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La reforma universitaria de Córdoba, Argentina, y su influencia en América Latina

Fuentes: Rebelión

«Que la universidad se pinte de negro, que se pinte de mulato, no solo entre los alumnos, sino también entre los profesores, que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la universidad no es el patrimonio de nadie y pertenece al pueblo». Ernesto «Che» Guevara   Introducción La mayoría […]

«Que la universidad se pinte de negro, que se pinte de mulato, no solo entre los alumnos, sino también entre los profesores, que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la universidad no es el patrimonio de nadie y pertenece al pueblo».
Ernesto «Che» Guevara

 

Introducción

La mayoría de los estudiosos refieren a la reforma universitaria de Córdoba de 1918 como el inicio de un proceso de transformación de la universidad moderna en América Latina, e incluso refieren a las repercusiones que tuvo en otras partes del mundo. Aunque en el fondo, creo yo, que la reforma no dejó de presentarse como un reclamo en función de un proceso de acción liberal democratizadora en la cual vivía Argentina en aquella época. El contexto argentino y latinoamericano e inclusive mundial fue determinante en los movimientos estudiantiles que llevaron a grandes transformaciones en el estatuto de las universidades de Argentina y de América Latina. El nuevo orden político, social e inclusive ideológico tuvo un peso fundamental en los cambios de régimen político y académico en la reproducción de las universidades latinoamericanas. El objetivo del presente escrito, es analizar y revisar el proceso en que se dio la reforma en la Universidad de Córdoba y su influencia en América Latina. Sin embargo, no dejan de ser polémicas las aportaciones que ésta aportó en la transformación de la universidad latinoamericana.

I. El caso argentino: la reforma de la Universidad de Córdoba de 1918

La reforma de la Universidad de Córdoba se presentó en un contexto social, político y económico particular por el que atravesaba el país desde fines del siglo XIX y principios del siguiente. Se distinguía por un reclamo que algunos sectores sociales buscaba la democratización de las relaciones sociales. Algunos de estos eran liberales, otros de izquierda o que simpatizaban con ella. En esos años, el régimen oligárquico conformado por los grupos de poder dominante en Argentina, controlaba los más amplios sectores de la economía, le otorgó a todas las relaciones sociales un carácter de subordinación hacia aquella, creo una situación de monopolio en casi todos los aspectos de la vida social y política; además cerró el camino a todo grupo social que no se identificara con la oligarquía. Ésta, se conformaba de terratenientes, comerciantes, financistas, dirigentes políticos, militares y capitalistas británicos.

El nuevo contexto político-económico, provocó grandes descontentos, reacciones, resistencias de sectores sociales, los cuales tenían diferentes orígenes. Entre otros muchos se encontraban algunos terratenientes y comerciantes que había sido excluidos; pero sobre todo, de sectores pequeño burgueses (o llamados así «clase media»), que hacía poco ascendieron y se expandieron debido al crecimiento económico que sostuvo la economía argentina. Entre estos se encontraban los pequeños comerciantes, artesanos, la burguesía manufacturera, intelectuales, militares, burócratas, y particularmente estudiantes (Kaplan, 1986). Sin embargo, también se encontraban los trabajadores de las ciudades que cada vez más crecían, y vivían de manera paulatina una profunda situación de desprotección de sus condiciones laborales. Esta realidad condicionó, por un lado, la vida de los estudiantes que se vieron obligados a transformar una parte de su vida social, sobre todo en la universidad. Por el otro, los sectores obreros que también intentaron organizarse, que no solo vivían en una situación de explotación sino que carecían de participación política frente a su condición social y contexto político-económico adverso.

