‘Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando una revolución, estamos viviendo una hora americana. La rebeldía estalla ahora en Córdoba y es violenta porque aquí los tiranos se habían ensoberbecido y era necesario borrar para siempre el recuerdo de los contrarrevolucionarios […]
‘Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando una revolución, estamos viviendo una hora americana. La rebeldía estalla ahora en Córdoba y es violenta porque aquí los tiranos se habían ensoberbecido y era necesario borrar para siempre el recuerdo de los contrarrevolucionarios de Mayo. Las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y -lo que es peor aún- el lugar en donde todas formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara…'(1)
!Temblad oligarcos la Revolución está en marcha…!.'(pintada cordobesa de 1918)
El verbo inflamado e insuperable de Deodoro Roca expresaba, una vez más, la tarea inconclusa de Moreno, junto a la vocación y dimensión siempre americana de la redención argentina. Los Jóvenes Rebeldes sacudidos por la crisis que galopaba el país, el continente y el mundo, tomaban una vez más la posta del efímero secretario de Mayo, en la tarea de construir una Patria Americana libre de toda dominación extranjera: económica, política, social o cultural.
El marco era el adecuado; a veintiséis años de producida la Revolución de 1890 contra el régimen probritánico y oligárquico de Mitre y Roca (la República Conservadora: ‘República’ sin derecho al voto); producido el triunfo popular de 1916, bajo el mandato del Peludo Yrigoyen -Alem se había suicidado hacía ya tiempo, dejando huérfana a la Revolución de su mejor dirigente- que prometía el fin de la postración nacional impuesta luego de Caseros y Pavón; la Revolución de los indios-campesinos mexicanos de Villa y Zapata alumbraba el continente señalando con claridad la nueva Revolución del siglo que comenzaba y que debía girar alrededor de la igualdad y la distribución de la tierra y la riqueza, tarea inconclusa en las abortadas revoluciones del siglo XIX. Tarea que además ponía en el centro de la historia del momento la otra Revolución, la que conmocionaba al viejo mundo: la Revolución Bolchevique de Rusia que había acabado con el reinado monstruoso de la peor de las autocracias europeas y que echaba llamaradas de libertad, rebelión e igualdad bajo la inspiración del gran Lenin y las tropas del Ejército Rojo comandadas por León Trotzky. Una nueva aurora de los tiempos se abría ante los jóvenes del mundo, al calor de los gemidos y sufrimientos sin par desatados por la terrible Gran Guerra que acababa de tener fin con la rebelión Bolchevique y que había masacrado a la mejor juventud de la vieja Europa. Una vez más la esperanza alumbraba los corazones juveniles, arrogantes, dignos y combativos de una nueva generación argentina y americana. La Reforma sería una revolución cultural que se extendería por América Latina y el mundo con su mandato de revolución cultural, de democratización popular de las repúblicas oligárquicas del continente y de acceso democrático de los pueblos a la educación superior todavía reducto cerrado de las oligarquías y el pensamiento confesional. Sería una rebelión de los pueblos del Sur de América fértil y potente. Sería la rebelión de la juventud cordobesa la que iluminaría a la América española, continuando la revolución cultural del arielismo inaugurada por Rodó y Darío cuando aún resonaba la lucha de Martí y su inclaudicable compromiso con la libertad y la dignidad de América.
La gran crisis abierta con la Primera Guerra Mundial y el pasaje en masa de la socialdemocracia europea al campo burgués, escindiría al movimiento revolucionario y terminaría quebrando la cadena de dominación imperialista por su eslabón más débil: Rusia a su vez imperio y colonia del capital financiero británico y francés.
