Apoyo la reelección de Evo Morales. Por él voté los años 2002, 2005 y 2009 y no soy de los que cambian fácilmente de posición política, aunque debo reconocer que no tengo ya la convicción de aquellos años, que surgieron en mí dudas luego del «gasolinazo» del 2010 y de la represión a los […]
Apoyo la reelección de Evo Morales. Por él voté los años 2002, 2005 y 2009 y no soy de los que cambian fácilmente de posición política, aunque debo reconocer que no tengo ya la convicción de aquellos años, que surgieron en mí dudas luego del «gasolinazo» del 2010 y de la represión a los indígenas en Chaparina de septiembre de 2011. El primer error fue revertido por el Gobierno ante el repudio popular, lo de Chaparina sigue dejando una estela de impunidad.
Apoyo la reelección de Evo. Sigo pensando que es el liderazgo más sólido en el campo popular, pese a los errores, pese a los desvaríos esos de reunirse con Paz Zamora o Percy Fernández, pese a las concesiones programáticas que se están haciendo, pese a ese olor a llunkerío que se siente cada vez que se refieren a él como «jefazo», pese a ese culto a la personalidad tolerado por el propio Evo cuando permite que a un aeropuerto le pongan su nombre.
Hace poco reafirmé esta mi opción política, lo hice cuando vi a quien se presentaba como la alternativa de izquierda, a Juan del Granado pactar políticamente con Germán Antelo, el «past president» del Comité Cívico cruceño. Es que tengo memoria; en septiembre de 2008, cuando las hordas cívicas asaltaban y quemaban las oficinas públicas en Santa Cruz, cuando golpeaban a migrantes collas en Tarija y masacraban a campesinos en Porvenir, los actuales senadores Antelo y la señora Centa Reck eran parte de la conspiración reaccionaria junto a Rubén Costas y Branko Marincovic. Lo único que les diferenciaba era que estos respondían a la logia «Caballeros del Oriente» y Antelo a la logia «Toborochi», ambas representativas del señorío burgués de Santa Cruz. Del Granado está volviendo a sus viejas andanzas, cuando fue aliado del proyecto neoliberal de Sánchez de Lozada el año 1993. Así como entonces creyó que había encontrado una burguesía «patriótica», hoy se empeña en buscar una burguesía «democrática» con la que aliarse; claro que Juan dirá que todo es para frenar el «autoritarismo» de Evo… ¿o sea que el enemigo de mi enemigo es mi amigo?
Estoy de acuerdo con la reelección de Evo. Creo que para llegar a ese objetivo al menos hay dos caminos, el primero es que la decisión del Tribunal Constitucional en la consulta por la «Ley de aplicación normativa» que hizo la Cámara de Senadores defina que sus contenidos son constitucionales y Evo quede así habilitado. Pero también hay la posibilidad de que el Tribunal resuelva en sentido contrario, en tal situación habrá que ir por una reforma constitucional en la Asamblea Legislativa Plurinacional y ganar luego un referéndum nacional para su aprobación. En cualquier escenario se requiere la movilización del pueblo, pero esa movilización no debe darse únicamente alrededor de una candidatura o un liderazgo, eso sería reducir el proceso político boliviano a una mínima expresión electoralista; hay que convocar al pueblo para aplicar un programa que profundice y acelere los cambios, pasando de una revolución democrático-cultural a una revolución económico-social.
Cierto que la denominada «agenda patriótica» es una propuesta hecha por el gobierno para tomar la iniciativa ante una oposición carente de ideas. Esa agenda de 13 puntos apunta hacia el año 2025 que es cuando se celebra el Bicentenario de la fundación de Bolivia, debe ser discutida y enriquecida con todos los movimientos sociales, no sólo con aquéllas organizaciones leales al proyecto gubernamental. Tiene que incorporarse a mineros sindicalizados, trabajadores petroleros, juntas de vecinos, maestros y salubristas, trabajadores por cuenta propia, jóvenes estudiantes, indígenas de tierras altas y de tierras bajas para que aporten a la construcción del programa. Imponer la agenda desde arriba sería cambiar el «mandar obedeciendo» por la «obediencia debida» y no se hacen así las revoluciones.
Entre Tesis Política y Programa Político tiene que haber coherencia. El programa (la política de Estado) debe ser la concreción del planteamiento estratégico. No hay que decir una cosa y hacer otra, no hay que lanzar consignas revolucionarias en el discurso y en la práctica tomar decisiones que sólo buscan administrar la estabilidad capitalista. Hablemos con franqueza: en el gobierno hay tendencias que hablan del socialismo comunitario, hablan del vivir bien, hablan de los derechos de la madre tierra, pero hacen todo lo contrario. Estas tendencias en los hechos están preservando el poder del capital financiero con una nueva Ley de Bancos que no va a tocar las elevadas tasas de ganancia de los financistas; están incrementando nuestra deuda externa insertando al país en los mercados de capitales a través de la venta de «bonos soberanos»; están favoreciendo al capital transnacional minero ya que los extranjeros dueños de las grandes minas como San Cristóbal siguen llevándose nuestros minerales pagando bajas regalías e impuestos; están afanados en atraer inversiones extranjeras repitiendo el dogma liberal de que sin ellas no podremos desarrollarnos y a ese dogma responderá la nueva Ley de Inversiones; están aplicando políticas desarrollistas y extractivistas que le dan continuidad al patrón primario exportador de nuestra economía, base a su vez de la depredación de la madre tierra, aquí se origina la actitud permisiva con los transgénicos en materia alimentaria o, en materia energética, que YPFB comience a abrir las puertas a la explotación de hidrocarburos «no convencionales», conocida como Fracking por sus brutales impactos ambientales.
¿Cómo podríamos convocar al pueblo para derrotar a la derecha si el programa revolucionario está siendo abandonado? Una cosa es trabajar para construir el Socialismo Comunitario hacia el Vivir Bien como afirma la tesis política estratégica del Movimiento al Socialismo aprobada en su último Congreso de marzo de 2012 y otra cosa es trabajar para «desarrollar las fuerzas productivas» sin cambiar las relaciones sociales de explotación, consolidando en Bolivia el «capitalismo andino amazónico» que propuso García Linera el año 2005. ¿Sigue el vicepresidente con esa idea? Pareciera que sí aunque se cuida de hablar en esos términos, prefiere referirse al «modelo nacional productivo» o a los «ejes estratégicos del desarrollo». Ya viene siendo hora de plantear al vicepresidente las preguntas que elude responder en sus folletos: ¿cómo, por la vía capitalista, se puede construir el socialismo comunitario?, ¿cómo, por la senda del «vivir mejor» de la acumulación capitalista, se puede fortalecer el Vivir Bien de nuestras comunidades?
A pesar de estas tendencias conservadoras al interior del proceso, creo que todavía persiste un potencial político comunitario, originario, plebeyo y proletario, que da continuidad al proceso constituyente y que va erigiendo una nueva ética, que no es sólo una ideología, sino un nuevo proyecto de vida, un nuevo horizonte: el suma qamaña (Vivir Bien). Si Evo Morales está dispuesto a encarnar este proyecto de vida y el programa político revolucionario que de ese proyecto emana, pues adelante con su reelección.
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