De la misma manera, en ese mismo periodo, se dio un nuevo proceso de cambio internacional que influyó en la esfera universitaria. El primer acontecimiento que tuvo repercusión mundial, y claro está, sobre Argentina, fue la revolución mexicana, que inicio en 1910, y al momento en que se dio el movimiento estudiantil, no parecía llegar a su fin, ni parecía mucho menos cuál sería el tipo de gobierno que se consolidaría, un asunto que se presentó sino hasta algunos años después. Las ideas de carácter nacionalista de la revolución mexicana, particularmente de la educación de carácter «socialista» influyeron en América Latina. El segundo acontecimiento fue la revolución rusa que tuvo lugar a partir de 1917, ésta influyó notablemente sobre todo las propuestas socialistas en el estudiantado y sectores obreros. La Primera Guerra Mundial tendría también consecuencias no sólo en el movimiento estudiantil, sino que reestructuró el nuevo orden mundial que tendría consecuencias políticas y económicas en gran parte de los sectores sociales de Argentina.

Bajo esas condiciones, los sectores sociales de la Argentina que fueron excluidos, tuvieron en el movimiento que luego fue un partido político llamado Unión Cívica Radical un espacio para organizarse y reclamar la democratización de la realidad social y política. Se expresaron, aglutinaron y condujeron a la protesta antioligarquica, al no encontrar una vía desde las formas tradicionales para salir de su situación de subordinación y por una realización de la vida social. La base ideológica del grupo que se aglutinaba en el nuevo movimiento radicalista, se sostenía en las bases de los sectores sociales que reaccionaron contra los enemigos que le habían cerrado las puertas. Los aspectos que utilizó van desde la política, hasta los morales, pasando por los místicos. Dichos sectores utilizaron la noción de democracia política liberal a la cual le dieron más énfasis, que fue acompañado por la defensa y construcción del nacionalismo y el papel del estado en la economía. El primer paso se dio con la reforma electoral de 1912 la cual significó una limitación al poder de los grupos de poder oligárquicos que había gobernado desde 1880.

Al mismo tiempo las ideas socialistas tomaron fuerza en Argentina, influyó tanto en los obreros como en los estudiantes (y en el resto de los países latinoamericanos). El marxismo, por ejemplo, se introdujo en América Latina a fines del siglo XIX por los migrantes europeos (alemanes, italianos y españoles) que llegaron al Cono Sur, particularmente en Argentina. Aunque anteriormente el anarquismo había tenido gran simpatía en este país que también había sido introducido por estos migrantes. En ese contexto surgieron y fueron creciendo los partidos obreros. La industrialización del país generó las condiciones para el desarrollo de sectores obreros que, para la segunda década del siglo XX, llegaron a organizarse en agrupaciones importantes que tendría una repercusión política nacional. De la misma manera las organizaciones políticas estudiantiles cobraban mayor fuerza. En un primer momento surgió una corriente inspirado por la II Internacional que tuvo en las organizaciones obreras y estudiantiles una base para la lucha social y política. La presencia de nuevos dirigentes en Argentina, por ejemplo, y que tiene influencia en los obreros y estudiantes, fue el caso de Juan B. Justo, quien a fines de siglo XIX fundó el Partido Socialista Argentino (Löwy, 2015). Si bien se considera moderado en sus ideas, no deja de tener una importancia en el país. De hecho fue quien denunciaba regularmente que en las bibliotecas no había libros de Karl Marx, Charles Darwin o de Ernst Haeckel, sino mucho material de origen religioso que era utilizado regularmente por los estudiantes universitarios. Luego se dieron los primeros experimentos para analizar la realidad latinoamericana desde el marxismo quienes organizaron o crearon las bases políticas para un cambio revolucionario. Estas características tuvieron un peso político en el contexto de la reforma universitaria de Córdoba de 1918.

Desde los primeros años del siglo XX la evolución de la juventud en los espacios universitarios, como se dijo, va tomado fuerza cada vez más importante. Se produjo un incremento de matriculados en las universidades argentinas. Luciano Andrés Valencia nos comenta que:

«Para 1910 había 6000 estudiantes matriculados en las tres universidades nacionales: 78% en la Universidad de Buenos Aires, 8% en la de Córdoba y 14% en la recién creada de La Plata. A estas se sumarían dos universidades provinciales que en la década siguiente serían nacionalizadas: la del Litoral y la de Tucumán» (2018).

