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La universidad pública en la encrucijada: colonialidad del saber, capitalismo cognitivo y extractivismo tecnológico

Fuentes: Huella del Sur

El deterioro de la universidad pública no es un fenómeno aislado, sino parte de una estrategia deliberada que busca debilitar su rol como espacio de pensamiento crítico y autonomía científica.

Desfinanciamiento y desposesión del conocimiento público

En Argentina, bajo la administración de Javier Milei y su enfermizo seguidismo a las acciones del gobierno de Donald Trump en Estados Unidos, el ajuste presupuestario no solo impacta en los salarios docentes y los recursos para el sostenimiento diario de las universidades sino también en la investigación que lleva adelante el sistema científico en su conjunto.

Este ataque se inscribe en una lógica global de acumulación de capital, donde el conocimiento, lejos de ser un bien colectivo, se convierte en un recurso explotable bajo esquemas extractivistas. La reducción de los presupuestos universitarios, la precarización de docentes e investigadores y la desarticulación de organismos públicos de ciencia y tecnología configuran un proceso de desposesión del conocimiento público, empujándolo hacia la privatización y subordinándolo a intereses del mercado.

Las instituciones financieras internacionales han jugado un papel clave en la reconfiguración de la educación superior bajo criterios de eficiencia económica. Informes como “Cerrando la brecha en educación y tecnología” (2000) del Banco Mundial promovieron una visión de la universidad como un espacio que debe adaptarse a las necesidades del mercado antes que garantizar el acceso al conocimiento libre. En ese documento1 y de acuerdo con la posición que le toca a la Argentina, respecto de la relación educación y tecnología en esa clasificación que realiza el Informe del Banco Mundial en su recomendación dice que: “Aumentar el presupuesto de las universidades públicas, generalmente no representa una solución factible ni deseable y en cambio se debería considerar la recuperación de los costos, los aumentos de matrícula según un determinado presupuesto y las políticas que relacionen la transferencia de recursos públicos con el desempeño (…) fortalecimiento de incentivos para la investigación y el desarrollo privados…”.

En paralelo, organismos nacionales como el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) avalaron progresivamente la lógica de vinculación universidad-empresa, favoreciendo modelos de financiamiento mixto que reducen la independencia académica. Veamos un fragmento de un documento del CIN: “Organizar y potenciar los recursos del sistema para la transferencia de I+D a la producción y a los servicios. Instrumentar modalidades de asignación de recursos que permitan consensuar prioridades en un marco previsible y sustentable. Impulsar la inserción de las universidades y de la Educación Superior Argentina en los procesos de internacionalización, integración y desarrollo local y regional…”2.

Lo que está en disputa no es solo el presupuesto universitario, sino el sentido mismo de la educación superior: si será un espacio de producción de conocimiento al servicio de la sociedad, o continuará la profundización como apéndice funcional del sector privado. La ofensiva contra la universidad pública no solo es económica, sino ideológica, buscando transformar el conocimiento en un producto más dentro de la lógica mercantil.

Capitalismo cognitivo: la mercantilización del conocimiento

El capitalismo contemporáneo ha desplazado progresivamente su foco de acumulación desde los bienes materiales hacia los bienes intangibles, consolidando lo que se conoce como capitalismo cognitivo. En este modelo, el conocimiento ya no es considerado un derecho colectivo ni un recurso público, sino un insumo estratégico para la acumulación privada. La producción intelectual, la educación y la investigación científica se subordinan a las dinámicas del mercado, transformándose en activos sujetos a las leyes del capital.

Las universidades, que históricamente funcionaban como espacios autónomos de producción de saberes, son arrastradas hacia una lógica empresarial donde el conocimiento debe demostrar rentabilidad y aplicabilidad comercial. La investigación académica se orienta hacia áreas que garantizan financiamiento privado, desplazando estudios humanísticos, sociales y críticos que no generan beneficios monetarios. De este modo, el capitalismo cognitivo no solo moldea el contenido del conocimiento, sino que también impone quién lo produce y con qué objetivos.

