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La pugna entre las dos ciudades o la inevitabilidad de la lucha de clases

Fuentes: Rebelión

Puertas adentro de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, 29 diputados del partido derechista PRO votaban positivamente el presupuesto 2014 de 60 mil millones de pesos, (hubo 24 votos negativos y 7 abstenciones) decretando de esta manera otro brutal golpe contra los sectores más desprotegidos de la sociedad. Puertas afuera, mlles de seguidores […]

Puertas adentro de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, 29 diputados del partido derechista PRO votaban positivamente el presupuesto 2014 de 60 mil millones de pesos, (hubo 24 votos negativos y 7 abstenciones) decretando de esta manera otro brutal golpe contra los sectores más desprotegidos de la sociedad. Puertas afuera, mlles de seguidores de la Corriente Villera Independiente y otras organizaciones populares hacían una demostración de protesta, fuerza y unidad en grado superlativo.

Los diputados del PRO no estuvieron solos en su propuesta de saqueamiento masivo, ya que a último momento -producto de promesas de cargos, y todo tipo de prebendas- los siete abstencionistas (los manifestantes los calificaron directamente de «traidores» y «escoria») fueron quienes realmente facilitaron que la derecha siguiera avanzando sin obstáculos en su vocación privatizadora y entreguista. Sus planes son conocidos: contempla desde venta de inmuebles públicos para la especulación inmobiliaria, construir el shopping de IRSA en Caballito, y generar maquillaje edilicio -para eso le sobran millones- destinado a la clase media alta. Ese es un tipo de ciudad, con luces de neón, prepotente, forjada entre corbatas de seda y trajes de marca, con vocación de enrejar hasta los faroles de las avenidas. La ciudad de los ricos, que mira, como siempre, al Norte.

Sin embargo afuera se sienten ruidos y no provienen solamente del atronador bullicio de centenares de bombos y redoblantes. «Macri basura, vos sos la dictadura», se escucha persistentemente. Hay miles de rostros morenos, acostumbrados a vivir en condiciones extremas, sin cloacas, en pisos de tierra, y con exceso de carencias, pero con un nivel de conciencia y de dignidad que los hace alzarse frente a la adversidad e ir venciéndola de a poco. Junto a ellos y ellas, hay otros que no vienen desde las villas sino de barrios urbanos, también surcados por la miseria y la falta de viviendas. Están allí, abrazados con sus hermanos de infortunio, maldiciendo a la derecha gobernante y a los alcahuetes y traidores que le dieron el triunfo para que se llenen los bolsillos de billetes que jamás se reflejarán en obras y proyectos que atiendan las necesidades de los más pobres.

Sin embargo, afuera se ha producido un milagro: el arduo trabajo de la Corriente Villera Independiente ha posibilitado que alrededor de su empeño y su protesta se sumen decenas de organizaciones sociales, populares, políticas y hasta estudiantiles. Siglas conocidas: Frente Popular Darío Santillán, Movimiento Popular La Dignidad, CTA Capital, Marea Popular, Organización Los Pibes, Movimiento de Trabajadores Excluidos, CETEP, Camino de los Libres, OLP, Quebracho, La Revancha, Partido Socialista Auténtico, Movimiento Emancipador, Frente Pueblo Unido y tantas otras, que han decidido entretejer un compromiso militante para esta ocasión. Organizaciones que empiezan a darse cuenta que los caminos de la unidad se transitan más en la acción que en la firma de interminables y aburridos documentos. Por eso, lo ocurrido este jueves frente a la Legislatura porteña dejó muy buen sabor de boca a todos los presentes. No era para menos, el acto transcurrió amparado en la sombra protectora del Che Guevara y del cura Carlos Mújica (ambos caídos en combate, cada uno a su manera), y bajo la advocación de Maxi y Darío, de Teresa Rodríguez, y otros héroes populares. La ocasión anima a imaginarse que esta brisa repentina no nace por casualidad, es parte de un legado y una memoria histórica (lo dijo clarito uno de los oradores de la Villa 31) que estas nuevas generaciones de luchadores y luchadoras recogen en sus mochilas.

Claro que no es fácil, ellos y ellas lo saben (infinidad de compañeras, con sus rostros sufridos pero no menos hermosos y alegres, daban un marco especial a la concentración), pero están dispuestos y dispuestas a intentarlo. Hablan de socialismo, del fraude en Honduras, de la Patria Grande, de rebelarse hoy y siempre contra la injusticia. «Libres o muertos, jamás esclavos», cantan, y saben que no es una consigna más, sino un compromiso que apunta a ir acorralando de a poco a esos cosos de adentro (los 29 más los 7) que transan, se burlan, practican la impunidad y pugnan por olvidarse que en la Ciudad de afuera se está preparando, a fuego lento, su indefectible caída.

«Mírense unos a otros», sintetiza Coco desde un improvisado escenario, rodeado de sus pares. Coco es un dirigente -no un puntero, puntualiza- de la Corriente, un hombre forjado en mil batallas, que repite: «por favor mírense, y van a ver cuantas banderas, cuántas miradas. Estamos todos aquí, los villeros, pero hoy nos pusimos ropa de ciudadanos para venir a interpelar a este gobierno y a esos 60 legisladores que cada año votan presupuestos que no nos tienen en cuenta. Estamos aquí, dando los pasos necesarios para empezar a recuperar nuestros derechos, algo que será posible cuando tengamos eso tan importante que es la unidad». Sus palabras están cargadas de estrategia, Coco, como los demás que lo precedieron (la Rusa comunera, un representante uruguayo de FUCVAM, Juan, de la CETEP, Aida, de la Villa 31) hombres y mujeres, villeros, piqueteros, trabajadores excluidos y estudiantes de la FUBA y hasta secundarios, todos ellos rebeldes, peleones, audaces, saben que las grandes batallas se ganan en la calle y en la acción directa. Que los politiqueros sólo sirven para enredar y tergiversar la realidad a favor de sus intereses, pero que para el pueblo, la unidad y la organización son la única receta que los ayudará a ser libres.

El acto termina como empezó, con los bombos resonando, con las banderas al viento, con esa llamarada de compromiso y buena salud que avanza, como en otras épocas no tan lejanas, desde las villas y los barrios hacia el centro, exigiendo lo que les corresponde: vivienda, trabajo, salud, educación. El buen vivir diría Evo, la Revolución, agregaría el Comandante Supremo Hugo Chávez. Ni más ni menos, que con eso alcanza y sobra para que esta lucha se convierta en un río correntoso (¿viene de Corriente?) que arrastre toda la suciedad estancada.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.