El crecimiento de estudiantes matriculados era producto del ascenso de nuevos grupos sociales (la pequeña burguesía). La economía del país generó también las condiciones para el ascenso de este sector, pero también de la llegada de nueva población migrante que procedía de Europa. No obstante, también podríamos destacar que el sistema capitalista requería de mano de obra capacitada, por lo que necesitaba de intelectuales (como diría Gramsci) para el proceso de acumulación.

Los nuevos cambios en la sociedad argentina generaron también nuevas formas de ascenso. El título universitario, por ejemplo, generaba estatus, con el cual otorgaba una nueva forma de ascenso frente a otros sectores excluidos o de gran parte de la sociedad argentina. Esta nueva realidad generó, incluso, continuos conflictos que, en términos sociológicos y antropológicos, podríamos denominar como choque generacional. Las nuevas generaciones enfrentaron a las anteriores. Aquellas generaciones universitarias, en parte, renegaron de sus padres y abuelos. Si bien las generaciones anteriores eran muy abiertas a los cambios, pues buscaban tener un hijo universitario. Este fenómeno se plasmó en la obra de Florencia Sánchez, M´hijo el dotor publicada en 1903, en donde explicaba la importancia de una familia tener un hijo universitario (Avendaño, 2018).

Desde los albores del siglo XX se incrementaron los centros universitarios; por ejemplo, la Universidad de Buenos Aires (UBA) fundó Medicina en 1900. En 1903 creó Ingeniería y en 1905 Derecho. En cuando a las organizaciones estudiantiles, se constituyó la Federación Universitaria en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el 11 de septiembre de 1908. Poco después se organizó el 1° Congreso de Estudiantes Americanos en Montevideo Uruguay, en donde hubo representantes argentinos, y en la que se suscribió una resolución para que los Consejos Universitarios apelaran a una representación estudiantil. Es decir, el estudiantado argentino creció no solo en volumen en la sociedad argentina, sino que las limitaciones en las que se encontraron lo obligó a involucrarse políticamente.

En términos ideológicos la universidad argentina (y latinoamericana) de comienzos del siglo XX todavía se regía sobre ideas que ya no obedecían al contexto social, político y económico; muchas de sus ideas eran impropias, o en todo caso retrogradas. Por ejemplo, la Universidad Nacional de Córdoba se regía bajo concepciones religiosas, la actitud conservadora de su práctica diaria hacía que se consagrara a la Virgen María, los egresados juraban sobre nociones evangélicas. En la carrera de Derecho se prescribían los «Deberes para con los siervos», un asunto que no se dejó del todo poco después de la reforma, pues si se analiza con detalle, se puede observar que se practica, aunque en menor medida, hasta nuestros días. En realidad algunas prácticas continúan y no se presta la atención debida.

Este asunto no dejó de tener importancia en la sociedad Argentina. Desde las primeras décadas del siglo XX el régimen político de Córdoba poco había cambiado. Regía una cultura pre-moderna que se adscribía a la tradición monástica. Una cantidad de claustros de monjas y sacerdotes dominaba el panorama político y social de la ciudad y de gran parte del país, los cuales predicaban la escolástica como ideología dominante, hasta darle (o daban) o lo que creían que era, un carácter de ciencia (Schaller, 2018). La importancia de esta realidad, es que los grupos de poder no estaban a la altura de los cambios que exigía la sociedad argentina.

A partir de 1916 la oligarquía conservadora daba muestras de debilidad. El Estado argentino era dominado por el radicalismo que poco antes había asumido la presidencia Hipólito Yrigoyen de la Unión Cívica Radical, pero la universidad argentina siguió bajo dominio de los sectores más reaccionarios y conservadores, sobre todo en la Universidad Nacional de Córdoba. En esos años existían aproximadamente cinco universidades, la de Córdoba era la de mayor tradición y práctica clerical, mientras que el resto se impartía de alguna manera una formación cientificista. La dominación sobre la Universidad Nacional de Córdoba por parte del sector reaccionario y conservador, conseguía imponer un conjunto de cátedras y una concepción política e ideológica de la iglesia. Sin embargo, la cerrazón de estas autoridades conservadoras y castrenses y las condiciones políticas menos favorables a estas, empezaron a ser fuertemente cuestionadas por una juventud que buscaban la democratización y laicización de la educación universitaria.

