Las implicaciones de esta Revolución Tecnológica en el contexto de la cuarta revolución industrial digital nos retrotraen al viejo debate sobre los mecanismos de control de un sistema panóptico, descentralizado con las cámaras de vigilancia pero que se establecen en un nuevo reciclaje de la institucionalidad en una nueva sociedad carcelaria y actualmente en una biopolítica del poder en la que la neurotecnología plantea un espacio virgen de control que se ha utilizado indiscriminadamente contra la población en una suerte de guerra contra la humanidad que incluye nuevos mecanismos de tortura y sometimiento de la población.
En este sentido el artículo explicativo de Lenca y Andorno (2017) nos permite avizorar de qué manera con la revolución neurotecnológica se han ido profundizando estos mecanismos de sometimiento y criminalización de la población al margen de cualquier marco jurídico que indiscriminadamente ha venido permitiendo el sometimiento de la población mundial a una política económica de burbujas económicas pero aún más a una nueva forma de tortura psicológica que se dirigió principalmente contra líderes opositores a la política pro EEUU y cuyo objetivo no solo consistió en someter a los principales ideólogos y políticos de oposición a esos intereses hegemónicos, sino también en un genocidio abierto masivo contra la humanidad a través de una pandemia creada en laboratorios, que deja el asesinato selectivo de líderes opositores a este sistema hegemónico en la mayor impunidad.
Frente a un sistema criminal que nos iba asesinando en un nuevo proyecto de civilización que enarbola la limpieza étnica como punta de lanza en Gaza que más aún viene cometiendo un asesinato silencioso de la democracia de los pueblos del sur global cuyos gobiernos se enfrentaron abiertamente a este sistema de capitalismo racional genocida que hoy por hoy carece de discurso para seguir asesinando en la impunidad de organismos internacionales como la OTAN que se suman a este proyecto civilizatorio que no justifica ningún progreso sobre el infanticidio de más de 10 mil niños en Palestina por un supragobierno global que detenta la cleptocracia de EEUU.
En este contexto el artículo de Lenca y Andorno (2017) pretende abrir el debate sobre un necesario marco jurídico sobre los derechos humanos cuando la verdadera razón de este debate sobre la revolución neurológica se centra en las posibilidades que abre este descubrimiento del mapeo cerebral para la ejecución de técnicas como el brain washing y el brainjacking que incluyeron la manipulación de una reingeniería de la memoria de los individuos sobre el almacenamiento, recolección, borrado, e incluso reemplazo de recuerdos en quienes fueron criminalizados indiscriminadamente y que fueron asesinados de la forma más cruel y sanguinaria simplemente por cuestionar a este sistema de poder y cuya muerte sigue hoy en la impunidad.
En este marco de análisis el Brain Jacking del que hablan Leca y Andorno (2017) se refiere a actividades criminales que influyen directamente en la computación neural en los usuarios de neurodispositivos en una forma que recuerda como los computadores son hackeados. Pero además la neurotecnología facilita otro tipo de intervenciones que involucran enviar información táctil de retorno al cerebro en tiempo real utilizando la microestimulación intracortical (ICMS) creando una interface de la maquinaria cerebral y que permiten modificar directamente la actividad neurológica y que puede modificarla directamente para ejercer un grado de control, por ejemplo, sobre una tropa de soldados y que gracias a las tecnologías portátiles como el spectroscopio infrarrojo (NIRS) se puede detectar deficiencias en los procesos neurológicos de los soldados y utilizar estimulación magnética transcranial para suprimir o fortalecer sus procesos cerebrales. Técnicas que además habrían sido utilizadas en los prisioneros de guerra para prevenir el uso de intervenciones de técnicas invasivas de brain washing.
Por otro lado, es en el campo médico de los implantes de estimulación profunda cerebral DBS donde se habrían registrado los efectos de apatía, comportamiento compulsivo y alucinaciones con la implementación de los neuroestimuladores que en principio se consideraron para tratar la obesidad y la anorexia nerviosa y que terminaron por generar daños a la integridad mental de los pacientes.
