Las poblaciones mayas como otros grupos indígenas migrantes viven condiciones de segregación, pobreza y exclusión y, aun para aquellos que han logrado alcanzar mejores condiciones económicas y sociales.
Introducción
El barrio de Las Casuarinas, al sureste de la ciudad de Lima, es uno de los más ricos y exclusivos de Perú. En este barrio, asentado sobre una de las colinas que bajan hacia la costa del océano pacífico, se ubican propiedades que llegan a estar valuadas en millones de dólares estadounidenses. Casas de gran extensión, con fachadas blancas y de materiales caros, grandes jardines con piscina, y con la firma de diseño de varios arquitectos de renombre del país.
Las Casuarinas, adquirió gran renombre y relevancia mundialmente, por el extenso y alto muro que la separa del barrio de Pamplona Alta, uno de los más pobres y marginales de la ciudad y de toda América, ubicado justo al lado.
Siendo dicho muro, una de las muestras más claras y descaradas de la terrible desigualdad que se vive en las ciudades latinoamericanas. Un lugar donde casas de más de $5 millones de dólares coexisten con casas de $300 dólares a menos de 500 metros de distancia.
Desigualdad que, es fácil de ver en casi todos los aspectos económicos, culturales, sociales y políticos de todos los países de la región, y al cual se le debe añadir sin lugar a dudas el de la vivienda. En tal sentido, basta con entrar a las grandes ciudades de la región desde sus áreas periféricas, donde comúnmente ha quedado rezagada la población de menores recursos de cada una de estas.
Al respecto, en nuestra Ciudad de México, pueden apreciarse cerros y colinas cubiertos de pequeñas, grises e irregulares construcciones, cubriendo el paisaje desde varios kilómetros antes de llegar a la entrada de la ciudad. Y en estos lugares, la población, vive completamente aislada y marginada en cuestión de transporte, servicios básicos, áreas verdes y de recreación. Así como completamente expuestas a males comunes como la inseguridad, la contaminación y violencia de muchos tipos.
No obstante, las viviendas se construyeron a poco a poco por los mismos habitantes, en un proceso lento y tortuoso, sin ningún permiso gubernamental y sin ninguna asesoría constructiva, solo apremiados por la necesidad de tener un hogar.
Mientras que, por otra parte, los más ricos han tendido a quedarse con los centros de las ciudades. Puesto que, en dichas zonas cuentan con acceso a cientos de servicios de salud, comercio, trabajo y entretenimiento. De manera que la poca planeación urbana que se ha llevado a cabo en muchas ciudades latinoamericanas, así como la arquitectura más icónica, se ha hecho por un largo tiempo en favor de la clase media y la clase alta.
Y lo cual ha dejado como resultado, ciudades que se encuentran divididas por muros, muros de ladrillo, muros naturales, muros viales y hasta muros intangibles que separan a la clase adinerada de la pobre.[1]
Situación que, ha sido a gravada por la COVID-19, pandemia concentrada en zonas urbanas, que ha aumentado la caída de ingresos en los hogares por el aumento de desempleo (1 millón 30 mil durante marzo-mayo en México) y personas en situación de pobreza. Contexto dentro del cual, en América Latina, se prevé un crecimiento de los asentamientos irregulares, si bien en la región el 21% ya vive en asentamiento informal y aunque el 81% habita en ciudades, el 45% no tiene una vivienda digna.
Añadiéndose a ello que, en América Latina al menos 150 millones de personas viven en ciudades que no cumplen con las pautas de calidad de aire, solo un 31% de las aguas residuales son tratadas, los patrones de movilidad enfocados en vehículos motorizados emiten exceso de contaminantes y, por si todo lo anterior fuera poco, ante la crisis climática que conlleva un aumento del nivel del mar, el 50 por ciento de las ciudades son vulnerables al estar a menos de 100 kilómetros de la costa.[2]
Racismo estructural y segregación residencial en Mérida, Yucatán
En la ciudad de Mérida, ubicada en el municipio homónimo al noroeste de la Península de Yucatán, de igual forma que ocurre en otras ciudades de la Península, se exalta la cultura y el imaginario de los antiguos mayas, de lo maya, así como se promueve la visita a sitios arqueológicos como Chichen Itzá o los distintos atractivos turísticos como cenotes o rituales.
Sin embargo, todo lo anterior se encuentra alejado de los herederos de esa cultura, es decir los mayas actuales, los vivos, quienes han venido padeciendo problemáticas vinculadas a la desarticulación de comunidades agrícolas, a la vida en colonias populares urbanas atravesadas por procesos de violencia y ruptura de lazos sociales, así como a fuertes procesos de migración y cambio que resignifican su cultura y, en ocasiones, los llevan a dejar de identificarse con ellas, aun en casos en los que se habla la lengua.
