De la “pedagogía del oprimido” a la pedagogía de la rebelión
Las más de 30 organizaciones de jubiladxs empezaron a marcar el rumbo con sus marchas y concentraciones, enfrentando al modelo de ajuste continuo y represión sistemática, que ejerce el gobierno de Javier Milei, contra quienes protestan y reclaman lo que les pertenece.
Son lxs jubilados lxs que están produciendo un hecho pedagógico social, sacudiendo la inercia de la desalfabetización política en la que la gran mayoría de la población estaba inmersa, producto de la promoción de la falsedad que dieron en llamar “antipolítica”, o de las nefastas concepciones que profesan los “gurúes” del “cambio”, que jamás explican el por qué; siempre, de lo que se trata es de poner al Estado como subsidiario del mercado, bajo el falaz argumento del “déficit fiscal” para privatizar el país en función de sus propios beneficios.
Lxs “viejxs” dieron comienzo a un nuevo proceso de concientización; las calles, como aulas a cielo abierto, se hicieron eco de las vivencias angustiantes y desde esa potencia interior, lo íntimo se hace público y demanda contra los anodinos intereses privados representados por el gobierno del Estado nacional.
No hay una voz de mando, el movimiento de jubiladxs y sus más de 30 organizaciones toman decisiones de manera asamblearia, por eso la fuerza se hace ejemplificadora y tomó la forma de una didáctica de la resistencia a los palos, los golpes, los gases de la infame “(in)seguridad” organizada en la “escuela” de barbarie de Patricia Bullrich, que mira las escenas espeluznantes por un monitor que refleja su propio odio de clase, como el del resto de esa minoría, que trama nuestros destinos.
Los cuerpos reprimidos, que llevan las marcas de sus propios pasados y de la crueldad estatal de ayer y de hoy (en muchos casos) son los portadores de los textos que hay que volver a escribir para que la historia de las minorías abusadoras del poder deje de ser la oficial; ahora más idiota, enmarcada en delirantes posteos de estúpidas batallas virtuales, propias del idiotismo dirigencial y “comida chatarra” de innumerables medios periodísticos.
El asado presidencial que agasajó la infamia de los 87 farsantes, que el señor presidente llamó “héroes”, pagados con los dineros que les niegan a las jubilaciones, más el primer mandatario, que actúa como mandante de sus propios deseos confesos e inconfesos, fue la contracara perversa de quien (quienes) se burla(n) de la víctima; aunque esa reunión en la costosa quinta de Olivos, puede ser un insumo importante a la hora de seguir escribiendo la cartografía de la democracia de la derrota.
Todavía, las mayorías no hemos podido cambiar la clave epistemológica que ha permitido a las minorías decidir nuestros destinos. Tal vez la concientización para la emancipación de la que hablaba Paulo Freire no llegó al grado de madurez en la alfabetización política necesaria.
El voto a Milei, un saltimbanqui que hizo su campaña usando la estética del panelista televisivo, que se propone como representante de la “antipolítica” cuya propuesta principal es la destrucción del Estado, nos habla, por un lado, del hartazgo que siente un amplio sector social por el establishment que forma el resto del arco político y que alternando en el “poder”, no dan soluciones a las recurrentes crisis, unos; y la profundización de la crisis con mayor endeudamiento, otros. Entonces avanza la “antipolítica” y aplica la “doctrina del shock” con las nefastas consecuencias que estamos viviendo.
Cuando el autopercibido progresismo, que se piensa a sí mismo en inferioridad de condiciones frente a lo que ellos llaman el poder real y, entonces, toman medidas, también neoliberales para “contentar” a los representantes del capitalismo salvaje y transformarlos en lo que sueñan como “burguesía nacional” (a la brasileña, según dicen), entonces, se olvidan de gobernar para las mayorías, lo que redunda en un status quo, que también es pobreza, pérdida de trabajo y planes a lo que se suma el hartazgo social que hace que el ciclo entre en reproducción y otra vez ¡sopa! (aunque ahora ni siquiera “sopa”).
El problema no es si la burguesía es nacional o global, el problema es la burguesía y peor, quienes se autoperciben burgueses, aunque tampoco puedan tomar “sopa”.
Esta generación de jubilados, está enseñando con la propia práctica rebelde, esgrimiendo también la historia reciente, recordando a Norma Pla, cuando enfrentaba al ministro de Economía, Domingo Cavallo, durante el gobierno neoliberal del peronista Carlos Menem a mediados de los 90 del siglo pasado, por las jubilaciones de hambre de aquellos años y que nunca, ningún gobierno de los que vinieron después llevó los valores al 82% móvil de los salarios en actividad.
Y, en aquellos privatizados 90, había dicho Norma Pla en una entrevista: “Porque eso lo fomentamos nosotros, los dejamos avanzar y avanzar, y acá están las circunstancias”.
“La historia se repite dos veces, una vez como tragedia, la otra como farsa”, dijo el filósofo alemán, pasaron más de 30 años de la voracidad privatizadora menemista y más de 20 del argentinazo de 2001 contra el gobierno del radical, Fernando de la Rúa y no casualmente, con Patricia Bullrich en el rol de ministra de Trabajo, bajando el 13% las jubilaciones y con Cavallo otra vez en Economía.
Ya no está Norma Pla, pero su lucha se reaviva y multiplica: “… para nosotros esto no es novedad, Insurgentes hace 8 años que se reúne en el anexo del Congreso para protestar por la situación de los jubilados, que perdimos en los últimos 10 años el 60% de nuestro poder de compra, de manera que no nos quedamos con un gobierno sino que nos quedamos con un sistema que toma permanentemente a los jubilados como variable de ajuste…”, decía Virginia, integrante de Jubilados Insurgentes a este portal en la movilización del 11 de septiembre (ver video).
El movimiento de jubiladxs está haciendo docencia, se retroalimenta, hacen historia lxs que tienen historia y así les dieron una lección a los sindicatos, cuyos trabajadores son despojados de derechos, también de manera sistemática y en muchos casos con la complicidad de los dirigentes, que la lucha por la emancipación es una sola; para eso hay que concientizar y politizar a la sociedad, como decía Freire, a lo que también agregaba que se necesitaba la unión de la reflexión y la acción a través de la praxis. Es lo que estamos aprendiendo con la rebelión de las canas.
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