Los conflictos que luego desembocaron en el movimiento estudiantil de reforma de 1918 tuvieron un antecedente. En 1916 luego de la presentación de una conferencia en la Biblioteca de la Universidad Nacional de Córdoba, que refería a los indígenas (Incas) y en la que se enfocó al (mal) trató a los que estos habían tenido en el pasado, los jesuitas se ofendieron y reaccionaron. Esto llevó a la creación en Buenos Aires de una federación católica y la revista Tribuna Universitaria con el fin de mantener de los castrenses el dominio en los centros universitarios, además de la reproducción de sus ideas en dichos centros (Valencia; 2018).

Los conflictos, que como hemos visto, se distinguieron también en términos ideológicos y culturales, se manifestaron entre grupos católicos por un lado, y los reformistas por el otro. Es decir, la pugna entre un grupo que buscaban nuevas relaciones sociales en la universidad, enfrentaba a los grupos conservadores ligados a gran parte de la Iglesia católica, a defensores y reproductores de la misma que se manifestó cotidianamente durante estos años. Algunos estudiantes de la Facultad de Derecho de la UBA, por ejemplo, fundaron la revista Cultura en la que planteaban y profundizaron algunas ideas del científico argentino (climatólogo, naturalista, paleontólogo, zoólogo, geólogo y antropólogo) Florentino Ameghino. Era, quizá, la guerra ideológica y cultural entre los grupos en pugna. La guerra de una ideología basada en la religión, era seriamente cuestionada por los jóvenes que se sostenían en las ideas racionalistas. Los católicos y conservadores reaccionaron contra, no solo hacia los estudiantes, sino hacia todo el círculo de científicos que ponían en duda la viabilidad de la ideología que sostenía a la religión católica. De hecho las ideas de Florentino eran atacadas y odiadas por los sectores reaccionarios católicos.

En 1917 los estudiantes de Ingeniería y Medicina se habían organizado para manifestarse contra el régimen de faltas. Buscaban además la supresión del internado de clínicas, lugar donde se realizaban las prácticas. Las autoridades no respondieron, el Comité Pro-Reforma Universitaria de Córdoba (dirigido por Ernesto Garzón de Ingeniería, Horacio Valdez de Derecho y Gumersindo Sayago de Medicina), que hacía poco se había formado, convocó a un paro que tendría lugar el 31 de marzo. Dos días después el Consejo Superior resolvió la clausura de la Universidad y el 4 de abril el Comité solicitó la intervención del gobierno federal. En el mes de abril hicieron llegar al Ministerio de Justicia e Instrucción Pública un pliego petitorio en el que manifestaban sus demandas. Hacía referencia, por un lado, a la falta de preparación de los docentes, por el otro, demandaban que el gobierno universitario debería estar conformado por estudiantes y docentes, y no por personas ajenas o ligadas a la institución religiosa.

El primer suceso del movimiento estudiantil que se conoció como «movimiento de reforma», se dio a fines de 1917, cuya primera demanda fue la democratización del sistema de asignación de cátedras. La indiferencia de las autoridades universitarias, sin embargo, obligó a los estudiantes a ampliar sus demandas. Incluía el rechazo al régimen de asistencia, y se expusieron las condiciones por la que atravesaba el estudiantado y criticaban a los grupos de poder que conducción la universidad. El organización de los estudiantes avanzó, pues el 11 de abril de 1918 fundaron la Federación Universitaria Argentina (FUA), en el mismo periodo en que interviene el gobierno de Hipólito Yrigoyen, por medio de José Nicolás Matienzo, con el fin de controlar la conflicto. El procurador (Matienzo) se había dado cuenta de las irregularidades que se manifestaban en la universidad, por lo que planteó la necesidad de democratizar el estatuto. Luego afirmó que la rectoría y las direcciones de las facultades quedaban vacantes y presentó un nuevo sistema de elección de las autoridades. Las nuevas propuestas fueron aprobadas en un nuevo proyecto que sería aprobado por el gobierno a principios de mayo. Las nuevas condiciones de elección que se generaron en la universidad, sin embargo, no fue considerado la participación de los estudiantes. Por lo cual sería uno de los motivos que continuaría y profundaría la lucha en contra las autoridades universitarias.

