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La sombra del separatismo

Fuentes: Argenpress

Un fantasma recorre la cordillera de los Andes bolivianos: el peligro de fragmentación de la poderosa región oriental del país. Aunque el balance del primer año de gobierno de Evo Morales muestra avances económicos y sociales nunca alcanzados en las cuatro décadas anteriores en Bolivia, el presidente enfrenta un serio problema que puede complicarle su […]

Un fantasma recorre la cordillera de los Andes bolivianos: el peligro de fragmentación de la poderosa región oriental del país. Aunque el balance del primer año de gobierno de Evo Morales muestra avances económicos y sociales nunca alcanzados en las cuatro décadas anteriores en Bolivia, el presidente enfrenta un serio problema que puede complicarle su permanencia en el Palacio Quemado. Se trata de las fuertes aspiraciones separatistas -presentadas como demandas de autonomía- de cuatro de los nueve departamentos que componen la nación.

Mientras el rezagado occidente indígena respalda incondicionalmente a Morales, el desarrollado oriente conservador se ha declarado en rebeldía. Los departamentos de Santa Cruz de la Sierra, Beni, Pando y Tarija, conocidos como la «media luna» y que en total suman 685,095 kilómetros cuadrados -más de la mitad de la superficie boliviana- quieren tomar distancia de La Paz y exigen descentralización administrativa.

Santa Cruz, el departamento más grande, es el centro agroindustrial de Bolivia. Tarija es el más pequeño pero posee enormes reservas de gas, las segundas en América del Sur después de Venezuela. Sumados a Beni y Pando, estos cuatro departamentos del este boliviano representan el 43 por ciento del PIB nacional y absorben la mitad de la inversión extranjera que llega al país.

El prefecto de Santa Cruz, el ingeniero agrónomo Rubén Costas Aguilera, pertenece al partido Autonomías Para Bolivia (APB), una organización de empresarios agrícolas y terratenientes creada en 2005. Para que no queden dudas acerca de los intereses que personifica Costas Aguilera, basta mencionar que fue dirigente de la Confederación de Ganaderos de Bolivia, de la Asociación de Productores de Leche y de la Cámara Agropecuaria del Oriente.

Costas Aguilera cuenta con el apoyo del joven y acaudalado empresario croata Branco Marinkovic, principal promotor de la «media luna» empresarial, enemigo del Mercado Común del Sur (Mercosur) y partidario de firmar un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Marinkovic es miembro de la poderosa empresa Transporte de Hidrocarburos (Transredes), cuyo 50 por ciento pertenece a Enron y Shell y opera gasoductos y oleoductos de 6.000 kilómetros que llegan a Argentina, Brasil y Chile. El millonario concentra cargos ejecutivos, además, en la Federación de Empresarios Privados de Santa Cruz, el Banco Económico, la Cámara de Exportadores de Santa Cruz e Industrias Oleaginosas Limitada (IOL).

Marinkovic, que además es un voraz latifundista, esta acusado por el gobierno de poseer miles de hectáreas con fines meramente especulativos. En noviembre del año pasado, el viceministro de tierras, Alejandro Almaraz, comentó a la prensa extranjera que el hombre de negocios «pretendió apoderarse de cerca de 12 mil hectáreas, incluyendo la Laguna Corazón, que es un bien de dominio público, en perjuicio de los habitantes indígenas de la zona».

Evo Morales deberá proceder con frialdad. El prefecto santacruceño y el empresario croata cuentan con un aliado: el embajador estadunidense Philip Goldberg, quien tiene antecedentes como especialista en separatismos. Entre 1994 y 1996 fue asistente especial del embajador Richard Holbrooke, uno de los estrategas de la desintegración de Yugoslavia y de la caída en 2000 del presidente Slobodan Milosevic, fallecido misteriosamente seis años después en una cárcel de La Haya. Conocido en La Paz como «el embajador de la limpieza étnica», Goldberg promovió la separación de Serbia y Montenegro y también estuvo en Kosovo, donde fogoneó conflictos entre fuerzas serbias y albanesas.