Proceso de segregación, que sería impuesto por el régimen colonial, siendo que éste, desarticuló la organización política territorial, inició el cambio forzoso de las instituciones sociales y religiosas, articuló y aseguró la extracción de los excedentes factibles y estableció y obligó a la interiorización de un concepto ideológico de subordinación de origen “racial” y cultural derivado del imaginario de la “servidumbre natural” que asumieron los conquistadores para calificar a la población americana.
Resultando ser que, hasta nuestros días, tanto las poblaciones mayas como otros grupos indígenas migrantes [3] viven condiciones de segregación, pobreza y exclusión y, aun para aquellos que han logrado alcanzar mejores condiciones económicas y sociales, la discriminación vinculada con cuestiones socioculturales (étnicas) y económicas es algo que experimentan en distintos ámbitos y momentos de sus vidas.
En el mismo sentido, en la ciudad de Mérida, se puede identificar una “zona rica” ubicada al norte de la ciudad y una “zona pobre” al sur, cuyo crecimiento ha seguido el patrón de urbanización popular basado, en general, en el asentamiento irregular y posterior organización de los pobladores para gestionar los servicios públicos urbanos. El oriente y poniente crecieron a partir de la vivienda masiva de interés social de gestión pública y privada, en tanto que el centro está protegido como patrimonio nacional y aloja, sobre todo, actividades comerciales.[4]
Lucha histórica de los pueblos originarios por la tierra y el agua
El despojo de tierras y aguas de los indios por los españoles se iniciaría desde los primeros años de la dominación española. Ya que, los españoles codiciaban las tierras de los indios porque eran las más fértiles y las que estaban situadas a la orilla de los ríos. Y, si bien la Corona, dejó a los indígenas en posesión de las tierras y aguas que estaban ocupando y prohibió su enajenación a españoles. Dichas disposiciones fueron violadas con frecuencia, pasando tierras y derechos sobre aguas de indígenas a españoles mediante compra, censo, arrendamiento, o simple despojo.
Proceso de pérdida de tierras y de aguas que se aceleraría a consecuencia de la depresión demográfica que sufriera la población indígena durante la segunda mitad del siglo XVI, principalmente a causa de las epidemias. Muchos indios vendieron o arrendaron las tierras que ya no podían explotar, por falta de manos que las trabajaran. Resultando ser así que, esas tierras fueron integradas a las haciendas y ranchos circunvecinos, perdiendo los pueblos grandes extensiones, o la totalidad de sus tierras.
Cosos la mayoría de los cuales, significarían la ruina de las comunidades indígenas, al grado de que, muchas de ellas desaparecerían por completo mientras que otras quedarían cercadas por las tierras de las haciendas. Fenómeno que se daría con mayor intensidad en las zonas de alta concentración de la población, donde el porcentaje de indígenas era elevado y la ocupación del suelo era intensa, como en el Valle de México, en la zona de Puebla, en Michoacán y en el actual estado de Morelos.
Y, peor aún, cuando a principios del siglo XVIII empezó una lenta recuperación de la población indígena, las tierras y aguas de muchos pueblos resultaron insuficientes para cubrir las necesidades de sus habitantes, quienes tenían que arrendar tierras o acudir a las haciendas para vender su fuerza de trabajo.
Siendo ese momento cuando se intensificaría la lucha por la tierra y el agua. Ya que, los pueblos trataban de recuperar los recursos perdidos, valiéndose principalmente de la vía legal. Sin embargo, como muchas tierras no eran recuperables, porque se carecía de la documentación correspondiente, o porque se había perdido el derecho sobre ellas, a la mayoría sólo les quedó la posibilidad de luchar por la reíntegración del fundo legal, que era la extensión de tierras que por ley les correspondía.[5]
Opresión contra las comunidades indígenas que se mantendría aun después de la independencia política, puesto que, si bien en la mayoría de las repúblicas latinoamericanas los indígenas adquirieron las libertades y los derechos de los demás sectores-de la población, en muchos de los casos fueron también objeto de leyes y reglamentos especiales que los mantuvieron en situación de marginalidad e inferioridad con respecto a la Población mestiza y blanca.
De suerte que, aunque se les concedió la igualdad jurídica, en los hechos las comunidades indias no pudieron disfrutar de las mismas libertades políticas y cívicas debido a la situación de inferioridad económica, discriminación y subordinación política a las que fueron sometidas. Resultando entonces que, si bien durante la primera mitad del siglo XIX las comunidades indias pudieron mantener, por lo general, el control sobre sus tierras colectivas (que en muchos casos les había sido garantizado por la legislación tutelar colonial), después de los movimientos liberales de mediados de siglo, fueron en gran medida despojadas de sus propiedades.
