A nueve meses de haber vuelto el PRI a la Presidencia de la República, el pueblo de México ve cómo se hacen trizas las promesas de la campaña electoral del actual presidente Enrique Peña Nieto (EPN) y su partido. Pareciera que con sus planteamientos de reforma en materia educativa, energética y fiscal, Peña Nieto trata […]
A nueve meses de haber vuelto el PRI a la Presidencia de la República, el pueblo de México ve cómo se hacen trizas las promesas de la campaña electoral del actual presidente Enrique Peña Nieto (EPN) y su partido. Pareciera que con sus planteamientos de reforma en materia educativa, energética y fiscal, Peña Nieto trata de convencer a la ciudadanía que la única forma de ir hacia adelante es dar dos pasos atrás.
No es lo mismo el afán reformista y privatizador de la presidencia de Carlos Salinas de Gortari en su apogeo histriónico de 1993 que veinte años después. No es lo mismo una sociedad que aun se creía los espejismos neoliberales, a una agotada en lo económico, en lo educativo, en lo nutricional, después de treinta años de imposición de las políticas de ajuste. No es lo mismo predicar las bondades del mercado cuando acaba de caer el Muro de Berlín, que cuando se han vivido seis años de muerte y de sangre, resultado en buena parte de la violencia generada por la aplicación de los dogmas libremercadistas.
Pero insisten. EPN y su partido acuden a lo que durante años les dio urticaria: el nacionalismo del presidente Lázaro Cárdenas, quien nacionalizó el petróleo en 1938 o de los murales de Diego Rivera, para convencer de las bondades de las privatizaciones que lograrán si logran pasar su reforma energética. Como únicos actores posibles de la salvación del sector energético ven a las empresas trasnacionales. Hay, diría, Alain Touraine, una visión sesgada que concibe la modernización sólo como racionalización, como maximización de la ganancia. Para ellos, el resto de actores sociales, como los obreros, los campesinos, los indígenas, los jóvenes y en general el pueblo de México, no se distingue por su racionalidad, sino por su emoción, su sentimiento, su lealtad al pasado, por eso hay que arrasar con todo ello. Ni Peña Nieto ni su partido, el PRI, ni sus aliados consideran al pueblo de México como sujeto, como actor con facultad y posibilidad y derecho a discutir, a decidir, que es la otra parte de la modernización. Por eso se les escamotea información, se les da a cuentagotas -como la iniciativa de reforma sin leyes reglamentarias-, se rechaza consultarles, mucho menos plebiscitar su proyecto (contra) reformista.
Lo mismo pasa con la reforma educativa: a los maestros disidentes los presentan como los irracionales, los intransigentes en aras de la absoluta racionalidad de la OCDE y de los organismos empresariales que ignoran todo sobre la educación pública en México. Se trata de una reforma educativa como las planteadas por las mentalidades neoliberales por doquier, sostenida en dos pilares: educación por competencias y evaluacionismo a toda costa. Se desdeñan el pensamiento crítico, la cultura humanista, la formación de ciudadanía. Se atenta seriamente contra los derechos laborales de las y los maestros a someterlos cada cuatro años a evaluaciones tecnocráticas, que pondrán en riesgo su permanencia en el empleo. Se rechaza todo mecanismo de evaluación participativa.
Pero, la aun joven restauración priísta hace agua por todos lados. Aun no se llega al primer informe de gobierno del presidente de la República, y el número de homicidios dolosos en el contexto de la «guerra contra el crimen organizado» desatada por Felipe Calderón, ya supera la proporción que se dio durante el sexenio de éste. Hay estados de la República donde el crimen organizado controla amplias zonas, como es el caso de Michoacán, Guerrero y Chihuahua. Se disparan el número de secuestros y extorsiones por todo el país.
Todas las agencias, nacionales e internacionales: Banco Mundial, Merryl Lych, el Banco de México, han reducido drásticamente las previsiones de crecimiento económico: de un 3.5% anual que se pronosticaba al tomar posesión Peña Nieto, en diciembre de 2013, ahora apenas superan el 1%. El desempleo golpea más a los jóvenes y las familias esperan una acometida más: la de la reforma fiscal que propondrá Peña Nieto al congreso y que implicará el incremento del Impuesto al Valor Agregado (IVA), de 15 a 19%, incluyendo ahora medicinas y alimentos.
La reforma educativa impuesta, pactada en las cúpulas, se tambalea por la contestación callejera de miles de maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, (CNTE) que están dispuestos a seguir bloqueando las arterias y tomando los edificios principales de la Ciudad de México si no se les escucha.
Por otro lado, ante el carácter entreguista a las trasnacionales de la riqueza petrolera y de las industrias petrolera, petroquímica y energética, se preparan intensas movilizaciones en todo el país al iniciar septiembre.
Ni democracia, ni modernización, ni crecimiento económico, ni justicia, ni paz: la restauración priísta está y lo que es peor, tiene a México con la soga al cuello.
Víctor M. Quintana es asesor del Frente Democrático Campesino de Chihuahua e investigador/profesor de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez
Fuente: http://alainet.org/active/66892