En nuestro país existe una larga tradición de luchadores, tanto sociales como deportivos. En los barrios, la arena de lucha libre se convierte en la viva expresión de los deseos que tiene el pueblo porque, al fin, alguien les da su merecido a los malos. Los gritos, las mentadas, las botanas y las chelas vuelan […]
En nuestro país existe una larga tradición de luchadores, tanto sociales como deportivos. En los barrios, la arena de lucha libre se convierte en la viva expresión de los deseos que tiene el pueblo porque, al fin, alguien les da su merecido a los malos. Los gritos, las mentadas, las botanas y las chelas vuelan por aquí y por allá, sobre todo cuando los gladiadores en combate apuestan lo más valioso para ellos: la máscara o la cabellera.
Las autoridades de nuestro país están bien conscientes del significado del cabello, pues en días pasados montaron una provocación en contra del magisterio democrático. Dicha provocación retumbó en todos los periódicos y noticiarios del país. Según dijeron, «un grupo de violentos y salvajes maestros» muy jóvenes, por cierto, retuvieron a un venerable grupo de profesores, de esos que sí quieren trabajar, a los que les hicieron el enorme atropello de cortarles la melena en una humillación pública, digna de regímenes totalitarios.
La noticia corrió como pólvora. Los falsos periodistas de los medios la difundieron sin derecho a una réplica, se lanzaron como buitres sobre los profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
La opinión pública y los políticos de oficios pronto se refirieron a los maestros con desprecio y salieron a la defensa de los buenos profesores. La mesa estaba puesta y las voces oficiosas hacían el llamado a establecer el Estado de derecho, es decir, la violencia del Estado contra sus opositores.
Un par de días después, algunos periodistas honestos y parte del movimiento social se dieron a la tarea de revisar lo sucedido y buscar la versión de los profesores ante tales hechos. Esto dio buenos y rápidos frutos, la CNTE se deslindó de los hechos y salió a relucir que los agravios fueron realizados por agentes estatales ligados al Partido Revolucionario Institucional (PRI). Pero claro, esto ya no salió en la primera plana de ningún periódico ni ocupó un lugar especial en las noticias de la noche.
Este tipo de ataques mediáticos al magisterio no son exabruptos de algún locutor enloquecido que actúa por su cuenta, sino que responde a una política generalizada en la que los maestros son objeto de señalamiento y criminalización con tal de detener su lucha y, a diferencia del cuadrilátero, en la lucha de clases, la burguesía pega hasta por debajo del cinturón.
Pero, ¿por qué es tan grande el odio de las autoridades y los empresarios hacia los profesores? ¿Por qué no los dejan ejercer libremente su derecho a la protesta social? Desde la Organización de Lucha para la Emancipación Popular (OLEP) observamos al menos dos motivos enteramente ligados entre sí: la privatización de la educación y la resistencia magisterial. Ahora bien, ¿qué quiere decir «privatización de la educación»?
Seguramente usted, amable lector, ha escuchado esta mentada frase una y mil veces. En principio, la privatización implica que el derecho humano a la educación se nos quite y que se convierta en una mercancía, es decir, que tenga un costo. Pero el Estado tiene la obligación de proveer a todos los mexicanos de una educación pública y gratuita.
Sólo imagine, en nuestro país hay cerca de 35 millones de niños en edad escolar. Eso significa que las grandes empresas tienen un mercado de 35 millones de potenciales compradores. ¿Se imagina cuánto ganará una empresa que venda 35 millones de libros de texto?
Al mismo tiempo, nos vienen con el cuento de que «lo bueno cuesta», por lo que nos hacen cobros «simbólicos» para limpieza o reparaciones de la escuela e incluso llegamos a decir «yo no soy codo, yo invierto en la educación de mis hijos» y pagamos con gusto. Entonces, terminamos pagando lo que el Estado debe pagar con el dinero de la venta de nuestros recursos naturales y de los impuestos que nos siguen aumentando y cobrando.
El Estado busca reducir las plazas de profesores y todo lo necesario para una educación digna (desde infraestructura hasta materiales didácticos) para que los empresarios puedan ganar con el trabajo de los maestros y con los cobros a los padres.
Sin embargo, como los maestros no se han dejado, las autoridades han echado mano de todas las formas de criminalización y represión para detener la lucha magisterial. En esta desafortunada lista de herramientas de terror encontramos la criminalización de la lucha social, la ejecución extrajudicial, la desaparición forzada, la prisión por motivos políticos, la tortura y los ataques policiacos contra las manifestaciones.
Los nombres de los maestros presos por luchar contra la mal llamada reforma educativa: Heriberto Magariño, Miguel Ángel Castillo, Juan José Carrillo, Juan Carlos Jiménez, Francisco Manuel Villalobos Ricárdez y Rubén Núñez Ginés, estos últimos dirigentes de la sección 22 de la CNTE en Oaxaca (detenidos el 11 y 12 de junio, respectivamente), no colman la primera plana de ningún periódico progobiernista ni son el centro de la discusión de los «debates» en la televisión nacional. Del mismo modo, no es motivo de debate el uso de las balas de goma para reprimir al pueblo y al magisterio en Villa Tamulté de las Sabanas, Tabasco, el sábado 11 de junio. No, el Estado oculta tras una máscara de violencia la represión hacia los maestros y la justifica diciendo que son ellos los «violentos» y «salvajes». Aunque la foto de la represión en Tabasco nos muestre a un profesor con una parte del cráneo destrozado por una bala de goma, nos repiten una y otra que «los maestros son los ignorantes» y los que «buscan su beneficio personal» en contra de los derechos de los niños.
Pero nosotros sabemos que no es así. Nosotros entendemos que la digna lucha de los profesores implica la defensa de los derechos de todo el pueblo y, como tal, todo el pueblo debe poner un alto a las políticas neoliberales que buscan la privatización de la educación. Por eso, lo invitamos, amable lector, a discutir el contenido de las reformas estructurales con nosotros y por medio de nuestro Programa Mínimo de Lucha, en el que planteamos las razones para luchar en contra del neoliberalismo, el capitalismo y su afán por privatizarlo todo. Formemos círculos de estudio con este material, encontremos la salida organizada para luchar contra el despojo, la represión y la explotación, y sostengamos con actos la solidaridad entre todos y por todas las causas, para que sea ésta la tierra fértil de donde nazca la unidad de todo el pueblo y nos quitemos la bota del cuello que mantiene la burguesía sobre nosotros y que día con día nos asfixia más.
¡Luchar con dignidad, con el pueblo organizado, luchar hasta vencer!
Nota: Este artículo fue publicado como EDITORIAL del No. 18 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 23 de junio de 2016.
Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP)
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