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La trampa de Arica: soberana, pero con mar territorial incierto

Fuentes: Rebelión

Haciendo de tripas corazón respecto a la hasta ahora improductiva estrategia de retorno soberano al Pacífico sur, las recientes decisiones del Estado Plurinacional muestran una expectante basculación hacia el Perú, incluida una próxima visita del presidente  Alan García a Bolivia, no exenta de implicaciones sobre la verdadera utilidad de Arica si su mar territorial es […]

Haciendo de tripas corazón respecto a la hasta ahora improductiva estrategia de retorno soberano al Pacífico sur, las recientes decisiones del Estado Plurinacional muestran una expectante basculación hacia el Perú, incluida una próxima visita del presidente  Alan García a Bolivia, no exenta de implicaciones sobre la verdadera utilidad de Arica si su mar territorial es sustancialmente disminuido.

El acercamiento boliviano-peruano que al margen de suspicacias superficiales pudo conmover a Chile acerca de las consecuencias actuales de su ya atávica negativa  -el anunciado entrenamiento de militares bolivianos en Ilo, puerto peruano a hora y media de Arica, es una de ellas-, ha derivado más bien en otra  jugada  de Santiago: celebrar y promover que Bolivia  resuelva su aspiración marítima vía Perú, por rutas no soberanas, despejando la presión sobre lo anexado desde 1879.

Tales movimientos muestran una vez más que para la cancillería chilena, el diferendo que ya lleva 131 años no está ni debe estar sujeto al pasado (devolver el territorio ajeno), sino «al futuro»; es decir que Bolivia se olvide de acceder al océano por tierra, costa y mar y plataformas marina y submarina, todos cautivos desde 1879, si no es, además, a cambio de una compensación.

Perú y Bolivia están mirando hacia el futuro y no al pasado, dijo en Londres  el presidente Sebastián Piñera al aludir a recientes conversaciones «francas y directas» con  sus colegas Evo Morales y García.

Por el contrario, el pasado «nos divide», agregó Piñera, insistiendo con una claridad que no admite vueltas: «el futuro tiene que ganarle siempre al pasado».

UN PUERTO SIN EL MAR DE SIEMPRE

Y en el extremo caso de obligarse a ceder soberanía, la visión chilena de «futuro» apunta también, -y no sin compensación, replanteando el antiguo enfoque pinochetista- a una franja paralela a la «línea de la Concordia» que divide ambos países y que corriendo desde la cordillera termina en Arica, cuyo mar territorial de 200 millas se verá, a su vez,   orientado al sur si triunfa la causa peruana sobre límites marítimos, y ostensiblemente disminuido si Chile no acepta una reducción de las aguas que detenta frente a este puerto.

Ilustración 1Arica sin mar territorial, que pasaría en su mayor parte a Perú. Infograma de El Comercio, Lima

Hace dos años, Lima demandó ante el Tribunal Internacional de la Haya sus aspiración de inclinar el punto izquierdo de la actual línea horizontal entre la costa y alta mar, bajándolo hasta 45 grados al sur, lo que implica una disputa sobre 37.000 km de superficie oceánica frente a Arica, que quedaría en gran parte mutilada de mar, precisamente antes de una eventual transferencia soberana en favor de Bolivia.

La jugada no es ajena al gobierno boliviano, pero razones pragmáticas han incidido al parecer para que no se explique del todo cómo Bolivia estaría en riesgo de contentarse (si le conceden) con un puerto soberano, sí, pero sin la totalidad de las 200 millas de mar territorial que le corresponderían al convertirse en Estado costero.

En este juego de intereses, donde la «solidaridad entre países hermanos» es pura retórica, planteadas como están las cosas, Perú tiende a quedarse con casi todo el mar de Arica, sin descartarse que a cambio de esa superficie oceánica Lima exija agua dulce como la del lago Titicaca, o el río Mauri, o una porción de territorio que no puede afectar más que a Pando o La Paz.

 «Bolivia está atenta a todo el tablero de ajedrez que se ha puesto en marcha… tomando en cuenta opciones, posibilidades y riesgos» de un fallo a favor de Chile o Perú,  dijo el vicepresidente boliviano, Álvaro García, mientras que de concretarse un corredor, Chile aspira también a canjearlo por similar porción de territorio boliviano.

Bolivia no tiene acceso al mar desde  que Chile, durante la Guerra del Pacífico, completara la anexión de Atacama y Antofagasta, principal puerto boliviano en el siglo XIX.

Hace cuatro años que Chile y Bolivia han acercado sus posiciones, aunque ambos no tienen relaciones diplomáticas desde 1962, salvo el interludio entre 1975 y 1978, cuando los ex dictadores Hugo Banzer y Augusto Pinocet  conversaron sobre corredor paralelo a la línea de la Concordia, en una negociación que quedó frustrada.