El mayor descontento se dio a partir del 15 de junio de 1918 cuando se realizó la asamblea para elegir al rector de la universidad. Luego de presentarse algunos candidatos, por ejemplo, el de los estudiantes fue Enrique Martínez Paz (de fracción liberal) y el de los grupos conservadores fue el ultra conservador Antonio Nores, se dieron dos votaciones, pero ninguno tuvo mayoría, por lo que se organizó una tercera. En esta última intervinieron los jesuitas para favorecer al ultra conservador. En respuesta, los estudiantes irrumpieron en la asamblea y destruyeron muebles, tomaron la universidad y declararon la huelga. Luego organizaron una serie de marchas junto con los obreros afiliados a la Federación Obrera de Córdoba (Valencia; 2018). La respuesta de los estudiantes del 15 de junio, se ha considerado como la fecha conmemorativa de la Reforma Universitaria que tendría consecuencias en la educación universitaria en América Latina en los pocos años de darse el movimiento.

El rector Nores, impuesto por las autoridades conservadoras y apoyado por la iglesia católica, intentó mantenerse en la rectoría. Dos días después, es decir, el 17 de junio, la Federación Universitaria de Córdoba difundió el Manifiesto Liminar, con el título «La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sudamérica». Se considera a Deodoro Roca, que en aquel entonces tenía 28 años, el autor de este documento. Aunque se especula realmente quién fue el autor original, pues cuando se difunde dicho documento, Roca ya era egresado de la carrera de Derecho. En el documento los estudiantes expresan, a todo el mundo, las razones de su levantamiento:

«Hombres de una República libre, acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país con una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana.

La rebeldía estalla a hora en Córdoba porque ahí los tiranos se habían ensoberbecido y era necesario borrar para siempre el recuerdo de los contrarrevolucionarios de Mayo. Las Universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y lo que es peor, el lugar donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la catedra que las dictara. Las universidades han llegado a ser así reflejo de estas sociedades decadentes que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una movilidad senil. Por eso es que la ciencia, frente a estas casas mudas y cerradas, pasa silenciosa o entra mutilada y grotesca al servicio burocrático. Cuando en un rápido fugaz abre sus puertas a los altos espíritus es para arrepentirse luego y hacerles imposible la vida en su recinto. Por eso es que, dentro de semejante régimen, las fuerza naturales llevan a mediocrizar la enseñanza, y el ensanchamiento vital de los organismos universitarios, no es el fruto del desarrollo orgánico, sino el aliento de la periodicidad revolucionaria» (Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria de 1918, 1985).

Las manifestaciones siguieron su curso. El 18 y 19 de junio se organizaron y se dieron manifestaciones en la ciudad de Córdoba y en otras ciudades de la Argentina. En los siguientes días se profundizaron las manifestaciones. Dice Valencia:

«La del 23 contó con la presencia de Alfredo Palacios, primer diputado socialista de América, y convocó a 9.000 personas. En esta ocasión se resolvió: a) mantener la huelga; b) convocar a otras federaciones estudiantiles del país para que apoyen la iniciativa de la Federación Universitaria de Córdoba; c) presentar al Congreso Nacional de Estudiantes del 14 de julio el proyecto de Reforma Universitaria que sería presentado en el Parlamento; y d) enviar una delegación a la ciudad de Buenos Aires para que presenten la reforma en los organismos públicos» (2018).

