Días atrás, con ocasión del recambio del Ministro de Justicia nos pareció oportuno destacar que esa operación política no significaba un simple cambio de nombres, ni se explicaba por la negativa de Rosatti a ser candidato por Santa Fe, sino que abría la posibilidad de una tendencia del Estado, a través de la administración Kirchner, […]
Días atrás, con ocasión del recambio del Ministro de Justicia nos pareció oportuno destacar que esa operación política no significaba un simple cambio de nombres, ni se explicaba por la negativa de Rosatti a ser candidato por Santa Fe, sino que abría la posibilidad de una tendencia del Estado, a través de la administración Kirchner, de separarse de la sociedad y adquirir cada vez más independencia, con rasgos de agudización del proceso represivo de la protesta social y de expresión palmaria en la recurrencia a la utilización indiscriminada de decretos de necesidad y urgencia.
Hoy, siguiendo aquel análisis, en momentos en que asistimos a nuestros heridos y buscamos la libertad de los detenidos tras el accionar policial del 25 de agosto en inmediaciones de la Sociedad Rural, pensamos que es necesario volver sobre un tema medular: El Estado.
Los capitalistas han logrado que grandes sectores de la población crean que el Estado, es algo inocuo, imparcial y por encima de los intereses de las clases sociales.
Se ha impuesto la idea según la cual el Estado es la organización común a todos los habitantes y al servicio de todos ellos. Es Legalidad imparcial y justicia para todos.
Esta ideología lleva a que nos enfrentemos con situaciones antagónicas por las cuales un sector social heterogéneo pide represión, seguridad, libre circulación por calles, puentes, caminos y los medios de comunicación le ofician de voceros. frente a otro que reclama de esa misma organización Estatal, mayor compromiso social, planes de ayuda, asistencialismo, puestos de trabajo, aumentos de salarios, etc, que se decide a actuar de maneras que los primeros estiman intolerable. Frente a este conflicto, es necesario incorporar a la compresión del conjuto de los trabajadores y demás sectores oprimidos, que detrás de la fachada de imparcialidad y legalidad se ocultan los intereses de clase. Desde el Manifiesto Comunista se nos advierte en este orden de ideas, que: «…el gobierno del Estado no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa».
La Constitución de un Estado, los actos administrativos, policiales y judiciales que esta organización jurídica dicta y protagoniza se exhiben por la burguesía ante los trabajadores como los reguladores formales del funcionamiento de una sociedad. Este dogma crea la ficción de la imparcialidad, inviolabilidad e inmutabilidad del Estado.
Los trabajadores protagonizamos luchas que por sus fundamentos ponen en conflicto la proporción de la tasa de ganancia obtenida por los capitalistas
Los excluidos del modelo productivo claman con su presencia en las calles, por la satisfacción de sus más elementales necesidades de vida.
Ambos sectores sociales revelan con su comportamiento que Kirchner puede hablar y hacer campaña en nombre de «la nación», pero detrás de toda esa demagogia, ese Estado «K», representa la defensa a ultranza de las relaciones capitalistas de producción y si es necesario, emplea en forma despiadada todo el aparato represivo que conduce cuando fracasan los elementos naturales del control social, y la hegemonía de la clase dominante hace crisis frente a la ausencia de consenso.
El gobierno, por vía de la represión desatada, en varios puntos del país, profundiza la búsqueda del disciplinamiento social, pero dialécticamente evidencia que nos encontramos frente a una nueva fase en la lucha de clases, de naturaleza prevalentemente política, esto es, de disputa por el poder entre los sectores sociales enfrentados.
Esto exige del activo de la clase trabajadora, un salto cualitativo. Los trabajadores tenemos que pasar de la lucha reivindicativa a la lucha política – que no es otra que la disputa por el poder-, dirigiendo nuestras acciones desde una exacta lectura de la relación de fuerza entre las clases enfrentadas.
El propio desarrollo de los acontecimiento hace que nuestra lucha no pueda ser unicamente por objetivos aislados y meramente reivindicativos.No podemos seguir circunscriptos a la lógica del reclamo dirigida a ese mismo Estado opresor, de una bolsa de comida, un plan trabajar, un salario justo. Tenemos que plantearnos ese objetivo y algo más. Ese plus es lo que da a la lucha carácter político e impone establecer el tipo de organización necesaria para esa tarea.
Los embates represivos del Estado K no pueden se evitados desde el aislamiento de los conflictos. Es necesario coordinarlos teniendo la perspectiva de la confrontación abierta al poder burgues, lo que supone avanzar hacia nuevas formas de organización y participación en los sindicatos, estructurando una corriente sindical clasista, que aglutine a la mayor cantidad de asalariados en lucha y viabilice la construcción del partido revolucionario de los trabajadores.