Las lecciones de la historia en nuestro país, han mostrado que a muchos períodos democráticos le han sucedido gobiernos de facto, dictatoriales o fraudulentos, que constituyeron la famosa política pendular. Los gobiernos democráticos en general y más allá de aciertos o errores, intentaron, con excepción de la década neoliberal, privilegiar los intereses y necesidades de […]
Las lecciones de la historia en nuestro país, han mostrado que a muchos períodos democráticos le han sucedido gobiernos de facto, dictatoriales o fraudulentos, que constituyeron la famosa política pendular.
Los gobiernos democráticos en general y más allá de aciertos o errores, intentaron, con excepción de la década neoliberal, privilegiar los intereses y necesidades de las mayorías nacionales, por su parte los otros, surgidos de golpes de estado o fraude patriótico, se constituían en la expresión de lo antinacional, antipopular y extranjerizante apoyándose en su preparación y desarrollo en los grupos económicos, mediáticos, clericales y su brazo ejecutor, en las fuerzas armadas.
Después de más de tres décadas de democracia, hoy estamos frente a un hecho inédito, por sus características y proyecciones, una gestión que surge con legitimidad electoral, pero también en un esquema de alianzas y apoyos similares a los de los gobiernos de facto.
La gestión actual, previo a las elecciones inició a través de la prensa adicta una guerra de zapa para minar el anterior gobierno, con el apoyo irrestricto de los grupos económicos financieros, que no se conformaban con mover algunos hilos detrás de bambalinas, sino que quieren quedarse literalmente con el país.
Con el correr de unos pocos meses esa entente primigenia, empieza a sumar a su causa una cierta complacencia de las cúpulas clericales, condotieros y desertores varios de la UCR, FPV y otras fuerzas políticas, echando mano a las convicciones de la billetera.
Para restablecer el brazo armado instrumenta un amplio despliegue de fuerzas de seguridad en todo el país, bajo el pretexto de la inseguridad y la narco criminalidad y un sistema de espionaje pocas veces visto en períodos constitucionales, sin descartar en dicha asociación al partido judicial.
Solamente en dicho esquema se pueden entender algunas de las tendencias que se empiezan a avizorar en el firmamento político social de la Argentina.
Para justificar lo expuesto basta mencionar algunos hechos preocupantes, como: la posible compra de armamento bélico para reequipar a las fuerzas armadas, sin una hipótesis de conflicto que lo justifique, o el reciente y vergonzante fallo de la CORTE SUPREMA DE AJUSTICIAR, que al decir de Deodoro Roca, los verdugos hipócritas ajusticiarán y su fallo será un atropello legal, «con su teatralidad inútil, con su crueldad estúpida, con su frialdad nauseabunda.» «La máquina que ajusticia -y nunca palabra más exacta que esta: «Ajusticia», que quiere decir «no justicia», cosa fuera de la justicia- segura y precisa, funcionará admirablemente.»
Todo lo expuesto les ha permitido avanzar en un retroceso y reblandecimiento de toda la política de derechos humanos hecha carne en la ciudadanía. Tampoco falta en esa cruzada infernal lo peor del gremialismo argentino, empresarial y anti obrero. Como tantas otras veces en el país se está consolidando un Estado autoritario, antinacional y elitista, en el que los trabajadores y las mayorías populares son los sujetos a los que hay que disciplinar salarial y socialmente, cuando no a reprimir si se ponen molestos y claman por sus legítimos derechos.
Para este gobierno, la educación igualitaria, los convenios colectivos, las paritarias, las huelgas, concentraciones y marchas, los organismos previsionales, la salud pública, o las universidades son resabios de los gobiernos populistas que nunca más se pueden tolerar si queremos volver al mundo y ser aceptados por él, aunque sea a costa del hambre y padecimientos sociales.
Cuidado!, los autoritarismos comienzan denostando, marginando y terminan suprimiendo.
Por ello es vital que la ciudadanía tome en serio lo que pasa y entienda que a los gobiernos populares no se los persigue por sus vicios o corrupciones, sino por sus aciertos en la defensa de derechos y conquistas sociales. La discusión y elaboración de políticas, salvo excepciones ha desaparecido de sus lugares habituales y se ha trasladado a las salas de reunión de las corporaciones, como antes de Yrigoyen, y durante la década infame, en que la marcha de los asuntos del país se resolvían en los Salones de Jockey Club o la Sociedad Rural.
Para oponerse a esta restauración autoritaria y conservadora, no alcanza la militancia en las redes sociales, ni tampoco es suficiente hacer anti macrismo, se necesita mucho más, el tiempo dirá si hemos sido o no, lo verdaderamente inteligentes y generosos como para reencauzar a la Argentina en la senda de la solidaridad, la soberanía y la justicia social en un marco de amplitud, democracia y participación social.
Ricardo Luis Mascheroni – Docente
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