Sin embargo las manifestaciones fueron enfrentadas con la represión del Estado. En tanto que el rector impuesto por las autoridades conservadoras, al ver que el descontento y la violencia lo rebasan y que imperaban en gran parte de la ciudad de Córdoba, se vio obligado a suspender las clases. El gobierno no podía sostener el conflicto y la violencia que había generado, por lo que reaccionó. El 2 de agosto interviene y suspende al rector y todos sus consejos. Intentó poner un rector interino, Telémaco Susini, pero de inmediato fue repudiado y hostigado por los grupos de poder conservadores. Esto hizo que la FUA exigiera una nueva intervención del gobierno en la universidad mediante un telegrama que le fue enviado, con el fin de detener las acciones de los conservadores. Tal intervención nunca se dio, y continuaron las movilizaciones en la calle, las cuales no fueron lo suficiente, por lo que los estudiantes decidieron ingresar y atrincherarse en la universidad. Luego izaron la bandera de la FUA e informaron el gobierno federal que la universidad había sido intervenida por ellos. Posteriormente nombraron a varios autoridades que ocuparían los cargos de la universidad. Horas después el ejército llegó a desalojarlos. No hubo ningún enfrentamiento, no se resistieron al ejército que los detuvo y los sacó de la universidad para trasladarlos al Cuartel del Cuarto Regimiento de Artillería. La presión que habían generado los estudiantes, obligó al gobierno a intervenir el 11 de septiembre en la Universidad, por lo que provocó la renuncia de muchos de los profesores que sostenían al régimen conservador. El asunto fue resuelto casi un mes después, y el 12 de octubre el gobierno de Yrigoyen firmó el decreto de reformas que concedían las demandas estudiantiles. Quizá el gobierno que simpatizaba con el movimiento estudiantil, además de que representaba a los sectores sociales descontentos desde principios de siglo, fue que favoreció que se concretara la reforma que los estudiantes reclamaban. Es posible que si fuera un gobierno conformado por los conservadores, esto no se hubiera concretado o quizá años después. Quizá especule, pero las condiciones para la reforma se habían dado desde años atrás. Los nuevos grupos sociales que habían asumido las riendas de la sociedad argentina, consiguieron nuevos cambios en la universidad.

Ahora, cuáles fueron esos logros conseguidos por los universitarios y que regularmente se mira a lo largo de la historia de las luchas estudiantiles de América Latina, Valencia comenta lo siguiente:

«Los principales postulados de la Reforma Universitaria de Córdoba fueron el co-gobierno con todos los sectores que conforman la comunidad universitaria, la autonomía política, docente y administrativa de la universidad, la elección democrática de todos los funcionarios universitarios, la selección de docentes a través de concursos públicos que aseguren la amplia libertad de acceso al magisterio, la periodicidad de las cátedras, la realización de actividades de extensión hacia la comunidad, la libertad de cátedra, la implantación de cátedras libres y la oportunidad de impartir cátedras paralelas, y la supresión del régimen de faltas con libre asistencia a las clases, entre otros» (2018).

A partir de entonces la influencia de la reforma de 1918 de Córdoba sería una referencia para las luchas por venir en América Latina. Por cierto, no existen o hay muy pocas referencias sobre la influencia de la reforma de Córdoba en otras partes del mundo como Europa o Asia.

II. La influencia en América Latina

La reforma de la Universidad de Córdoba de 1918, no solo se dio como un caso aislado y sin ninguna relación con el resto del mundo, por el contrario, pronto se extendió a universidades de América Latina y el Caribe, en países como Chile, Uruguay, Perú, Cuba y México. En este último se llevó a cabo el Congreso Internacional de Estudiantes que reunió a una cantidad de estudiantes de diversos países en el que manifestaron demandas comunes. La primera manifestación, sin dejar de observar su particularidad, se dio en Perú. En 1916 se concretó un avance del movimiento estudiantil con la creación de la Federación de Estudiantes del Perú, después de haber iniciado una larga lucha para conseguir la reforma universitaria la cual la consiguió tres años después (1919) al aprobarse la ley 4002 en la que le otorgaba la autonomía, la extensión universitaria, cogobierno y libertad de cátedra (Baigún y Zapata, 2018). Estos logros mostraban no solo la fortaleza y avance del movimiento estudiantil peruano, sino el debilitamiento y derrota de los sectores conservadores que dominaban en las universidades del país desde hacía un largo periodo.

