No cabe duda de que muchos de los relatos que llegan hasta nuestros días han sido elaborados siguiendo siempre una estructura muy definida, proveniente de aquel gran relato mítico que explicaba la génesis y la historia de toda la humanidad a través del acto de la creación, la caída y la redención. El relato judeocristiano […]
No cabe duda de que muchos de los relatos que llegan hasta nuestros días han sido elaborados siguiendo siempre una estructura muy definida, proveniente de aquel gran relato mítico que explicaba la génesis y la historia de toda la humanidad a través del acto de la creación, la caída y la redención.
El relato judeocristiano tuvo que acudir a una figura que conectaba la infinita misericordia de dios y la posibilidad de redimir la condición miserable de los seres humanos: el mesías. En la figura del mesías acontece la única posibilidad de la salvación. Sin él, ésta no puede existir, pues es el único que, debido a su condición divina y terrenal, puede redimir a la humanidad del pecado de la «caída» e instaurar el reino del cielo en la tierra. Víctima y mártir, el mesías predicaba y pretendía traer «la verdad» de dios a la tierra, para, de ese modo, liberar de la ignorancia a los hombres y fundar una gran comunidad guiada por el amor. Sin embargo, curioso fue el fin que tuvo, después de ser alabado y reconocido por todo un pueblo, al que, según se dice, convenció de su estatuto de soberano judío, a través de enseñanzas y milagros, terminó crucificado por mandato popular, solo y condenando a los ejecutores por no saber lo que hacían.
Lo interesante es que, al igual que el relato judeocristiano fundante, parecen existir procesos y movimientos sociales de izquierda, pretendidamente revolucionarios que, consciente o inconscientemente, reactualizan dicho guión.
En las postrimerías del 2018, por voz del subcomandante Moisés, el EZLN y sus bases de apoyo, así como sus Comités y Responsables regionales, dirigieron una declaración de guerra al gobierno que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador, tachándolo de «mentiroso, loco y mañoso».[1]
En un acto de conmemoración por el aniversario número 25 de su levantamiento, aquel en donde, apegados a la Constitución mexicana, pretendían avanzar hasta la capital del país, liberando a su paso a las poblaciones y, meses después, llamando a la creación de una Convención Nacional Democrática de donde pretendían que emanara una nueva Constitución y se realizaran elecciones libres, transparentes y democráticas[2], el subcomandante Moisés dio el primer paso para una posible autocrítica que parecía anunciarse, reconoció una verdad que el EZLN fue construyendo desde hace 13 años y que se mostró con total transparencia hace apenas unos meses ante la imposibilidad de juntar las firmas para que el INE reconociera a Marichuy como candidata independiente: «Se los digo claro compañeras y compañeros bases de apoyo, compañeros y compañeras milicianos y milicianas, así lo vemos, estamos solos como hace veinticinco años.»[3]
Pero, hace veinticinco años el EZLN no estaba solo, como ellos mismos reconocieron en su Segunda Declaración, en 1994, pues, no fue sino gracias a la «sociedad civil», esa misma sociedad civil a la que llevan meses llamando «fanaticada», «que no piensa», «que no sabe», que la guerra de exterminio pudo ser detenida. «Pero sólo duró 12 días esta pesadilla, pues otra fuerza superior a cualquier poder político o militar se impuso a las partes en conflicto. La Sociedad Civil asumió el deber de preservar a nuestra patria, ella manifestó su desacuerdo con la masacre y obligó a dialogar.»[4]
El EZLN, lejos de volverse a auto aislar con esas declaraciones, debería reconocer que, como sostienen Ricardo Armando Flores y Viridiana Alarcón, «El zapatismo, incluyendo aquí tanto al EZLN, el CNI y el llamado «zapatismo civil», nunca antes había fracasado tan estrepitosa y vergonzosamente. El resultado obtenido se debe en buena medida a que en los últimos doce años el zapatismo se dedicó a dinamitar su base social y política por medio de una política de alianzas altamente sectaria.»[5]
Si hace 25 años no estaban solos y hoy sí, la pregunta que se antoja, inmediatamente, es precisamente, ¿por qué? Más aún, ¿cómo explicar que, siendo ellos los únicos que han podido ver y entender que el proyecto del Morena y de AMLO es lo peor para el país, no hayan podido abrirle los ojos a los 30 millones de personas que votaron en contra de las políticas neoliberales que el PRI-PAN-PRD impusieron, como tampoco hayan podido convencer, con argumentos sólidos e irrebatibles, a la otra parte de la izquierda, que su proyecto autonomista era el único que podría hacerle frente a la crisis multidimensional generada por el capitalismo? Al parecer nadie los entiende y nadie los escucha. O quizá la «fanaticada», que hace 25 años, sin que nadie los mandara o condicionara detuvo la masacre que se cometía en contra de las comunidades zapatistas, entiende que el proyecto de AMLO y Morena no representa la continuidad del régimen entreguista, neoliberal y corrupto, y que, en todo caso, representa una posibilidad, pequeña si se quiere, de que amplias capas de la población pauperizada puedan simple y llanamente sobrevivir sobre el cadáver de un país llamado México.
