La rememoración del 60 aniversario de la Revolución del 09-04-52, muestra que Bolivia debe optar entre rescatar los aciertos de esa hazaña histórica, rectificar sus errores y profundizar sus conquistas o mantener el fundamentalismo indigenista de su Nueva Constitución Política del Estado (NCPE), aprobada el 2009. El 52, resume las rebeliones indígenas, las luchas indo […]
La rememoración del 60 aniversario de la Revolución del 09-04-52, muestra que Bolivia debe optar entre rescatar los aciertos de esa hazaña histórica, rectificar sus errores y profundizar sus conquistas o mantener el fundamentalismo indigenista de su Nueva Constitución Política del Estado (NCPE), aprobada el 2009. El 52, resume las rebeliones indígenas, las luchas indo mestizas de los guerrilleros de la Independencia, la mirada bolivariana de Andrés de Santa Cruz, los sueños igualitarios de Belzu y Andrés Ibáñez, los esfuerzos de indígenas y mestizos por defender en contiendas internacionales la heredad geográfica, la condena a la oligarquía minero feudal, la Nacionalización de la Standard Oil (David Toro), el control de divisas de la Gran Minería (Germán Busch) y el primer congreso indigenal (Gualberto Villarroel), antecedente del voto universal, la medida esencial de la gesta de abril. Estos son los prolegómenos de una de las tres revoluciones más importantes del Siglo XX en la América morena, junto a la mexicana de 1910 y la cubana de 1959.
El 52, es la explosión de unidad nacional en una República fundada por terratenientes y dueños de indios, casi sin excepciones. La falta de vertebración física impidió desarrollar el sentido de pertenencia al territorio patrio y facilitó los despojos perpetrados por oligarquías vecinas. El enclaustramiento geográfico, impuesto por Inglaterra y sus acólitos de Santiago, generó un complejo de inferioridad aún vigente. No fue EEUU el primero en plantear, mediante el Plan Bohan, de 1942, la «Marcha al Oriente». En septiembre de 1904, los patricios cruceños Plácido Molina, Ángel Sandoval y José Benjamín Burela, al igual que lo hicieron, en forma previa, Antonio Quijarro, Pedro Kramer, Manuel Vicente Ballivián y Mariano Reyes Cardona, demandaron, en memorando al Congreso de la Nación, que los recursos pagados por Brasil por la usurpación del Acre, sirvieran para construir el ferrocarril Cochabamba-Santa Cruz.
La parte sustancial del memorando dice: «Ansiamos que los pueblos del interior prosperen grandemente; la prosperidad y el engrandecimiento de La Paz, Oruro, Cochabamba, Sucre, Potosí y Tarija, será la prosperidad y el engrandecimiento de Bolivia y el orgullo de los cruceños; queremos sí, que no se sacrifique a Santa Cruz y el Beni, y esto importa la realización del estrecho ferrocarrilero prohijado en las esferas oficiales… Unir al Oriente con el Occidente, salir al Atlántico, para contrarrestar la influencia del Pacífico, hoy en manos de Chile; salir así del ominoso tutelaje de esa nación absorcionista, esa es evidentemente la política nacional, racional y unificadora que… el sentido común proclama a voces». El 52, destapó los oídos del andino centrismo, cementados por la oligarquía minero feudal, e impulsó la migración colla al Oriente, lo que impidió el separatismo y la desaparición del país.
EL EXTRAVIO DEL MNR
Es erróneo criticar al MNR, el partido que condujo el proceso revolucionario, por no haber instaurar el socialismo o la dictadura del proletariado, como hace Guillermo Lora, quien no tomó en cuenta la mediterraneidad y la dependencia del país de los centro de poder mundial. No tomar en cuenta que, en 1954 (dos años después de la Revolución boliviana), EEUU invadió Guatemala con total impunidad, es una amnesia extrema. El MNR debe ser censurado por no instalar la fundición de estaño; por desatar un descomunal proceso inflacionario, generado por el manejo irresponsable de COMIBOL; por aceptar exigencias irracionales de dirigentes mineros, como Lechín, que prefirieron la demagogia a la lealtad al proceso revolucionario; por impedir que Bolivia se potencie económicamente, a fin de dejar de ser, como hasta ahora, el basurero de Chile (acabamos de legalizar el contrabando de 120.OOO autos usados que ingresaron por su frontera), y proveedora de gas a las termoeléctricas y plantas petroquímicas brasileñas y argentinas, mientras importa GLP, gasolinas y diesel de Venezuela y los países vecinos. El Estado «plurinacional», cuyo respaldo principal procede de los cultivadores de coca, se muestra cada vez más impotente para contener los preocupantes avances del narcotráfico.