PARA MUESTRA, EL SILALA

Cuál será la ficha que muevan el canciller David Choquehuanca y el presidente Evo Morales, último responsable de la política exterior y del anhelo de los bolivianos sobre este sensible tema, es un secreto del Estado Plurinacional, sea sobre el potenciamiento de Ilo, sea sobre la posibilidad de Arica, aun con mar eventualmente disminuido

Pero este mismo esquema de gobierno ya tiene cinco años bregando con el tema («agenda de 13 puntos») con discusiones que involucran a la compensación histórica por el uso de las aguas del Silala, lo que supone una mediana experiencia adquirida que, a su vez se traduce, sin embargo, en una eficacia incierta, inexplicable, en parte, si se trata de potestades dado el abrumador control del régimen de Morales sobre la mayor parte de los poderes nacionales.  

Tan sólo en el asunto de la deuda por las aguas del Silala, estimada en  700 millones de dólares, que Santiago quiere reconocer a medias -ante la oposición de potosinos y bolivianos conscientes de las cifras históricas-, ambos gobiernos están dispuestos al olvido/condonación de un 50 %, «a cambio» (las lógicas no podían ser más beneficiosas para Chile), de cobrar Bolivia apenas 3.6 millones de dólares anuales por el caudal que riega la sedientas ciudades e industrias privadas y estatales  del desierto de Atacama.

«Los que no quieren que se firme el acuerdo, quieren que Chile siga beneficiándose», dijo el presidente Morales en un estilo de acusar que ya se ha convertido todo un clásico de la política boliviana, elevando los extremos a la máxima potencia con ejemplos como que el que no es oficialista es opositor; o que  igualmente  son «racistas» los que discrepan con las restricciones a la prensa.   

Así, en la óptica del gobierno importa más no perder 36 millones de dólares en una década, a futuro, que recuperar un saldo histórico de al menos 700 millones y preservar el principio de que el Silala es un manantial arbitrariamente desviado por los intereses chilenos.  

Según Morales, el canciller Choquehuanca tenía, a agosto del 2009, avanzadas  negociaciones, para que, a partir de un eventual acuerdo, se pagara 15 mil dólares diarios por el caudal desviado.

 «No estaba terminada la negociación y tomando en cuenta estudios, hasta nos puede pagar por día 30 mil dólares… en vez de que se vaya gratuitamente», dijo en octubre el mandatario, en una óptica al parecer reducida a recoger unos miles de dólares, contraria a la amplia estrategia chilena que, traducida en políticas de Estado, reivindica al Silala como río internacional, arrancando, así, de raíz, la deuda secular.

El monto -que no contempla intereses- está repartido entre los 210 millones que le correspondería pagar al Grupo Luksic Craig (heredero del imperio formado por Andrónico Luksic Abaroa, de 3.400 millones de dólares al 2004, incluidas empresas como el ferrocarril Antofagasta Bolivia-FCAB que medró del Silala durante 30 años) y otros 490 millones al Estado chileno por haberse beneficiado desde el pasado siglo no sólo con agua dulce para el consumo doméstico sino para el regadío y las minas de cobre.

UN MAR DE ILUSIONES

Al margen, y en contexto de de la solidaridad latinoamericana, los accesos marítimos por Ilo o los puertos uruguayos, o cualquier terminal portuaria que fuese, demuestran con creces, unas salidas siempre alternativas que sin embargo no resuelven el retorno soberano a las costas cautivas.

Y ésta es precisamente  la ilusión de la bolivianidad, que por otra parte ha sido ciertamente incrementada por las expectativas resultantes  del cambiante orden de cosas que vive Bolivia desde hace una década en que comenzó a gestarse un gobierno de mayoritarios movimientos sociales acompañados por las izquierdas.

Para despejar ciertas dudas respecto de acercamiento hacia el Perú de Alan García. la Cancillería boliviana aduce cierto paralelismo:

«Con Chile hay reuniones permanentes para alcanzar una solución definitiva al enclaustramiento de Bolivia. Eso se está trabajando …son asuntos independientes», sostuvo, agregando que «la susceptibilidad con que fue vista el acercamiento entre Morales y García» no se debe a otra cosa que a radicalizaciones.

Para la Cancillería peruana emplazada en Torre Tagle, lo anterior constituye un verdadero regalo, que le permite presentarse como un «no ser un obstáculo» para las negociaciones boliviano-chilenas, mientras espera quedarse con las aguas de mar adentro frente a  Arica.

Igualmente, a La Moneda todo eso le cae como anillo al dedo, pues su estrategia es convertir a  Bolivia en un «Estado tapón» precisamente para no tener problemas limítrofes con Perú, siempre nostálgico por Arica e Iquique, entendiendo que todo lo demás al sur, hasta Antofagasta, son territorios que Bolivia no se cansará de reclamar como suyos.

