La derecha en México, hace política a través de un discurso violento, extremo, en el que coquetea con su propio radicalismo. Aviso inequívoco que no siempre su práctica política está en el discurso, sino que pasará a convertirse, en los hechos, en una práctica extremista de ultraderecha.
La exaltación de la violencia, la insistencia de que el gobierno polariza la sociedad, cuando en realidad es la derecha la que enfrenta a los mexicanos, son factores que forman parte de una vieja receta conservadora que lleva el “divide y vencerás” a niveles fratricidas. A partir del discurso se abre paso en la permeabilidad social, en un proceso lento, que a veces se estanca y otras retrocede. Consideran que cuando esas declaraciones conservadoras cobren cuerpo en la población será el momento de pasar a los hechos radicales, golpistas, extremos. Según sus cálculos la derecha avanza radicalizando en las críticas al gobierno y consideran que, en poco tiempo, desde sus bastiones electorales o fácticos, podrán pasar de la palabra a la acción.
Existe una derecha teórica dentro de los límites de la ley y una ultraderecha radical y activa, fuera de la normatividad. La derecha mexicana espera el momento de mayor debilidad del actual régimen para actuar, con sus aliados de ultraderecha, dentro y fuera de México. Ese tiempo todavía no se vislumbra, por lo que muestra su desesperación de manera agresiva, creyó llegaría antes. Su único termómetro son los resultados electorales.
En México la derecha tiene dos fuentes de energía. Una, cuenta con la estructura arcaica del Partido Acción Nacional (a punto de perder el registro como partido por su escaso número de militantes), que creó, junto con el Partido Revolucionario Institucional en la alta burocracia, que tiene que ver con la aplicación de la justicia y la antidemocracia, incluyendo el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, cuyos fallos en el país son inapelables.
Hace unos días dicho tribunal arrebató tres diputaciones federales a Morena, partido en el poder, por anomalías mínimas que no afectan la cantidad de votos emitidos a favor de este partido. Con ello cumplen la propuesta de campaña conservadora de obtener la mayoría en la Cámara de Diputados.
El ex presidente de la República, el panista, Felipe Calderón, de 2006- 2012, y su esposa Margarita Zavala, intentaron crear un nuevo partido, México Libre, pero no alcanzaron a reunir 233 mil 945 firmas que equivalen al 0.26% del padrón electoral para lograrlo.
La otra es a nivel internacional, Margarita Zavala, ex primera dama y su hermano Juan Ignacio, fueron descubiertos en esas posiciones por WikiLeaks de formar parte importante de la derecha internacional, donde están implicados más de 50 países y es probable que su sede sea México.
Las organizaciones de apoyo son El Yunque, conformado principalmente por panistas, con bastiones en Puebla, Puebla y León, Guanajuato, así como por Yo Influyo, Red Familia, Incluyendo México, el Instituto Tecnológico Autónomo de México, la Universidad Panamericana y el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey. Estos tres últimos semilleros de funcionarios públicos del régimen pasado, egresados de dichas instituciones que buscan “alcanzar el poder político para instaurar el Reino de Cristo en la tierra”.
De acuerdo con la revista Contralínea, las organizaciones que financian la red de la ultraderecha en México son HO y CG, a través de empresas fachada. “Yo influyo”, es parte de la estructura de HO y la dirige Rosa Martha Abascal Olascoaga, hija del ex secretario de Gobernación, Carlos Abascal, en el sexenio de Vicente Fox (2000-2006), todos panistas.
La derecha oficial y la ultraderecha clandestina comparten liderazgos, aunque de manera estratégicamente discreta, el ex presidente Calderón y su esposa dejaron el PAN hace años, pero su relación con los panistas es estrecha. No comparten partido, pero comulgan su tendencia radical con sus similares.Esos grupos carecen de mayoría social, piensan poder captar la inconformidad social, y consolidarse con bases sociales a través de las reglas del juego político y otra estrategia radical, violenta, incluso que pide apoyo a la OEA, con la ayuda del partido Vox de España, con lo que podría intentar, sin duda, un golpe de Estado ya sea a través de una decisión legaloide del Congreso, como sucedió en Brasil con Lula da Silva y Dilma Rousseff, o bien con una intervención militar disfrazada de guerra a la drogas o bien de observadores electorales parciales que coloquen las bases de juicios políticos o atestigüen artificiales violaciones a los derechos humanos o a la libertad de expresión contra la actual administración pública, como sucedió en Bolivia.
José García Sánchez. Periodista mexicano.