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La solidaridad, una bandera de los socialistas

Fuentes: Rebelión

En los últimos meses se han lanzado una serie de informes y contra informes respecto a la situación del país. Por un lado, Enrique Peña Nieto dice que estamos «moviendo» a México y que las reformas estructurales van lentas pero seguras. Del otro lado de la trinchera, las organizaciones populares y de derechos humanos, así […]

En los últimos meses se han lanzado una serie de informes y contra informes respecto a la situación del país. Por un lado, Enrique Peña Nieto dice que estamos «moviendo» a México y que las reformas estructurales van lentas pero seguras. Del otro lado de la trinchera, las organizaciones populares y de derechos humanos, así como nuestra propia realidad, nos indican lo contrario: la política de terrorismo de Estado es cada vez más brutal y a la vez más fina, más quirúrgica; los militares y fuerzas policiacas actúan con mayor impunidad y los grupos paramilitares se fortalecen a lo largo y ancho del país, mientras que el movimiento social se vuelve un blanco específico de la violencia del Estado. Desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y encarcelamiento por motivos políticos se utilizan contra quienes alzan la voz en para oponerse al neoliberalismo y al capitalismo. 

Frente a este escenario, las distintas organizaciones que conforman el movimiento popular están obligadas a generar alianzas tácticas en contra de la represión que golpea a todos por igual, sin importar las posiciones ideológicas o los métodos de lucha. Sin embargo, la falta de coordinación, de autocrítica, además de las diferencias y el oportunismo han evitado hasta el momento que se construyan amplios y fuertes lazos de solidaridad entre las organizaciones. Desgraciadamente, la falta de coordinación y de ética política no se ve sólo en los espacios de participación amplia, sino que se están convirtiendo en una constante, incluso al interior de las propias organizaciones que sufren la represión.

Muchas veces, los discursos incendiarios y las altas discusiones teóricas respecto a la situación actual del país no se reflejan en el terreno cuando algún compañero es víctima del terrorismo de Estado; por el contrario, en esos momentos difíciles las grandes voces de los dirigentes, o esos individuos que llaman al pueblo a la insurrección en los momentos álgidos, se ocultan debajo de la piedra más grande que encuentran, pues piensan que los próximos son ellos y por eso es mejor agachar la cabeza y nadar de muertito.

Ante dicha situación, nosotros los socialistas debemos mostrar entereza y estar a la altura del momento histórico que nos ha tocado vivir, de esta realidad brutal que nos interpela. No podemos dejarnos llevar por formas oportunistas de hacer política, como aquellas en las que los «dirigentes» sólo dirigen mientras todo marcha bien, pero se ausentan, guardan silencio y hasta se esconden cuando la represión se acerca o toca a uno de los suyos. Al contrario, debemos consolidar nuestro trabajo político y de organización de las masas populares basados en un principio de solidaridad hacia quienes sufren la represión en carne propia, más aún si pertenecen a organizaciones que luchan contra el neoliberalismo, el capitalismo y por un futuro más justo y digno donde no exista la explotación del hombre por el hombre.

Al interior de nuestras organizaciones debemos refrendar nuestro compromiso con los compañeros y colaboradores cuando alguien de los nuestros es presa de las acciones del Estado terrorista en que ha devenido el Estado burgués mexicano. No podemos conformarnos con emitir escuetos comunicados y replegarnos al miedo o movilizarnos un día y para luego esperar la siguiente coyuntura. No, los socialistas debemos tender la mano a quienes han sufrido y sufren la represión, nuestra respuesta debe partir siempre de la necesidad de generar organización permanente más allá del espontaneísmo coyuntural, además de ofrecer alternativas concretas ante la atroz situación.

Nuestra solidaridad debe reflejarse en hechos concretos. En el momento que vivimos las palmaditas en la espalda no sirven de nada. Nuestras acciones deben partir del análisis del proceso histórico por el que atravesamos. Entre nuestras tareas, en lo que respecta a la represión, debemos denunciar públicamente los hechos, movilizarnos, realizar agitación y propaganda en todos los espacios donde tengamos presencia y echar a andar toda nuestra capacidad organizativa para demostrarle al Estado que nuestros compañeros que han sido y son reprimidos no son moneda de cambio, sino camaradas de clase y que por ellos lucharemos hasta vencer.

El objetivo de la represión es silenciar, controlar y, de ser posible para el Estado, hasta exterminar a quienes han decidido organizarse para enfrentar la profundización del neoliberalismo y la explotación capitalista en nuestro país, proceso que sólo se detendrá mediante de la lucha por la superación de las actuales condiciones socioeconómicas, por lo que la solidaridad debe ser una bandera que hermane al pueblo y a sus organizaciones en la lucha por la construcción del socialismo. 

 

Nota: Este artículo fue publicado como parte de la sección DEBATE del No. 11 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 17 de octubre de 2015.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.