La mercantilización del conocimiento se materializa en múltiples estrategias:

  • Patentes y propiedad intelectual: La ciencia y la tecnología se privatizan a través de patentes que restringen el acceso a descubrimientos esenciales, desde medicamentos hasta algoritmos de inteligencia artificial.
  • Universidad-empresa: Se impone un modelo de vinculación estrecha entre instituciones académicas y el sector privado, condicionando la producción científica a intereses corporativos3.
  • Financiamiento selectivo: Fondos públicos y privados privilegian investigaciones con impacto económico, dejando sin apoyo a proyectos con valor social.
  • Datos como mercancía: La educación digital y las plataformas tecnológicas convierten los datos generados por estudiantes y docentes en insumos comercializables para empresas de software educativo y marketing.

Este modelo también está atravesado por una profunda desigualdad: las universidades de élite concentran los recursos mientras que las instituciones públicas, especialmente en países periféricos, enfrentan un desfinanciamiento progresivo. La autonomía científica se ve erosionada y la producción de conocimiento se convierte en un terreno de disputa económica y política.

El capitalismo cognitivo no solo modifica las estructuras de financiamiento universitario, sino que redefine el rol mismo del conocimiento en la sociedad. En lugar de ser una herramienta de transformación y emancipación colectiva, se convierte en un bien de consumo restringido a quienes tienen el poder de financiarlo y explotarlo. La pregunta central es si el conocimiento seguirá siendo un derecho universal o si se consolidará como un privilegio de mercado.

Extractivismo tecnológico y la digitalización del conocimiento

En el contexto del capitalismo cognitivo, la expansión de la tecnología ha abierto nuevas fronteras para la apropiación del conocimiento. Lejos de democratizar el acceso a la educación, la digitalización ha consolidado un modelo extractivista donde los datos, las publicaciones académicas y los procesos de aprendizaje se convierten en mercancías.

Las plataformas de educación digital han redefinido la relación entre universidad y mercado. Empresas como Coursera, edX4 y Canvas5 han transformado el conocimiento en productos de consumo, donde el acceso depende de suscripciones, modelos freemium6 y licencias de uso restringidas. Lo que antes era un derecho garantizado por las universidades públicas, hoy es ofrecido como un servicio privatizado, controlado por algoritmos que optimizan el contenido para la mayor rentabilidad posible.

Este extractivismo digital opera de diversas formas:

  • Captura de datos educativos: Plataformas de gestión académica recopilan información sobre estudiantes y docentes, desde su rendimiento hasta sus hábitos de aprendizaje, para alimentar sistemas de inteligencia artificial y mercados de publicidad.
  • Privatización del acceso al conocimiento: La concentración editorial en grupos como Elsevier7 y Springer8 limita la difusión del conocimiento científico, convirtiendo las publicaciones académicas en bienes de lujo inaccesibles para estudiantes de universidades de países con menos recursos.
  • Automatización y control del aprendizaje: Los algoritmos determinan qué contenido se prioriza, qué métodos de enseñanza se adoptan y cómo se estructuran los procesos de evaluación, desplazando el criterio humano y académico en la educación.
  • Deslocalización de la producción científica: La externalización de investigaciones a plataformas globales permite que empresas y universidades extranjeras exploten el conocimiento sin redistribuir los beneficios a las comunidades locales.

Este modelo de extracción digital no solo impacta el acceso a la educación, sino que también redefine el rol de los docentes e investigadores, subordinándolos a sistemas de medición algorítmica y estructuras de financiamiento dependientes de métricas de impacto. El conocimiento deja de ser un espacio de construcción colectiva para convertirse en un insumo dentro de cadenas de producción tecnológica dominadas por actores corporativos.

Recuperar el sentido del conocimiento como un derecho público y colectivo se torna prioritario. Las universidades y los movimientos sociales han desarrollado redes de acceso abierto, bibliotecas digitales gratuitas y modelos de educación colaborativa que buscan romper con la lógica extractivista. La disputa no es solo tecnológica, sino política: ¿qué rol tendrá la educación en el futuro y bajo qué condiciones se producirá el conocimiento? ¿cuál es la especificidad de la educación en este contexto?, son preguntas que tienen que ser debatidas por fuera de la lógica mercantil corporativa.

Antiintelectualismo en la política contemporánea

El antiintelectualismo ha emergido como una herramienta política clave en el discurso de personajes conservadores de derecha y de la ultraderecha. Este fenómeno no solo se manifiesta en el desfinanciamiento de la educación pública, sino también en un desprecio activo hacia el pensamiento crítico y la producción académica.