En 1956, EEUU, Alemania y el BID acudieron presurosos a «salvar» a COMIBOL, a cambio de desnacionalizar el gas y el petróleo. El virus imperialista se infiltró en el torrente sanguíneo de abril, al extremo de tolerar que Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL) pusiera al MNR al servicio de su empresa (COMSUR), e implantara el neoliberalismo. En forma previa, la influencia del 9 de abril había llegado a las FFAA. En 1964, el sector pro norteamericano de Barrientos inició la restauración oligárquica. Fue enfrentado por Ovando quien, junto a Marcelo Quiroga Santa Cruz, nacionalizó la Gulf, instaló la fundición de estaño y aprobó una coherente estrategia de desarrollo, redactada, principalmente, por José Ortiz Mercado.
El propio MNR, en alianza con Bánzer y la obsoleta Falange Socialista Boliviana (FSB), frustró el intento de reencauzar el proceso revolucionario. Con Evo Morales, el 52 llegó a Santa Cruz. A partir de su presidencia, la «voz del Comité Cívico» ha dejado de ser la única que pretendió representar los intereses de la región oriental. Esa la dimensión histórica de su gobierno, pero sostener, como hace su entorno, que Bolivia continuaba siendo un Estado colonial antes del MAS es una aberración insostenible.
LOS PACHAMAMICOS
En la década de los ochentas, al acercarse la recordación de los 500 años de la llegada de Colón, los centros de poder mundial advirtieron que podían usar la inevitable emergencia indígena para debilitar a los Estados nacionales más vulnerables, a fin de mantenerlos como reserva de recursos energéticos y de la biodiversidad que necesitan en forma creciente. Utilizaron como instrumento el Convenio 169 de la OIT, de 1989, en reemplazo del 107, de 1957, que propugnaba la integración de los pueblos nativos a los proyectos nacionales. El éxito de esos propósitos se demostró con la creación del primer Fondo de Inversión «Itika-Guazú», entre la petrolera Repsol y la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG), el 15 de marzo de 2011, cuyas cláusulas son ilegalmente mantenidas en secreto. En comunicado de la fecha indicada, la APG destaca que se trata «del primero de esta naturaleza firmado en América Latina con una empresa multinacional petrolera y que, por tanto, esperamos que tenga repercusiones en las prácticas de la industria petrolera, siendo también un aporte específico y concreto a las reivindicaciones de las comunidades indígenas bolivianas y latinoamericana».
La estrategia del Convenio 169 fue aplicada con sumisión lamentable por el gobierno social demócrata del MIR, presidido por Jaime Paz Zamora. Seguidamente, el MNR de GSL dividió al país en decenas de Tierras Comunitarias de Origen (TCO) y en «Parques Nacionales». Con estos antecedentes, la NCPE reconoció a 36 naciones, con sus territorios ancestrales, imposibles de delimitar, en los que existe libre determinación, gestión exclusiva de recursos naturales renovables, justicias comunitarias y cosmovisiones excluyentes, que han convertido al país en una auténtica «Torre de Babel». El Pachamamismo y el neoliberalismo son la antítesis del 9 de abril. Por estas razones, Bolivia debe elegir entre la herencia indo mestiza de la Revolución del 52, enriquecida con la dignidad conquistada por los pueblos aborígenes en las últimas décadas, o la acción de agentes rentados del Banco Mundial, las transnacionales y sus ONG que, al repudiar la historia patria, pretenden que se olvide el hecho central de nuestra historia.
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