Para comprender las causas de una recurrente y reaccionaria reflexión respecto a que: el gobierno del MAS no es producto de una revolución, deberíamos desarrollar dialécticamente un desafiante debate para analizar y aclarar tanto las bases filosóficas fundamentales de lo que epistemológicamente se entiende como revolución, y lo que el régimen del MAS representa o […]
Para comprender las causas de una recurrente y reaccionaria reflexión respecto a que: el gobierno del MAS no es producto de una revolución, deberíamos desarrollar dialécticamente un desafiante debate para analizar y aclarar tanto las bases filosóficas fundamentales de lo que epistemológicamente se entiende como revolución, y lo que el régimen del MAS representa o representaría revolucionariamente como su razón de ser, para poder así explicarnos efectivamente cual es la proyección de su propuesta dentro el proceso Cambio.
No es consiguientemente casual que se cuestione y se descalifique deliberada como desestabilizadoramente al MAS; tanto desde la derecha, por un lado; como inauditamente desde la «izquierda» por el otro, con el cohonestado comentario de que: el MAS no es un gobierno revolucionario, constatándose coincidentemente que en ambos casos hay una artera acusación y una antojadiza como «ambivalente» aseveración para atacar el accionar del MAS.
Pero también convengamos en comprender el concepto de lo que representa una revolución; y de lo que esa revolución respectivamente pueda reproducir como su razón de ser, para que sea sostenible; no sólo en la testimonial temporalidad de lo que históricamente implique o pueda implicar el hecho en si; sino y sobretodo en cuanto a su privativa proyección para un profundo proceso de Cambio de las condiciones objetivas y subjetivas que lo sustenten.
Concebiremos y coincidiremos consiguientemente en una categórica cuestión, respecto a que la irresuelta identidad ideológica y política del MAS, ha sido en todo caso, abierta y antagónicamente asumida como una alternativa contestaria de Cambio frente al conservadurismo Colonial.
Entonces es inexcusable interpretar integralmente las injuriosas e insólitas insinuaciones, y las arteras acusaciones articuladas contra el MAS, de que no es un gobierno revolucionario, puesto que las voces vienen incluso, e incomprensiblemente desde la propia «izquierda idealista»; claro de esa que está, recicladamente representada por una selecta serie de sempiternos celestinos del poder, quienes curiosa y casualmente comulgan como los clásicos quintacolumnistas del conservadurismo colonial del Poder constituido, criticando crispadamente al Movimiento al Socialismo por no ser un gobierno que represente una revolución.
Como el especialista exponente de esa epistemológica estafa, y enemistado hoy con el MAS, está el falaz Filemón Escobar, el otrora «intransigente» izquierdista -nada menos ex asesor político de Evo Morales- e indócil icono de esa impostora izquierda, pero hoy convertido contradictoriamente en un retrógrado resentido contra el MAS, cuya oxidada y oficiosa opinión -la complementariedad de los opuestos- lo muestran como el arteriosclerótico alcahuete y artero agente de los aristócratas autonomistas, ya que después de atacar alevosamente al gobierno ha sido dilectamente distinguido por la desestabilizadora derecha, que conspiradora y condescendientemente lo ha cobijado en el lado oscuro y oligárquico de la Media Luna.
Pero no sólo es el único intrigante e impostor izquierdista infiltrado para impostar inconfesablemente a las fuerzas reaccionarias e inviabilizar al gobierno; son innumerables los «conversos» conspiradores, que concursan detractando discursivamente al MAS, pues hay también aquellos que están confabuladamente camuflados dentro el mismas esferas estatales del gobierno.
Pero retornando a la dialéctica discusión de lo que es una revolución y de lo que no es; no sólo que deberíamos entenderla dentro el prototipo de la proeza, porque sería enmarcarla en aquel épico y efímero episodio, espectacularmente emotivo, mediante la toma sangrienta del poder por las masas empobrecidas, para el destierro de la despótica derecha; tal como sucedió en la Revolución Cubana. Pero Cuba es Cuba, que ha consolidado consecuente y contestariamente su condición de tal, ante el la agresividad absolutista y asesina del histérico imperio.
Y es que claro, Cuba rebeldemente se rehizo, reivindicando un régimen socialista basado en esos valores del Socialismo, para derrotar al corrupto y descompuesto despotismo del régimen reaccionario y rufianesco de Fulgencio Batista. Es por ello que con esos valores básicos de: Dignidad, Soberanía, Igualdad y Solidaridad, ha concebido configurada y contestariamente lo que constituyen hoy por hoy la Revolución Cubana; y que bajo la batuta de esos valores, que los han validado como los batalladores baluartes del pueblo cubano, es que continuamente van consolidando su Revolución, ante la irascible impaciencia del imperialismo norteamericano.