El pensador que hoy consideramos más importante dentro de la tradición marxista latinoamericana, José Carlos Mariátegui, jugó un importante papel en el movimiento estudiantil. Además, antes y después del movimiento estudiantil, los asuntos en torno a la educación en su país no dejaban de tener importancia entre sus preocupaciones. Tenía un referente crítico en casi todos sus análisis sobre la realidad peruana. En el célebre libro Siete ensayos de la realidad peruana, refiere a la reforma universitaria, y puso el acento sobre la situación de la enseñanza en Perú desde la colonia, y en el que destaca el carácter decadente, su sentido aristocrático y eclesiástico retrógrado. Estas raíces se reflejaban en las relaciones sociales, políticas y económicas del país y en periodo histórico que el autor le tocó vivir. Decía que «la herencia española no era exclusivamente herencia psicológica e intelectual. Era ante todo, una herencia económica y social» (Mariátegui, 2007). Afirmaba que «en pleno siglo XX no tenemos aún un plan de educación nacional. Las experiencias políticas a las que hemos estado condenados han reaccionado cada una a su manera sobre la enseñanza». El asunto de la enseñanza tenía un carácter retrogrado; según Mariátegui, un asunto histórico que tenía relación con la estructura socio-económica. Este modelo de enseñanza que tanto criticaba Mariátegui, se mantenía en los primeros años del siglo XX. La educación tenía un carácter feudal y se distinguía por la restricción del ingreso y perfil elitista. Las trasformaciones que vivía la sociedad peruana, sobre todo el desarrollo urbano de la pequeña burguesía y su ingreso a las universidades, era la base por el cual surgió el movimiento estudiantil de reforma en Perú. El freno que ponían las elites y su programa educativo, impedía el desarrollo de los nuevos sectores sociales que estaban floreciendo en aquel momento.

En las nuevas condiciones sociales del país, el movimiento estudiantil se acercó al proletariado con el fin de avanzar en los derechos sociales que históricamente no se les había reconocido. Esto posibilitó que las acciones de los estudiantes reivindicaran al mismo tiempo las inquietudes colectivas, por tal motivo mostraron los avances de las ideas sociales y la apropiación y profundización de las herramientas teóricas del marxismo. Esta iniciativa dio paso a la lucha, que en lo concreto, se consolidó con la fundación de Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), el cual representó la línea que buscaba cambios por parte de los movimientos obrero, estudiantes e intelectuales que se adherían a la Reforma Universitaria. El movimiento estudiantil reformista fue un aliado de los obreros y de las causas populares; un asunto que ya se había manifestado desde la reforma universitaria argentina. Los estudiantes peruanos, por ejemplo, se habían solidarizado con la lucha de los trabajadores que buscaban la reducción de la jornada laboral de ocho horas. Este acercamiento con los obreros, motivó también a la fundación de las universidades populares, que no solo se dio, por cierto, en el caso de Perú, sino se vería después en otros países latinoamericanos como Cuba y México. En el caso peruano, la fundación de la Universidad Popular González Prada fue un ejemplo de las nuevas relaciones sociales en las que el movimiento estudiantil reformista había tenido un papel importante. La nueva realidad en la universidad fue decisiva la participación de Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui, miembros de una corriente política crítica de la realidad social quienes aspiraban a nuevos cambios en la sociedad peruana. Si bien, estos dos personajes difieren entre sí, son dos luchadores sociales ligados a la reforma universitaria latinoamericana. Aunque Mariátegui era radical y no se deja llevar por la ala reformista de la APRA. Mostraba también, al mismo tiempo, una nueva orientación ideológica que se expresaba en las universidades. Se manifestaba en los contenidos políticos y sociales y su aporte para un mundo mejor. Claro que esta nueva orientación fue producto de la tensión política, social y cultural, que de alguna forma había empezado en Argentina y que se conocería en otras partes de América Latina en los siguientes años entre los que se encuentra Perú. Un asunto que no se cerraría, y que tendría nuevas demandas en los años de 1930 y 1968 respectivamente.

