«Das lebem der anderen» o «La vida de los otros» fue una excelente película que obtuvo un reconocido y merecido éxito la pasada temporada. Algunos afirmaron que se trataba de una crítica al modelo socialista de la Alemania del Este. Desconozco si esta era la intención del guionista y director, Florian Henkel, aunque me atrevo […]
«Das lebem der anderen» o «La vida de los otros» fue una excelente película que obtuvo un reconocido y merecido éxito la pasada temporada. Algunos afirmaron que se trataba de una crítica al modelo socialista de la Alemania del Este. Desconozco si esta era la intención del guionista y director, Florian Henkel, aunque me atrevo a afirmar que no, teniendo en cuenta algunos diálogos que se desarrollan en la película. Y también sospecho que si en lugar de situarla en ese contexto (la de los malos-malísimos comunistas) lo hubiese situado en la realidad actual de EE.UU, Reino Unido, Reino de España o similares (cualquier país occidental), ni siquiera se la hubiesen estrenado en una sala de cine experimental con el argumento de «no-es-rentable».
Esa historia se parece demasiado a lo que actualmente vivimos en los estados occidentales -supuestamente democráticos y con sistemas económicos de tipo capitalista-.
Mientras que señalamos con aspavientos la intromisión del Estado en las vidas de los ciudadanos de la extinta Alemania del este -que también se autodenominaba Democrática-, somos incapaces de criticar la intromisión que nuestros Estados-Empresa realizan a diario en nuestras cotidianas vidas. Intromisión técnicamente superior y de dimensiones superlativas.
¿Porqué Henkel no contextualizó su historia en los 4,5 millones de cámaras de circuito cerrado que existen en el Reino Unido?, ¿o porqué no puso de protagonista a algún funcionario del Equipo de Delitos Telemáticos de la Policía Judicial de la Guardia Civil, que según el Tribunal Supremo para interceptar cualquier información que circule por las redes P2P de internet no necesita autorización judicial previa?, ¿Qué tal un guión donde aprovechando las legislaciones euronorteamericanas aprobadas tras el 11 de septiembre de Nueva York -y otras legislaciones anteriores- el protagonista utilizase la combinación de cámaras, información biométrica obtenida de formas rocambolescas, bases de datos que cruzasen datos bancarios con personales así como con el control de las comunicaciones, telefónicas o de datos -Internet-… y todo ello que dé como resultado un sistema que permita controlar la ubicación y comportamiento de personas, así como el control sobre a qué partido vota, sobre sus apetencias (comida, lectura, ocio, etc) o hasta los libros que retira de la biblioteca (bueno, esto último ya lo utilizaba la película «Seven»)?
De haber elegido esta temática para su guión, el director alemán tampoco hubiese realizado una película de ciencia ficción. Es realidad. Ocurre ahora mismo.
Echelon y Carnivore rastrean nuestros correos electrónicos y nuestras llamadas telefónicas con algoritmos de búsqueda con palabras clave. La Unión Europea y EE.UU. exigen a los servidores de internet que almacenen los datos del tráfico de información durante un mínimo de un año… los aeropuertos israelíes -fueron los primeros-, algunos europeos -como el Reino Unido- y algunos usamericanos escanean, almacenan y contrastan ‘legalmente’ datos biométricos entre los viajeros elegidos supuestamente de forma aleatoria.
Y, lo peor, es que cuando denunciamos esto para que salga a la luz pública -y nada mas, ya que no es ilegal gracias a las nuevas leyes que «protegen nuestra seguridad»- lo que podemos generar es miedo. Miedo a expresarnos, miedo a unirnos, miedo a denunciar, miedo… miedo, paranoia y autocensura.
Pero sólo quería decir eso, que la película «La vida de los otros» no habla de una sociedad o un sistema distinto al que vivimos actualmente. Al contrario, nos señala a nosotros, habla de lo que nos sucede hoy, de la historia de la que somos protagonistas y que difícilmente veremos en las pantallas de cine.