Ello a partir de la expansión de las relaciones capitalistas de producción en el campo, siendo que esta expansión conllevaría el aumento del trabajo asalariado, producción de cultivos comerciales, compra-venta de predios rústicos, inversiones de capital en la propiedad agraria, crecimiento de la infraestructura económica en el medio rural, entre otras cosas que, llevaron a la extensión de la frontera agrícola y ganadera.
Mientras que, por el otro lado, los indígenas fueron objeto de despojos masivos, que a veces como en el Cono Sur, conllevarían masacres y exterminios en masa. Motivos por los que, muchos pueblos fueron desplazados y empujados a las regiones más inhóspitas. En tanto que, otros países se recrudecería la explotación de la mano de obra indígena por parte de latifundistas, finqueros y hacendados, reforzándose incluso ciertas formas pre capitalistas de explotación de la mano de obra, como la servidumbre, peonaje, el servicio por deudas, el pago en especie tiendas de raya, pulperías.[6]
Despojo indígena y surgimiento de haciendas
Conforme a lo arriba descrito, para finales del siglo XVI la economía española se superpuso sobre la economía indígena. Y, ante la creciente demanda interna y externa de productos agrícolas y ganaderos que propiciarían a su vez la expansión territorial y económica de las labores y estancias de ganado, se daría origen al surgimiento de la hacienda.
Caracterizándose las haciendas por tres aspectos fundamentales: a) el dominio sobre los recursos naturales de una zona (tierra y agua); b) el dominio sobre la fuerza de trabajo y c) el dominio sobre los mercados regionales y locales.
Aspectos que afectarían principalmente al grupo indígena y que estará articulado al fenómeno de la conquista. Puesto que, el desarrollo de la hacienda significaría el triunfo de la economía española sobre la tradicional, colocándose al indígena en una situación de inferioridad dentro del nuevo sistema y lo cual lo sigue afectando hasta nuestros días, ya que sigue careciendo de tierras y agua para la subsistencia de sus comunidades.
Siendo que, desde un principio, el problema más grave al que se han venido enfrentando los grupos indígenas, ha estado relacionado con el despojo de tierras al que se han enfrentado. Perdiendo paulatinamente terrenos desde inicios del siglo XVI y durante el siglo XVII. Llegándose para el siglo XVIII a una situación más crítica para los indígenas, a partir de su recuperación poblacional [7], mientras que, ante el despojo de sus tierras por otra parte las comunidades perdían cada vez más hasta nuestros días la facultad de autosostenerse.
Esto forzaría a sus miembros a buscar fuentes de ingresos fuera de los pueblos, teniendo que acudir a las haciendas en una situación desventajosa, ya que no existían otros sitios de trabajo como alternativa. Las haciendas se aseguraron de esta manera la fuerza de trabajo que necesitaban y a un precio reducido, pues la abundancia de la oferta permitió pagar salarios bajos. Fuerza de trabajo indígena que sería complementada con la de esclavos africanos o ya libertos afromexicanos.[8]
Resultando entonces que, el dominio de las asciendas sobre amplias zonas, les permitió tener el control del mercado y de la fuerza de trabajo. Así como, al despojar a los indios de sus tierras se les eliminaría como competidores en la producción y se ampliaría el mercado de trabajo, ya que los indios, privados de la capacidad de auto sostenerse, tenían que acudir a la hacienda en busca de empleo.
Escenario que, daría forma a los latifundios, propiedades que, no se diferenciarían en lo esencialmente de las haciendas, sino que, representarían la culminación de ésta, y que lograrían en forma plena el dominio sobre una región. Al respecto, la Ley de Desamortización de bienes de manos muertas de 1856, propiciaría que las haciendas ampliaran sus propiedades ya fuese por compra venta de tierras o por la vía del despojo a comunidades indígenas.[9]
Despojo y fundación de pueblos indígenas
A partir de 1530, ante el decrecimiento demográfico del grupo indígena, el gobierno español trataría de concentrar a los indios del campo -que de acuerdo con los patrones de asentamientos prehispánicos vivían dispersos-, en pueblos.
Medida que tendría como finalidad principal, ejercer un mayor control sobre los indígenas, para facilitar su explotación, mediante el tributo y como fuerza de trabajo, así como la consiguiente evangelización. Realizándose las congregaciones con mayor intensidad entre los años 1550-1564 y entre 1595- 1605, tras la muerte de miles de indios a causa de las grandes epidemias.
