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La toma otomí del INPI

Fuentes: Rebelión

La 4T inició con un performance en el zócalo de la CDMX que continuó en Palenque con una sui géneris petición a la madre tierra para iniciar la construcción de su megaproyecto emblema. En ambas escenificaciones se puede apreciar a indígenas postrados ante la figura presidencial.

En contraste las mujeres y hombres otomíes residentes de esta ciudad, que mantienen tomadas las instalaciones del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas desde el pasado 12 de octubre, entre otras razones por vivienda digna, distan mucho de la sumisión y pleitesía a la que parece haberse acostumbrado la actual administración. Sus funcionarios, pese al discurso redentor de AMLO hacia los pueblos originarios, no han considerado a la fecha sentarse a dialogar en la búsqueda de una posible solución a las demandas que motivaron la toma pacífica de la institución fundada por el partido de Estado, que durante la mayor parte del siglo pasado se le conoció como el Instituto Nacional Indigenista. Lejos de la memoria han quedado para el presidente sus inicios en la política cuando trabajó como delegado para dicho Instituto en la región de la Chontalpa, en su estado natal.

Los otomíes tienen una historia milenaria de asentamientos a través del Eje Neovolcánico, emparentados con grupos de habla otomangue, desde el inicio del proceso de sedentarización, se separaron a su vez con los pueblos occidentales de habla tlapaneco-mangue y los de habla  otopame, a esta última rama lingüística pertenecen también los otomíes.  Durante la época prehispánica en el territorio que ocupaban éstos antes de la llegada de los españoles florecieron  ciudades como CuicuilcoTeotihuacan y Tula. Estudios arqueológicos relativamente recientes muestran que la población del Valle de México durante el florecimiento de Teotihuacan era principalmente otomí. Los otomíes contemporáneos, por su parte, se hallan dispersos aunque se les puede ubicar en cuatro principales regiones: el Valle del Mezquital, la Sierra Madre Oriental, el Semidesierto queretano y el norte del estado de México.

El catálogo de agravios del estado mexicano al pueblo otomí también es antiquísimo, una muestra de ello es el documental del recientemente fallecido realizador cinematográfico Paul Leduc, quién en 1976 filmó Etnocidio: notas sobre el mezquital https://www.filminlatino.mx/pelicula/etnocidio-notas-sobre-el-mezquital con la participación en el guion del antropólogo Roger Bartra. La película está basado en una serie de capítulos que van de la A a la Z, en los que se muestra la situación económica, cultural y social de los otomíes de la región del Valle del Mezquital, en Hidalgo, cuyas comunidades viven explotadas y dispersadas, a decir de sus propios protagonistas, por los intereses de las clases dominantes y del capitalismo estadounidense. Poco o nada ha cambiado desde entonces además del discurso.

Paradojas de la vida, mientras la película Roma inmortalizó a una actriz indígena e internacionalizó el tema en las alfombras rojas de los principales festivales de cine, en el número diez y ocho de la calle del mismo nombre en la Colonia Juárez, decenas de familias otomíes subsisten en un campamento insalubre sobre la calle soportando además la animadversión de los vecinos en algo que cada día se asemeja más a un gueto. Fueron desalojados por 300 granaderos (que según la narrativa oficial dicha agrupación policiaca represiva había sido disuelta y ya no existía  más en la CDMX, igual que el neoliberalismo en el país), del predio que durante décadas ocuparon, en lo que alguna vez fue la representación diplomática de los republicanos españoles en México durante el franquismo. Los otros dos campamentos también se localizan en la colonia del mismo nombre: uno en Zacatecas 74 y el otro en Guanajuato 200. La justicia parece pesar más del lado de las inmobiliarias, un cártel mafioso que es legal y, que lanzó a la calle a los otomíes que se mantienen en resistencia subsistiendo en una permanente situación de crisis.

Los otomíes han recorrido las dependencias gubernamentales, los laberintos de las burocracias kafkianas sin hallar solución, la desesperación los ha orillado a tomar las oficinas del actual director del INPI, Adelfo Regino, el indígena mixe fundador del Congreso Nacional Indígena, que en 1996 surgió para apoyar las demandas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Sin embargo, al ahora funcionario converso de la 4T no parece inquietarle mucho el asunto. La toma del INPI ha sido ignorada e invisibilizada por los medios de comunicación, incluyendo a varios de los que se autodenominan independientes o de izquierda.

Recientemente ha llamado más la atención el plagio de los diseños de este pueblo exhibidos y vendidos en Europa. Quizás el estado mexicano y sus funcionarios supongan que ya es bastante con que esa etnia cuente con una sala en la planta alta del Museo Nacional de Antropología. La 4T tiene la oportunidad de demostrar que no es igual a los gobiernos que le precedieron, ojalá aproveche la invitación a dialogar que los otomíes rebeldes le han hecho.