
Cuando los soldados bolivianos estaban ya de regreso a su país, el diario «El Mercurio» (Santiago) editorializaba el 22 de junio bajo el título «Ingreso ilegal de soldados bolivianos» y calificaba el asunto como violación de la soberanía de Chile al mismo tiempo que caracterizaba como «inaceptable la reacción del Ejército boliviano de recibir con honores militares a los soldados».
Las autoridades chilenas del caso acompañadas de un bombo mediático armaron por enésima vez una alharaca contra Bolivia a raíz de un hecho que es frecuente en una frontera que carece de vigilancia adecuada por parte los dos países involucrados. Por allí y específicamente al poblado chileno de Colchane, sito en una región ex boliviana llegaron antaño y procedentes de tierra altiplánica guerrilleros sobrevivientes de la lucha que encabezara Ernesto Che Guevara y poco después se refugió ahí Antonio Arguedas, el ministro boliviano que hizo posible conocer el histórico Diario de Campaña del asesinado Guevara.
Apenas conocida la situación, el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera acotaba: «Estamos a la espera de que nuestros soldados, nuestros oficiales, regresen a su cuartel. Porque ellos estaban realizando una misión patriótica, una misión legal, constitucional». Los 14 militares del caso perseguían a contrabandistas y viajaban en dos vehículos con placas chilenas que en Bolivia habían requisado a ladrones. Un periódico chileno informaba el 23 de junio que 150 automóviles fueron robados recientemente en aquella región para trasladarlos clandestinamente a Bolivia. Este suceso, aparentemente insólito, resume las características singulares reinantes allí.
Un par de meses atrás ya se había creado, reiniciado más bien, una tensa relación entre Chile y Bolivia desde que el 23 de marzo, «Día del Mar» el presidente Evo Morales proclamó que su nación recurriría a tribunales y otros organismos internacionales, «demandando en derecho y en justicia una salida libre y soberana al Océano Pacífico».»No podemos olvidar la historia, pero no vamos a ser presos de la historia» sentenció en alusión a que Chile en el siglo XIX se apoderó por las armas de la tierra boliviana que constituía su costa marítima.
Acto seguido, el presidente de Chile Sebastián Piñera calificó el anuncio de La Paz como una «Pretensión inaceptable» aunque no argumentó sus palabras. Empero, la postura chilena en la coyuntura la expuso el canciller Alfredo Moreno quien señaló que «No es aceptable que un país al cambiar su Constitución normativa intente abandonar los tratados internacionales vigentes». Luego se difundió un mensaje del ministro de la Defensa, Andrés Allamand: «Las Fuerzas Armadas están preparadas para cautelar la soberanía territorial».
La retahíla de expresiones por ambos lados prosiguió en seguida con motivo de la condecoración en Bolivia de los l4 militares y de la queja del presidente Morales por la acción conjunta de Chile y la DEA estadounidense en contra de un general boliviano implicado en narcotráfico y de los cual nunca se informó a las autoridades paceñas. La DEA, entidad estadounidense supuestamente dedicada a perseguir el comercio de drogas, fue expulsada de Bolivia en 2008 por su abierta intervención en asuntos internos del país.
La toma de posición por la parte chilena ha sido extremadamente ofensiva y produce la visión de países en guerra. Más, el objetivo de este escrito no es reseñarlas, aunque se vale una muestra: «Nunca entregaremos las armas»…dijo un jefe policial chileno en referencia a las escasas que portaban los militares bolivianos, dándole así una tónica de trofeo de guerra.
La eventual explicación de esta verba de matiz belicista se explicaría por dos circunstancias: derrotada Bolivia en la guerra de 1879-1883, en 1904 merced a un tratado impuesto por el vencedor perdió su territorio de Tarapacá y con ello su litoral. Recientemente, una reforma de la Constitución boliviana establece la obligación de recuperar su espacio en el Pacífico y sin cesión de territorios. Era y es un mensaje dirigido a su vecino Chile y con cimiento en la circunstancia de que hasta el 23-3-11 se realizaban diálogos chileno-bolivianos en busca de una solución a la forzada exclusión boliviana del mar Pacífico.
Así pues, detrás o mejor delante de los dimes y diretes se ubica el anhelo boliviano en busca de un mar perdido y hacia lo cual Chile exhibe una posición dura que alega la intangibilidad del Tratado del caso. Bolivia, a su vez, tiene una postura inversa y además proclama que Chile no ha cumplido siquiera el convenio de 1904 que lo obliga a facilitar, por su territorio, el comercio y tránsito de productos bolivianos.