La técnica de brain washing, por su parte se basa en el borrado y la restauración de memorias seleccionadas aplicando una estimulación a través de un láser óptico que selectivamente fortalece o debilita las conexiones sinápticas y que se han utilizado tanto para tratar tanto el Alzheimer como desórdenes de estrés post traumático; sin embargo, no hay que ser demasiado agudo para entender cómo se utilizó esta técnica en prisioneros de guerra y en quienes se los criminalizó indiscriminadamente en esta guerra contra la humanidad y como se ejerció tortura contra nuestros cuerpos de la forma más brutal, inhumana y aun impune y como se sigue ejerciendo de manera abierta contra las nuevas generaciones que actualmente se pretende someter en el desconocimiento de estas nuevas tecnologías de guerra que fueron y que son aplicadas indiscriminadamente contra la población independientemente de su sexo raza, edad o religión.
En ese sentido, si bien la violación a los derechos humanos ha incluido experimentos tanto con electrodos como el uso de drogas LSD, hipnosis, además de la creación de los candidatos Manchurianos, en la implantación de falsas memorias o en la inducción a amnesia. Actualmente los conocimientos de estas nuevas tecnologías en el campo de la neurociencia claramente han permitido desencadenar cambios en la personalidad de los sujetos sin su consentimiento, por ejemplo el uso de los implantes DBS habrían tenido consecuencias negativas como resultado del brain jacking que incluyen el robo de información que podría resultar en una violación al derecho a la privacidad mental, o bien a la cesación de la estimulación y al agotamiento de la batería del implante induciendo a un daño del tejido o a un daño en la función motora que podría resultar en daños a la integridad mental, como señalan los autores, sin embargo remarcan que otra de las posibles consecuencias del Brain jacking serían la alteración del control de los impulsos o a la modificación de las emociones o afectos, inducción al dolor o modulación del sistema de recompensas, generando una modificación no autorizada de la dimensión cognitivo emocional afectiva que podría afectar la continuidad psicológica del sujeto.
Lo propio se aplica en los prisioneros de guerra de una sociedad carcelaria, es decir en estos políticos contrarios a los intereses de EEUU cuya intimidad fue penetrada para minar su espacio familiar y debilitar o anular su participación en la vida política del país.
Pero incluso la estimulación menos invasiva de intervención imperceptible a través del neuromarketing y de técnicas subliminales para producir respuestas en los consumidores se utilizaron a nivel político para generar rechazo frente a la criminalización de estos líderes políticos así como de las protestas de diferentes grupos de la población que fueron reprimidas con salvaje brutalidad como en el caso Peruano con las marchas en contra de la dictadura del gobierno usurpador y genocida de Dina Boluarte. Esta estimulación también se utilizó en Bolivia el año 2019 para generar grupos de oposición al gobierno de Evo Morales durante la campaña de fraude electoral al que se sumó la OEA y que actualmente la derecha opositora al gobierno del MAS premia como héroe de la democracia al ingeniero de sistemas que denunció fraude sobre ninguna evidencia contundente, pero si amparado por una gran campaña mediática.
Pero además se utilizaron como métodos de condicionamiento de la conducta de aquellos políticos a los cuales se pretendía debilitar su accionar ridiculizándolos o demonizándolos y generando rechazo en la población o bien para generar estigmatización y discriminación en quienes se atrevieran a opinar e interpelar el interés hegemónico y genocida del gobierno de EEUU en la región del sur global.
Finalmente lo que se pretende soslayar en este debate es el trasfondo real del uso de estas técnicas de estimulación transcranial a través de las antenas 5G y 6G para alterar la electrogénesis neuronal de la población y desencadenar una mayor agresividad a ciertos grupos de personas o bien para estimular a través de los diferentes dispositivos de neurotecnología la zona pre frontal del cortéx en donde se vinculan la toma de decisiones y la acción generando una baja actividad que permita desencadenar un comportamiento más impulsivo en los sujetos similar a la actividad que se registra en la de los prisioneros reincidentes, cuando la finalidad es el incrementar la criminalidad y el caos en aquellos países que se pretende someter como en nuestro caso Peruano o para justificar los métodos de represión y tortura como en el caso de las cárceles en El Salvador, en esta nueva reconfiguración del sometimiento de los pueblos a un nuevo orden mundial de los Estados criminales que abren el debate sobre el uso de estas tecnologías bajo el discurso de prevención y protección de los derechos humanos y ocultan el verdadero juego de poder y reproducción del sometimiento de los individuos esta vez al nivel de nuestra integridad mental y nuestro derecho a una continuidad psicológica en una barbarie de política económica de la muerte y el despojo en la mayor impunidad.
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