Figuras como Donald Trump en Estados Unidos y Javier Milei en Argentina, como decíamos al principio de este artículo, han promovido narrativas que desacreditan a las universidades públicas y a los intelectuales con raigambre social, presentándolos como élites desconectadas de las “verdaderas necesidades” de la sociedad. Este discurso busca erosionar la confianza en las instituciones académicas, presentándolas como espacios ideologizados y alejados de la realidad económica.

El antiintelectualismo opera en varios niveles:

  • Desfinanciamiento sistemático: La reducción de presupuestos para universidades y centros de investigación no solo limita su capacidad operativa, sino que también envía un mensaje político sobre la falta de prioridad que se le otorga al conocimiento.
  • Desprestigio del pensamiento crítico: Se promueve una visión utilitaria del conocimiento, donde solo se valora aquello que tiene aplicaciones comerciales inmediatas, relegando las ciencias sociales, humanísticas y todas aquellas que abrevan en el pensamiento crítico.
  • Ataques discursivos: dirigentes políticos que desacreditan públicamente a académicos e investigadores, reforzando la idea de que la educación superior es un espacio de adoctrinamiento ideológico. Posturas que un sector del periodismo acompaña y promociona en la construcción de la opinión pública.
  • Promoción de alternativas privadas: Se impulsa la privatización de la educación como una solución “eficiente” frente a las supuestas ineficiencias del sistema público, reforzando la lógica de mercado.

Este rechazo al pensamiento crítico no es casual, sino estratégico. Al debilitar a las universidades como espacios de cuestionamiento y resistencia, se facilita la implementación de políticas que benefician a las élites económicas y consolidan estructuras de poder desiguales.

Sin embargo, frente a esta ofensiva, las resistencias persisten. Movimientos estudiantiles, docentes y organizaciones sociales han levantado la voz en defensa de la educación pública como un derecho y un espacio de emancipación. La lucha no es solo por recursos, sino por el sentido mismo del conocimiento: si será un instrumento de liberación o un producto más dentro de la lógica mercantil.

Colonialidad del saber y colonialidad del poder: la estructura profunda de la desposesión del conocimiento

La desposesión del conocimiento público, la mercantilización de la universidad y el extractivismo tecnológico no son fenómenos aislados, sino expresiones de una lógica histórica más profunda: la colonialidad del saber y la colonialidad del poder.

El concepto de colonialidad del poder9, nos permite entender cómo las estructuras coloniales no desaparecieron con la independencia de los países, sino que fueron reconfiguradas en nuevas formas de dominación. En el ámbito del conocimiento, esto se traduce en un sistema global donde las instituciones, disciplinas y legitimaciones del saber siguen estructuradas en función de las jerarquías impuestas por el colonialismo.

La colonialidad del saber10, por su parte, se refiere a cómo el conocimiento es producido, distribuido y validado dentro de un esquema que reproduce la hegemonía de ciertos centros de poder. Las universidades de países periféricos son constantemente subordinadas a agendas de investigación dictadas por países centrales, mientras que epistemologías indígenas, populares y alternativas son marginadas o directamente invalidadas en el circuito académico global.

Un claro ejemplo es el sistema de créditos que deberán obtener lxs estudiantes, anunciado recientemente por el subsecretario de Políticas Universitarias, Alejandro Álvarez en un posteo de la red X; puesto que esa subsecretaría será la autoridad de aplicación a partir de 2027. Sistema de Transferencia y Acumulación de Créditos, ECTS (por sus siglas en inglés) copiado del europeo del cual nos ocuparemos en algún otro artículo, porque hace al proceso de la colonialidad del saber en tanto es parte de la imposición de la estandarización sistémica.

Estos conceptos explican el porqué de todos los mecanismos de apropiación que analizamos en el artículo:

  • El desfinanciamiento de la universidad pública responde a una estrategia que empuja a la educación a depender de estructuras privadas de validación, reforzando la lógica de dependencia económica.
  • El capitalismo cognitivo profundiza la idea de que el conocimiento es un bien exclusivo de quienes tienen el poder de financiarlo, manteniendo una brecha estructural entre el saber producido en países centrales y periféricos.
  • El extractivismo tecnológico funciona como una nueva forma de desposesión, donde los datos, investigaciones y sistemas educativos de países con menos recursos son explotados sin que sus comunidades se beneficien de ello.
  • El antiintelectualismo opera como una herramienta de control político, desacreditando el pensamiento crítico para evitar cuestionamientos sobre estas estructuras de dominación.