Recurramos a la Historia, elemento que ilustra y no pierde la memoria. El historiador chileno Gonzalo Vial, quien fuera ministro del tirano Augusto Pinochet, escribía en 2008 «Bolivia y el mar perdido» (1) a propósito del Convenio de Tregua chileno-boliviano de 1884: «¿Por que se pactó tregua y no una paz? Porque la idea era que Bolivia recuperase litoral, mar, pero no en los (territorios) de preguerra, sino tomándolo de Tacna y Arica, ex provincias peruanas» ocupadas por Chile durante la guerra antes mencionada.
Como es conocido, por un Tratado de 1929, Perú conservó la provincia de Tacna y Chile la de Arica. Se malogró entonces la eventualidad de que allí renaciera un litoral para Bolivia. Sin embarg0, dice Vial, en un tratado de 1895 «Además se preveía dárselo en otro lugar. Es decir nos comprometimos a entregar costa a Bolivia aunque perdiésemos Tacna y Arica» (cursivas nuestras). En 1974 surgieron los generales Augusto Pinochet (Chile) y Hugo Bánzer (Bolivia); ambos habían usurpado el poder y eran socios en el gorilato que imperaba en Latinoamérica.
Esa pareja resucitó la idea de un corredor para Bolivia por territorio chileno al norte de Arica. Tal proyecto fracasó ante la oposición de Perú con base en un Tratado de 1929 que otorgó a Lima un derecho a veto sobre sus ex provincias en caso de dárseles un destino diverso. Antes, en 1920/21, Bolivia había procurado una revisión del pacto de 1904 ante la Liga de las Naciones pero ésta desestimó la solicitud, apunta Gonzalo Vial en el escrito antes citado.
Hay asimismo cuestiones subjetivas de dificultoso trato pues pareciera que en Chile más de un siglo transcurrido desde aquella guerra llamada erróneamente «Del Pacífico» se conserva la ideología que impulsó aquel conflicto. El 13 de agosto de 1900, Abraham Köning, ministro plenipotenciario de Chile en La Paz sostenía: «Es un error muy esparcido opinar que Bolivia tiene derecho a exigir un puerto en compensación de su litoral. No hay tal cosa. Chile ha ocupado el litoral y se ha apoderado de él, con (el) mismo título con que Alemania anexó al imperio la Alsacia y la Lorena. Nuestros derechos nacen de la victoria, la ley suprema de las naciones».
Los tiempos han cambiado argumentará alguien. En el año 2004, en vísperas del centenario del discutidísimo convenio, Emilio Ruiz-Tagle a la sazón cónsul de Chile en La Paz con rango de embajador, sugirió que Bolivia podría recuperar su salida al mar. El 28 de septiembre fue destituido por el gobierno del presidente Ricardo Lagos. La deposición del diplomático se explica porque había roto la tesis de que aquel tratado si era modificable. (2)
Desde que nació como estado independiente, Chile ha tenido y tiene hoy conflictos de límites con sus tres países limítrofes: Argentina, Bolivia y Perú. Esta situación es peligrosa y se asienta n un desorbitado chauvinismo. Un historiador chileno y contemporáneo, Felipe Portales afirma:
«La negación de nuestra propia identidad podemos verla también en el escaso sentimiento que nuestro pueblo tiene de tener un destino común con el resto de América Latina. Siempre nos ha gustado ser «europeos» (comillas original), traer inmigrantes del Viejo Continente y, más aún, que nos llamen «los ingleses de América Latina.» Particularmente difícil ha sido nuestra relación con los países vecinos» (3).
Considera Portales que el efecto negativo de la identidad de los chilenos ha producido en el país una mentalidad autoritaria-bélica y el desigual sistema económico-social existente.
Notas
(1) Vial, Gonzalo, Bolivia y su mar perdido, diario «La Segunda» (Santiago de Chile, 21/11/2008
(2) Ver, Uribe, Hernán, Cien Años de Enemistad, revista Punto Final, 29/8/04
(3) Portales, Felipe, Los Mitos de la Democracia Chilena, Santiago, editorial Catalonia, 2004
– Hernán Uribe es Periodista/escritor chileno
Fuente: http://alainet.org