Política de congregaciones que conllevaría una reorganización fundamental en la ocupación y utilización del suelo. A partir de que, a los indios congregados se les otorgarían nuevas tierras y aguas alrededor del pueblo, mientras que se les despojaba de las que habían venido poseyendo.
Medidas que contribuirían a la ruptura de la organización económica existente y sentaría las bases de la marginación estructural que pervive hasta nuestros días hacia los indígenas. Porque los indígenas, al encontrarse en un nuevo ámbito y tener que limitarse a la utilización de las tierras que rodeaban al pueblo, ya no pudieron disponer de los múltiples recursos que venían explotando tradicionalmente. Y aun peor, los indios que se resistieron a vivir en dichos pueblos, refugiándose en las montañas, quedarían en una mayor marginación.
Empero, triunfando la imposición estatal, para finales del siglo XVI los pueblos ya se habrían consolidado.
Bibliografía.
Margarita Vargas Betancourt, «Caciques tlatelolcas y tenencia de la tierra en el siglo XVI », Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En línea], Debates, Puesto en línea el 31 enero 2011, consultado el 11 agosto 2020. URL : http://journals.openedition.org/nuevomundo/60635 ; DOI : https://doi.org/10.4000/nuevomundo.60635
MXCity. UN PALACIO AZTECA FUE HALLADO DEBAJO DEL MONTE DE PIEDAD EN EL CENTRO.Vestigios del Palacio de Axayácatl y restos de una casa construida bajo las órdenes de Hernán Cortés, fueron encontrados en el terreno del edificio del Nacional Monte de Piedad de la Ciudad de México.
www.repositoriodigital.ipn.mx › bitstream › 7-CasasSenoriales
Casas señoriales del siglo – Repositorio Digital IPN
Notas:
[1] Solo hay pocas excepciones como lo es Ambas ciudades se Ciudades divididas en dos. La desigualdad en Latinoamérica a través de la arquitectura. Por: Daniel Arvizu · 18 septiembre, 2020
[2] Sin Embargo. El boom inmobiliario en México dejó a millones hacinados y sin agua, y con la COVID-19 será peor. junio 21, 2020.
[3] Al igual que Cancún y Playa del Carmen, Mérida se ha constituido en un polo de atracción para migrantes indígenas provenientes de Chiapas, Tabasco y distintos países de Centroamérica (estos últimos residentes o en tránsito por razones laborales por períodos de tiempo más reducidos), forzados a dejar sus lugares de origen por la crisis y el deterioro de las economías regionales y nacionales de auto abasto. Esta mano de obra de indígenas migrantes se concentró en la industria de la construcción y las actividades de servicios en el sector turístico y de prestaciones personales.
Jorge Enrique Horbath Corredor, María Amalia Gracia. (coordinadores). “Indígenas en las ciudades de las Américas. Condiciones de vida, procesos de discriminación e identificación y lucha por la ciudadanía étnica”. CLACSO, 2019. Segregación residencial y ocupacional y procesos de discriminación a indígenas en la ciudad de Mérida, Yucatán, México. Por: María Amalia Gracia.
[4] No obstante, las colonias de urbanización popular más pobres no se ubican solamente al sur (como lo piensan las elites y clases medias de la ciudad) sino que estos datos señalan localizaciones en otros puntos.
Jorge Enrique Horbath Corredor, María Amalia Gracia. (coordinadores). “Indígenas en las ciudades de las Américas. Condiciones de vida, procesos de discriminación e identificación y lucha por la ciudadanía étnica”. CLACSO, 2019. Segregación residencial y ocupacional y procesos de discriminación a indígenas en la ciudad de Mérida, Yucatán, México. Por: María Amalia Gracia.
[5] Aun esa pequeña porción de suelo (recordemos que sólo abarcaba 101 ha) había sido invadida por las haciendas. En el Archivo General de la Nación se han conservado un gran número de expedientes sobre litigios por tierras y aguas, la mayoría acompañados del mapa correspondiente. Hubo pueblos que lograron recuperar su fundo legal, pero muchos otros tuvieron que renunciar definitivamente a sus tierras.
El problema de la lucha por la tierra ha sido bien estudiado en el actual estado de Morelos, donde las contradicciones fueron muy intensas. Los trabajos de Jesús Sotelo lnclán , John Womack, Alicia Hernández Orive y Arturo Warman muestran cómo la lucha culminó dos siglos después con el levantamiento zapatista.
Stavenhagen Rodolfo. DERECHO INDÍGENA Y DERECHOS HUMANOS. PDF. Pág. 23.