La impronta revolucionaria continental y mundial que acompañaba la llegada del radicalismo al gobierno, marcaría a fuego los tres gobiernos radicales, que llegarían a destiempo para un proyecto burgués nacional, cuando ya la clase obrera era más fuerte que la burguesía que debía comandar el proceso. Las revoluciones mexicana y Rusa, las sucesivas revoluciones socialistas proletarias derrotadas de Italia, Polonia, Finlandia, Alemania, Hungría y Bielorrusia, espantaron a la burguesía que temía que los trabajadores de la mano de los bolcheviques -Lenin, Trotzky, Rosa Luxemburgo, Gramsci- les arrebatara el poder y la riqueza. Este conflicto sería insoluble para el radicalismo que realizaría -por terror a la revolución- las mayores matanzas de trabajadores que se realizaran en la Argentina después de los genocidios Federal, Paraguayo y Mapuche. Serían gobiernos radicales quienes asesinarían sin trepidar a los trabajadores en la Semana Trágica de 1919 en Buenos Aires, a miles de peones rurales patagónicos en 1921 y 1922 y a los trabajadores esclavos de la Forestal en el Gran Chaco, en las luchas de 1925 y 1928, sirviendo el mandato bajo amenaza, de los dueños del país de entonces: la Gran Bretaña imperialista de doble moral victoriana.
La impronta antiobrera de Yrigoyen -que el Peludo cargaría hasta su tumba y sería una de las causantes de su soledad en 1930- más allá de posiciones tal vez erróneas de anarquistas y comunistas, sería sin embargo injustificable en el terreno político y reivindicativo concreto: los trabajadores vivían de la manera más abyecta e indigna que pudiera imaginarse y sus reclamos eran siempre absolutamente justos, incluyendo el cese de la esclavitud en los obrajes del Norte. Su represión injustificada impediría que Yrigoyen pudiera realizar la obra nacional antiimperialista para la cual la historia lo convocaba. La obra sería completada por un nuevo caudillo nacional emergente de la nueva gran crisis imperialista abierta con la Segunda Guerra Mundial y que en parte por el resultado de la misma, pero también por la experiencia antiobrera del gobierno de Yrigoyen, centraría su estrategia en la satisfacción de las demandas de los trabajadores, siendo por ello el peronismo de 1945 -que de él se trata- antes que nada, una expresión nacional de la clase trabajadora.
El Gran Deodoro
‘Nosotros creemos que la paz en América ha de lograrse sólo en una sociedad sin clases y en una humanidad liberada y bella.’ (2)
La Reforma tuvo como inspirador e ideólogo a un gran desconocido para la mayoría de los argentinos, Deodoro Roca, uno de los mayores intelectuales y pensadores revolucionarios que nuestro país produjera. Su pensamiento y su independencia teórica y política lo ubicaron en una corriente de pensamiento marxista que no pudo prosperar en la Argentina debido a la estupidez codovilliana-justista. Se ubica en las mismas coordenadas de Manuel Ugarte y del peruano José Carlos Mariátegui. Deodoro -anterior en el tiempo y en el pensamiento al amauta(3), pero sin duda influenciado por Ugarte- pensaba sin ataduras ni dogma alguno, en un devenir que articulaba el marxismo y el anarquismo, con un fuerte contenido americanista y nacional -su tesis doctoral en 1915 denunciaba la dominación continental norteamericana del Gran Garrote de T. Roosevelt y la doctrina Monroe- de allí que su obra fuera original y empalmara con los tiempos de revolución que sacudieron al mundo en las primeras décadas del siglo XX.
Su pensamiento, refugiado en Córdoba -‘un pobre escritor de provincia que no tiene ninguna pretensión’, se definía a si mismo- sería de inspiración para varias camadas de jóvenes que descubrían a este cordobés universal. Dos de sus discípulos aportarían una nueva visión del marxismo, la revolución y el socialismo: Agustín Tosco y Ernesto Guevara. Anticipador de pensamientos que serían luego tomados y desarrollados por toda la cultura occidental, su refugio cordobés sería frecuentado por intelectuales de todo el mundo. Es así que por su sótano -refugio de la bohemia y la rebeldía de varias generaciones- pasaron Waldo Frank, José Ortega y Gasset, Rafael Alberti, Enrique y Raúl González Tuñón, Stefan Sweig, Raúl Haya de La Torre y Macedonio Fernández, su gran amigo.