Así es como se hizo indestructiblemente indócil la revolución y pudo reproducir su rebelde resistencia, precisamente por el grado de convicción de los «combatientes de la Revolución», como fue el contundente caso del general Ochoa, compañero de armas de Fidel, quien después de ser descubierto en actividades de narcotráfico, hace mas de una década y media atrás; en un acto de absoluto arrepentimiento, fue muerto vivando por la revolución Cubana.
Claro que como ya aseveré anteriormente Cuba es Cuba, y tiene además un recorrido revolucionario remoto, que protagónica y precisamente lo han preparado a lo largo de casi media centuria por construir constantemente su resistente Revolución, en base a sus corajudas y contestarias convicciones y su antagónico antiimperialismo.
Pero, cómo entenderíamos entonces la equivalencia emancipatoria entre lo que es una revolución como prototipo de la proeza, y lo que precisamente se promueve como un protagónico y proyectado proceso?
La simbólica significación de la elección de Evo Morales, mediante un método demostrativamente democrático, podría descalificar y desnaturalizar aún mas el contestario contenido de una «Revolución». Pero cabe analizar los antecedentes históricos que dieron lugar a su proyecto de «revolución democrático y cultural».
El «ciclo de sublevaciones» que han precedido pretéritamente a la elección de Evo Morales, se constituye en el autentico «ascenso de nasas» que se ha producido protagónicamente, mas o menos un quinquenio antes de la elección de Evo Morales; a partir de la «Guerra del Agua» donde insurrectamente se interpelaba a un mortificante modelo de Mercado, que intentaba mercantilizar incluso un recurso elemental para la subsistencia del ser humano, como es el agua.
Sucesivamente se suscitaron una serie de sublevaciones que constantemente cuestionaron el retrógrado rol que jugaba un elitista estado como una hegemónica entidad, exclusivamente al servicio de los grupos de poder que lo controlaban. Es por eso que después de suscitarse el definitivo desmoronamiento del retrógrado régimen patrimonialista de la Partidocracia, donde estuvieron clasistamente clonados distintas representaciones partidarias patriarcales como fueron el MIR, MNR, NFR, ADN, que convirtiéndose en co gobernantes controlaban convidadamente el poder desde hace dos décadas y media atrás; fue por eso que, por ejemplo que suscribieron «el pacto de la gobernabilidad» dos meses antes de la masacre y caída del gonismo en agosto del 2003 y de la propia Partidocracia, como un régimen, restringidamente representativo de la democracia pactada.
Pero no sólo que la crisis política suscitada antes de la elección del MAS, es que tiene ver aparentemente con aspectos relacionados al ejercicio del poder por parte de los gobernantes, pues emergentemente estallaron las remotas reivindicaciones de las resistentes raíces raciales, como representan, las hasta hoy invisibilizadas e ignoradas identidades indígenas. No es raro entonces por ejemplo que la impetuosa insurrección en el Alto el 2003, haya sido expresada épicamente por los alteños, quienes elementalmente son etnias establecidas en los Andes, en una especie de apartheid de los aymaras.
Es entonces así como porqué con su sagaz sabiduría de Zabaleta asevera acertadamente de que son «los momentos de crisis son los que permiten revelar la diversidad social contenidas en el país y los modos en que esto se ha articulado históricamente, por lo general, de manera mas o menos global».
Por tanto el sustento simbólico y la connotación cultural que consiguientemente conlleva una revolución, es para que se pueda descolonizar decida y culturalmente, el contenido conservadurista de los cundidos códigos coloniales; o los desvaríos de la democracia liberal representativa, para que transformadoramente traduzcan la «revolución democrático cultural» propuesta por el propio programa de gobierno del MAS, y es porque consiguientemente contiene el componente cultural y colonial, que en todo caso el régimen republicano, no sólo que lo ignoró; sino que lo impostó para reproducir la razón instrumental del ejercicio puro, del poder por el poder.
Se hace necesario por tanto, desmitificar la deliberada desestabilización discursiva de la democracia, ante el regresivo reacomodo reaccionario de las fuerzas conservadoras, que no tienen una propuesta propia de cambio, por ello es que aparecen siendo «mas papistas que el papa» en torno a impugnar intrigantemente la propuesta de cambio del Movimiento al Socialismo.
Y es que como corolario y como un demostrativo dato del destino de la propuesta de Cambio; es que hoy Bolivia, junto a Cuba Venezuela, Ecuador, Nicaragua e Irán constituyen el «Eje del mal» que el imperio ha identificado como una alter amenaza contra sus intereses imperiales. Entonces podrá haber acaso mayor convicción contestaria para Cambiar el conservadurismo colonial, de los pueblos de América, que la volcánica voluntad de ésta antagónica alianza antiimperialista del embustero eje del mal?
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