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Entrevista a Raquel Gutiérrez, fundadora del Centro de Estudios Andinos y Mesoamericanos

La seducción del chavismo

Fuentes: Brecha

A ocho meses de haber asumido el gobierno, Evo Morales enfrenta un escenario de creciente polarización: a la nacionalización de los hidrocarburos se suman el autonomismo de las regiones más ricas, Santa Cruz y Tarija, y las polémicas en torno a la Asamblea Constituyente. Poco a poco, el chavismo parece convertirse en punto de referencia […]

A ocho meses de haber asumido el gobierno, Evo Morales enfrenta un escenario de creciente polarización: a la nacionalización de los hidrocarburos se suman el autonomismo de las regiones más ricas, Santa Cruz y Tarija, y las polémicas en torno a la Asamblea Constituyente. Poco a poco, el chavismo parece convertirse en punto de referencia para sortear las amenazas a la gobernabilidad.

La mexicana Raquel Gutiérrez, fundadora del Centro de Estudios Andinos y Mesoamericanos, acaba de publicar una autobiografía teórica y política escrita desde la cárcel de mujeres de La Paz, donde pasó varios años tras ser procesada por alzamiento armado junto a otros integrantes del Ejército Guerrillero Tupac Katari (egtk), entre ellos Álvaro García Linera (hoy vicepresidente de Bolivia). En esta entrevista desgrana un filoso análisis de la situación que atraviesa ese país, y un punto de vista poco frecuente: cuál es hoy el dilema de los movimientos insurgentes que empujaron -a través de la acción directa y la lucha callejera- a la deslegitimación radical del neoliberalismo y que ahora entablan complejas relaciones con el gobierno de Evo Morales.

-¿Cómo podría caracterizar la situación de los poderosos movimientos sociales?

-Lo que percibo es que en cualquier ámbito hay un taponamiento de la autonomía y una desbandada general de los movimientos sociales. El Estado no está tomando como interlocutores a los movimientos, sino que los subordina. Y a los que no subordina los aísla o quedan circunscritos al ámbito de la «proyectitis», que se consume en peleas por plata e instala desconfianzas entre pares. Estos son dos problemas que aparecen a partir de la ocupación del Estado por el Movimiento Al Socialismo y la forma en que actúan los vasos capilares de la red estatal.

-¿A qué se refiere con desbandada?

-Los movimientos que sostenían que «no te puedes meter a un cascarón ajeno» hoy asumen esas lógicas que antes rechazaban, o se quedan atorados, haciendo esfuerzos muy marginales, sin ninguna teorización sobre lo que está pasando. Lo que quiero decir es que colapsó el horizonte de deseo más allá del Estado y emerge hoy una tristeza y una impotencia muy grande. Esto viene junto a otra dinámica: se abre un canal de interlocución con el Estado que estaba roto. Y esa interlocución toma la forma de una seducción no horizontal, de una seducción asimétrica entre el gobierno central y movimientos que ahora aparecen como puntos perdidos en el mapa.

-¿Se refiere a una cooptación estatal?

-No podría decirse ni pensarse que los compañeros se venden. Lo que sucede es que la lógica estatal te atrapa y tienes una especie de disyuntiva: la impotencia radical porque no se pudo armar un horizonte no estatal, o la aceptación de esa seducción asimétrica. El Estado aprovecha una carencia extrema y bajo esa asimetría radical codifica y fija una relación con los movimientos que es de subordinación. Es claro que muchos movimientos quedaron fuera de la actividad política porque hoy la política pasó a estar centrada en una Asamblea Constituyente que es una réplica absoluta del parlamento.

-¿En qué sentido?

-La Asamblea Constituyente se ha conformado como una confrontación partidaria bipolar, con discusiones confusas sobre la cuestión procedimental y con un escamoteo evidente del debate de asuntos de fondo. Es una Asamblea Constituyente que los movimientos miran por la tele. Esta nueva polarización tradicional reinstala el antagonismo partidario como central. Habría que aclarar que el gobierno fortalece la polarización tradicional pero a la vez ésta se amplía porque hay una disputa de aparatos y partidaria por las masas. Es lamentable ver esta situación hoy si se tiene en cuenta cómo la energía social de las luchas había demolido la propia capacidad de normar del Estado. Y en esta nueva forma que va tomando el Estado es importante ver hasta dónde influye el Estado venezolano.

