El grupo The Yes Men ridiculizó a la Organización Mundial de Comercio disfrazándose de expertos canónicos y anunciando medidas surrealistas que culminaron con el anuncio apócrifo de disolución de la todopoderosa entidad. Lo curioso es que la gente se lo creyó. Una original forma de llamar la atención sobre problemas agazapados del mundo.
Todos los más o menos proclives o conjurados para cambiar el mundo deberían conocer los afanes y trabajos de The Yes Men. Se trata de un grupo de activistas que cree que claro que hay que cambiar el mundo, pero con el objetivo real de pasárselo bien, y cree asimismo que mientras se hace por cambiarlo ya hay que ir pasándoselo bien. Predican con el ejemplo.
The Yes Men, especializados en suplantar páginas web y en el manejo redomado de cualquier técnica de distorsión que pueda afectar negativamente a los auténticos y siempre agazapados poderes, empezaron parodiando la página oficial de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Luego, llevados por la propia dinámica de su más o menos estrategia, acabaron dando conferencias en las que, haciéndose pasar por miembros de esa organización que ejerce de responsable de que las reglas del comercio mundial favorezcan siempre casualmente a los mismos países y empresas, dieron doctrina surrealistamente contraria a los intereses de la OMC y del sistema.
El colmo de sus intervencio
nes mixtificadoras fue una vez (existe incontrovertible testimonio gráfico en la contraportada del libro) en que uno de los disfrazados de conferenciante procedió en el estrado a despojarse de su traje serio, con lo que quedó vestido de una especie de mono de lamé dorado del que sobresalía un a modo de gran príapo, cuyo pináculo era un presunto monitor de televisión por el cual el empresario occidental que así se equipase podría controlar a todos sus empleados incluidos los del recóndito Oriente. La audiencia se tragó la bola y encima ovacionó. El perspicaz lector sacará sin duda sus conclusiones sobre en manos de quiénes estamos. También constituyó un exitazo de crítica y público cuando los The Yes Men anunciaron, en calidad de miembros de la OMC, que la magna organización del comercio mundial se autodisolvía, arrepentida de su historial.
Leer estos sucesos pertinentemente documentados en forma de libro -sobre todo ahora que, tal como sospechaban las ONG y el magma de alternativos, la OMC acaba de proclamar con la necesaria compunción que la Ronda de Doha ha fracasado, o sea que la liberalización misma del comercio ha resultado de momento un fiasco- anima a estar atentos: las cosas no están quietas ni muertas.