[6] Stavenhagen Rodolfo. DERECHO INDÍGENA Y DERECHOS HUMANOS. PDF. Pág. 23.
[7] Mediante compra se adquirían tierras que pertenecían tanto a indios como a españoles. Fue frecuente que los indios vendieran sus tierras después de las grandes epidemias, por no poder trabajarlas, perdiendo las comunidades de esta manera una gran parte de su patrimonio. De acuerdo con las leyes estaba prohibida la venta de tierras indígenas, pero en la práctica no se respetaron estas limitaciones, principalmente cuando los compradores tenían nexos con las autoridades locales.
El arrendamiento fue otra vía que se utilizó con el mismo fin. Aquellos pueblos que no querían perder sus tierras definitivamente, las arrendaban. En muchas ocasiones estas tierras quedaron en manos de los españoles quienes, después de utilizarlas por algún tiempo, alegaban su propiedad.
La ocupación ilegal siguió siendo uno de los mecanismos más usuales para apropiarse de tierras durante el siglo XVII. En las zonas periféricas todavía existían grandes extensiones de baldíos, en los cuales se asentaban principalmente los ganaderos. Las distancias: la dificultad de las comunicaciones y el poder local fueron factores que facilitaron este proceso. Pero también se ocuparon ilegalmente las tierras de los indios, particularmente durante la época de depresión demográfica. Una gran parte de los litigios entre los pueblos y las haciendas en el siglo XVIII se debieron a este fenómeno.
Gisela Von Wobeser. LA FORMACIÓN DE LA HACIENDA EN LA ÉPOCA COLONIAL. El uso de la tierra y el agua. UNAM, Segunda edición: 1989.
[8] En todos sus colegios, haciendas y obrajes los jesuitas emplearon esclavos negros. Los adquirieron por vía de la compra, donación, herencia o por el nacimiento de ellos en sus haciendas. Los ignacianos compraban un esclavo, familias completas o grupos de hasta 67 africanos o más.
Las compras grandes eran por lo común de esclavos bozales (traídos directamente de África), quienes procedían, para el caso de Nueva España durante el siglo XVII, del área cultural bantú que comprendía los actuales países de Congo y Angola. Los cautivos del centro-occidente africano eran de diversas naciones, castas o tierras, como se les llamaba a su posible etnia de origen: Angola, Congo, Malemba, Anxiro, Bengala, entre otras. Aunque también compraron esclavos criollos descendientes de africanos nacidos en América, en especial en la Nueva España. En menor cantidad adquirieron esclavos “chinos” que eran indígenas del sudeste asiático, así como africanos del oriente del continente –conocidos como cafres, mozambiques o de la India de Portugal– que llegaban generalmente por el puerto de Acapulco, y no por el de Veracruz, a donde arribaba la mayor parte.
Con el transcurrir del tiempo, los jesuitas en algunas de sus haciendas pudieron mantener o incrementar su población esclava, en mayor medida a través del matrimonio entre ellos, y en pocas ocasiones con esclavos ajenos o con población libre india y mestiza, dando paso al nacimiento de esclavos criollos.
En lo que se refiere a la venta, los religiosos la hicieron no con fines de comercialización sino por cuestiones estratégicas de administración. Los intercambiaban o vendían para lograr un equilibrio en la población, así como para deshacerse de aquellos que eran un problema para el rendimiento de sus propiedades; por ejemplo, los que tenían antecedentes de cimarrones –los que huían de las haciendas–, los ladrones o borrachos.
El uso de esclavos en las diferentes instituciones jesuitas fue reducido y se les empleaba en el servicio doméstico, como entregadores o incluso como intérpretes. Así pasaba en el Colegio de Cartagena de Indias, en la actual Colombia, donde los padres Alonso de Sandoval y Pedro Claver, destacados por su labor doctrinal con los esclavos que llegaban a ese puerto, compraron algunos que les sirvieron de intérpretes para catequizar al resto de esta población. En otras provincias jesuitas de América, sus esclavos pudieron aprender canto o la ejecución de algún instrumento, lo que les permitió participar en los rituales religiosos en las capillas o iglesias de la orden o incluso ser alquilados en otras.
Relatos e historias de México. LOS ESCLAVOS DE LOS JESUITAS EN NUEVA ESPAÑA. Por: Julieta Pineda Alillo.PDF
[9] Gisela Von Wobeser. LA FORMACIÓN DE LA HACIENDA EN LA ÉPOCA COLONIAL. El uso de la tierra y el agua. UNAM, Segunda edición: 1989.
Ramón César González Ortiz es Licenciado en Sociología y Maestro en Estudios Políticos por la UNAM.