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La tierra se llama Evo

Fuentes: El Comercio

CUANDO el pobre llega a la casa del rico éste suele empezar por mirarle los zapatones, para ver si traen barro, o las uñas, para saber si son garras. O el jersey, para descubrir si es un descamisado. Todo para tantear si hay que tener miedo. El rico, que tiene más desarrollado el sentido de […]

CUANDO el pobre llega a la casa del rico éste suele empezar por mirarle los zapatones, para ver si traen barro, o las uñas, para saber si son garras. O el jersey, para descubrir si es un descamisado.

Todo para tantear si hay que tener miedo. El rico, que tiene más desarrollado el sentido de la vista y el valor de las apariencias que el sentido del oído y la capacidad del intelecto, no suele atender mucho a las palabras del que llega a su mansión y, menos, entenderlas.

El pobre, al que el hambre de más de 500 años le ha ayudado a ir por los caminos de la sabiduría, aprendió del refranero que el hábito no hace al monje, y del poeta, que debe abstenerse de ser pobre con el rico.

Por eso le mira a éste a los ojos, erguido, sin reverencias, con las manos en los bolsillos, si viene al caso. Y entonces los profes de las escuelas de protocolo y ceremonial y buenos modales (imagen, etiquetas, cómo hay que sentarse a la mesa….) sentencian:

-No sabe estar.

-No, no tiene formas…

-Es un populista.

-Un hortera nuevo rico: el jersey es de ‘alpaca-baby’ (¿un pastón en NY!).

En el ‘Canto General’ de Neruda la Tierra se llamaba Juan («Detrás de los libertadores estaba Juan/ trabajando… / Sus huesos están en todas partes. / Pero vive, Regresó de la tierra. Ha nacido / Ha nacido de nuevo como una planta eterna. / Toda la noche impura trató de sumergirlo / y hoy afirma en la aurora sus labios indomables»). Y días atrás por aquí, y por Bruselas y por Francia y por China la tierra se llamaba Evo. El jersey de rayas de Evo no era precisamente de ‘alpaca-baby’, sino de lana y fibra acrílica: 10 euros en un ‘top manta’. Sin embargo, él no venía a que los ricos le dieran reprimendas o aprobaciones por su etiqueta.

Venía como lo que realmente es, hijo de la Madre Tierra, de la Pacha Mama, donde aprendió a hacer el pan, a amasar los ladrillos, a pastorear rebaños de llamas, a cosechar hojas de coca…

Y traía palabras elementales y sabias que por aquí se olvidan y los cuatro mandamientos de la ética de los aymaras: no robar, no mentir, no ser perezoso y respetar y amar a la Pacha Mama sobre todas las cosas.

Y venía, absteniéndose de ser pobre en la mansión de los poderosos, a recordar que la Madre Tierra por aquellas alturas fue atesorando para ellos, milenio a milenio, el petróleo y el gas natural suficientes para que sus hijas no tengan que subir a las ciudades del hombre rubio del Norte o cruzar el charco, hacia el Este, para limpiar los culos de los ancianos ricos.

Pero no está claro que el rico haya entendido sus palabras, porque estaba ocupado en contar los colores del jersey y en valorar su calidad, con la secreta esperanza de que fuera de ‘alpaca-baby’, ya que así sabría que el aymara no era como para tenerle miedo.

*Francisco Álvarez Velasco, es premio Internacional de poesía Antonio Machado en Baeza y fundador y redactor de www.portaldepoesia.com