Sin embargo, pareciera ser que al zapatismo no le agrada el intento de democratización que se intenta poner en marcha, junto a las diferentes reformas que han comenzado a impulsar los diputados y senadores de Morena, como el aumento al salario mínimo en un 16% y el rescate de la democracia en los sindicatos, el proyecto de abrogación de la Reforma Educativa, la revocación de mandato y las consultas populares o la abolición del fuero junto a la abolición de los privilegios de la clase política. Tampoco parece ser de su agrado que el dinero del erario público sea destinado a programas sociales en vez de quedarse en las manos de los políticos corruptos y en sus «Casas Blancas» y demás lujos.
Es interesante la lectura que proponen los zapatistas, en principio, frente a la necropolítica que desplegaron los sexenios del PRI y del PAN, AMLO y Morena representarían lo «peor», pero, ¿por qué? A juicio del subcomandante Moisés, » Compañeros, compañeras, ése que está en el poder lo va a destruir al pueblo de México pero principalmente a los pueblos originarios, viene por nosotros, y especialmente a nosotros al Ejército Zapatista de Liberación Nacional. ¿Por qué? Porque aquí estamos diciéndole claro no le tenemos miedo ¿o sí, compañeros y compañeras?» O sea que, según esta explicación, el pueblo de México será destruido, junto al EZLN, por AMLO, porque el EZLN no le tiene miedo a aquel. Curiosa explicación. En todo caso, como se desprende de las palabras que pronunció dicho subcomandante, a lo que el EZLN, junto a el CIG, el CNI y demás aliados, se opone es a los llamados Megaproyectos como son el Tren Maya y, quizá, al corredor del Istmo de Tehuantepec. Pero entonces, habría que diferenciar y saber expresar que a lo que se oponen es a uno o dos proyectos que los afectan, directa o indirectamente. O, si avanzaran seriamente por el mismo camino, deberían discutir de fondo la dinámica extractivista a la que los países dependientes han sido forzados para integrarse al mercado mundial y cuya existencia (la de los seres humanos que habitan esos territorios) depende en gran medida de que puedan aprovechar sus recursos naturales.
Sin embargo, esa no parece ser la postura del EZLN. Ellos condenan en conjunto todo el proyecto de AMLO porque, a su juicio, éste no es el dueño, sino el capataz. Pero, a veces, las metáforas, que pretenden sustituir la explicación de relaciones complejas para que puedan ser más facilmente expresadas, terminan por desvirtuar y por falsear la realidad. Pues, ni México es un estadio, ni el capital es un finquero y ni el Estado o AMLO son capataces. En efecto hay relaciones de fuerza, desiguales y con jerarquías, pero, precisamente ese esquema que el EZLN usa para explicar cómo entienden ellos la realidad, termina por falsearla.
Esto se debe, fundamentalmente, al intento de separarse del marco explicativo marxista del que hace 34 años abrevaban sin problema alguno, y ello a pesar de provenir de la vertiente más dogmática y manualística de la izquierda «comunista». No obstante, a pesar de «cagarse» en ese marco, el zapatismo recurre siempre a él de una u otra manera, pero dando rodeos sin llamar las cosas por su nombre. Por otra parte, ese mismo «abandono», convertido en un acercamiento a posiciones anarquistas y «autonomistas», ha generado que los principios que guían su práctica se conviertan en disyuntivas abstractas y maniqueas, o que, de plano, falseen la realidad en función de lo que hubiesen querido, pero que nunca fue. Ejemplo de ello, los pares «mal gobierno»-«buen gobierno» o, como mencionan en su último comunicado, «Tumbamos primero a aquel que se decía el hombre poderoso, hace veinticinco años, que se llama Carlos Salinas de Gortari, que se decía que es el hombre más poderoso y no le tuvimos miedo. Y no nos había conocido al pueblo de México, hoy nos han conocido a lo largo de veinticinco años. Diciéndoles y diciéndoles y diciéndoles. Hoy ya estamos cansados, hemos gastado mucho por querer que lo entiendan. Algunos, algunas solo lo ha entendido, la mayoría no.»[6]
A Carlos Salinas de Gortari no lo tumbaron, por el contrario, el poder político y el compadrazgo con fuertes grupos de poder económico permitieron que Salinas siguiera operando e imponiendo los intereses de la oligarquía que llevó al país a ser el paraíso de la impunidad, la corrupción y la miseria.