-¿Qué quiere decir con esto?

-Si en Bolivia desde hace años se desató una contradicción entre las potencias de autogobierno de la sociedad y la gobernabilidad exteriormente gestionada desde un aparato estatal liberal, hoy vemos cómo esa contradicción ha quedado zanjada bajo la idea de un gobierno «progresista». La secuencia inicial fue que los movimientos presionaron desde abajo para romper la opción neoliberal clásica llevada adelante por Menem en Argentina, Sánchez de Lozada en Bolivia y Salinas en México, para marcar las figuras paradigmáticas. En esas luchas contra las reformas neoliberales estructurales, la sociedad se planteó impugnarlas y empezó a bosquejar sus ambiciones de autogobierno y autorregulación, como fue la experiencia de los microgobiernos barriales de El Alto de los que habla el sociólogo Pablo Mamani. Luego de esta confrontación aparece el «tercerismo»: una gobernabilidad progresista de izquierda bajo la bendición cubano-venezolana. Este tercerismo dice que se propone una «autonomía estatal», justamente cuando ya se vio que esa autonomía estatal se había roto desde abajo, haciendo frente al poder trasnacional. Quiero decir: no fue la fuerza del Estado-nación la que quebró el neoliberalismo salvaje, pero hoy es ese Estado el que dice ser «autónomo» y con ese mismo argumento fuerza la subordinación del movimiento.

-¿Cuál es la estrategia de la derecha, teniendo en cuenta que el conflicto con el gobierno toma la forma de un enfrentamiento entre una derecha regionalizada que se concentra en el oriente del país y un centralismo andino?

-Que ahora sea la derecha la que tenga un discurso crítico y llame a la movilización con palabras de legalidad es lógicamente coherente. Esto abre unos espacios para que dos corporaciones partidarias se disputen las masas. Hay segmentos de la población popular que están participando con algunos comités cívicos de una manera «voluntaria» para poder dar salida a algo que sí es un problema como lo es la cuestión de las diferentes articulaciones de las regiones en el Estado. Sin embargo, esto exigiría una reforma estatal profundísima. Esta gente encuentra ahí un confuso espacio para poder decir su descontento: son personas que se sienten muy identificadas con el discurso anticentralista pero a la vez también se dan cuenta de que en esos espacios quedan subordinadas al discurso de las elites de Santa Cruz. Es gente que siente que necesita hablar, pero se subordina porque se da cuenta de su posición de debilidad y de que no hay otra forma de hablar con el Estado central. En todo caso, sí hay un intento de la derecha de reorganizarse y hay una ofensiva de la derecha que intenta romper la hegemonía discursiva del gobierno tratando de arrinconarlo bajo el mote de «totalitario». ¿No es esto lo que hizo la derecha venezolana?

-¿Ve posibilidades de secesión en el país?

-La secesión es una posibilidad que barajan, pero no creo que sea inmediata. Esta campaña de señalar al gobierno como totalitario -y el gobierno al dar pie para que lo acusen de maniobrero y de ciertos abusos- les permite ir construyendo una coartada política para que en el caso de que la confrontación social llegue a términos militares la derecha se quede con la posición de ser ellos «los demócratas». Esa es la disputa hoy. No es que la derecha esté quieta. En cualquier momento que se debilite la capacidad de gobernar de Evo Morales, la derecha va a aprovechar ese escenario, y con esta forma de presentar la contradicción hará que el gobierno quede como intransigente y la oposición con las banderas de los «democráticos».

-¿A qué se debe la promoción del «evismo»?

-A través del evismo están presentando a Evo Morales como el gran dador. Cuando desde la lógica social es todo lo contrario: el presidente tiene un mandato de los movimientos y está ahí gracias al empuje de ellos. El evismo, como término, es concordante con el chavismo: es la idea de un gran líder detrás del cual todos tienen que montarse, conformando un nuevo aparato segmentado y vertical de control y orden de la sociedad.