Precisamente, en los recientes acuerdos ratificados por los presidente Morales y García, ha quedado nueva y claramente estampado que «de manera independiente, la solución histórica sobre la materia corresponde a los gobiernos de Bolivia y Chile».

Atrás van quedando aquellas hipótesis de conflicto vecinal, «basadas en la reivindicación territorial, las definiciones político-estratégicas de disuasión, en la frontera como un espacio de ruptura y no de continuidad, en la lógica de un desarrollo competitivo y excluyente con los vecinos, y en un espejismo de inmunidad ante nuevos riesgos, basado en un auto declarado aislacionismo del barrio suramericano», comenta Carlos Gutiérrez, director del no gubernamental Centro de Estudios Estratégicos, en Santiago

Por esto es fundamental «que el actual litigio jurídico internacional entre Chile y Perú, que está radicado en La Haya, no altere el avance de la solución para el caso boliviano, y menos aún que pueda ser usado como artefacto para un juego de carambola», agrega el analista chileno.

PERPENDICULARIDADES: ¿ACEPTARA CHILE?

«He leído en algunos medios de otros países de América Latina una preocupación en el sentido de que si el fallo de la Corte fuese favorable a Perú, entonces Arica quedaría mediterránea o con un pedacito sin mar, y eso es absolutamente falso», dijo el pasado domingo 31 en La Paz el embajador peruano, Manuel Rodríguez, a quien se atribuye el idilio con Bolivia.

Lo que plantea Perú es que en la zona de interposición [no delimitada] se trace el límite por una línea equidistante, explicó Rodríguez a Página Siete, de manera que «lo único que variará es la dirección de las aguas del litoral de Arica: en vez de correr horizontalmente, como es la posición de Chile, esas aguas y esa comunicación de la costa de Arica en su integridad con el mar correrán en una dirección perpendicular».

Rodríguez insiste que «en ninguna posibilidad de un fallo a favor del Perú Arica tendrá un milímetro de costa sin mar» y que su «proyección al alta mar será la misma».

«Sólo que ‒admite‒ en vez de discurrir en una línea horizontal va a discurrir en una línea perpendicular como discurre toda la proyección marítima del Perú, porque por un problema de conformación de costas en el Perú toda la proyección discurre de manera perpendicular,  por eso se produce la superposición en el derecho internacional  de la delimitación marítima

«Sólo se delimita cuando hay superposición, porque eso quiere decir que la soberanía de dos estados se solapa y por eso hay que trazar por una línea equidistante que manda el derecho internacional»,

El fallo de La Haya, previsto para el próximo año, asegura el embajador peruano «creará las condiciones de estabilidad jurídica irreversible para una solución histórica a la salida marítima de Bolivia.   

REFERENDUM

Chile por su parte, aparte de su oposición a las pretensiones peruanas sobre el «mar de Arica», no ha hecho conocer cómo impugnará  la caída, en unos 45 grados al sur,  del extremo izquierdo de la actual delimitación.

Su dirigencia considera más bien la eventualidad de un plebiscito (que implica una reforma constitucional) para que las mayorías chilenas  decidan si aceptan o no devolver a Bolivia un acceso marítimo soberano.

El ex presidente Ricardo Lagos dijo a radio Cooperativa que ese es un «importante un avance», asegurando, casi en solitario, que «técnicamente la mejor salida de Bolivia al océano es por Chile».

Consulta y respuesta son caras de una misma moneda. Como dice el presidente de la comisión de Relaciones Exteriores de Cámara chilena de Diputados, Marcelo Díaz, quien respaldó la propuesta de plebiscito para 2011 lanzada por el senador oficialista Pablo Logueira:

 «Uno de los problemas que ha habido para encontrar una solución es que todos los gobiernos chilenos de antes saben que éste es un tema que tiene dificultades en el punto de vista de la acogida y opinión pública. Ningún mandatario quiere tomar una decisión tan importante si significara cesión de soberanía o cesión de territorio sin el respaldo de los ciudadanos».

Y si la consulta fuera ahora, casi dos tercios de la población chilena (64 %) no aprobaría conceder el corredor ni siquiera a cambio de una compensación territorial, según la reciente encuesta de La Tercera, pese a que la mitad considera que la falta de mar perjudica a los bolivianos y su solución beneficiaría al norte; y pese a que un 46 % admite que el desarrollo boliviano se ha visto frenado por la mediterraneidad.

Por lo pronto, el gobierno boliviano se apresta a recibir con alborozo los 3.000 metros cuadrados «donados», según el embajador Rodríguez para un anexo de la Escuela Naval, cuya piedra inaugural será colocada este domingo 7 de noviembre.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.