Entender la desposesión del conocimiento como parte del proceso de la colonialidad nos permite ver más allá de los síntomas y comprender el curso histórico que sostiene la apropiación del saber. La disputa por el conocimiento no es solo económica o tecnológica, sino profundamente geopolítica y epistémica.

Desde quienes luchamos por la universidad pública, como por la educación en todos sus niveles, con la potencia gremial y las herramientas que nos brindan la ciencia crítica y la epistemología decolonial, debemos enfrentarnos no solo a la privatización, sino a una estructura global que define quién puede producir conocimiento “legítimo” y bajo qué condiciones. No sólo se trata de defender recursos, que es una parte importante de la lucha sino también de construir modelos de educación y producción del conocimiento que rompan con las lógicas neocoloniales de la estandarización mercantilista y permitan una verdadera democratización y socialización del saber.

Antes de que la violencia epistemológica y la voracidad capitalistas nos ponga en la encrucijada fatal de aquella breve y siniestra historia que contaba Eduardo Galeano: “El democrático rey convoca a los animales, al pato, a la gallina, al cerdo… y les pregunta. ‘¿Con qué salsa desean ser comidos?’ y el pato le dice: ‘Yo no deseo ser comido’. A lo que el rey responde: ‘Eso no está en discusión’”; es decir, cuando se nos impida decidir o peor, cuando se nos impida pensar y ni siquiera nos demos cuenta de que eso está ocurriendo.

Notas:

1 El documento fue analizado de forma breve en mi primer libro “La novela educativa o el relato de la alienación” 2005 Redes Cultura

2Universidades y Estado: una asociación para responder a los desafíos del cambio” Documento de discusión para el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN). Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. Secretaría de Políticas Universitarias. 2005.

3 Como ejemplo podemos decir que la Universidad Nacional de Tucumán participa de una Unión Transitoria de Empresas (UTE) con Yacimientos Mineros Aguas del Dionisio (YMAD) en la explotación de la mina Agua Rica, junto al gobierno de la provincia de Catamarca. O la minera Barrik Gold tomaba los servicios del Departamento de Hidráulica de la Universidad Nacional de San Juan para los informes de exploración en la mina Veladero a principios de la década del 2000.

4 Coursera y edX son plataformas de educación en línea que ofrecen cursos de universidades y empresas reconocidas. Aunque permiten el acceso gratuito a algunos contenidos, su modelo de negocio se basa en certificaciones pagas, suscripciones y programas especializados, convirtiendo el aprendizaje en un producto comercializable.

5 Canvas es un sistema de gestión del aprendizaje utilizado por universidades y colegios para administrar cursos y evaluaciones. Aunque facilita la educación digital, también recopila datos de estudiantes y docentes, integrándose en la lógica del mercado educativo.

6 Estrategia de negocio por la que se ofrece una versión básica, gratuita de un producto o servicio y se cobra por funciones o servicios adicionales.

7 Elsevier es una editorial con sede en los Países Bajos, especializada en publicaciones científicas, técnicas y médicas. Publica más de 2.800 revistas y más de 600.000 artículos anuales. Es propietaria de plataformas como Science Direct, Scopus y Clinical Key, que ofrecen acceso a investigaciones y datos científicos. Sin embargo, ha sido criticada por sus altos costos de suscripción y por restringir el acceso a investigaciones financiadas con fondos públicos.

8 Springer Nature es otra editorial académica de gran alcance, con más de 2.920 revistas publicadas. Es conocida por sus libros y revistas científicas, incluyendo Nature, una de las publicaciones más prestigiosas en el ámbito de la ciencia. Al igual que Elsevier, ha sido cuestionada por sus modelos de acceso restringido y por la concentración de publicaciones en manos de pocas empresas.

9 Aníbal Quijano: “Colonialidad del poder y clasificación social” Binghamton University New York. 2000

10 Walter Mignolo: “La idea de América Latina, la herida colonial y la opción decolonial”. Gedisa. España. 2007

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.