Este no es un detalle menor, el EZLN se considera a sí mismo como un movimiento anticapitalista, pero, su anticapitalismo, o más concretamente, el transfondo teórico-político sobre el que construye su praxis le imposibilita entender los alcances y los límites del proceso abierto por Morena. No quieren observar que dada la existencia de la lucha de clases, 30 millones de mexicanos votaron por un proyecto que en pocas cosas se asemeja al proyecto del PRI y del PAN. Esa misma «fanaticada», que durante 30 años ha visto desaparecer no sólo sus derechos sociales, dada la privatización de los sectores públicos y el despojo de los recursos naturales, sino también a sus familiares, producto de una guerra contrainsurgente que no sólo tuvo como objetivo a las comunidades zapatistas, sino a todos los movimientos sociales que se opusieron a las reformar neoliberales, es la que, a pesar de la continua derrota política e ideológica que ha venido sufriendo en las últimas tres décadas, dijo también, «Ya basta». Tampoco quieren observar que existen condiciones en las que los procesos organizativos, incluido su mismo proyecto autonomista, podrían crecer y desarrollarse sin la dinámica que impuso la represión generalizada sobre el tejido social, abierta por Felipe de Jesús Calderón con su llamada «Guerra contra el Narcotráfico». De igual modo, no quieren observar que el hecho de que amplias capas de la población puedan acceder a la educación y obtener recursos económicos para no morir de hambre, detiene el proceso de lumpenización y barbarie en donde la única salida fue, por mucho tiempo, el ingreso a las filas del sicariato.
No se trata de defender a un personaje, sino de poder observar las posibilidades que abre un proceso como el que vive México y, en función de eso, poder desarrollar perspectivas que abonen a la construcción de procesos unitarios que puedan, por una parte, conquistar mayores espacios políticos, democratizarlos y, a la par, crear y profundizar, con posiciones revolucionarias, formas organizativas que puedan disputarle el poder a la burguesía.
Sin embargo, para los mesías es difícil reconocer la existencia de otros sujetos, que, sin ser divinos e inmaculados como ellos, manchados por la culpa que impone la existencia profana, tienen la capacidad de alterar el flujo de las cosas. Como ellos mismos lo expresan, «Así que ténganlo claro compañeros y compañeras; aquí no hay salvador, ni hay salvadora. Los únicos que son salvadores y salvadoras son los hombres y las mujeres que luchan y se organizan, pero frente a su pueblo.»[7] O sea, los únicos salvadores/as son los únicos que luchan y se organizan… como los zapatistas.
Finalmente, lo que no queda claro es el sentido de su declaración de guerra. Si ellos mismos reconocen que están solos y que AMLO es el nuevo personero de la mafia en el poder, el peor y el más nefasto, ¿cómo derivar de las palabras pronunciadas por el subcomandante Moisés acciones de solidaridad, respeto y respaldo al EZLN y a las comunidades indígenas que dicen representar?
¿Cuando, por ejemplo, leeremos una autocrítica o un balance crítico de sus 25 años de existencia?, o quizá, para los mesías, ¿esa posibilidad está siempre cerrada?
¿Qué busca el EZLN con este tipo de declaraciones?, ¿aislarse más? O, ¿es una declaración ácida que busca un acercamiento y diálogo, como siempre lo tuvo con otros gobiernos estatales y federales?
Los principios, la ética y la congruencia no se pierden por reconocer los cambios en la realidad ni tampoco por intentar la unidad de la izquierda anticapitalista en aras de generar condiciones favorables para el florecimiento de la conciencia de clase y la transformación revolucionaria de la realidad. Lo que sí termina por conducir al fracaso, al sectarismo, al aislamiento y a la muerte es el nulo reconocimiento de los errores cometidos en la trayectoria recorrida y la negativa de cambiar de rumbo. Pues, finalmente, una cosa es el relato mítico, como el relato judeocristiano del mesianismo y otra, a pesar de querer igualarlo, el relato histórico concreto, acompañado siempre de una práctica concreta, que tiene en su más íntima esencia la posibilidad de superar la trágica y absurda muerte mesiánica.
Notas:
[2] Véanse la Primera y Segunda Declaración de la Selva Lacandona, http://
[4] http://enlacezapatista.ezln.
[5] http://www.rebelion.org/
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