Su búsqueda permanente de la verdad, la belleza y el bien, lo articulan como un intelectual casi único en nuestra tierra, pues a ello sumaba su compromiso con el pueblo y la libertad: por las calles de Córdoba en 1918 los estudiantes Rebeldes marchaban del brazo con los trabajadores de la Unión Obrera provincial -encabezada por el comunista Miguel Contreras- al grito de ‘!Obreros y estudiantes unidos adelante!’. En la misma línea Deodoro sería detenido en 1919 cuando la matanza de la Semana Trágica. Todo un desplante para el elitismo sarmientino y mitrista que campeaba en la cultura oficial.
‘Por lecturas(..) por lenguaje, por formación y por temperamento, Deodoro fue un hijo y un heredero tardío de la literatura y el pensamiento del novecientos(..) de aquel movimiento que en el verbo de José Enrique Rodó(..) aprendió a cuestionar la mediocridad prepotente, cuantitativa y materialista del yanqui en lo internacional y del burgués en ascenso en lo nacional, oponiéndole los valores irreverentes y cualitativos de la juventud latinoamericana. Sus otros maestros continentales fueron además de Rodó y del lejano eco antiimperialista de José Martí, Rubén Darío, José Vasconcelos, principalmente Manuel Ugarte, Leopoldo Lugones y José Ingenieros. Sin olvidarnos de los españoles Miguel de Unamuno y Juan Ramón Jiménez.'(4) Con Lugones -a quien había admirado- tendría un célebre enfrentamiento cuando el vate se transformara en el ideólogo del fascismo argentino y latinoamericano, después de abandonar su socialismo primigenio; ‘león de alfombra’ y ‘Júpiter de Gauchópolis’, lo llamaría con justeza y precisión histórica.
Algunos de sus juicios sorprenden por la agudeza y madurez que trasuntan, como cuando definiera la tragedia que acababa de ocurrir en Rusia con el triunfo de Stalin sobre León Trotzky: ‘la nueva burocracia es la que ha expulsado a Trotsky de Rusia y del partido… Su sagacidad y su realismo (de Stalin) eran de filiación campesina. El auténtico campesino ruso vencedor de Lenin el intelectual'(2), o su sorprendente premonición sobre el Ducce escrita en 1935: ‘Mussolini no tendrá ni siquiera el fin de su egregio modelo Bonaparte. No terminará en una isla. Terminará en una horca…'(5)
La herencia de Deodoro afloraría en la enorme rebelión de los años 60 y 70 y su influencia sería universal, a tal punto que como reconociera Daniel Cohn Bendit la rebelión juvenil europea del Mayo Francés, estaría inspirada directamente por su pensamiento, incluso textualmente en algunas de sus consignas tales como ‘en los exámenes responda con preguntas’ o ‘prohibido prohibir’, estampadas en los muros de París.
Su impronta estaría tan vinculada a la idea de la rebelión y la iconoclastía, que en la misma noche del 24 de marzo de 1976, una de las primeras medidas del asesino serial Luciano Benjamín Menéndez, sería incendiar y destruir su célebre estudio-biblioteca de la calle Rivera Indarte.
Devenir de la Reforma
La Reforma sería la bandera de varias generaciones de jóvenes latinoamericanos que lucharían por conquistar sus demandas de libertad de cátedra, libre elección de autoridades, cogobierno democrático, reforma de los sistemas de enseñanza, apertura ideológica, autonomía y apertura de las universidades a sus pueblos. Esta lucha abarcaría prácticamente a todo el continente y luego de la segunda guerra llegaría a Europa, no así a los EE.UU., que perdurarían en sus universidades elitistas y antidemocráticas.