El avance de las nuevas relaciones sociales en Perú luego de los conflictos en torno a la reforma universitaria, alimentó a que el APRA se convirtiera en un partido político. Sin embargo, los límites de este partido eran muy bien vistos por algunos sectores de la sociedad, los cuales fueron muy bien analizadas por José Carlos Mariátegui en la Revista Amatua fundada por él en 1926, quien afirmaba que carecía de un movimiento organizado. En realidad lo más lo que representaba, era un simple proyecto, ligado al reformismo que practicaba su dirigente. En este marco, es que Mariátegui se mantuvo al margen del aprismo; aunque no fue sólo su persona, sino que fue toda una generación conformada por intelectuales y estudiantes. Las dos corrientes llegan a su clímax cuando se da un enfrentamiento y ruptura entre Haya de la Torre y su concepción nacionalista de la revolución y José Carlos Mariátegui y su concepción socialista (Baigún y Zapata, 2018). Los enfrentamientos entre sectores sociales que buscaban a su manera un cambio en la sociedad peruana y latinoamericana, era resultado, en gran medida, de la reforma universitaria que se había dado en Argentina, pero que había tenido mayores avances y resultados políticos y sociales en Perú.

Conclusión

La reforma universitaria de Córdoba de 1918 se dio en un contexto en que la sociedad argentina se dieron nuevas relaciones sociales. Los grupos conservadores como las oligarquías, entre otros, ligados a la Iglesia católica, que dominaba la universidad no estaban a la altura de las circunstancias, ni mucho menos comprendieron los cambios que exigía la sociedad. Aunque como grupo de poder conservador por sí mismo, es ciego ante estos cambios. Intentó poner freno en uno de los pocos espacios que le quedaban luego de perder varios puntos estratégicos, como el gobierno por ejemplo, que permitía mantener su poder. Los estudiantes de la universidad, sobre todo de la Universidad Nacional de Córdoba, en donde dominaba precisamente la práctica de una cultura pre-moderna que se adscribía a la tradición monástica, se volvieron contra el poder oligárquico-conservador y católico, consiguieron abrir nuevas formas de reproducción social, de acuerdo a las circunstancias de la época, que a su vez representaban la generación de los nuevos cambios. La reforma universitaria de Córdoba conseguida por los estudiantes, permitió el co-gobierno en la comunidad universitaria, la autonomía ya sea esta política, docente o administrativa, la elección democrática de los funcionarios de la universidad, la selección de docentes por medio de concursos públicos, la libertad de cátedra, la supresión del régimen de faltas, entre otros frutos. Este resultado y la lucha estudiantil por sí misma, influyó e inspiró a otros movimientos en América Latina; Perú y Cuba fueron los ejemplos más cercanos en el tiempo. Si bien fue una inspiración para los movimientos estudiantiles de cada época, que no deja de estar presente hasta nuestros días.

Bibliografía

Kaplan, Marcos. (1986). «50 años de historia argentina (1925-1974): el laberinto de la frustración», en Pablo González Casanova (coord.), América Latina: historia de medio siglo. 1-america del sur. México: Siglo XXI.

Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria de 1918. (1985). Argentina: Ministerio de Educación y Justicia.

Mariategui, José Carlos. (2007). Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. México: ERA.

Michael Löwy. (2015). El Marxismo en América Latina. Antología, desde 1909 hasta nuestros días (edición actualizada). Santiago de Chile: Lom.

Mesografía

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Baigún, I. y Zapata J. (2018), «Marxistas latinoamericanos y reforma universitaria: Mariátegui y Mella», en Ideas de izquierda. Revista de política y cultura. Recuperado de http://www.laizquierdadiario.com/ideasdeizquierda/marxistas-latinoamericanos-y-reforma-universitaria-mariategui-y-mella/

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Schaller, Paula. (2018). «La reforma y el derecho a la insurrección», en Ideas de izquierda. Revista de política y cultura. Recuperado de http://www.laizquierdadiario.com/ideasdeizquierda/wp-content/uploads/2018/04/37_40_Schaller-1.pdf

Valencia Luciano Andrés. (2018, 15 de junio). «Los que cambiaron vergüenza por libertad». Recuperado de http://www.rebelion.org/noticia.php?id=242794

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