El movimiento reformista perdería en la Argentina su impronta revolucionaria por las limitaciones del radicalismo ya señaladas, por el reformismo medular del Partido Socialista y por la necedad a reiteración de los comunistas que a partir de 1922-24 darían la espalda a la Reforma, siguiendo las pautas sectarias de la III Internacional, acusando al movimiento ‘por contrarrevolucionario y pequeñoburgés’, en palabras de Ernesto Sábato en 1934 cuando era integrante de la agrupación comunista Insurrexit, junto a Héctor Agosti, Paulino González Alberdi y…. Raúl Scalibrini Ortiz.
Al decir de Gregorio Berman(6) la ideología del Movimiento Reformista estaba constituido por varias corrientes: la teoría de la Nueva Generación Americana -Julio V. González y J. Ortega y Gasset; los Idealistas -Carlos Cossio, Adolfo Korn Villafañe y Homero Guglielmini-, los que sólo abordarían el espacio docente -Sebastián Soler, Germán Arciniegas y Saúl Taborda-, la corriente de Izquierda Sectaria, Insurrexit -E.Sábato, P.González Alberdi, Héctor P. .Agosti-; la corriente Aprista -Raúl Haya De la Torre- y la Dialéctica -José Antonio Mella, J. C. .Mariátegui, Ernesto Giúdici y Deodoro Roca. Tamaña amplitud señalaba también a muchas de las tareas históricas inconclusas de la revolución americana en sus distintos componentes nacional, cultural, continental y social.
La Reforma llenó un período histórico de América y su lucha por la emancipación y como todo movimiento de Liberación abarcó corrientes que podían trabajar juntas sólo por tramos del recorrido, tuvo flujos y reflujos. Sin embargo nunca atravesó un período tan repugnante como el de la Universidad actual. La misma ha sido vaciada de contenido nacional y popular por el alfonsinismo, los teóricos del Club Socialista, el peronismo emergente de la derrota de los ’70 y una izquierda vacua que no comprende de que se trata.
Hoy se hace tan necesario como en 1918 volver a llenar la Universidad de pueblo y nación americana, abandonando la estupidez y la postración neocolonial del pensamiento dominante. La Universidad ha vuelto a estar ausente de la inmensa tragedia que conmueve a nuestra Patria. El pueblo debió rebelarse solo en diciembre de 2001 contra el hambre, la entrega y masacre de sus hermanos. La comunidad universitaria enredada en teorías masturbatorias y neocoloniales, en papers sin trascendescia más allá de sus paredes, ni se enteró que la nación casi desaparecía, que el pueblo estaba próximo a ser baleado por ser hambreado, que la dolarización implicaba la entrega de territorio por deuda. En fin la universidad ha vuelto a estar ausente de la realidad nacional.
Esta Universdad neocolonial debe ser reemplazada una vez más como en 1918, por otra que sirva a los anhelos de liberación nacional y social de nuestro pueblo y retome la bandera de la unidad continental. Tal vez recordar a los jóvenes iconoclastas de entonces y a su gran maestro ayude a percibir la necesidad de retomar el mandato revolucionario de Moreno y su sueño inconcluso.
Junio de 2004
*Artículo publicado en la Revista La Memoria de Nuestro Pueblo- Julio 2004
**Autor de Kronos: Historia de las Luchas y las Organizaciones Revolucionarias de los Años Setenta
Notas
(1) Del Manifiesto Preliminar de la Reforma Universitaria de 1918.
(2) Deodoro Roca, citado por Néstor Kohan en Deodoro Roca El Hereje- Biblos 1999.
(3) Amauta: el hombre que ama, apodo con que sus contemporáneos denominaban al inmenso humanismo de J.C. Mariátegui
(4) Néstor Kohan: Deodoro Roca El Hereje- Biblos 1999.
(5) Deodoro Roca: Prohibido Prohibir, Ediciones La Bastilla. 1972 (6) Gregorio Berman: Juventud de América. 1946.